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lunes, 26 de enero de 2015

LECHO DE ROSAS (1933)


Título original: Bed of Roses
Año: 1933
Duración: 67 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Gregory La Cava
Guión: Wanda Tuchock
Fotografía: Charles Rosher
Reparto: Constance Bennett, Joel McCrea, John Halliday, Pert Kelton, Samuel S. Hinds, Franklin Pangborn, Tom Francis
Producción: RKO Radio Pictures


Lecho de rosas (1933) es un título poco citado de la obra de Gregory La Cava, aun tratándose de uno de los más característicos de su forma de trabajar. Genuino producto pre-code, supera en frescura de todo género a bastantes películas de este periodo en la historia del cine. Recordemos la trama.

Dos muchachas jóvenes salen de una prisión de Louisiana tras cumplir condena por prostitución y robo. Responden al nombre de Lorry Evans (Constance Bennett) y Minnie Brown (Pert Kelton). 

Su forma de hablar y caminar remite sin reservas a los cotorreos y contoneos característicos de Mae West y Jean Harlow. Reparemos, en concreto, en la secuencia inicial. El padre Doran (Samuel Hinds) recibe a Lorry a la salida del establecimiento penitenciario ofreciendo ayudarle en la “nueva vida”, ofrecimiento que recibe de Lorry la sarcástica respuesta de que ya ha sido bastante reformada “allí dentro”. Mientras tanto, Minnie pide a un camionero que les acerque al muelle: “Hazme un oferta”, dice éste. Tras la corta charla con el cura, Lorry se incorpora a la alternativa de viaje de la amiga:

Minnie: Acabo de arreglar lo del transporte hasta el barco. ¿Conduces bien?
Loory: ¿Y a tu amigo que le pasa? ¿No puede?
Minnie: Quiere que le ayude a hacer inventario de la mercancía (el conductor es conducido por la joven al interior del camión).

Con tan probadas habilidades para andar por la vida aspiran pescar a un tipo rico al que sacarle los higadillos y los ahorros. Montan en un paquebote con dirección a Nueva Orleans, y sin tiempo que perder, se aplican a la faena en plena travesía. Descubierta por una de sus víctimas a bordo, Lorry escapa del apuro saltando por la borda, siendo, a continuación, ella la pescada por Dan (Joel McCrea), patrón de una barcaza que transporta algodón.


Después de cenar, hablan de esto y aquello. La Cava rueda la escena en un plano frontal, situada Lorry detrás del marino, lo que obliga a éste en ocasiones a volver la cabeza para ver a la muchacha durante la conversación. El cineasta evita así la planificación habitual del plano/contraplano al tiempo que sitúa materialmente a ambos en distintos niveles, evidenciando de paso el poco interés que él tiene por ella. Apenas dan las nueve en el reloj, Dan da las buenas noches a Lorry: “aquí nos acostamos pronto”. Lorry, a quien Dan ha cedido el camarote para dormir, coge un fajo de billetes que ha visto guardar a éste en un bolsillo de su tabardo, colgado en el armario. A la mañana siguiente, la pájara ha volado y el marino se quedo descompuesto y desplumado.





En Nueva Orleans, Lorry no tiene muchos problemas para lograr su objetivo principal: conseguir un nidito acogedor y dormir en un lecho de rosas. La víctima en esta ocasión es Stephen Paigee (John Halliday). Verdaderamente desvergonzada la secuencia en que Lorry, haciéndose pasar por un inocente redactora de una revista, entrevista a Paigge. La joven le pregunta por su opinión sobre la normativa que restringe la bebida. El caballero afirma ser partidario ante todo de cumplir la Ley (Seca). A continuación, Lorry le pide algo de beber, sólo una copita. Paigee se dirige a un mueble que al abrirse muestra un notable arsenal de botellas de alcohol. Le ofrece un vasito de licor que la señorita bebe con lascivia a sorbitos.


Desde ese momento, Lorry se debate entre vivir ricamente con un tipo a quien detesta (magnífica la secuencia durante la fiesta de disfraces en el Mardi Gras de Nueva Orleans en la que Paigee intenta que vuelva al lecho de rosas), o modestamente trabajando de dependienta en unos almacenes, o pobremente en una chalupa de río, perfumada por el salitre y las balas de algodón, junto a un inocente, rudo y… atractivo marino.

La Cava, alcohólico de primera división y con un historial de rodajes conflictivos, fue despedido del plató antes de terminar Lecho de rosas, si bien para entonces el film estaba ya prácticamente completado. Un empleado del estudio sólo tuvo que filmar algunas escenas de continuidad a fin de dejar la película lista para el estreno. Con todo, resulta admirable cómo en apenas setenta minutos (duración del film), La Cava borda un trabajo con esmero y buen hacer, salpicado de secuencias hábilmente compuestas y unos diálogos agudos, osados, ácidos, inteligentes. Verdaderamente genial, La Cava.




lunes, 19 de enero de 2015

GREGORY LA CAVA: DUALIDADES Y DUELO DE CARACTERES




Descrito en términos filosóficos —y ustedes me perdonarán semejante atrevimiento—, el cine del director Gregory La Cava podría calificarse de “dialéctico”, por lo que tiene tanto de arte de discusión y cháchara cuanto de conflicto de contrarios entre personajes; "dialéctico" digo, más en el sentido de Heráclito y Hegel que en el de Marx y Engels, aclaremos los términos. Observamos, ciertamente, en los personajes principales que pueblan la rica filmografía de La Cava un constante duelo y una dualidad contradictoria. La dualidad referida (el nudo de la cuestión) acaba sintetizándose en un desenlace no pocas veces intencionalmente artificioso y de circunstancias, lo cual a más de un espectador podrá desconcertar.

Las películas dirigidas por La Cava no tienen, por lo general, un palmario final feliz, sino que los protagonistas buscan una práctica salida a sus disputas para así llegar felizmente al último momento del film, “The End”; o sea, para salir bien librados... Es por este motivo que muchas de ellas ofrezcan finales con visos de precipitación, sospechados a la vez que sorprendentes (atrevido equilibrio), cuando no forzados; forzados sí, por las circunstancias que les incita a encontrar una salida a sus vidas

Este es el aspecto que ofrece la conclusión de Mayoría de edad (The Age of Consent, 1932); La comedia de la vida (Symphony of the Six Million, 1932); She Married Her Boss (Sucedió una vez, 1935);  Al servicio de las damas (My Man Godfrey, 1936); Damas del teatro (Stage Door, 1937); Primrose Path (Una nueva primavera, 1940) y, en fin, Lecho de rosas (Bed of Roses, 1933), la película que veremos la semana próxima en Cinema Genovés

 http://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/0/02/Stage_Door_(1937).jpg

 Rodaje de Stage Door (1937)

En los casos citados, lo mismo en que el conjunto de la filmografía de La Cava (al menos, la parte que he tenido ocasión de visionar), el “chico” y la “chica” no suelen cerrar la película con el beso de rigor ni con un amoroso abrazo ni marchando cogidos de la mano en dirección al horizonte, sino unidos más por la fuerza del destino que del deseo, en ocasiones de modo sólo sugerido, ni siquiera compartiendo ambos el último plano. De las cintas que he conozco de La Cava podría señalar unas pocas excepciones: Mundos privados (Private Worlds, 1935) y Vivir a lo grande (Living in a Big Way, 1947); por otra parte, los films menos personales y más excepcionales en la filmografía del cineasta. Y no olvido La chica de la Quinta Avenida (Fith Avenue Girl, 1939), cuya coda fílmica contiene grandes dosis de ironía y parodia (Tim Holt no introduce en casa a Ginger Rogers en los brazos, como demanda la costumbre, sino cargada sobre hombro, cual si se tratase de un rapto; no es casual que un agente de policía observe los hechos bajo sospecha).



 Rodaje de Primrose Path (Una nueva primavera, 1940)

Lo que sí parece claro  es que el cine de La Cava está muy lejos de la duplicidad de tipos característica de los films de Franz Borzage, los cuales encuentran una elevada y casi mística reunión en el amor inmortal en el más allá. También están alejados de los maniqueos frescos sociales expuestos en las comedias de Frank Capra, astuto director que maneja las emociones del espectador con la intención de que empatice fácilmente con el/los héroe/s del film, dejando así clasificados y puestos en evidencia quienes se encuentran en el otro lado; vulgo, "los malos" de la película. En los films de La Cava no es tarea sencilla identificarse o tomar partido por un personaje en particular, acaso porque ni busque ni pretenda tal cosa.

Las comedias realizadas por La Cava sí prefiguran, en cambio, la mirada cinematográfica, escéptica y caústica, de Billy Wilder, la cual despide un romanticismo amargo o nihilista, aunque rebosen humanidad por todos los costados, unos rasgos éstos todavía más acusados en el director de El apartamento (1960) que en sus coetáneos Preston Sturges y Mitchell Leisen o en su maestro Ernst Lubitsch. La Cava, por su parte, filma comedias dramáticas, y también enloquecidas y disparatadas, pero, sobre todo, muy humanas, tal vez demasiado humanas… (La Cava no siempre puede evitar que en sus trabajos la farsa esté por encima de la contención o el comedimiento).

 Rodaje de La chica de la Quinta Avenida (1939)

El cine de Gregory La Cava, muy influido por los efectos de la Depresión económica de los años 30 en Estados Unidos, suele calificarse de “social”, y lo es, más en un sentido descriptivo o contextual que de denuncia o de propaganda político-ideológica. La tremenda recesión económica acaecida en la primera mitad del siglo XX amplifica, de hecho, la sustancial lucha de contrarios patente en su obra, que en ningún caso se salda en un escenario de lucha de clases. Los personajes opuestos retratados en los films de La Cava viven contrariados, experimentado la existencia y los acontecimientos con perplejidad, viviendo al día, situación que no siempre genera en ellos pasión (a menudo, sí compasión) pero tampoco odio entre individuos ni afán de enfrentamiento o desquite.


lunes, 12 de enero de 2015

ROSE OF WASHINGTON SQUARE (1939)



Título versión española: Es mi hombre
Año: 1939
Duración: 86 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: Gregory Ratoff
Guión: Nunnally Johnson, a partir de la historia de Jerry Horwin y John Larkin.
Música: Gene Rose
Fotografía: Karl Freund
Reparto: Tyrone Power, Alice Faye, Al Jolson, William Frawley, Joyce Compton, Hobart Cavanaugh, Moroni Olsen, E.E. Clive
Producción: Twentieth Century Fox Film Corporation


Hace unos meses en Cinema Genovés, tuvimos ocasión de reparar en la obra del cineasta Gregory Ratoff, a cuento de la famosa novela de Alejandro Dumas Los hermanos corsos, adaptada al cine con el título (versión española) de Justicia corsa (1941). Una película dirigida justamente por Ratoff, más conocido por su faceta de actor (cuarenta y nueve títulos) que de director (treinta trabajos), o incluso de productor. Una percepción ésta tan estrecha como poco justa. Porque si la labor interpretativa de Ratoff en muy notable, no lo es menos su tarea detrás de la cámara. 

Admira en este corpulento artista, además de una probada versatilidad profesional, su habilidad tanto a la hora de dirigir un film de aventuras (la citada Justicia corsa), como un drama y un melodrama —Intermezzo (1939); Los cuatro hijos de Adán (1941)—, una comedia o un musical, por ejemplo, Day-Time Wife (Tejados de vidrio) o Rose of Washington Square (Es mi hombre), dirigidas ambas en el mágico 1939 (de las seis películas realizadas por Ratoff en dicho año), interpretada esta última, a la cabeza del reparto, por Tyrone Power, Alice Faye y Al Alson

Detengámonos un momento en este último título.

Se trata de un muy entretenido y bien realizado musical, inspirado veladamente en la vida de la cantante Fanny Brice —Rose Sargent (Alice Faye) es Rose of Washington Square —, figura estelar de las Ziegfeld Follies a lo largo de dos décadas, periodo considerable para una artista de revista. La trama está centrada en la tan apasionada como conflictiva relación con su segundo marido, Jules W. Arndt Stein —Barton Dewitt Clinton (Tyrone Power) en la película—. Nicky Arnstein, como solía hacerse llamar, era un jugador profesional del deporte de las cartas y las apuestas variadas, lo cual le hacía contraer constantes y fuertes deudas que le llevaron a serios encontronazos con los acreedores y más de una vez a la cárcel.


Al tener noticias de la produción del film, Fanny Brice demandó a la productora por invasión de intimidad, pleito que ganó, forzando al productor Darryl F. Zanuck a retirar de la versión definitiva de la cinta algunos números musicales popularizados por la cantante.

No fue el caso de la célebre canción My Man, pieza que da título asimismo a un film protagonizado por Brice en 1928, y que Alice Faye interpreta en la película con un importante contenido dramático. Rose y Barton coinciden en una fiesta, se enamoran perdidamente y contraen matrimonio. Mientras la muchacha desarrolla su carrera profesional como cantante sobre el escenario, el joven se mueve por los bajos fondos. Una vez convertida Rose en estrella, el marido fullero es detenido en una redada y conducido ante el juez junto a un grupo de hampones. Rose, como ha sido dicho, ha perdido la razón por Barton, de modo que, desafiando al escándalo y a la mala prensa del caso, hace de la canción My Man una pública declaración de amor a su amado truhán.




Historia construida hábilmente por el experimentado guionista Nunnally Johnson, contiene la feliz idea de introducir un tercer personaje principal en la película, Ted Cotter, amigo y compañero de trabajo de Rose, papel interpretado por un veterano Al Jolson; con algunos años y kilos de más, respecto a su intervención en El cantor de jazz (The Jazz Singer, 1927), pero todavía en plena forma en aquellos momentos. Jolson interpreta varios de sus éxitos más conocidos, entre ellos la inolvidable Mammy.




¡Extra! ¡Extra!

En el año 1964, el affaire Brice/Arnstein conoce la versión musical en Broadway, Funny Girl, con Barbra Streisand en la papel de Fanny Brice (feliz juego de palabras en el título). En 1968, fue llevada a la pantalla por la productora Columbia, bajo la dirección de William Wyler, con la misma actriz en el reparto, acompañado por Omar Sharif en el rol de Arnstein. Un film para olvidar, sin más. Recuerden, sin embargo, y no dejar de ver (o volver a ver), Rose of Washington Square, película dirigida por Gregory Ratoff.



lunes, 5 de enero de 2015

BIG CITY BLUES (1932)

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTOm14A1Pi89OJ2UzV6qBNWMAeoJ7FJhX3nqmKeIC1qaj1tGp6pez5hLhqIueXz59og1xjnFpBetkGy7hjvHspOYKrPBG7m6VL88WeK6D4o7LtZEv9nsBiz90EpWy1eRP-SYVCrR5rt9E/s1600/z%2520big%2520city%2520blues.jpg


Título original: Big City Blues
Año: 1932
Duración: 63 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Mervyn LeRoy
Guión: Ward Morehouse y Lillie Hayward, basado en la novela de Ward Morehouse
Música: Ray Heindorf y Bernhard Kaun
Fotografía: James Van Trees
Reparto: Joan Blondell, Eric Linden, Jobyna Howland, Ned Sparks, Guy Kibbee, Grant Mitchell, Walter Catlett, Humphrey Bogart (sin acreditar)
Producción: Warner Bros. Pictures


«Tomada la decisión de dedicarse al mundo del espectáculo, LeRoy marcha [desde su San Francisco natal] en 1922 a Nueva York donde contacta con el National Vaudeville Artist con la esperanza de encontrar empleo. No tiene la tarea fácil. Recuerda, de pronto, que su primo Jesse Lasky es directivo de un estudio cinematográfico en la ciudad, la Famous Players-Lasky Corporation, resultado de la unión de su negocio con la compañía que entonces lideraba Adolph Zukor, la Famous Players Film Company.

Esta situación tendrá un eco en la película realizada por LeRoy años más tarde, Big City Blues (1932). Un joven provinciano de Indiana, Bud Reeves (Eric Linden), que ha ahorrado algo de dinero, decide ir a la Gran Manzana y divertirse. Cuando llega a la estación, el último tren para Nueva York acaba de partir. Frustrado y ansioso, conversa con el jefe de estación mientras espera el próximo convoy.


JEFE DE ESTACIÓN: ¿Tiene empleo en Nueva York?
BUD REEVES: Todavía no.
JEFE DE ESTACIÓN: ¿Algún conocido?
BUD REEVES: Tengo un primo que me echará una mano. Conoce mucha gente. Tengo recomendación.
JEFE DE ESTACIÓN: Ya, entiendo. También yo la tenía cuando vine aquí hace 25 años. La sigo teniendo.



Tras ser advertido Reeves sobre los peligros de la big city frente a la tranquilidad y seguridad de la small town, un lugareño y el jefe de estación cruzan entre sí una apuesta mientras despiden al muchacho rumbo a Manhattan: «Diez dólares contra un paquete de tabaco a que estará de vuelta antes de un mes.» El parroquiano acepta… y pierde. En efecto, una vez en la urbe, el joven Reeves encuentra a su familiar, aunque el «primo» integral acaba siendo él. Aquél le organiza fiestas, le presenta a muchos amigos, dos de ellos interpretados por Joan Blondell y Humphrey Bogart


A los pocos días, el muchacho acaba arruinado e involucrado, por azar, en un asesinato. Tras aclararse su inocencia, vuelve al pueblo natal. El film, muy bien conducido por LeRoy, tiene un cierre circular. 

JEFE DE ESTACIÓN: Vacunado contra Nueva York, ¿no?
BUD REEVES: Desde luego que no.
JEFE DE ESTACIÓN: ¿Cómo? ¿Está dispuesto a volver?
BUD REEVES: Por supuesto que sí. ¡Y volveré! Tal vez no enseguida, pero seguro que volveré. Nueva York es una ciudad maravillosa. Era yo quien no estaba preparado. Es un sitio que te atrapa y no te suelta. Esta vez me he llevado un golpe. Pero la próxima vez... seguro que será diferente. 



He aquí un característico producto pre-code, y, al mismo tiempo, muy exclusivo de la marca Warner Bros. Este mismo argumento básico, facturado por la Fox, no hubiese finalizado del mismo modo, con semejante elogio de la ciudad frente a la vida rural. Warner Bros. es un estudio eminente urbano, y, al menos en aquellos trepidantes años treinta, con una señalada inclinación rooselveltiana.  

La mayor parte de las salas de proyección que gestiona están situadas en ciudades de la costa Este, de manera que el público que acude a ver sus películas proviene, mayoritariamente, de la clase baja trabajadora. Su seña de identidad es, por otra parte, abiertamente judía, condición que comparte con gran parte de los integrantes del estudio, desde los mismos hermanos Warner hasta los principales actores de la casa: Al Jolson, Edward G. Robinson, Paul Muni, James Cagney. Pero también los directores. Mervyn LeRoy, sin ir más lejos.


En los años treinta, Warner Bros. pasa por un momento pujante tras la absorción de la First National Pictures, movimiento corporativo acaecido en 1928. La arriesgada apuesta que hace por el sonoro, a través del sello Vitaphone —sistema de sincronización de imágenes y sonido (especialmente, de música)— supone un éxito extraordinario que conmueve los cimientos del cine de Hollywood y fija un nuevo rumbo en la producción de películas. En 1926 se hace una primera prueba del nuevo invento con el film Don Juan, protagonizado por John Barrymore, al que se le incorpora un acompañamiento musical. 

En 1927 el sistema queda más perfeccionado con The Jazz Singer (El cantor de jazz), film protagonizado por Al Jolson, y dirigido, como el anterior, por Alan Crosland. La entusiasta respuesta por parte de los espectadores proporciona muchos ingresos a los hermanos Warner. La valiente iniciativa del estudio en favor el cine sonoro/hablado permite que tome la delantera frente a la competencia, una preeminencia y ventaja competitiva que sus dirigentes supieron aprovechar convenientemente. 

La política de la casa adquiere otro importante cuño identificador con la llegada  de Darryl F. Zanuck, enérgico directivo que asume a la vez las funciones de gerente del estudio y jefe de producción, desde 1928 hasta 1933, año en que pasa a la Twentieth Century Fox, un estudio que en gran medida ayudará a levantar. La huella de Zanuck permanecerá, no obstante, muy visible en Warner Bros. 

De modo sintético, podría afirmarse que Jack Warner ejemplificaba en la compañía el espíritu ahorrador y sobrio. A este hombre solitario, devoto de la madre y su recuerdo, se le atribuye el célebre precepto referido a la producción de películas: «I don’t want it good, I want it Tuesday» («No la quiero buena, la quiero para el martes»). Zanuck, por su parte, cumplía la función de ideólogo y supervisor doctrinal del estudio. 


El resultado de este notable encuentro entre ambos directivos es el estilo Warner: producciones de bajo coste, realizadas con premura y definidas por la acentuación de la problemática social en los argumentos llevados a la pantalla. Los tres géneros que definieron este peculiar estilo durante los años treinta fueron el de gangsters, el drama social y el musical, a los que se incorporó poco después las películas de aventuras, gracias sobre todo al carisma que aportó Errol Flynn a títulos tan famosos como Captain Blood (Capitán Blood, 1935) y The Adventures of Robin Hood (Robín de los bosques, 1938), ambos dirigidos por Michael Curtiz, así como los dramas de la superestrella femenina de la Warner, Bette Davis. El trabajo infatigable de este director de origen húngaro, en los años cuarenta, permitió dar un nuevo impulso al estudio a raíz del fenomenal éxito de Casablanca (1942). Las notas musicales de A Time Goes By presiden la intro con la que el estudio Warner presenta en la actualidad sus producciones. Pero esa es otra historia.»


Fragmento de mi libro Mervyn LeRoy y Lewis Milestone. Cine de variedades vs. de trinchera (Amazon-Kindle, 2013)