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lunes, 26 de diciembre de 2011

SCROOGE (1970) & THANK YOU VERY MUCH




Las películas musicales representan, para mi gusto, una de las mejores expresiones posibles del sentido de la alegría y las ganas de vivir. Un buen musical, lo mismo que una buena comedia, levanta el ánimo hasta al más soso o al atacado de melancolía. That’s Entertainment...

Para los presentes días de fiesta y celebración recomiendo un musical no muy conocido ni citado a la sazón; ni siquiera traído a cuento en estas fechas, como se merece. Y eso que nos referimos, nada menos, que a una notable adaptación del célebre Cuento de Navidad (A Christmas Carol), escrito por Charles Dickens en 1843 y que narra la mágica transformación de Mr. Scrooge. Y conste, asimismo, que la cinta fue nominada a cuatro Oscar para la ceremonia correspondiente al año 1971.

Estamos hablando, claro está, de Muchas gracias, Mr. Scrooge (Scrooge, 1970), film dirigido por Ronald Neame, con guion y música de Leslie Bricusse, e interpretada, a la cabeza del reparto, por un impecable Albert Finney (hay, además, una aparición fantástica de Alec Guinness).

Con unos extraordinarios números musicales ―y una muy apreciable coreografía―, destaca entre ellos la pieza Thank you very much: dedicada a los abonados, amigos y público en general de Cinema Genovés.

Salucines, Feliz Navidad y... Thank you very much.


lunes, 19 de diciembre de 2011

O. HENRY’S FULL HOUSE (1952)




Título versión española: Cuatro páginas de la vida
Año: 1952
Duración: 94 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Directores: Henry Koster, Henry Hathaway, Jean Negulesco, Howard Hawks, Henry King
Música: Alfred Newman
Fotografía: Lloyd Ahern, Lucien Ballard, Milton R. Krasner, Joseph MacDonald
Guión: Richard Breen, Ivan Goff, Ben Roberts, Walter Bullock, Lamar Trotti (basado en relatos de O.Henry)
Reparto: Anne Baxter, Charles Laughton, Farley Granger, Jean Peters, Marilyn Monroe, Richard Widmark, Jeanne Crain, David Wayne


Disfruto mucho leyendo libros de relatos. Si tengo que elegir, citaré dos de mis autores preferidos en dicho género: Guy de Maupassant y O.Henry, seudónimo de William Sidney Porter (1862 – 1910). A partir de historias surgidas de la extraordinaria capacidad creativa de ambos autores, se han realizado magníficas películas de episodios. Basada en relatos del escritor francés referiré una película ejemplar: El placer (Le plaisir, 1952), dirigida por Max Ophüls. Sobre textos del narrador estadounidense trata, precisamente, la película de la semana en Cinema Genovés: O.Henry’s Full House (Cuatro páginas de la vida, 1952). Ambos títulos, como puede comprobarse, producidos el mismo año. ¿Casualidad?
Siempre me han gustado mucho las películas de episodios. Encuentro en ellas similar virtud que en los relatos: la gracia de lo conciso, la maestría de la narración pura, sin retórica ni adornos, buena literatura de tragos cortos. ¿Qué ocurre cuando reunimos estas dos particularidades; para mí, genuinas distinciones y preferencias? Pues que uno ya no puede pedir más.
Fue O.Henry un personaje muy singular. Nacido en Carolina del Norte, es uno de los escritores que mejor ha retratado la vida cotidiana en Nueva York, como queda demostrado en el titulo ahora en cartel. Sin formación académica de fuste, se forma en la universidad de la vida. Encuentra empleo en múltiples y variados oficios, viaja por gusto, pero también por riesgo de ir a la cárcel acosado por deudores y denunciantes; aun así, acaba dando con sus huesos en la prisión... Y es, justamente (o injustamente), entre rejas donde empieza a pergeñar historias. Con estos mimbres no puede salir un novelista de ley, sino un narrador de pura cepa. O. Henry: un seudónimo que suena a exclamación y admiración. ¡Oh, Henry!


O.Henry’s Full House es un film compuesto por cinco sketches independientes, dirigidos por sus correspondientes cineastas: Henry Koster firma el episodio «The Cop and the Anthem» (El policía y el himno); Henry Hathaway, «The Clarion Call» (La llamada de Clarion); Jean Negulesco «The Last Leaf» (La última hoja); Howard Hawks, «The Ransom of Red Chief» (El rescate el joven piel roja); y, finalmente, Henry King «The Gift of the Magi» (El regalo de Magi). El título en español (Cuatro páginas de la vida) pone al descubierto una poda o rebaja con respecto al formato original. Cada capítulo está introducido por un invitado de lujo: John Steinbeck.

Sucede que por razones comerciales de exhibición (duración total del film), los distribuidores en España decidieron suprimir en el momento del estreno el episodio filmado por Hawks. Donde había en origen un «cine lleno» o «no hay localidades» (Full’s House), acabaron dejando una silla de director vacía. Detesto las mutilaciones, en la vida y en el cine, pero diré algo sobre este particular: de haber tenido que elegir una pieza para el sacrificio, no hubiese modificado la decisión tomada. Porque alabo la integridad y abomino de las amputaciones, en verdad os digo que con cuatro páginas, en vez de con las cinco originales, la obra gana muchos enteros. 

Hoy, la cinta puede visionarse completa. Bien está. Así puede advertirse por qué sostengo desde hace bastantes años que el Howard Hawks empeñado en hacer comedia me hace menos gracia que acudir a una inspección de Hacienda o al dentista. «The Ransom of Red Chief» acusa el particular sentido del humor hawksiano, al cien por cien. Para quien le guste. Ya diserté en extenso este verano en Cinema Genovés a propósito de los distintos caminos que conducen al humor, de modo que no abundaré más ahora sobre este asunto. Además, presiento que la tribu de los hawsianos ya están sacando el hacha de guerra.


Revelar el contenido de las historias de O.Henry supone una felonía. En ellas el final sorpresa constituye uno de sus principales alicientes, la marca de la casa. Sobre esta habilidad, compite en igualdad de condiciones con otro maestro del género: John Collier. Con todo, y sólo para poner en situación a aquellos que todavía no han visionado la película, señalaré unos breves apuntes de cada episodio.

«The Cop and the Anthem» narra las vicisitudes de un vagabundo con clase (al estilo Charlot) que, ante la proximidad del invierno, hace todo lo posible para ser detenido por la policía y no dormir a la intemperie. El homeless, interpretado por Charles Laughton tiene un inesperado encuentro con Marilyn Monroe (quien en el mismo año 1952 hace un papel más largo en Clash by Nigth). Aun así, y a la vista de las circunstancias, el muy zángano insiste en ir a prisión...


«The Clarion Call» cuenta una compleja relación sobre una deuda de amistad y el deber profesional que se produce entre un delincuente (Richard Widmarck) y un detective de la policía de Nueva York (Dale Robertson). La resolución del caso resulta un poco forzada, pero funciona.


«The Last Leaf» relata una bellísima parábola sobre la esperanza, el sacrificio y el valor de vivir en los individuos. Una joven (Anne Baxter) asistida por su hermana (Jean Peters) ve cómo su existencia pende de un hilo, o mejor, de una hoja de parra.


«The Ransom of Red Chief» es una muestra de cómo algunos niños salvajes no son un modelo de bondad natural (como pensaba Jean-Jacques. Rousseau), sino un tormento incluso para ciertos delincuentes (Fred Allen y Oscar Levant) que huyen de la policía y pretenden servirse del rapto de un pequeño salvaje como escudo y vía de escape. Fatal decisión.


Dato anecdótico, el joven piel roja del mediometraje está interpretado por Lee Aaker, quién acabó enrolándose en la Caballería, hasta convertirse en el cabo Rusty de la célebre serie de televisión Rin Tin Tin



«The Gift of the Magi» describe una hermosísima historia de amor en la que un joven matrimonio (Jeanne Crain y Farley Granger), con graves apuros económicos, sueña con hacerse uno al otro el mejor regalo en el día de Navidad, aunque para ello deban sacrificar uno de sus bienes personales más preciados.





Creo que ya he dejado implícitamente claras mis preferencias a propósito de estos cuentos escritos por O.Henry, llevados a la pantalla con desigual fortuna. Ahora les toca a ustedes disfrutar del film, ver pasar las páginas y caer las hojas, elegir entre los regalos, y quedarse con el que más les guste.






Cinema Genovés les desea una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo



domingo, 18 de diciembre de 2011

CINCO CUENTOS PARA LA NAVIDAD




A pesar de la Crisis y los tiempos difíciles, en Cinema Genovés nos sentimos generosos y espléndidos. Hemos programado para mañana no un cuento para la Navidad, sino cinco cuentos. No, no nos visita Charles Dickens. No todavía...

La semana próxima pasarán por nuestra pantalla las cinco historias que componen la película O. Henry’s Full House (1952), basada en relatos del gran O. Henry. El film fue dirigido, en sus respectivos episodios, por Henry Koster, Henry Hathaway, Jean Negulesco, Howard Hawks y Henry King. La música está firmada por Alfred Newman.

¿Y el reparto? Por allí desfilan Anne Baxter, Charles Laughton, Farley Granger, Jean Peters, Richard Widmark, Marilyn Monroe

Allí estaremos.

lunes, 12 de diciembre de 2011

LA HOJA DE TRÉBOL (1926)





Título original: The Shamrock Handicap
Año: 1926
Duración: 66 min.
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guión: John Stone (basada en una historia de Peter B. Kyne)
Fotografía: George Schneiderman (B&W)
Reparto: Janet Gaynor, Leslie Fenton, Willard Louis, J. Farrell MacDonald, Claire
McDowell, Louis Payne, George Harris, Andy Clark, Ely Reynolds
Producción: Fox

A la hora de contar los denominados films irlandeses de John Ford, esto es, los títulos de la filmografía del cineasta ambientados en Irlanda, no es fácil ver citado La hoja de trébol (The Shamrock Handicap, 1926); una película de ninguna manera desdeñable ni para ser olvidada. Por aquellos años, la personalidad cinematográfica de Ford ya estaba asentada. De una manera indiscutible, desde la producción de El caballo de hierro (The Iron horse, 1924), cinta pionera por excelencia: de América como nación, pero, asimismo, de John Ford como pilgrim father del cine clásico.

En 1925, rueda Sangre de pista (Kentucky Pride), film sobre carreras de caballos, interesante y poco más. Acaso con el propósito de perfeccionarse en esta temática, Ford pone en marcha a continuación el proyecto La hoja de trébol. El título no puede ser más evocador y significativo. Remite directamente a la vieja Irlanda, a las antiguas tradiciones del país, al color de la esperanza, a los antepasados del propio cineasta, a las historias de caballos y jinetes, a las bromas y las peleas en sana camaradería, al valor de la familia y la propiedad, a la sabia fusión del drama y la comedia. 



Aun con méritos propios, La hoja de trébol puede entenderse, lejanamente, como una especie de pre-precuela (valga la tartamudeante expresión) de El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952): es realizado, no tras el título de referencia, sino muchos años atrás, para encontrar allí huellas del background de una trama. La hoja de trébol narra, en efecto, la historia de un personaje-tipo fordiano que muy bien podría ser Sean Thornton, uno de entre los muchos Sean Thornton habidos. Hablo de esas gentes que emigraron a Estados Unidos soñando con hacer las Américas, para, como quien cierra un círculo, acabar regresando a la patria de los ancestros. Y, en particular, hablo del puro y mítico Innesfree que bullía en la cabeza del cineasta nacido en Maine con el nombre de Sean Aloysius O’Feeney. Sabemos el porqué del camino de vuelta y de cómo Sean (cualquier Sean) volvió a la granja en Irlanda de la familia. Pero, ¿nunca se preguntó, amigo lector, qué circunstancias concretas hicieron que emigrara a América?

La primera secuencia de The Shamrock Handicap nos acerca a la propiedad de Sir Miles O'Hara (Louis Payne), noble irlandés dueño de unas tierras pobremente cultivables, pero orgulloso de poseer una rica cuadra de caballos de carreras. Persona de buen corazón, y hombre a pesar de todo, no siempre cobra la renta de sus aparceros, especialmente, si quien pide el favor es una niña tan angelical como la que nos muestra el agudo Ford en la pantalla, ofreciendo, a cambio del alquiler, un pago en especie: «ya que es usted tan goloso, ¿no aceptaría unos bollos de avena?»



El Fisco no es tan gentil ni desprendido como Sir Miles, aunque sí de lo más goloso... Le hace saber formalmente que si la hacienda privada no cobra las deudas privadas, la Hacienda pública, por lo que a ella respecta, no le va a perdonar ni un centavo. Es curioso: dentro (y fuera) del cine suele mostrarse (y condenarse), una y mil veces, la avaricia de los empresarios y de los potentados particulares, pero rara vez la codicia recaudadora del ente más poderoso y coactivo que existe: el Estado.


Sir Miles, en consecuencia, debe vender la yeguada para poder hacer frente a las obligaciones con el erario público. Un promotor americano de carreras compra algunas buenas piezas, menos la yegua que monta su hija Sheila O’Hara (Janet Gaynor: encantadora a sus diecinueve añitos; un año despúes, rueda Seventh Heaven/El séptimo cielo, a las órdenes de Frank Borzage). Un ardid del jockey y, a la sazón, pretendiente de la muchacha: Neil Roos (Leslie Fenton), durante la exhibición de las proezas de los equinos, frena el esplendor de Oscura Rosaleen ante la carrera y el comprador, intentando así no desposeer a la princesa de la reina de las yeguas. Como premio al amor y la lealtad, Ross recibe la oferta de ir a América.



Sir Miles.- Y mi chico... Y ella... Se marchan a América. Ahí los ves, «Con», la mejor sangre de Irlanda... ¡Y se van para no volver más!
«Con».- ¡Bueno, yo todavía estoy aquí!"


La réplica del leal «Con» a la melancólica lamentación de Sir Miles se me antoja el directo anticipo de una de las más célebres secuencias de ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley, 1941). Tras una fuerte discusión familiar durante la cena, en casa de los Morgan, los hijos mayores se van de casa, y emigran a América. Las mujeres de la casa desaparecen del plano para ayudar a los chicos a hacer el petate. El padre (Donal Crisp) queda meditabundo y abatido. El hijo menor (Roddy McDowall), quien continúa comiendo en silencio, sin entender exactamente qué ocurre a su alrededor, tras cada bocado deja caer notoria y ruidosamente los cubiertos sobre el plato a fin de que su padre se aperciba de su presencia, de su permanencia: «Sí, hijo mío, sé que estás ahí...»

Retomemos el hilo de La hoja de trébol. Una vez en el nuevo continente, Ross sufre un accidente durante el entrenamiento con vistas al derby («Por fin... El Hándicap del Trébol...»), quedando (temporalmente) paralítico. Durante la estancia en el hospital, recibe una carta de Sheila. Hacienda, finalmente, ha vencido a la hacienda; ahora les toca a ellos emigrar a Estados Unidos: el padre, la chica y la yegua-reina, el leal empleado de Sir Miles, Cornelius Emmet Sarsfield «Co» O'Shea (J. Farrell MacDonald) y su inseparable oca de compañía. 

El momento de la llegada en barco a tierra americana contiene la secuencia más emotiva del film. Ross está ansioso por ver a Sheila. No le ha contado nada respecto al accidente. En el encuentro en el muelle del puerto a uno de esos momentos emotivos y espléndidamente narrados característicos del Ford más inspirado.



Hay que preparar a Oscura Rosaleen para la gran carrera. Mientras tanto, Sir Miles y «Co» tienen que ganarse la vida; por ejemplo, cavando zanjas. Varios compañeros de pico y pala escuchan cómo éste se dirige a su amo con el título de Sir, lo que provoca la chanza general. 


 Esto es América, «Co», una democracia, donde todos somos iguales, afirma condescendiente y comprensivo Sir Miles. Sí, viene a decir su fiel escudero, pero también somos republicanos... En consecuencia, les da una buena lección de orgullo irlandés a los impertinentes buscapleitos. La niña angelical, agradecida, les lleva de comer y abraza al benefactor, vestido ahora con un mono de trabajo (pero, sin quitarse la corbata), rodeado de compatriotas policías que han acudido para parar la pelea, pero más que nada respondiendo a la llamada de la vieja Irlanda.



Todo el mundo preparado para la salida de la gran carrera. Accidentalmente, el jockey que monta a Oscura Rosaleen, cae del caballo y se tuerce el tobillo. Todo parece perdido, el dinero del premio, las apuestas ya cerradas. De pronto, sacando fuerzas de flaqueza, Ross propone sustituir al nuevo accidentado. Tras una leve protesta de los presentes (es mucho peligro, no estás en condiciones de galopar), acuerdo general: correrás y ganarás. Y así ocurre. Aunque sea a costa de una nueva caída.



Retorno a Irlanda, ricos y famosos. Otra vez. Gran recibimiento. Sir Miles entra en casa. La puerta del jardín, mal fijada a los goznes de la pared, vuelve a caer. Desde que la vimos rota al principio de la cinta, «Co» todavía no la ha arreglado. Bueno, enseguida me pongo en ello..., Sir Miles. Estamos nuevamente en Irlanda, en efecto.

Por su parte, Sheila y Neil renuevan la promesa de amor formalizada antes de la partida a EEUU en el mismo escenario fordiano: al fondo, verde paisaje (aunque lo veamos en b/n), rebaño de ovejas, cruz celta; en primer lugar, la pareja. La familia reunida les espera.

 Neil Ross.- El trébol nos lo ha traído todo: suerte, fe y esperanza... ¡Y amor!





lunes, 5 de diciembre de 2011

TERROR TRAS LA PUERTA



Hoy quedamos en la puerta del cine. 

Tememos entrar en algunos recintos. Más que nada, por lo que pueda pasar... O por lo que podamos encontrarnos dentro. Hay, en verdad, un Secreto tras la puerta (Secret Beyond the Door (1947 – Fritz Lang)

Toc, Toc. ¿Quién será, será? Habrá que abrir, a pesar de todo. 
 

Cruzamos el quicio de la puerta, ese límite que marca el adentro y el afuera, de una casa, de una estancia. Sin haber perdido el juicio (todavía), penetramos también en la habitación del miedo, allí sentiremos cómo el malvado, lo inesperado, intenta abrir la puerta a hachazos o a empujones.
Pero, ¿qué significado, qué sentido simbólico, tiene la puerta? La puerta delimita el aquí y el allí, el interior y el exterior, de un espacio. Una función similar representa la ventana, pero la interpretación de ésta es distinta de la que damos a la puerta. La ventana sirve básicamente para mirar, a través de ella, de dentro a afuera, convirtiéndose, a menudo, en ventana indiscreta (Rear Window, 1954 - Alfred Hitchcock).
Porque lo contrario, mirar de fuera a dentro, significa acechar, hacer de la ventana, más que un mirador, la mirilla del mirón. Allí donde otea el merodeador (The Prowler, 1951 – Joseph Losey). 


Algunas veces, el merodeador intenta llegar hasta la presa por la entrada principal.

La puerta, a diferencia de la ventana, está hecha y concebida para separar espacios. Y para no ser visto. Tras la puerta, uno cree sentirse protegido y a salvo. Aunque no siempre sea así...

Sea como fuere, ánimo y adentro. Pasen y vean. Aunque luego no digan que no les avisé...

Una de las secuencias más terroríficas de la historia del cine la encontramos en Lirios rotos (Broken Blossoms, 1919 - D. W. Griffith). El hacha lo empuña, con la mano derecha, el malvado padre (Donald Crisp) de la heroína, acorralada tras la puerta de la despensa, de la jaula. En la mano izquierda, se le dispara al villano el no menos amenazador dedo índice: señala a la víctima.


La víctima, la heroína, es Lucy (Lillian Gish). A continuación, la escalofriante closet scene.


Hay muchas historias referidas a la filmación de este momento estelar de la historia del cine. Richard Schickel, en la monumental biografía que ha escrito sobre Griffith, cuenta al respecto que, aun habiendo sido preparada y ensayada concienzudamente la secuencia, el propio director quedó estremecido ante el verismo demostrado por la actriz.

En ocasiones, el misterio de intentar abrir la puerta desde fuera, más que horror, produce sorpresa y desazón. Cuando no hilaridad: ¡una puerta con brazo! Es el caso de El señorito primavera (The affairs of Anatol, 1921), comedia dramática dirigida por Cecil B. DeMille e interpretada por Gloria Swanson.


En La carreta fantasma (Körkarlen, 1921) la cosa ya vuelve a ponerse seria. Victor Sjöström, director y protagonista de este fantástico film de misterio y terror, saca también el hacha de guerra para abrirse paso, al comprobar que le han cerrado la puerta en las narices. Comprobaremos más abajo cómo la muy violenta escena no pasó desapercibida a Stanley Kubrick.



¡Alto ahí! ¡Un momento de silencio! ¿Qué es esto? Nos hallamos en el umbral, y acaso también en la cima, del cine de terror por excelencia. He aquí el icono más expresivo (y expresionista) de la pesadilla: Nosferatu (1922). El Drácula concebido por F. W. Murnau no llama a las puertas cuando desea entrar. Sencillamente, las traspasa. Tras ellas, se aparece.


En El enemigo de las rubias (The Lodger, 1927 – Alfred Hitchcock) las apariencias engañan.



El tipo que llama a la puerta, a pesar de su aspecto siniestro, no es un ser terrorífico, ni el criminal (lamento desvelar el final),  sino el protagonista del film, aterido por el frío humedo de Londres. La intriga viene luego en este interesante trabajo, considerado el primer título  hitchcockiano del cineasta inglés.

Tras el huracán que pasó hace unas semanas por Cinema Genovés, el viento (The Wind, 1928 - Victor Sjöström) no se ha calmado. En el siguiente fotograma también las apariencias nos llevan a engaño; aunque a primera vista, nadie lo diría. Detrás de la puerta, pugnado por entrar, no empujan manos criminales, sino las del salvador de la chica.


La siguiente foto suele encontrarse relacionada con The Wind. No es un fotograma de la película. Para mí que es una foto promocional del film. O de otro film. Comoquiera que sea, hay algo de misterioso en esto.


¿Recuerdan a Nosferatu? A las puertas del hogar dulce hogar, otro amargo sujeto que se abre paso a base de miedo. Esta vez, no con maneras de conde, pero asimismo con buenos modales y educación proveniente de una universidad alemana. No estamos en el cine mudo, pero la invasión del oficial nazi impone prevención y silencio en la sala. Le silence de la mer, 1949, film realizado por Jean-Pierre Melville.



En la película Los pájaros (The Birds, 1963 - Alfred Hitchcock) unas aves del infierno golpean las puertas de las cabinas telefónicas a fin de atrapar a las víctimas. 




Mientras tanto, otros pajarracos ocupan volando el interior de las viviendas. Aquí el terror aguarda tras la puerta del ático.




El resplandor (The Shining, 1980) no le vino a Stephen King y a Stanley Kubrick por inspiración, sino, como hemos visto, por revisitación de los clásicos. Aunque, no cabe duda de que estas imágenes continúan estremeciendo hasta al espectador más avisado.




Para finalizar, otro tipo de resplandor, aunque con similar poder maligno. Proviene ahora de la ventana de la vivienda. Pero, para descifrar el enigma El exorcista (The Exorcist, 1973 - William Friedkin) tiene que dar el paso y penetrar en el interior. 


¡Toc! ¡Toc! Llaman de nuevo a la puerta. Ahora te toca abrir a ti...