Iniciamos esta semana en Cinema Genovés un ciclo sobre directores
brillando en la penumbra. Como habrán adivinado, traeremos uno a uno, por orden
de aparición en el libro, los cineastas cuya vida y obra hemos examinado en el
primer volumen de Hollywood revelado.
Cada entrada estará destinada a un capítulo del libro, del que extraeré un breve fragmento a modo de entradilla, a partir del cual comentar brevemente, por mi
parte, una película perteneciente a la filmografía del director correspondiente. Una película a la que tenga especial predilección, lo que no significa deba de ser
la mejor de todas ni la más conocida. Se trata, sencillamente, de traer a cuento y comentario una de las que más me gusta.
En Hollywood revelado no nos ocupamos, necesariamente, de aquellos artistas
del celuloide ni de las películas que son objeto de nuestro particular gusto o interés.
En la serie nos consagramos a un análisis cinematográfico lo más objetivo y
equilibrado posible. Ahora y aquí, en este blog mío (y de ustedes), permítanme
un capricho...
Año:
1936
Duración:
95 minutos
Director:
John Cromwell
Guión:
Nunnally Johnson, a partir de la novela de Harry Hamilton
Música:
Jimmy McHugh
Fotografía: Ernest Palmer
Reparto: Barbara Stanwyck, Joel
McCrea, Walter Brennan, Buddy Ebsen, Helen Westley, Walter Catlett, Tony
Martin, Katherine DeMille
Producción: Twentieth Century Fox
«Está
visto que ser un heterodoxo en cualquier
género juega en contra de uno porque le aparta de unas señas de identidad
definidas y le da demasiada amplitud como para que pueda ser definido. Y
Cromwell no era como Jacques Tourneur, Otto Preminger o Douglas Sirk. Y mucho
menos era como John Ford; él jamás se habría presentado diciendo "Me llamo John
Cromwell, hago westerns" (un género en el que nunca participó, por otra parte),
más bien habría dicho «Me llamo John
Cromwell, hago películas».
En
general, Cromwell se entendió mejor
con la literatura popular y con ciertos autores marginales que con los grandes
clásicos, pues ni su adaptación de Mark Twain en Tom Sawyer (Las aventuras de
Tom Sawyer, 1930) ni su adaptación de Charles Dickens en Rich Man’s Folly (1931) podrían
considerarse memorables pese a su enorme interés, sólo son eso que suele
llamarse "películas correctas". El estilo de Cromwell no era ni tan refinado
como el de William Wyler ni tan denso como el de Jacques Tourneur después de
sus colaboraciones con Val Lewton; tampoco resultaba tan inteligente como el de
Joseph Leo Mankiewicz. Pero a cambio supo
ofrecer credibilidad y lirismo en los mejores momentos de su carrera.»
HILARIO J. RODRÍGUEZ
Banjo on My Knee
representa, a mi juicio, uno de los mejores momentos de la carrera
cinematográfica de John Cromwell, un film rebosante de «credibilidad y
lirismo», un título pleno de amor al terruño y al espacio ancestral, cuna de
los personajes, en este caso el
Mississipi, verdadero protagonista del film, río exuberante que marca el
fluir existencial de sus habitantes.
Banjo on My Knee es una
típica producción de Twentieth Century
Fox. En ella está cariñosamente recreado el mundo rural, la gente corriente,
las vidas ordinarias, mas no por ello menos dignas y aun ejemplares. El
argumento que sirve de base a la trama, aunque muy bien pulido por la experta
mano de Nunnally Johnson, es lo
menos importante en esta narración fluvial y vital sobre la fuerza de vivir, la
nostalgia y la tradición. A todo esto, Cromwell añade con gran habilidad un
contenido romanticismo, muy ajustado a la situación y al escenario de los
hechos.
Pearl Holley (Barbara Stanwyck) y Ernie Joley (Joel McCrea) celebran su matrimonio con
una fiesta en la barcaza familiar del padre de la muchacha. Sucede de pronto una
reyerta y Ernie golpea a uno de los invitados, quien cae al agua y se le pierde
de vista. Creyendo, erróneamente, que lo ha matado, huye y se esconde en Nueva
Orleans. Ahí y así —abrupta y decepcionantemente— acaba la luna de miel de la
pareja. Pearl corre en busca de Ernie. Más tarde, el supuesto fallecido aparecerá
en escena, quedando el caso resuelto y con un final feliz. Pearl y Ernie podrán, al fin, celebrar de verdad su unión bajo la luna
del Mississippi.
Una de las secuencias más
memorables y conmovedoras de la cinta tiene lugar en un bar de la ciudad
sureña. Allí, Newt Holley (un impagable
Walter Brennan) pone música y color a la vida sencilla en blanco y negro de
la localidad. No me canso de disfrutar visionando esta exhibición musical sencillamente
sublime. Durante la misma, Pearl, la hija, acude al establecimiento y
escuchando el viejo canto de sirenas del Banjo on My Knee se siente atrapada
y arrastrada sin remedio al origen de su vida, al origen de la vida, al
Mississippi, al río de la vida.
La composición de la secuencia demuestra la
maestría de John Cromwell, un director
brillando en la penumbra.
En Youtube puede encontrarse la película íntegra en VO y disfrutar así de otras escenas extraordinarias como esta:
Hola, Fernando, buenas noches; una lástima que no esté disponible en castellano y/o con subtítulos (mi inglés no da para seguirla con la fluidez deseable), porque tiene una pinta excelente, y, además, andando por ahí suelta esa señora que atiende al nombre de Barbara Stanwyck, palabras mayores...
ResponderEliminarUn abrazo y hasta pronto.
Hola, Manuel, buenos días...
EliminarBuscando, buscando, tal vez encuentres en internet alguna versión con subtítulos en español de esta extraordinaria película. Me lo ha dicho un pajarito...
Salucines
Pues verdaderamente me la has revelado, no la conocía y Barbara Stanwyck qué joven....voy a intertar como dices buscarla, porque este tipo de joyas me fascinan.
ResponderEliminarY ante todo Felicidades por el libro.
Un abrazo.
Gracias, Susan. Adelante, pues, con esta peli que seguro te gustará. Ya me cuentas...
EliminarVisito tu blog uno de estos días, ¿ok?
Salucines