Título original: Mare Nostrum (Alba de
sangre)
Año: 1948
Duración: 84 minutos
Nacionalidad: España
Director: Rafael Gil
Guión: Rafael Gil, Antonio Abad Ojuel a
partir de la novela de Vicente Blasco Ibáñez
Música: Juan Quintero
Fotografía: Alfredo Fraile
Reparto: María Félix, Fernando Rey,
Guillermo Marín, José Nieto, Juan Espantaleón, Porfiria Sánchiz, Eduardo
Fajardo
Coproducción España-Italia: Suevia Films
- Cesáreo González / Scalera Film S.p.a.
La actriz mexicana María Félix, apodada «La Doña», protagonista femenino de la nueva versión de la novela de Blasco Ibáñez, volvió a trabajar en dos films posteriores a las órdenes de Gil: Una mujer cualquiera (1949) y La noche del sábado (1950).
Repárese en una
circunstancia notable: la mayor parte de los títulos de este periodo cuenta con
una base literaria de primer orden sobre la que construir la obra
cinematográfica. La mano maestra de Enrique Jardiel Poncela, Pedro Antonio de
Alarcón, Eduardo Marquina, Miguel Mihura, Jacinto Benavente, Vicente Blasco
Ibáñez y nada menos que Miguel de Cervantes, entre otros escritores ilustres, está
detrás de las historias que lleva a la pantalla Rafael Gil, quien habitualmente participaba en la construcción de los guiones.
Mare Nostrum (1948) es un film rodado en circunstancias muy distintas a
las de su precedente de 1926, y de ninguna manera debe ser calificado como un remake del referente silente dirigido
por Rex Ingram. No se trata sólo de diferencias relativas a los distintos
lenguajes artísticos inherentes al cine mudo y al sonoro, o a las diferentes
épocas de producción: la primera, posterior a la Primera Guerra Mundial; la
segunda, a la Segunda Guerra Mundial, dato nada desdeñable refiriéndonos a un
historia ambientada en un contexto bélico; en concreto, la Gran Guerra (la
novela lleva fecha de 1917). Son las condiciones de producción, el distinto
tratamiento de la historia, la mirada y el quehacer fílmicos de cada cineasta, los elementos principales que marcan las
distancias.
Aunque pueda resultar
paradójico, la producción hollywoodiense de Mare
Nostrum es mucho más fiel al texto original que la co-producción de España
e Italia, dos países mediterráneos, cuna, el primero, del autor de la novela, y
lugares ambos en los que transcurre buena parte de la acción. Rafael Gil y
Antonio Abad Ojuel, responsables del guión de esta versión de 1948, comienzan por
tomarse una arriesgada licencia: sitúan el desarrollo de los hechos en la
Segunda Guerra Mundial y no en la Primera, como consta en la narración de
referencia. Curiosamente, sucederá esto mismo en la versión de 1962 de Los cuatro jinetes del Apocalipsis,
producción de MGM dirigida por Vincente Minnelli. Pero, no es este cambio,
aunque significativo, el principal escollo del film.
Ocurre que el Mare Nostrum (1948), aun manteniendo el
núcleo de la relación amorosa de los personajes, introduce sensibles modificaciones
tanto en el contenido de la historia original como en su mismo desarrollo.
Omitiendo abruptamente la primera parte del relato literario, en la que
transcurre la juventud de Ulises Ferragut (Fernando Rey), que incluye su
iniciación y encantamiento con el mundo del mar (resuelto por Ingram en un
breve pero muy ilustrativo y efectivo prefacio), la película dirigida por Gil
arranca directamente con la llegada del capitán a Nápoles, pasando de inmediato
al encuentro con Freya Talberg (María Félix) y su no menos súbito enamoramiento.
El director madrileño solventa la dualidad simbólica Freya/Anfitrita mediante
un plano medio de un busto de la ninfa situado en Pompeya al que se une en un
segundo nivel de perspectiva la radiante aparición del rostro de Freya/Félix.
En Mare Nostrum (1948) los acontecimientos
transcurren a gran velocidad, acaso demasiada, secuenciados por medio de un
montaje brusco, hasta el punto de que un espectador que desconozca el relato
original puede seguir con bastante dificultad la evolución de la trama. Sea
como fuere, Gil prima y antepone la historia de la amor del film sobre los
demás elementos de la historia. Lo cual conlleva una nueva consecuencia
definitiva y definitoria en el balance final de la cinta: el film descansa sobre
la relación pasional de los protagonistas, lo cual conduce al lucimiento de María
Félix como Freya en notorio detrimento de un discreto Fernando Rey en el papel
del capitán Ferragut.
No sería exagerado
afirmar que Mare Nostrum (1948) es,
por encima de todo, un vehículo al servicio y a la mayor gloria de María Félix.
La actriz mexicana está, ciertamente, deslumbrante, seductora, tentadora,
fastuosa, devora-hombres, como, por lo demás, está en el naturaleza del
personaje de Freya. Esta morena majestuosa con marcado acento charro, a pesar
de que no encaja con la descripción de rubia alemana que hace Blasco Ibáñez en
la novela, resuelve este virtual inconveniente sin despeinarse. Cubre con su
halo de seducción dicho pormenor, el cual, por otra parte, resulta verosímil,
dada la biografía de la protagonista, quien ha recorrido el planeta de punta a
punta, compendia la feminidad universal y, por si esto fuera poco, afirma haber
residido largo tiempo en Sudamérica.
Mare Nostrum (1948) es María Félix, y esto parece haberlo comprendido
perfectamente el director, quien permite la exhibición de los encantos de la
actriz, la ostentación de su belleza y elegancia, resaltada en electrizantes
primeros planos, e incluso reservándole un número musical en que interpreta la
sugerente canción Bésame, motivo
musical que se repite a lo largo del film.
El acentuado desequilibrio en el reparto —la interpretación de Rey es, como ha sido dicho, muy discreta— resta credibilidad al alto voltaje de la pasión amorosa
de los personajes, y afecta asimismo a la dualidad, a la lucha de contrarios,
señalada anteriormente y que determina la misma. Ciertamente, la historia de
loco deseo entre Freya y Ferragut representa un duelo erótico, un pulso con
traza de pulsión, un choque de energías de signos contrarios: Freya/Tierra,
Ulises/Mar. Los amantes acaban resolviendo sus diferencias como seres
antagonistas que son. Primero, en el combate cuerpo a cuerpo. Después, en el
campo de batalla. Mare Nostrum (1948)
pasa de corrido sobre dicho elemento crucial en el desarrollo de los
acontecimientos. E incluso lleva a desvanecerlo en la secuencia de la ejecución
de la espía alemana: Freya decide (disposición también poco creíble) que el fusilamiento tenga lugar al borde del mar y no en el
acuartelamiento donde estaba detenida, para así hallar cercana fosa fúnebre en la que aguardar a
Ferragut.
En suma, Mare Nostrum (1948) es un film presuroso
y desequilibrado, una versión que no consigue atrapar en sus imágenes la fuerza
dramática y aun trágica de la novela de Vicente Blasco Ibáñez, en la que, lejana y muy libremente, se basa. El protagonista
principal no es en este caso el mar Mediterráneo sino la pasión amorosa, muy
desnivelada en la pantalla. Con todo, su visionado constituye una magnífica
ocasión para admirar a «la Doña», María Félix, toda una mujer, en una de las mejores interpretaciones de su carrera en el cine.
Entiendo que una mujer tan racial y hermosa como la "Doña" es mucha hembra para un Fernando Rey demasiado estirado.
ResponderEliminarTampoco he visto esta pelicula pero ya comprendo que nos la traes más como ejemplo documentado de la base literaria en la que se fundamenta que como otra cosa. Aunque sea una "rareza" y es dificil que llegue a verla, yo me quedo con tus argumentos.
Salucines, amigo Fernando.
En efecto, amiga Abril, lo has expresado muy bien: la "Doña" es mucha hembra para un "machito" como Rey. No obstante, la película merece la pena echarle un vistazo.
EliminarSalucines