Cuando llevan emitidos hasta la fecha siete episodios de la serie Boardwalk Empire —de los doce, de momento, previstos— acaso sea momento de hacer una primera valoración de la apuesta estrella para esta temporada que ha lanzado a la audiencia la cadena norteamericana de televisión por cable HBO. Hablamos de la productora y el canal de TV que, en los últimos años, ha revolucionado la naturaleza de las series concebidas para la pequeña pantalla, y de cuyos despachos y estudios han salido nada menos que Band of Brothers o Los Soprano. La marca de calidad viene, por tanto, con una impecable carta de presentación. Sin embargo, el mismo lanzamiento publicitario, junto a algunas críticas precipitadas y muy comodonas, han dado un primer paso en falso al anunciar la serie como «la continuación de Los Soprano» o «la nueva Los Soprano». A mi juicio, no es éste, sin embargo, el único desacierto de Boardwalk Empire.
Que existen puntos de contacto entre Los Soprano y Boardwalk Empire es algo indudable. Ambas producciones llevan la misma marca de serie —la HBO—; comparten algunos nombres en la producción ejecutiva y en la dirección —Terence Winter y Timothy Van Patten—; el actor Steve Buscemi interviene en las dos producciones, en la segunda a la cabeza del reparto; las dos están ambientadas en el Estado norteamericano de Nueva Jersey; y, en fin, tanto una como otra desarrollan la acción dentro del género gangsters. Busque el aficionado más coincidencias y concomitancias, de mayor o menor tenor, si eso le place, Pero, por lo que a mí respecta, dejaría ya de lado este asunto de las comparaciones. Es más, creo que los responsables de Boardwalk Empire y asociados deberían parar de inmediato este resultón recurso a las secuelas, parentescos y aires de famiglia con Los Soprano, porque puede salirles el tiro por la culata. Los Soprano es un producto muy difícil de superar, o incluso de pretender ponerse a su nivel. Algo irrepetible. Insensato pretender emularlo.
Dejémonos, pues, de tópicos y procedimientos de crítica de pacotilla y tomemos la ruta del imperio del contrabando que nos lleva directamente a Atlantic City. Película de época, situada la acción en 1920, Boardwalk Empire recrea en estudio los violentos años veinte, estimulados avivados, entre otros estimulantes y latigazos, por la Ley Seca, a orillas del océano Atlántico. Brillando sobre el staff técnico de la serie, el nombre de Martin Scorsese aparece en los títulos de crédito en calidad de productor ejecutivo y director del episodio piloto. El presumido prestigio y la expectativa que el autor de Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990) prometía con su sola presencia, han resultado, asimismo, bastante decepcionantes. Desconozco la labor específica que lleva a cabo Scorsese en la pobladísima nómina de productores artísticos que caracteriza a las series de TV, y Boardwalk Empire no es una excepción. Sí sé, no obstante, que desde hace bastantes años Scorsese atraviesa un periodo creativo poco inspirado. Lo muestran los últimos filmes realizados. Y queda de manifiesto viendo el mediocre primer episodio de la serie, rubricado con su firma.
La verdad es que la mediocridad o, si queremos ser más generosos, la insolvencia de la serie queda patente desde la misma presentación o cabecera. No vamos a descubrir ahora la importancia del diseño de la secuencia inicial en los filmes que, por habitualmente, incluye los títulos de crédito. Piénsese si no en el trabajo magistral de artistas de la categoría de Saul Bass y en su inestimable participación en algunos títulos de Otto Preminger y Alfred Hitchcock, por citar dos ejemplos. Acaso sí valga la pena llamar la atención sobre la extrema importancia de los preludios fílmicos en la series de TV. De momento, el espectador contempla la cabecera en bastantes ocasiones, al menos, dejando aparte las miniseries, doce o trece veces, el número estándar de capítulos en una serie. La secuencia inicial debe ser, en consecuencia, muy ágil y atractiva, tanto o más que la música pegadiza de una canción popular o un exitoso spot publicitario, los cuales, por así decirlo, que no se cansa uno de escuchar.
Pues bien, la presentación de Boardwalk Empire, con una estética de marcado tono surrealista, no acaba de convencer. En algunos momentos, se me antoja demasiado obvia, tratándose de una serie sobre contrabando de licores (las botellas flotando en el océano y estrellándose contra la escollera); en otros, tan patosa como los andares del protagonista, chapoteando sobre las aguas como si de milagro en champagne se tratase. El travelling circular alrededor de Buscemi, figurado superhéroe o superhombre, llega a ser, más que pretencioso, simplemente estrafalario. Buscemi, claro está, no tiene más remedio que poner cara de mármol, de circunstancias. Sucede que gran parte de la inconsistencia de la serie reside, justamente, en la fallida elección del protagonista principal.
Steve Buscemi es un actor convincente cuando encarna papeles secundarios. Pero, ciertamente, el personaje principal de Boardwalk Empire, Enoch «Nucky» Thompson, le viene tan grande como anchos le sientan los trajes a rayas bajo los que debe moverse y actuar en la serie; dos tallas más de lo que le convendría a Buscemi. La personalidad proteica del politicastro corrupto y capo mafioso in pectore que está en el centro de las situaciones ideadas por los guionistas de la serie (Terence Winter a la cabeza) necesitaba un actor de más carácter, de más envergadura y con mayores registros que los que trabajosamente Buscemi se esfuerza por aparentar. Sencillamente, no convence, desgraciadamente, haciendo de tipo duro, ejerciendo de mandamás, actuando como infatigable amante y conquistador de señoras y señoritas. En el resto del reparto, tampoco destaca ningún otro actor o actriz. Michael Pitt, eterno adolescente, hace méritos sólo para consolidarse como una vaga repetición de Leonardo DiCaprio. Kelly Macdonald, por su parte, sencillamente, repite el papel protagonizado en Gosford Park, filme realizado en 2001 por Robert Altman.
Como corresponde a una producción HBO, la serie sobre el contrabando de licores en Atlantic City destila, ciertamente, calidad en cuanto a ambientación, decorados y vestuario se refiere. Pero, poco original o novedoso aporta al género gángsters, subgénero Ley Seca, en el que brillan películas, por sólo citar títulos recientes, como Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984) de Sergio Leone o Muerte entre las flores (Miller's Crossing, 1990) de los hermanos Coen (filme, por cierto, en el que actúa Buscemi en un papel secundario).
Esta serie me parece fenomenal, especialmente por las escenas de acción que desarrolla. Excelente talento HBO. Como siempre esta cadena deleitándonos con sus proyectos, mi favorita es Boardwalk Empire, tiene un reparto de primera categoría, la producción es impecable y la historia está llena de giros inesperados. No se la pueden perder.
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