Título original: Siempre la recordaré
Año: 1948
Duración: 134 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: George Stevens
Guión: DeWitt Bodeen basado en la
pieza teatral de John Van Druten, inspirada, a
su vez, en la novela de Kathryn Forbes Mama’s
Bank Account
Música: Roy Webb
Fotografía: Nicholas Musuraca
Reparto: Irene Dunne, Barbara Bel
Geddes, Oskar Homolka, Ellen Corby, Philip Dorn, Cedric Hardwicke, Edgar
Bergen, Rudy Vallee
Producción: RKO Radio Pictures
I Remember Mama (1948) es un
film clásico hasta la médula, que emociona y conmueve intensamente, narrado con
oficio y maestría por George Stevens,
alternando en su largo metraje (134 minutos) el registro cómico con el más
depurado melodrama, de manera pulcra, delicada y elegante. Cuenta la historia
de una familia de origen noruego afincada en San Francisco, Estados Unidos, sin
estridencias ni sentimentalismos, aunque sus imágenes impactan directamente en
nuestro entendimiento y nuestro corazón. Una
película de las que hoy, ay, ya no se hacen ni apenas se ven. Una película
sencilla en su grandeza, porque nos habla, sincera, calmosa y cariñosamente, de
la vida y nada más. Les parece poco.
En la versión española, la cinta fue
titulada Siempre la recordaré, rótulo convencional, plano e inconcreto
que no recoge la fuerza expresiva ni el valor afectivo, hogareño y evocador,
contenidos en este relato de fondo y estructura autobiográficos. La autora de
la novela en que está basada la trama, Kathryn Forbes (Kathryn
Anderson McLean), era nieta de una
emigrante noruega que desembarcó en California a finales del siglo XIX, de
quien escuchó la crónica de sus antepasados. Y, por su parte, Katrin Hanson (Barbara Bel Geddes), hija mayor en la
película, ejerce de narradora de las vicisitudes diarias de su familia que vive
en una de las colinas de San Francisco, junto a su hermano Nels (Steve Brown), a sus dos hermanas, Christine (Peggy McIntyre) y Dagmar (June Hedin), Papa (Philip Dorn) y, sobre todo, Mama (Irene Dunne), alma mater
de la casa, amorosa y comprensiva, atenta y siempre alerta en el ámbito doméstico,
firme y fiel baluarte de los valores que los unen, a esposo e hijos.
No faltan referencias a la familia en sentido extenso, el tío Chris (Oskar Homolka), jefe de
la familia, cascarrabias, brusco y gruñón, aunque en el fondo un tipo de buen
corazón, y las tías, chismosas y enredosas, en distintos niveles, Trina (Ellen Corby), Jenny (Hope Landin) y Sigrid (Edith Evanson).
Katrin
es muchacha dulce y sensible, que desea ser escritora. A través de sus ojos vemos pasar las vicisitudes,
alegrías y tristezas, de sus seres próximos. Pero, por encima de todo y de
todos, está Mama, guía material y
espiritual, que, cual hada madrina,
orienta y encamina sus pasos desde la niñez a la madurez, momento en que
llega a comprender que si quiere escribir bien debe hacerlo sobre aquello que
conoce y tiene más cerca, y que el
objeto que se desea no debe alcanzarse a costa del sujeto que más se quiere.
Siempre a su lado, alentándola, auxiliándola, aconsejándola, está Mama, a quien dedica su primer cuento publicado, Mama y el hospital, ante lo cual la discreta y modesta Mama protesta, porque desea que la historia tenga a Papa de protagonista, el padre de la familia, hombre sencillo y bueno, discreto y cariñoso, trabajador aunque no muy mañoso. Ella no es nadie, en realidad, sólo hace lo que considera su deber, de esposa, de Mama y nada más…
Siempre a su lado, alentándola, auxiliándola, aconsejándola, está Mama, a quien dedica su primer cuento publicado, Mama y el hospital, ante lo cual la discreta y modesta Mama protesta, porque desea que la historia tenga a Papa de protagonista, el padre de la familia, hombre sencillo y bueno, discreto y cariñoso, trabajador aunque no muy mañoso. Ella no es nadie, en realidad, sólo hace lo que considera su deber, de esposa, de Mama y nada más…
Grandiosa
la interpretación de Irene Dunne. Se
cuenta que en un primer momento la producción pensó en Greta Garbo (por aquello del acento escandinavo) para interpretar
el papel protagonista. Ciertamente, la Garbo era «Divina», mas no lo suficientemente
convincente y diligente como para hacer en la pantalla de ama de casa y mama
amorosa. Con cincuenta años sobre sus espaldas, la todavía esbelta y bella
Irene Dunne (maquillada y agrandada su complexión a fin de hacer más verosímil
el rol de matrona noruega) borda el papel, acento nórdico incluido. Greta es «Divina». Pero Irene está aquí
sublime.
Las
más de dos horas de película pasan como un suspiro. El ritmo y el tempo son cadenciosos, como exige la
historia. La atmósfera es nostálgica,
y a veces también melancólica, efecto cinematográfico favorecido por la precisa dirección de George Stevens, la
evocadora música de Roy Webb y la fotografía de daguerrotipo tomada por la
experta mirada de Nicholas Musuraca. Hay, con todo, algunas secuencias verdaderamente maravillosas.
Para empezar, la que principia la
película, en la que Mama reúne a la familia el día en que Papa (carpintero de
oficio) ha recibido la paga semanal. Desea que
todos estén presentes en la ceremonia periódica de hace frente a los gastos de
la casa, en la asignación de las partidas económicas, no muchas monedas,
con las que pagar la factura de la luz y el gas, al carnicero, así como
asegurar las necesidades y contingencias más urgentes a cubrir, los chicos
necesitan material para ir a clase, y a Mama le urge cambiar de abrigo, un
abrigo cálido para los días de invierno, pero eso no urge, afirma ella, el
abrigo puede esperar…
Los Hanson tienen un huésped en casa, Mr.
Jonathan Hyde (Sir Cedric Hardwicke),
personaje discreto y taciturno, que paga la pensión cuando puede, normalmente
leyéndoles páginas inmortales de algunos de los libros que atesora en su cuarto.
Por la noche, después de cenar, los habitantes de la casa se reúnen en torno a
la mesa de la cocina mientras el inquilino lee a la concurrencia grandes
clásicos de la literatura en inglés. Katrin,
muy en particular, escucha, admira y aprende. Un día, el señor Hyde hace
las maletas, deja una nota en la entrada de la vivienda y desaparece. El hijo,
desde una tienda, ve cómo sube al tranvía y parte, el mismo vehículo de
transporte en el que en ese momento descienden las dos hermanas. Corren a casa y
dan cuenta del hecho a Mama. Leen la carta de despedida. Dentro hay un cheque
de más de cien dólares, indicándoles además que hagan el favor de aceptar su colección
de libros como forma de agradecimiento. Poco después descubren (la tía más fastidiosa
de las tres es la delatora) que Mr. Hyde no tiene cuenta corriente. Entienden,
sin enojo sino todo lo contrario, que el buen hombre, después de todo, ha
saldado la deuda con lo más preciado que poseía.
La
secuencia que trascurre en el hospital merece estar incluida en cualquier
antología de la historia del cine. La
pequeña Dagmar contrae una severa infección de oído y debe ser operada de
urgencia. Tras un par de horas de espera, el médico comunica a Mama y Katrin, presentes
y expectantes en la sala de espera de la clínica, que todo ha ido bien, ahora
la niña debe descansar y ellas abandonar el establecimiento, pues está
anocheciendo y son las normas. Pero, Dagmar es la pequeña, y Mama le ha
prometido verla cuando saliese del quirófano. Por la noche, no se admiten visitas, afirma severa la
enfermera jefe. Yo no soy una visita, yo soy Mama… He aquí una respuesta
inapelable, que, sin embargo, no es aceptada. De vuelta al hogar, Mama está
angustiada pensando en que su niña estará esperándola. Con el fin de calmarse,
se pone a fregar el suelo. Esto le da la idea de cómo llegar hasta la cama de
su hija en el hospital. Hacerse pasar por limpiadora del centro, llegando hasta
la pequeña arrastrándose por el suelo, frotando
aquel suelo tan poco hospitalario, para darle a Dagmar el beso de las buenas
noches.
Sin olvidar, la escena de la muerte del tío Chris. O la
secuencia del broche familiar que Mama vende para comprarle
a Katrin un regalo y que… Pero, qué caramba, esta película ¡hay que verla para
creerla…!
George Stevens es conocido
principalmente por ser el director de Annie Oakley (1935), Swing
Time (1936), Gunga Din (1939), Un
lugar en el sol (1951), Raíces profundas (Shane, 1953), Gigante
(1956), El diario de Ana Frank (1959), La más grande historia jamás
contada (1965). Pero, amigos míos, yo, mucho más que de estas célebres
películas, yo me a acuerdo de Mama…
¡Extra!
¡Extra!
El estreno
mundial de I Remember Mama tuvo
lugar en el Radio City Hall en Nueva
York, lugar emblemático y muy querido en Cinema
Genovés.
Con el nombre de Mama, se hizo una serie de televisión basada en la
película, producida y emitida por la CBS (1949-1957),
con la actriz Peggy Wood en el papel de Mama.
En
1979, fue estrenada en Broadway la versión musical de la obra con el mismo título, I Remember Mama, con libreto de Thomas Meehan, letras de canciones
de Martin Charnin y Raymond Jessel, y, atención a esto, música de Richard Rodgers.
George Steven tenía una capacidad tremenda para transmitir drama absorbentes, con una maestría asombrosa. Irene Dunne, una actriz que me gustaba bastante; destilaba sencillez y modestia. Entiendo que ella primara en detrimento de la Garbo, que, concuerdo perfectamente en que por su carácter e historicidad hubiera resultado imposible encajarla en el papel de ama de casa.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo, Daniel. Añadir además que, a mi juicio, Stevens estuvo mucho más dotado para el drama que para la comedia.
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Teneis razón. No se hacen películas como esta. Era otra época. Y, aunque sea lo mismo, en España se estrenó como Nunca la olvidaré
ResponderEliminarAh, Toni, por eso no nos cansamos de volver una y otra vez al cine clásico.
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