Título original: Bed of Roses
Año: 1933
Duración: 67 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Gregory La Cava
Guión: Wanda Tuchock
Fotografía:
Charles Rosher
Reparto:
Constance Bennett, Joel McCrea, John Halliday, Pert Kelton, Samuel S. Hinds,
Franklin Pangborn, Tom Francis
Producción: RKO Radio Pictures
Lecho de rosas (1933) es un título poco citado de la obra
de Gregory La Cava, aun tratándose de uno de los más característicos de su forma de trabajar. Genuino
producto pre-code, supera en frescura de todo género a bastantes películas de este periodo en la historia del cine. Recordemos la trama.
Dos muchachas jóvenes salen de una prisión de Louisiana tras cumplir condena por prostitución y robo. Responden al nombre de Lorry Evans (Constance Bennett) y Minnie Brown (Pert Kelton).
Su forma de hablar y caminar remite sin reservas a los cotorreos y contoneos característicos de Mae West y Jean Harlow. Reparemos, en concreto, en la secuencia inicial. El padre Doran (Samuel Hinds) recibe a Lorry a la salida del establecimiento penitenciario ofreciendo ayudarle en la “nueva vida”, ofrecimiento que recibe de Lorry la sarcástica respuesta de que ya ha sido bastante reformada “allí dentro”. Mientras tanto, Minnie pide a un camionero que les acerque al muelle: “Hazme un oferta”, dice éste. Tras la corta charla con el cura, Lorry se incorpora a la alternativa de viaje de la amiga:
Dos muchachas jóvenes salen de una prisión de Louisiana tras cumplir condena por prostitución y robo. Responden al nombre de Lorry Evans (Constance Bennett) y Minnie Brown (Pert Kelton).
Su forma de hablar y caminar remite sin reservas a los cotorreos y contoneos característicos de Mae West y Jean Harlow. Reparemos, en concreto, en la secuencia inicial. El padre Doran (Samuel Hinds) recibe a Lorry a la salida del establecimiento penitenciario ofreciendo ayudarle en la “nueva vida”, ofrecimiento que recibe de Lorry la sarcástica respuesta de que ya ha sido bastante reformada “allí dentro”. Mientras tanto, Minnie pide a un camionero que les acerque al muelle: “Hazme un oferta”, dice éste. Tras la corta charla con el cura, Lorry se incorpora a la alternativa de viaje de la amiga:
Minnie: Acabo de arreglar lo del
transporte hasta el barco. ¿Conduces bien?
Loory: ¿Y a tu amigo que le pasa? ¿No
puede?
Minnie: Quiere que le ayude a hacer
inventario de la mercancía (el conductor es conducido por la joven al interior
del camión).
Con tan probadas habilidades para andar por la vida aspiran
pescar a un tipo rico al que sacarle los higadillos y los ahorros. Montan en un
paquebote con dirección a Nueva Orleans, y sin tiempo que perder, se aplican a
la faena en plena travesía. Descubierta por una de sus víctimas a bordo, Lorry
escapa del apuro saltando por la borda, siendo, a continuación, ella la pescada por Dan (Joel McCrea), patrón de una barcaza que
transporta algodón.
Después de cenar, hablan de esto y
aquello. La Cava rueda la escena en un plano frontal, situada Lorry detrás del
marino, lo que obliga a éste en ocasiones a volver la cabeza para ver a la muchacha
durante la conversación. El cineasta evita así la planificación habitual del
plano/contraplano al tiempo que sitúa materialmente a ambos en distintos niveles,
evidenciando de paso el poco interés que él tiene por ella. Apenas dan las
nueve en el reloj, Dan da las buenas noches a Lorry: “aquí nos acostamos pronto”. Lorry,
a quien Dan ha cedido el camarote para dormir, coge un fajo de billetes que ha
visto guardar a éste en un bolsillo de su tabardo, colgado en el armario. A la
mañana siguiente, la pájara ha volado y el marino se quedo descompuesto y
desplumado.
Desde ese momento, Lorry se debate entre
vivir ricamente con un tipo a quien detesta (magnífica la secuencia durante la
fiesta de disfraces en el Mardi Gras
de Nueva Orleans en la que Paigee intenta que vuelva al lecho de rosas), o
modestamente trabajando de dependienta en unos almacenes, o pobremente en una
chalupa de río, perfumada por el salitre y las balas de algodón, junto a un inocente,
rudo y… atractivo marino.
La Cava, alcohólico de primera división
y con un historial de rodajes conflictivos, fue despedido del plató antes de
terminar Lecho de rosas, si bien para entonces el film
estaba ya prácticamente completado. Un empleado del estudio sólo tuvo que
filmar algunas escenas de continuidad a fin de dejar la película lista para el
estreno. Con todo, resulta admirable cómo en apenas setenta minutos (duración del
film), La Cava borda un trabajo con esmero
y buen hacer, salpicado de secuencias hábilmente compuestas y unos diálogos
agudos, osados, ácidos, inteligentes. Verdaderamente genial, La Cava.