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lunes, 25 de febrero de 2013

W. S. VAN DYKE REVELADO: MARÍA ANTONIETA (1938)



Título original: Marie Antoinette
Duración: 149 minutos
Nacionalidad: EE UU
Director: W.S. Van Dyke
Guión: Donald Ogden Stewart, Ernest Vajda, Claudine West
Música: Herbert Stothart
Fotografía: William H. Daniels, George J. Folsey, Leonard Smith
Reparto: Norma Shearer, Tyrone Power, John Barrymore, Robert Morley, Anita Louise, Marilyn Knowlden
Producción: Metro Goldwyn Mayer



Cineastas tan poco conocidos y reconocidos como W. S. Van Dyke lograron, sin embargo, el milagro de Hollywood. A bastantes aficionados al cine no les dirá nada su nombre y acaso no lo relacionarán tampoco con célebres películas que seguro habrán visto: Tarzán de los monos (Tarzan, the Ape Man, 1932); El enemigo público número uno (Manhattan Melodrama, 1934); el serial  sobre The Thin Man iniciado con La cena de los acusados (The Thin Man, 1934) y protagonizado por Mirna Loy y William Powell (sin olvidarnos de Asta) al frente del reparto; San Francisco (1936); Jugando a la misma carta (Personal Property, 1937); y, en fin, María Antonieta (Marie Antoniette, 1938), la película que traigo esta semana a Cinema Genovés.

La filmografía de Van Dyke, en su conjunto y en las particularidades que contiene, es sumamente apreciable. Hace algunos meses tuve la oportunidad de escribir en este espacio sobre una producción memorable del cineasta, de esas que hacen historia, dicho en este caso con más precisión que retórica: Trader Horn (1931). Con esta cinta, el cine de aventuras —especialmente, en el marco del continente africano— obtiene ahí uno de sus baluartes y precedentes más notables. En esos años también hizo Van Dyke otros films «exóticos» no menos valiosos: Sombras blancas en los mares del Sur (White Shadows in the South Seas, 1928; codirigida con Robert Flaherty) o Eskimo (1932). 

Y es que este cineasta tan singular no retrocedió ante ningún género cinematográfico, como se hace notar muy oportunamente en el capítulo 2 de nuestro Hollywood revelado I: «W. S. Van Dyke, Hollywood en el zoológico»:


«Al fin y al cabo, Van Dyke no sólo fue uno de los pioneros que ayudó a fundar Hollywood, sino que también supo adelantarse a Michael Powell, Stanley Kubrick, George Lucas, Steven Spielberg, Tim Burton o Peter Jackson en el uso de los efectos especiales, preparando con San Francisco el posterior «cine de catástrofes»; hacer películas de diferente duración, mudas y sonoras; producir, actuar, encargarse de segundas unidades o escribir guiones él mismo; supervisar la fotografía de buena parte de su filmografía; colaborar en el montaje de Intolerance, una de las cumbres de la historia del cine; cambiar de género constantemente; diseñar argumentos y diálogos que luego filmaron otros cineastas; adecuarse a formatos distintos, planes de rodaje variables, presupuestos grandes y pequeños; trabajar en estudio y en escenarios naturales, dentro y fuera de Estados Unidos; entenderse con rutilantes estrellas y con actores secundarios…

Y, por si fuera poco, conoció en persona a escritores, pistoleros, políticos, artistas o filósofos a los que hoy en día se puede sublimar, con o sin conocimiento de causa, pero no creo que se pueda entender como de verdad lo hizo Van Dyke.»

HILARIO J. RODRÍGUEZ

María Antonieta es una superproducción de Metro Goldwyn Mayer que muestra todo el esplendor, el glamour y el sentido del espectáculo característicos en el estudio del león. La realización costó —para la época— casi 3 millones de dólares. Buena parte de las secuencias del film fueron rodadas en Francia, sin faltar el fastuoso escenario de Versalles. Fueron cuidados todos los detalles propios de un título de este género, empezando por el reparto, que no puede ser más idóneo. 


Hedda Hopper, responsable del vestuario, con Norma Shearer en el set de rodaje

Norma Shearer, primera opción de la casa, compuso un personaje muy complejo, en el que la inocencia, la frivolidad y el sentimiento debían combinarse sin estridencias. Resulta conmovedora, impresionante.

Tyrone Power, por su parte, no puede estar más convincente, ni más seductor,  en el papel de conde Axel de Fersen. En la nómina de la Twentieth Century Fox, fue cedido a la sazón a la Metro a cambio del director Clarence Brown, quien realizó —curiosamente, al jugar fuera de casa— uno de sus títulos más importantes: Vinieron las lluvias (The Rains Came, 1939), con Mirna Loy y el mismo Tyrone Power. El reparto de María Antonieta cuenta, asimismo, con John Barrymore y Anita Louise, entre otras célebres figuras de la interpretación. 


Aunque Robert Morley fue el gran descubrimiento del film. El extraordinario actor de origen británico hace aquí su primer papel para el cine. Y está tan soberbio y regio como el mismo personaje que encarna: Luis XVI. Y digo «encarna» porque, en efecto, durante la proyección diríase que estamos en presencia del monarca que fue decapitado por la Revolución. Su físico se ajusta como un guante a la fisonomía del infortunado rey, pero es su interpretación, contenida y perfectamente medida, lo que obra el milagro.


Van Dyke no fue ajeno a esta proeza. Ni a las demás que firmó como director. Rueda en África y está en su medio. Hace comedia y borda el género. Afronta el género gángster y realiza un clásico. Pues bien, allí donde tantos solventes cineastas desfallecen y/o descarrillan —por ejemplo, en una superproducción—, Van Dyke demuestra una profesionalidad sin límite; sea a propósito de San Francisco, sea a cuento de María Antonieta.  


Por si esto fuera poco, el excelente guión de la película sobre este episodio histórico tan trascendental como dramático, está basado en una fuente que da todas las garantías: la biografía escrita sobre esta mujer y reina por Stefan Zweig; una obra cumbre de la literatura universal para una película espléndida. Muy recomendables ambas.



lunes, 18 de febrero de 2013

JOHN CROMWELL REVELADO: BANJO ON MY KNEE (1936)




Iniciamos esta semana en Cinema Genovés un ciclo sobre directores brillando en la penumbra. Como habrán adivinado, traeremos uno a uno, por orden de aparición en el libro, los cineastas cuya vida y obra hemos examinado en el primer volumen de Hollywood revelado. Cada entrada estará destinada a un capítulo del libro, del que extraeré un breve fragmento a modo de entradilla, a partir del cual comentar brevemente, por mi parte, una película perteneciente a la filmografía del director correspondiente. Una película a la que tenga especial predilección, lo que no significa deba de ser la mejor de todas ni la más conocida. Se trata, sencillamente, de traer a cuento y comentario una de las que más me gusta.

En Hollywood revelado no nos ocupamos, necesariamente, de aquellos artistas del celuloide ni de las películas que son objeto de nuestro particular gusto o interés. En la serie nos consagramos a un análisis cinematográfico lo más objetivo y equilibrado posible. Ahora y aquí, en este blog mío (y de ustedes), permítanme un capricho...


Año: 1936
Duración: 95 minutos
Director: John Cromwell
Guión: Nunnally Johnson, a partir de la novela de Harry Hamilton
Música: Jimmy McHugh
Fotografía: Ernest Palmer
Reparto: Barbara Stanwyck, Joel McCrea, Walter Brennan, Buddy Ebsen, Helen Westley, Walter Catlett, Tony Martin, Katherine DeMille
Producción: Twentieth Century Fox

«Está visto que ser un heterodoxo en cualquier género juega en contra de uno porque le aparta de unas señas de identidad definidas y le da demasiada amplitud como para que pueda ser definido. Y Cromwell no era como Jacques Tourneur, Otto Preminger o Douglas Sirk. Y mucho menos era como John Ford; él jamás se habría presentado diciendo "Me llamo John Cromwell, hago westerns" (un género en el que nunca participó, por otra parte), más bien habría dicho «Me llamo John Cromwell, hago películas».

En general, Cromwell se entendió mejor con la literatura popular y con ciertos autores marginales que con los grandes clásicos, pues ni su adaptación de Mark Twain en Tom Sawyer (Las aventuras de Tom Sawyer, 1930) ni su adaptación de Charles Dickens en Rich Man’s Folly (1931) podrían considerarse memorables pese a su enorme interés, sólo son eso que suele llamarse "películas correctas". El estilo de Cromwell no era ni tan refinado como el de William Wyler ni tan denso como el de Jacques Tourneur después de sus colaboraciones con Val Lewton; tampoco resultaba tan inteligente como el de Joseph Leo Mankiewicz. Pero a cambio supo ofrecer credibilidad y lirismo en los mejores momentos de su carrera
HILARIO J. RODRÍGUEZ


Banjo on My Knee representa, a mi juicio, uno de los mejores momentos de la carrera cinematográfica de John Cromwell, un film rebosante de «credibilidad y lirismo», un título pleno de amor al terruño y al espacio ancestral, cuna de los personajes, en este caso el Mississipi, verdadero protagonista del film, río exuberante que marca el fluir existencial de sus habitantes.

Banjo on My Knee es una típica producción de Twentieth Century Fox. En ella está cariñosamente recreado el mundo rural, la gente corriente, las vidas ordinarias, mas no por ello menos dignas y aun ejemplares. El argumento que sirve de base a la trama, aunque muy bien pulido por la experta mano de Nunnally Johnson, es lo menos importante en esta narración fluvial y vital sobre la fuerza de vivir, la nostalgia y la tradición. A todo esto, Cromwell añade con gran habilidad un contenido romanticismo, muy ajustado a la situación y al escenario de los hechos.


Pearl Holley (Barbara Stanwyck) y Ernie Joley (Joel McCrea) celebran su matrimonio con una fiesta en la barcaza familiar del padre de la muchacha. Sucede de pronto una reyerta y Ernie golpea a uno de los invitados, quien cae al agua y se le pierde de vista. Creyendo, erróneamente, que lo ha matado, huye y se esconde en Nueva Orleans. Ahí y así —abrupta y decepcionantemente— acaba la luna de miel de la pareja. Pearl corre en busca de Ernie. Más tarde, el supuesto fallecido aparecerá en escena, quedando el caso resuelto y con un final feliz. Pearl y Ernie podrán, al fin, celebrar de verdad su unión bajo la luna del Mississippi.


Una de las secuencias más memorables y conmovedoras de la cinta tiene lugar en un bar de la ciudad sureña. Allí, Newt Holley (un impagable Walter Brennan) pone música y color a la vida sencilla en blanco y negro de la localidad. No me canso de disfrutar visionando esta exhibición musical sencillamente sublime. Durante la misma, Pearl, la hija, acude al establecimiento y escuchando el viejo canto de sirenas del Banjo on My Knee se siente atrapada y arrastrada sin remedio al origen de su vida, al origen de la vida, al Mississippi, al río de la vida. 


La composición de la secuencia demuestra la maestría de John Cromwell, un director brillando en la penumbra. 



En Youtube puede encontrarse la película íntegra en VO y disfrutar así de otras escenas extraordinarias como esta:




lunes, 11 de febrero de 2013

HOLLYWOOD REVELADO Y EDITADO



Muchos son los grandes directores de cine que, habiendo trabajado en Hollywood, permanecen en la penumbra, sus nombres y su obra son ignorados, apenas conocidos o reconocidos por el público. Incluso por cinéfilos confesos y la crítica del ramo. Sucede esto hasta en las últimas décadas, en las que el concepto de «cine de autor», consciente o inconscientemente, ha calado en buena parte de la afición.

¿Cuántos aficionados recuerdan —o sabrían decir— el nombre del director de The Jazz Singer (El cantor de jazz, 1927), película unánimemente considerada como aquella que certifica el paso del cine mudo/silente al sonoro/hablado en la historia del cine? No hablamos, pues, de un título cualquiera. Estaría uno tentado a apostar que no hay amante del cine que no haya visionado, al menos dos veces, títulos tan memorables y populares como Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó, 1939), The Wizard of Oz (El mago de Oz, 1939), The Adventures of Robin Hood (Robín de los bosques, 1938) o Casablanca (1942). Pero, ¿cuántos serían capaces de decir el nombre de los directores que constan en las respectivas fichas técnicas? Y conste que apuntamos hacia unos directores que han firmado más de un título célebre… 



Pues bien, no nos ocupamos en Hollywood revelado de desempolvar o intentar descifrar lo oculto, de sacar a la superficie a los hasta ahora tapados. Tampoco nos anima la idea de rescatar del olvido a directores denominados «malditos», de redimir biofilmografías singulares de turbio pasado, de exhumar «viejas glorias», de restaurar obras bajo amenaza de ruina, de establecer un listado de personajes en busca del título de «autor» o de añadir, en fin, algún otro ed wood  a la nómina de héroes perdedores y otras curiosidades.

¿Qué Hollywood es el que deseamos revelar en esta obra? Una de las acepciones que la Real Academia Española de la Lengua Española da al término «revelar» es la siguiente: «Hacer visible la imagen impresa en la placa o película fotográfica.» Pues bien, concedemos aquí a «revelado» el sentido de «positivado». Proponemos ofrecer al lector una selección en positivo; no meramente anecdótica o caprichosa, con ánimo de epatar o impresionar a nadie. Porque lo sorprendente del caso es que ha habido directores en Hollywood que sin haber sido situados por la crítica en la primera fila, sin estar en boca de todos y en la mente de muchísimos, manteniéndose inéditos para gran parte del público, han realizado una obra más que notoria, notable, extensa o intensa (o todo ello al mismo tiempo) y, al menos, una obra maestra del cine. 


He aquí nuestro criterio. Nuestro anhelo, más que descubrir, consiste, entonces, en poner en su sitio a cineastas selectos, de primera calidad, sólidos y solventes, pero que casi nadie recuerda ni habla de ellos como se merecen. 


     He aquí nuestra intención. He aquí nuestra lista de los diez elegidos para este primer volumen. ¿Por qué diez?, podría preguntarse El diez, desde los pitagóricos griegos es tenido por un número perfecto, sagrado. Mas, con esta información, de sobras conocida, tampoco revelamos nada. Pero los nombres propios sí hablan con claridad: John Cromwell, W. S. Van Dyke, Clarence Brown, Frank Borzage, Rouben Mamoulian, Mitchell Leisen, Gordon Douglas, Robert Wise, Robert Mulligan, Arthur Penn. Diez directores magníficos, imprescindibles. 


No se negará que son todos los que están. Sin embargo, para algunos aficionados al cine todavía están en la penumbra… Hollywood revelado representa un esfuerzo compartido a fin de proyectar un foco de luz en aquellos escenarios que todavía permanecen a oscuras, de extraer del interior de la mina cinematográfica refulgentes diamantes.

En este proyecto común era menester contar con colaboradores singularmente brillantes a fin de estar a la altura de la situación. Se trataba de reunir a un grupo de amantes del cine, de conocedores del medio a explorar, pero también de excelentes escritores. Josep Carles Laínez, Hilario J. Rodríguez, Carlos Tejeda y Enrique S. Tenreiro no han compuesto meras recensiones de la vida y las películas de los directores a su cargo, sino genuinos ensayos en los que destacan con claridad y precisión el valor de la obra de unos cineastas ejemplares no suficientemente reconocidos, probando así el porqué es justo haberlos sacado a escena y situarlos en el verdadero lugar que se han ganado en la historia del cine.


Algunos fragmentos de la Introducción de Hollywood revelado I 


lunes, 4 de febrero de 2013

OSAMA, OBAMA & CÍA


Ya saben ustedes, amigos míos, que no frecuento mucho los estrenos cinematográficos, las salas de cine, de bingo ni de masajes, y que tampoco sigo con la expectación de antes los Premios de la Academia de Hollywood, esto es, los Oscar. Sin embargo, nobleza obliga, la actualidad manda, la curiosidad cosquillea o lo que ustedes quieran. El caso es que heme aquí, de nuevo, ocupado en las películas que nutren las carteleras de cine de la semana, teniendo, en consecuencia, que hablar no necesariamente de cine o de algo más que de cine... Y, por qué no decirlo también ando un poco preocupado por la especial deriva que está llevando mi muy querido cine americano en los últimos años.

No es que confiara en una resurrección repentina del cine clásico o algo así, ni se trata de algo que me quite el sueño, pero, caramba, si a algunos siempre les quedará París, yo siempre he buscado refugio y consuelo cinematográfico en Hollywood. Ay, ¿qué va a ser de mí, a quiet man, si ya no me dejan ni soñar tranquilo…?

Allí están pasando cosas muy raras últimamente. Más que nunca jamás. Por ejemplo, en la próxima ceremonia de los Oscar hay dos títulos que parecen disputarse, a la cabeza de la carrera, los premios más selectos: Lincoln y La noche más oscura, películas dirigidas, respectivamente, por Steven Spielberg y Kathryn Bigelow, esta última reseñada recientemente en este espacio. No voy a recensionar ahora, sensu stricto, Lincoln, porque no vale la pena desde el punto de vista cinematográfico. Sólo deseo traer a cuento dicho film para ilustrar el contenido de esta entrada, uy, me temo que demasiado extracinematográfica. Pero, es que me provocan…


¿Qué tienen en común ambas cintas? Que se lanzan de plano en la política interior y exterior norteamericana, una de manera explícita (La noche más oscura), la otra de manera implícita, encubierta, casi subliminal (Lincoln). Una circunstancia que, si no me falla la memoria, no es, afortunadamente, muy habitual en los Oscar (acaso tan sólo durante los años de la Segunda Guerra Mundial, en los que la propaganda y el patriotismo dominaban el espacio y el tiempo). Ni siquiera los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 monopolizaron la gala que vino después de ese año fatídico. El señor de los anillos: La comunidad del anillo (Peter Jackson directing) batió, sin ir más lejos, a la más comprometida cinta Black Hawk Derribado (directed by Ridley Scott).

¿Qué tienen de diferente en cuanto al contenido? Que La noche más oscura se mantiene dentro de la tradición y no mezcla tan directamente ambos ámbitos: política interior y exterior. Que en el film dirigido por Bigelow, buscando a Osama, sale Obama, pero sólo en un escena (muy buena, por cierto) en la que las protagonistas del film, agentes de la CIA, ignoran la aparición en televisión del presidente durante una conversación sobre lo realmente importante: cumplir con su misión y cazar al terrorista. 



Lincoln, por el contrario, penetra sin contemplaciones en la política doméstica americana desde una perspectiva partidista, en la que además el enemigo ya no es una potencia exterior, una fuerza extranjera o un grupo terrorista sino el adversario político. Y en la que Barack Hussein Obama está presente en espíritu durante toda la proyección...


Muchas cosas han cambiado desde la era dorada de Hollywood hasta los tiempos actuales. Pero, como el que tuvo, retuvo, el cine americano ha mantenido determinadas usanzas y modos sustanciales, léase: que pase lo que pase el espectáculo debe continuar (he dicho «espectáculo») y que la confrontación política tiene que mantenerse al margen del cine; como la decencia de la mujer del césar, tanto en la realidad como en la apariencia. 

¿Qué ha pasado ahora? Pues que la actual administración estadounidense está comandada por el presidente Barack Hussein Obama, quien desde su llegada al poder ha hecho público su principal propósito político, a saber: cambiar América en todos los sentidos, de arriba a abajo. Incluido el cinematográfico, claro está. ¿En qué dirección? Hacia el este. Tomando Europa como modelo social, político y económico de referencia. Un brusco viraje que a los votantes del presidente demócrata, probablemente, complacerá y a la mayoría de europeos (estoy seguro), también; pero no a todos (de esto último no estoy menos seguro).

«No la toques ya más, que así es la rosa...» (Juan Ramón Jiménez)

De momento, ya estamos viendo los efectos, los resultados: la declarada politización del cine; o para ser más precisos, la involucración de la Administración en las producciones cinematográficas y viceversa. Algo que a mí, como aficionado al cine, me disgusta bastante, con franqueza. Algo que como europeo estoy muy cansado de percibir y de sufrir por estos lares… Algo de lo que creía libre al cine americano.

El caso del film Lincoln es tan manifiesto, tan descarado, a pesar de estar tan enmascarado… Si no es una película de encargo (comisionada por la Casa Blanca), está al servicio del actual presidente de los Estados Unidos de América. No sé qué sería peor. 

Aunque lo peor, lo peor de todo es el posicionamiento partidista que conlleva: Partido Demócrata versus Partido Conservador a cuenta de la esclavitud de los negros durante el mandato del presidente Abraham Lincoln ¡y de la guerra civil! No sé si les suena eso de mezclar la contienda política contemporánea con las hazañas bélicas del pasado de una nación... He aquí un argumento que vuela raudo hasta nuestros días, cuando, mira por donde, un hombre de raza negra, del Partido Demócrata, ocupa la Casa Blanca, qué casualidad.


Spielberg en el film que dirige y produce pinta de negro el perfil de Abraham Lincoln, pretende, siendo éste republicano (no aquél), atraerlo a la causa demócrata, la de ayer y la de hoy. Los políticos demócratas tenían un problema. Es el siguiente: históricamente hablando, fue el Partido Republicano el que abanderó el fin de la esclavitud en EE UU, mientras que el Partido Demócrata se resistía a ello. Pues bien, había que poner remedio a esto, retorciendo los hechos y manipulando las perspectivas de los mismos. ¡Salvad al presidente Obama…! ¿Estará preparando la actual Administración en EE UU una Ley de Memoria Histórica como han hecho por aquí…?

Lincoln, producida y dirigida por Steven Spielberg: casi dos horas de película, empeñadas en este propósito, resulta tan fatigoso como irritante. Casi dos horas de divagaciones y disputas entre políticos a ver quién se queda con la paternidad de la famosa enmienda liberadora de la raza negra. ¿Será esto del gusto del público? ¿Ganará en la próxima ceremonia de los Oscar? Esto, ay, certificaría el cambio de rumbo mencionado, sin duda alguna.



¿Acaso pretenden volver a dividir y a enfrentar al país, también en EE UU?

Luego está, qué caramba, no se me vaya a olvidar, el Django desencadenado (Django Unchained), ese disparate urdido por Quentin Tarantino, más burdo y provocador de lo habitual… Pero no por ello más inocente... Y también El vuelo, interpretada, al frente del reparto, por Denzel Washington. Todo al mismo tiempo. ¡Cómo está Washington…! 


No exactamente, Tommy Lee. Será así, si se respeta la ley, porque ya ha cubierto los dos mandatos y no se puede volver a presentar. Aunque, puestos a cambiar América, desencadenado el asunto...