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lunes, 12 de diciembre de 2011

LA HOJA DE TRÉBOL (1926)





Título original: The Shamrock Handicap
Año: 1926
Duración: 66 min.
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guión: John Stone (basada en una historia de Peter B. Kyne)
Fotografía: George Schneiderman (B&W)
Reparto: Janet Gaynor, Leslie Fenton, Willard Louis, J. Farrell MacDonald, Claire
McDowell, Louis Payne, George Harris, Andy Clark, Ely Reynolds
Producción: Fox

A la hora de contar los denominados films irlandeses de John Ford, esto es, los títulos de la filmografía del cineasta ambientados en Irlanda, no es fácil ver citado La hoja de trébol (The Shamrock Handicap, 1926); una película de ninguna manera desdeñable ni para ser olvidada. Por aquellos años, la personalidad cinematográfica de Ford ya estaba asentada. De una manera indiscutible, desde la producción de El caballo de hierro (The Iron horse, 1924), cinta pionera por excelencia: de América como nación, pero, asimismo, de John Ford como pilgrim father del cine clásico.

En 1925, rueda Sangre de pista (Kentucky Pride), film sobre carreras de caballos, interesante y poco más. Acaso con el propósito de perfeccionarse en esta temática, Ford pone en marcha a continuación el proyecto La hoja de trébol. El título no puede ser más evocador y significativo. Remite directamente a la vieja Irlanda, a las antiguas tradiciones del país, al color de la esperanza, a los antepasados del propio cineasta, a las historias de caballos y jinetes, a las bromas y las peleas en sana camaradería, al valor de la familia y la propiedad, a la sabia fusión del drama y la comedia. 



Aun con méritos propios, La hoja de trébol puede entenderse, lejanamente, como una especie de pre-precuela (valga la tartamudeante expresión) de El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952): es realizado, no tras el título de referencia, sino muchos años atrás, para encontrar allí huellas del background de una trama. La hoja de trébol narra, en efecto, la historia de un personaje-tipo fordiano que muy bien podría ser Sean Thornton, uno de entre los muchos Sean Thornton habidos. Hablo de esas gentes que emigraron a Estados Unidos soñando con hacer las Américas, para, como quien cierra un círculo, acabar regresando a la patria de los ancestros. Y, en particular, hablo del puro y mítico Innesfree que bullía en la cabeza del cineasta nacido en Maine con el nombre de Sean Aloysius O’Feeney. Sabemos el porqué del camino de vuelta y de cómo Sean (cualquier Sean) volvió a la granja en Irlanda de la familia. Pero, ¿nunca se preguntó, amigo lector, qué circunstancias concretas hicieron que emigrara a América?

La primera secuencia de The Shamrock Handicap nos acerca a la propiedad de Sir Miles O'Hara (Louis Payne), noble irlandés dueño de unas tierras pobremente cultivables, pero orgulloso de poseer una rica cuadra de caballos de carreras. Persona de buen corazón, y hombre a pesar de todo, no siempre cobra la renta de sus aparceros, especialmente, si quien pide el favor es una niña tan angelical como la que nos muestra el agudo Ford en la pantalla, ofreciendo, a cambio del alquiler, un pago en especie: «ya que es usted tan goloso, ¿no aceptaría unos bollos de avena?»



El Fisco no es tan gentil ni desprendido como Sir Miles, aunque sí de lo más goloso... Le hace saber formalmente que si la hacienda privada no cobra las deudas privadas, la Hacienda pública, por lo que a ella respecta, no le va a perdonar ni un centavo. Es curioso: dentro (y fuera) del cine suele mostrarse (y condenarse), una y mil veces, la avaricia de los empresarios y de los potentados particulares, pero rara vez la codicia recaudadora del ente más poderoso y coactivo que existe: el Estado.


Sir Miles, en consecuencia, debe vender la yeguada para poder hacer frente a las obligaciones con el erario público. Un promotor americano de carreras compra algunas buenas piezas, menos la yegua que monta su hija Sheila O’Hara (Janet Gaynor: encantadora a sus diecinueve añitos; un año despúes, rueda Seventh Heaven/El séptimo cielo, a las órdenes de Frank Borzage). Un ardid del jockey y, a la sazón, pretendiente de la muchacha: Neil Roos (Leslie Fenton), durante la exhibición de las proezas de los equinos, frena el esplendor de Oscura Rosaleen ante la carrera y el comprador, intentando así no desposeer a la princesa de la reina de las yeguas. Como premio al amor y la lealtad, Ross recibe la oferta de ir a América.



Sir Miles.- Y mi chico... Y ella... Se marchan a América. Ahí los ves, «Con», la mejor sangre de Irlanda... ¡Y se van para no volver más!
«Con».- ¡Bueno, yo todavía estoy aquí!"


La réplica del leal «Con» a la melancólica lamentación de Sir Miles se me antoja el directo anticipo de una de las más célebres secuencias de ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley, 1941). Tras una fuerte discusión familiar durante la cena, en casa de los Morgan, los hijos mayores se van de casa, y emigran a América. Las mujeres de la casa desaparecen del plano para ayudar a los chicos a hacer el petate. El padre (Donal Crisp) queda meditabundo y abatido. El hijo menor (Roddy McDowall), quien continúa comiendo en silencio, sin entender exactamente qué ocurre a su alrededor, tras cada bocado deja caer notoria y ruidosamente los cubiertos sobre el plato a fin de que su padre se aperciba de su presencia, de su permanencia: «Sí, hijo mío, sé que estás ahí...»

Retomemos el hilo de La hoja de trébol. Una vez en el nuevo continente, Ross sufre un accidente durante el entrenamiento con vistas al derby («Por fin... El Hándicap del Trébol...»), quedando (temporalmente) paralítico. Durante la estancia en el hospital, recibe una carta de Sheila. Hacienda, finalmente, ha vencido a la hacienda; ahora les toca a ellos emigrar a Estados Unidos: el padre, la chica y la yegua-reina, el leal empleado de Sir Miles, Cornelius Emmet Sarsfield «Co» O'Shea (J. Farrell MacDonald) y su inseparable oca de compañía. 

El momento de la llegada en barco a tierra americana contiene la secuencia más emotiva del film. Ross está ansioso por ver a Sheila. No le ha contado nada respecto al accidente. En el encuentro en el muelle del puerto a uno de esos momentos emotivos y espléndidamente narrados característicos del Ford más inspirado.



Hay que preparar a Oscura Rosaleen para la gran carrera. Mientras tanto, Sir Miles y «Co» tienen que ganarse la vida; por ejemplo, cavando zanjas. Varios compañeros de pico y pala escuchan cómo éste se dirige a su amo con el título de Sir, lo que provoca la chanza general. 


 Esto es América, «Co», una democracia, donde todos somos iguales, afirma condescendiente y comprensivo Sir Miles. Sí, viene a decir su fiel escudero, pero también somos republicanos... En consecuencia, les da una buena lección de orgullo irlandés a los impertinentes buscapleitos. La niña angelical, agradecida, les lleva de comer y abraza al benefactor, vestido ahora con un mono de trabajo (pero, sin quitarse la corbata), rodeado de compatriotas policías que han acudido para parar la pelea, pero más que nada respondiendo a la llamada de la vieja Irlanda.



Todo el mundo preparado para la salida de la gran carrera. Accidentalmente, el jockey que monta a Oscura Rosaleen, cae del caballo y se tuerce el tobillo. Todo parece perdido, el dinero del premio, las apuestas ya cerradas. De pronto, sacando fuerzas de flaqueza, Ross propone sustituir al nuevo accidentado. Tras una leve protesta de los presentes (es mucho peligro, no estás en condiciones de galopar), acuerdo general: correrás y ganarás. Y así ocurre. Aunque sea a costa de una nueva caída.



Retorno a Irlanda, ricos y famosos. Otra vez. Gran recibimiento. Sir Miles entra en casa. La puerta del jardín, mal fijada a los goznes de la pared, vuelve a caer. Desde que la vimos rota al principio de la cinta, «Co» todavía no la ha arreglado. Bueno, enseguida me pongo en ello..., Sir Miles. Estamos nuevamente en Irlanda, en efecto.

Por su parte, Sheila y Neil renuevan la promesa de amor formalizada antes de la partida a EEUU en el mismo escenario fordiano: al fondo, verde paisaje (aunque lo veamos en b/n), rebaño de ovejas, cruz celta; en primer lugar, la pareja. La familia reunida les espera.

 Neil Ross.- El trébol nos lo ha traído todo: suerte, fe y esperanza... ¡Y amor!





10 comentarios:

  1. Estupendo a todo, Fernando ya estoy impaciente por encontrarla, además precisamente esta temporada, (aunque esta película no la he visto nunca) ando sustituyendo por nuevas copias, títulos que van saliendo Straight shooting, o El caballo de Hierro.

    Por lo que comentas hay en la hoja de trebol mucho pre-germen para precisamente las dos películas que comentas The quiet man pero sobre todo Que verde era mi valle (Que aunque se Gales nos da igua) todo eso de que al final acabe montando la yegua la muchacha tiene mucho tufo. A partir de esta película ya comienza a realizar trabajos notables y muy seguidoos: Three bad men, What price of glory, Four Sons, Hangman House etc.

    Gracias por descubrirnosla y por tu, como siempre estraordinaria reseña.

    Saludos
    Roy

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  2. Gracias, amigo Roy, por tu amable comentario. Es verdad que esta película no es muy conocida ni muy citada, pero es francamente buena. Y no sólo por los apuntes que ofrece para futuros trabajos míticos. Aquí ya está Ford de principio a fin.

    Y tienes mucha razón en recordar, asimismo, esos otros títulos de la etapa muda del gran maestro que son imprescindibles para conocer bien al, para mí, director de cine más grande jamás visto.

    Salucines

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  3. Pues ya que os tengo a los dos a tiro lo repito: voy a empezar a pediros que me regaléis Tiempo (apáñenselas como buenamente puedan...) pues vuestras recomendaciones se están convirtiendo en un sin vivir. Aunque, yo confieso, mi tiempo, mis ojos y mis oídos andan últimamente por otros derroteros... me tomo muy en serio las reseñas y ya tengo una "molesquin" que casi podría titularse "Las recomendaciones de Roy y Genovés".

    En cualquier caso y sin ser un experto en Ford, como me consta que sois ambos, sí he visto, logicamente, "Qué verde era mi valle" y "El hombre tranquilo" y en ambas hay lugares comunes que, por lo que leo, parten de otro lugar creado años antes. Veré - cuando pueda- "La hoja del trébol", aunque sólo sea por disfrutar de esa jovencita Janet Gaynor que me ha conquistado en el fotograma de la entrada.

    Salucines

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  4. El amigo deWitt me pide que le regale tiempo; nos lo pide a los dos, amigo Roy. ¡Cual moderno Fausto nos pide interpretar el papel de viejos Mefistófeles...!

    Ya conoces la expresión inglesa que es muy expresiva: "Take your time", o sea, tómate "tu" tiempo. Lo vuelvo yo también a repetir: ante todo, mucha calma. Si no, el siniestro es total...

    No hay, pues, que agobiarse. Ya es importante saber que existen algunas películas que hay que ver. Algún día. Lo mismo que ciertos libros que hay que leer o determinadas ciudades que hay que visitar. Al menos una vez en la vida.

    De todos modos, amigo mío, te hago notar, a modo de consuelo, que, por lo menos, "La hoja de trébol" dura poco más de una hora. Así que ánimo y a por ella.

    Salucines

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  5. No la he visto pero la trataré de encontrarla. Me apunto a admiradora del gran Ford.Enhorabuena por esta entrada y gracias por abrir horizontes.
    Un saludo

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  6. Gracias a ti, Cristina, por tu comentario. Si te gusta Ford, está película seguro que te encantará. Disfrútala.

    Salucines

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  7. Un Ford es un Ford. Y no la he visto! Así que la buscaré. Me he quedado a la mitad de tu reseña porque no quería saber nada más de la trama. Que actúe Janet Gaynor ya es un punto (si es que no tenía suficientes sabiendo que la dirige el mejor y encima con su temática preferida: Irlanda)
    Saludos!

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  8. Comprendo perfectamente, Ethan, tu impresión y sentimiento. ¡Descubrir un título nuevo de Ford!

    Me pasó algo así cuando me "revelaste" en tu blog, entre otros "descubrimientos", un título de Lubitsch que se me había escapado, o más recientemente, otro de Zeffirelli: Die Puppe y Té e Mussolini, respectivamente.

    Salucines

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  9. Tengo un hueco pendiente de rellenar con esas primeras películas de Ford: algunas pocas las ví en la tele hace mucho tiempo pero todavía tengo varias por descubrir, por suerte para mí.

    De modo que muchas gracias por el estupendo aperitivo, Fernando: a la lista de pendientes se va directamente.

    Un abrazo.

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  10. Gracias a ti, Josep, por el comentario. Me da por pensar que he acertado eligiendo esta película para la reseña semanal. Porque, como puede comprobarse, hasta los más iniciados en el mundo del cine la teneis pendiente. En fin, para eso estamos...

    Salucines

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