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miércoles, 15 de junio de 2016

AIRES DE VACACIONES


Cinema Genovés cierra puertas, entradas y ventanas, hasta septiembre por vacaciones de verano y descanso de personal.

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Salucines y Felices Vacaci(o)nes

jueves, 2 de junio de 2016

BLASCO IBÁÑEZ EN EL CINE (y 2): MARE NOSTRUM (1948)


Título original: Mare Nostrum (Alba de sangre)
Año: 1948
Duración: 84 minutos
Nacionalidad: España
Director: Rafael Gil
Guión: Rafael Gil, Antonio Abad Ojuel a partir de la novela de Vicente Blasco Ibáñez
Música: Juan Quintero
Fotografía: Alfredo Fraile
Reparto: María Félix, Fernando Rey, Guillermo Marín, José Nieto, Juan Espantaleón, Porfiria Sánchiz, Eduardo Fajardo

Coproducción España-Italia: Suevia Films - Cesáreo González / Scalera Film S.p.a.


En el año 1948, en coproducción hispano-italiana, se estrena una nueva versión de la película Mare Nostrum, dirigida en esta ocasión por Rafael Gil (Madrid, 1913-1986), cineasta reputado que cuenta en su haber con más de ochenta títulos, entre largometrajes y documentales, realizados a lo largo de cuarenta años de profesión. Obra tan extensa, incluye los más variados trabajos sobre múltiples géneros, adaptados en un gran parte a las circunstancias del momento. Si bien es justamente en la década de los años cuarenta, cuando filma Mare Nostrum, uno de los trabajos más valiosos de su carrera. La película Eloísa está debajo de un almendro (1943) significó su primer gran éxito, al que se sumaron trabajos muy relevantes: El clavo (1944), Don Quijote de la Mancha (1947), La calle sin sol (1948), el mismo año de Mare Nostrum

La actriz mexicana María Félix, apodada «La Doña», protagonista femenino de la nueva versión de la novela de Blasco Ibáñez, volvió a trabajar en dos films posteriores a las órdenes de Gil: Una mujer cualquiera (1949) y La noche del sábado (1950).



Repárese en una circunstancia notable: la mayor parte de los títulos de este periodo cuenta con una base literaria de primer orden sobre la que construir la obra cinematográfica. La mano maestra de Enrique Jardiel Poncela, Pedro Antonio de Alarcón, Eduardo Marquina, Miguel Mihura, Jacinto Benavente, Vicente Blasco Ibáñez y nada menos que Miguel de Cervantes, entre otros escritores ilustres, está detrás de las historias que lleva a la pantalla Rafael Gil, quien habitualmente participaba en la construcción de los guiones.

Mare Nostrum (1948) es un film rodado en circunstancias muy distintas a las de su precedente de 1926, y de ninguna manera debe ser calificado como un remake del referente silente dirigido por Rex Ingram. No se trata sólo de diferencias relativas a los distintos lenguajes artísticos inherentes al cine mudo y al sonoro, o a las diferentes épocas de producción: la primera, posterior a la Primera Guerra Mundial; la segunda, a la Segunda Guerra Mundial, dato nada desdeñable refiriéndonos a un historia ambientada en un contexto bélico; en concreto, la Gran Guerra (la novela lleva fecha de 1917). Son las condiciones de producción, el distinto tratamiento de la historia, la mirada y el quehacer fílmicos de cada cineasta, los elementos principales que marcan las distancias.



Aunque pueda resultar paradójico, la producción hollywoodiense de Mare Nostrum es mucho más fiel al texto original que la co-producción de España e Italia, dos países mediterráneos, cuna, el primero, del autor de la novela, y lugares ambos en los que transcurre buena parte de la acción. Rafael Gil y Antonio Abad Ojuel, responsables del guión de esta versión de 1948, comienzan por tomarse una arriesgada licencia: sitúan el desarrollo de los hechos en la Segunda Guerra Mundial y no en la Primera, como consta en la narración de referencia. Curiosamente, sucederá esto mismo en la versión de 1962 de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, producción de MGM dirigida por Vincente Minnelli. Pero, no es este cambio, aunque significativo, el principal escollo del film.

Ocurre que el Mare Nostrum (1948), aun manteniendo el núcleo de la relación amorosa de los personajes, introduce sensibles modificaciones tanto en el contenido de la historia original como en su mismo desarrollo. Omitiendo abruptamente la primera parte del relato literario, en la que transcurre la juventud de Ulises Ferragut (Fernando Rey), que incluye su iniciación y encantamiento con el mundo del mar (resuelto por Ingram en un breve pero muy ilustrativo y efectivo prefacio), la película dirigida por Gil arranca directamente con la llegada del capitán a Nápoles, pasando de inmediato al encuentro con Freya Talberg (María Félix) y su no menos súbito enamoramiento. El director madrileño solventa la dualidad simbólica Freya/Anfitrita mediante un plano medio de un busto de la ninfa situado en Pompeya al que se une en un segundo nivel de perspectiva la radiante aparición del rostro de Freya/Félix.



En Mare Nostrum (1948) los acontecimientos transcurren a gran velocidad, acaso demasiada, secuenciados por medio de un montaje brusco, hasta el punto de que un espectador que desconozca el relato original puede seguir con bastante dificultad la evolución de la trama. Sea como fuere, Gil prima y antepone la historia de la amor del film sobre los demás elementos de la historia. Lo cual conlleva una nueva consecuencia definitiva y definitoria en el balance final de la cinta: el film descansa sobre la relación pasional de los protagonistas, lo cual conduce al lucimiento de María Félix como Freya en notorio detrimento de un discreto Fernando Rey en el papel del capitán Ferragut.

No sería exagerado afirmar que Mare Nostrum (1948) es, por encima de todo, un vehículo al servicio y a la mayor gloria de María Félix. La actriz mexicana está, ciertamente, deslumbrante, seductora, tentadora, fastuosa, devora-hombres, como, por lo demás, está en el naturaleza del personaje de Freya. Esta morena majestuosa con marcado acento charro, a pesar de que no encaja con la descripción de rubia alemana que hace Blasco Ibáñez en la novela, resuelve este virtual inconveniente sin despeinarse. Cubre con su halo de seducción dicho pormenor, el cual, por otra parte, resulta verosímil, dada la biografía de la protagonista, quien ha recorrido el planeta de punta a punta, compendia la feminidad universal y, por si esto fuera poco, afirma haber residido largo tiempo en Sudamérica.

Mare Nostrum (1948) es María Félix, y esto parece haberlo comprendido perfectamente el director, quien permite la exhibición de los encantos de la actriz, la ostentación de su belleza y elegancia, resaltada en electrizantes primeros planos, e incluso reservándole un número musical en que interpreta la sugerente canción Bésame, motivo musical que se repite a lo largo del film.



El acentuado desequilibrio en el reparto —la interpretación de Rey es, como ha sido dicho, muy discreta— resta credibilidad al alto voltaje de la pasión amorosa de los personajes, y afecta asimismo a la dualidad, a la lucha de contrarios, señalada anteriormente y que determina la misma. Ciertamente, la historia de loco deseo entre Freya y Ferragut representa un duelo erótico, un pulso con traza de pulsión, un choque de energías de signos contrarios: Freya/Tierra, Ulises/Mar. Los amantes acaban resolviendo sus diferencias como seres antagonistas que son. Primero, en el combate cuerpo a cuerpo. Después, en el campo de batalla. Mare Nostrum (1948) pasa de corrido sobre dicho elemento crucial en el desarrollo de los acontecimientos. E incluso lleva a desvanecerlo en la secuencia de la ejecución de la espía alemana: Freya decide (disposición también poco creíble) que el fusilamiento tenga lugar al borde del mar y no en el acuartelamiento donde estaba detenida, para así hallar cercana fosa fúnebre en la que aguardar a Ferragut.

En suma, Mare Nostrum (1948) es un film presuroso y desequilibrado, una versión que no consigue atrapar en sus imágenes la fuerza dramática y aun trágica de la novela de Vicente Blasco Ibáñez, en la que, lejana y muy libremente, se basa. El protagonista principal no es en este caso el mar Mediterráneo sino la pasión amorosa, muy desnivelada en la pantalla. Con todo, su visionado constituye una magnífica ocasión para admirar a «la Doña», María Félix, toda una mujer, en una de las mejores interpretaciones de su carrera en el cine.