Título
original: Marie Antoinette
Duración:
149 minutos
Nacionalidad:
EE UU
Director:
W.S. Van Dyke
Guión: Donald Ogden Stewart, Ernest Vajda, Claudine
West
Música: Herbert Stothart
Fotografía: William H. Daniels, George J. Folsey,
Leonard Smith
Reparto: Norma Shearer, Tyrone Power, John Barrymore,
Robert Morley, Anita Louise, Marilyn Knowlden
Producción:
Metro Goldwyn Mayer
Cineastas tan poco conocidos y reconocidos como
W. S. Van Dyke lograron, sin embargo, el milagro de Hollywood. A
bastantes aficionados al cine no les dirá nada su nombre y acaso no lo
relacionarán tampoco con célebres películas que seguro habrán visto: Tarzán
de los monos (Tarzan, the Ape Man,
1932); El enemigo público número uno (Manhattan Melodrama, 1934); el serial sobre The
Thin Man iniciado con La cena de los acusados (The
Thin Man, 1934) y protagonizado por Mirna Loy y William Powell (sin
olvidarnos de Asta) al frente del reparto; San
Francisco (1936); Jugando a la misma carta (Personal Property,
1937); y, en fin, María Antonieta (Marie
Antoniette, 1938), la película que traigo esta semana a Cinema Genovés.
La
filmografía de Van Dyke, en su conjunto y en las particularidades que contiene, es sumamente
apreciable. Hace algunos meses tuve la oportunidad de escribir en este espacio
sobre una producción memorable del cineasta, de esas que hacen historia, dicho
en este caso con más precisión que retórica: Trader Horn (1931). Con esta cinta, el cine de aventuras —especialmente,
en el marco del continente africano— obtiene ahí uno de sus baluartes y
precedentes más notables. En esos años también hizo Van Dyke otros films
«exóticos» no menos valiosos: Sombras
blancas en los mares del Sur (White
Shadows in the South Seas, 1928; codirigida con Robert Flaherty) o Eskimo (1932).
Y es que este cineasta
tan singular no retrocedió ante ningún género cinematográfico, como se hace
notar muy oportunamente en el capítulo 2 de nuestro Hollywood revelado I: «W. S. Van Dyke, Hollywood en el zoológico»:
«Al fin y al cabo, Van Dyke no sólo fue uno de los pioneros
que ayudó a fundar Hollywood, sino que también supo adelantarse a Michael
Powell, Stanley Kubrick, George Lucas, Steven Spielberg, Tim Burton o Peter
Jackson en el uso de los efectos especiales, preparando con San Francisco el posterior «cine de
catástrofes»; hacer películas de diferente duración, mudas y sonoras; producir,
actuar, encargarse de segundas unidades o escribir guiones él mismo; supervisar
la fotografía de buena parte de su filmografía; colaborar en el montaje de Intolerance, una de las cumbres de la
historia del cine; cambiar de género constantemente; diseñar argumentos y
diálogos que luego filmaron otros cineastas; adecuarse a formatos distintos,
planes de rodaje variables, presupuestos grandes y pequeños; trabajar en
estudio y en escenarios naturales, dentro y fuera de Estados Unidos; entenderse
con rutilantes estrellas y con actores secundarios…
Y, por si fuera poco, conoció en persona a escritores,
pistoleros, políticos, artistas o filósofos a los que hoy en día se puede
sublimar, con o sin conocimiento de causa, pero no creo que se pueda entender
como de verdad lo hizo Van Dyke.»
HILARIO J. RODRÍGUEZ
María
Antonieta es una superproducción de Metro Goldwyn Mayer que muestra
todo el esplendor, el glamour y el
sentido del espectáculo característicos en el estudio del león. La realización
costó —para la época— casi 3 millones de dólares. Buena parte de las
secuencias del film fueron rodadas en Francia, sin faltar el fastuoso escenario de Versalles. Fueron cuidados todos los detalles propios de un título
de este género, empezando por el reparto, que no puede ser más idóneo.
Hedda Hopper, responsable del vestuario, con Norma Shearer en el set de rodaje
Norma Shearer, primera opción de la casa, compuso un personaje muy complejo, en el que la inocencia, la frivolidad y el
sentimiento debían combinarse sin estridencias. Resulta conmovedora,
impresionante.
Tyrone
Power, por su parte, no puede estar más convincente, ni más
seductor, en el papel de conde Axel de
Fersen. En la nómina de la Twentieth Century Fox, fue cedido a la sazón a la Metro a cambio del director Clarence Brown, quien realizó —curiosamente, al jugar fuera de casa— uno de sus títulos más importantes: Vinieron las lluvias (The Rains Came, 1939), con Mirna Loy y
el mismo Tyrone Power. El reparto de María Antonieta cuenta, asimismo, con John Barrymore y Anita
Louise, entre otras célebres figuras de la interpretación.
Aunque Robert Morley fue el gran
descubrimiento del film. El extraordinario actor de origen británico hace aquí
su primer papel para el cine. Y está tan
soberbio y regio como el mismo personaje que encarna: Luis XVI. Y digo
«encarna» porque, en efecto, durante la proyección diríase que estamos en presencia del monarca que fue decapitado por la Revolución. Su físico se ajusta como un
guante a la fisonomía del infortunado rey, pero es su interpretación, contenida
y perfectamente medida, lo que obra el milagro.
Van Dyke no fue ajeno a esta proeza. Ni a las demás que firmó como director. Rueda en África y está
en su medio. Hace comedia y borda el género. Afronta el género gángster y
realiza un clásico. Pues bien, allí donde tantos solventes cineastas desfallecen
y/o descarrillan —por ejemplo, en una superproducción—, Van
Dyke demuestra una profesionalidad sin límite; sea a propósito de San Francisco, sea a cuento de María Antonieta.
Por si esto fuera poco, el excelente guión de la película
sobre este episodio histórico tan trascendental como dramático, está basado en una
fuente que da todas las garantías: la biografía escrita sobre esta mujer y
reina por Stefan Zweig; una
obra cumbre de la literatura universal para una película espléndida. Muy
recomendables ambas.
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