Alfred Hitchcock pertenece a la categoría de cineastas preocupados por la escritura —o mejor, la caligrafía— cinematográfica. Esto es, por el cuidado minucioso de la puesta en escena, la planificación escénica y el encuadre fotográfico, por el ejercicio de estilo y el metalenguaje fílmico.
Repasaba con la mayor atención los diálogos de los guiones que llegaban a su mesa de trabajo, a fin de ajustarlos a la composición de las secuencias a rodar. Obligaba a los actores (se refería a ellos con la expresión «ganado») a recitar sus diálogos tal y como estaban escritos en el guión. Ni una palabra de más ni de menos. Pero, lo que a Hitchcock interesaba, por encima de todo, era hacer hablar a la cámara.
A diferencia de otros directores —incluso, grandes directores— con un sentido funcional y casi invisible de la mise en scène, reacios a toda forma de experimentalismo, austeros en el fondo y la forma, para quienes hasta un leve travelling se les antojaba una extravagancia, a diferencia de estos realizadores sobrios, Hitchcock destaca como un virtuoso de la escritura cinematográfica.
Comoquiera que todo estilo, marcado y bien definido, suele tener unas constantes y unos rasgos recurrentes, repararemos a continuación en uno de estos escenarios que el maestro del suspense gustaba recrear y frecuentar. Y no con una finalidad estética o decorativa, sino al objeto de situar determinado motivo o situación en su correspondiente lugar.
En este caso: la cima de la colina como espacio «ideal» donde los personajes revelan al espectador su auténtico ser y carácter.
Al menos en tres de sus filmes, que yo recuerde, apreciamos esta circunstancia.
● Sospecha (Suspicion, 1941)
Tras el éxito de Rebeca (Rebeca, 1940), Hitchcock rueda la película Sospecha, filme que, en gran medida pretende repetir el modelo anterior, sin mucho fortuna, a mi parecer. He aquí, en resumen, el argumento.Tras un breve encuentro, y un primer rechazo, con un joven, un galante galán, con toda la apariencia de gigoló, John Aysgarth (Cary Grant), acaba casándose con la joven reticente, Lina McLaidlaw (Joan Fontaine), con el perfil de solterona heredera. La muchacha, tímida, insegura y suspicaz, prevenida por su padre, todavía más receloso que ella, incuba la creencia de que su marido planea asesinarla y quedarse con su fortuna.
La escena en que el encanto del seductor don Juan derriba las defensas de la recelosa doña Catalina encuentra su sitio perfecto en lo alto de un cerro. Y, como es habitual en la narrativa de Hitchcock, proporciona valiosa información al espectador de aquello que los personajes desconocen; en este caso, que el marido sí ama a la esposa. Atendamos a una parte del diálogo:
John Aysgarth (Cary Grant): ¿Qué creyó que iba a hacer? ¿Matarla? Sólo eso justificaría que se defendiera de ese modo.
Lina MacKinlaw (Joan Fontaine): Déjeme ya.
John: Creyó que iba a besarla, ¿no es cierto? ¿No lo es?
Lina: Claro que no.
John: Solamente quería arreglarle el pelo.
● Los pájaros (The Birds, 1963)
Con Los Pájaros, Hitchcock logra cuajar uno de sus mejores realizaciones. ¿Qué buen aficionado al cine no ha visionado la película? Tejiendo la ceremonia de la seducción, la frívola e inmadura Melanie Daniels (Tippi Hedren) revolotea alrededor del abogado Mitch Brenner (Rod Taylor). De aspecto serio, muy hogareño y con síntomas de no haber superado el complejo de Edipo, desea regalarle un periquito a su pecosa y un tanto repelente hermanita para el cumpleaños feliz (tal vez, demasiada diferencia de edad entre ambos). Como el pájaro se le escapa a la gatita, Melanie va tras Mitch, a Bahía Bodega, donde reside la mamá de éste.
Melanie es rica y famosa, sale en la prensa rosa a causa de sus devaneos y escándalos. Mitch se hace el duro, mientras la madre se pone celosa. Ambos van aflojando amarras, las naves se aproximan entre sí, favoreciendo el feliz abordaje. Finalmente, acaban mostrándose cómo son en realidad, no a lo que juegan ser.
La escena clave ocurre en lo alto de un montículo, y contiene este momento del diálogo:
Mitch Brenner (Rod Taylor): Lo de Roma...
Melanie Daniels (Tippi Hedren): Aquel verano me lo pasé... Era muy fácil perder la cabeza allí. Cuando volví, pensé que tenía que centrarme otra vez. Así que, de lunes a jueves, me mantengo ocupada.
Mitch: ¿Y los viernes?
Melanie: Los tengo libres. Algunos viernes visito pajarerías.
● Cortina rasgada (Torn Courtain, 1966)
Una de las últimas grandes películas de Hitchcock, Cortina rasgada está ambientada en la antigua Alemania oriental durante la Guerra Fría. Michael Amstrong (Paul Newman) es un físico nuclear norteamericano que desea contactar con un colega que trabaja tras el Telón de Acero, quien investiga en un campo científico próximo al suyo. Paul Newman, muy sobrio y contenido, cuaja aquí, a mi juicio, uno de los mejores trabajos de su carrera. Y es que Hitchcock sabía contener, como ningún otro, a los actores especialmente inclinados a la sobreactuación o incluso al histrionismo, como era su caso. O el de Cary Grant, entre otros.
Amstrong viaja a Berlín Este acompañado por su novia y secretaria Sarah Sherman (Julie Andrews, hermosa y muy convincente en su papel). En un momento concreto de la trama, Amstrong simula pasarse a los comunistas para agilizar así el acercamiento a su colega alemán y conseguir una información sensible, susceptible de caer en manos de la Unión Soviética. Para darle mayor verosimilitud a la —en realidad, falsa— traición, Sarah debe quedar al margen de la farsa. La muchacha, herida como mujer enamorada y como ciudadana estadounidense, se resiste a aceptar las apariencias. Mas la actuación de Michael Amstrong/Paul Newman es tan persuasiva que todo indica que la felonía es auténtica. La tensión dramática de la intriga de espías, es combinada magistralmente con la tensión emocional de la pareja. Especialmente, porque el espectador siempre sabe más que el personaje.
Finalmente, Michael revela a Sarah la verdad. En la escena de confesión en la colina no mandan los diálogos sino los silencios. La revelación de Michael Amstrong (Paul Newman) a Sarah Sherman (Julie Andrews) la presenciamos, no la escuchamos. El plano muestra a distancia el encuentro decisivo entre ambos. Los movimientos de ambos indican el avance del develamiento. Hasta que un primer plano luminoso de Sarah nos indica que, finalmente, conoce la realidad de los hechos. Junto a un grupo de paisanos, logran huir de la Alemania comunista. Las cortinas han sido rasgadas. Cae el telón.
La cima de la colina, el cielo despejado, el batir del viento. Los personajes de Hitchcock a corazón abierto.