Título versión
española: Mágico dominio
Año: 1926
Duración: 83 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Rex Ingram
Guión: Rex Ingram, basado en la novela
de W. Somerset Maugham
Fotografía:
John F. Seitz
Reparto:
Alice Terry, Paul Wegener, Iván Petrovich, Firmin Gémier, Gladys Hamer, Henry
Wilson, Hubert I. Stowitts
Producción: Metro-Goldwyn Pictures
Corporation
The Magician es un film muy singular y sobresaliente, cuyo
cautivador título (nuevamente, devaluado y trivializado en la versión española
del mismo) transporta al espectador a un universo mórbido y malsano, enigmático
y turbio, al tiempo que le invita a recorrer una cadena de referencias
cinematográficas, literarias y culturales de primer orden. Para empezar, el director, Rex
Ingram (Reginald Ingram Montgomery Hitchcock), cineasta de origen irlandés,
emigrado a Estados Unidos en 1911 y que forma parte del núcleo más selecto de
los cineastas en la etapa silente, junto a D. W.
Griffith, Cecil B. DeMille, Erich von Stroheim y F. W. Murnau, aun siendo
mucho menos conocido y reconocido que éstos. Apenas se inició en el cine
sonoro, y tampoco fue un cineasta especialmente prolífico.
Con todo, filmó algunos de los títulos más notables del cine mudo, muchos de los cuales tienen en común el tratarse de adaptaciones cinematográficas de afamadas obras de la literatura: El prisionero de Zenda (1922), basada en la novela de Anthony Hope; Scaramouche (1923), a partir del relato de Rafael Sabatini; El jardín de Alá (1927), inspirada en el texto de Robert Hitchens; y, en fin, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1921) y Mare Nostrum (1926), títulos inmortales que remiten al escritor español Vicente Blasco Ibáñez, nacido en Valencia.
Con todo, filmó algunos de los títulos más notables del cine mudo, muchos de los cuales tienen en común el tratarse de adaptaciones cinematográficas de afamadas obras de la literatura: El prisionero de Zenda (1922), basada en la novela de Anthony Hope; Scaramouche (1923), a partir del relato de Rafael Sabatini; El jardín de Alá (1927), inspirada en el texto de Robert Hitchens; y, en fin, Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1921) y Mare Nostrum (1926), títulos inmortales que remiten al escritor español Vicente Blasco Ibáñez, nacido en Valencia.
The Magician pertenece, justamente, a este grupo de películas cuyo
guión ha sido alentado por un célebre libro, en este caso, la novela del mismo
título escrita por el reputado escritor W.
Somerset Maugham. He aquí el segundo eslabón relevante de la cadena —la
procedencia argumental del film— referido al principio. La obra en cuestión, perteneciente
al género romántico-gótico-fantástico, no
es, sin embargo, lo más característico de su producción. Es más, el mismo
escritor la definió como una incursión en una temática a la que fue inducido
por la literatura francesa, pues no se olvide que él mismo, hijo de un
diplomático británico destinado en Francia, nació y murió en Francia, lugar donde
además residió buena parte de su vida.
Para añadir más circunstancias
extraordinarias al caso, la novela fue acusada de plagio por Aleister Crowley, extravagante
personaje inglés, nigromante, ocultista, escritor de relatos fantasiosos y muy
escandalosos para la época, visionario, mago, precursor del imaginario hippie,
conocido por los pseudónimos de Frater Perdurabo y también de The
Great Beast (La Gran Bestia).
Y así llegamos al tercer anillo de la cadena que nos ata a la película: en la persona
de Crowley está inspirado su personaje principal de la cinta, Oliver Haddo (Paul Wegener), el mago.
The Magician, film muy
bien conducido por Ingram, tiene como principal virtud la de convocar y
combinar hábilmente buena parte de mitos y leyendas asociados al submundo de la nigromancia y el género de terror. Las situaciones e imágenes de la cinta aluden
directamente al Golem (ser
monstruoso hecho de arcilla), interpretado en el cine, producción alemana de 1920 dirigida por Carl Boese, precisamente, por Paul Wegener, el mago
de The Magician y el malo de la película.
El comienzo de la película nos sitúa en un
taller de escultura (y pintura) en París. Allí ultima la protagonista, Margaret
Dauncey (Alice Terry, actriz —y
esposa— habitual del director), una descomunal escultura de un fauno (las
connotaciones sexuales de la trama no han hecho más que empezar). Pocos
instantes después, la formidable talla parece cobrar vida al agitarse y
removerse. En realidad, no se trata más que del anuncio de su agrietamiento y posterior derrumbe, con tan mala fortuna que una parte del
monumento se desploma sobre la muchacha. La contusionada e involuntaria
aprendiza de bruja, cuya propia «creación» artística con apariencia animada diríase
haberse revuelto (rebelado) contra ella, queda gravemente herida, la columna
vertebral dañada.
Su amigo el doctor Portoet (Firmin Gémier) telefonea a su amigo el
doctor Arthur Burdon (Iván Petrovich),
afamado cirujano, para que opere de urgencia a la hermosa paciente. La
intervención quirúrgica resulta exitosa, la joven se recupera prontamente y los protagonistas de la misma (operador y operada) se enamoran.
Entre el público presente en el quirófano (médicos y estudiantes), vemos al
misterioso «doctor» Haddo, quien también fija su atención en la chica. Está
trabajando en un proyecto diabólico consistente en dar vida a unos homúnculos, sus criaturas, para lo cual precisa, entre
otros elementos, de la sangre de una muchacha virgen. La señorita Dauncey
es la víctima elegida, salvada del peligro en el último momento.
El bailarín Hubert Stowitts en el rol de fauno y Rex Ingram |
Además del Golem, en la macabra ceremonia
ha sido llamado a participar el universo
simbólico del conde Drácula: el signo revitalizador de la sangre, el doctor
Portoet, un sosias de Van Heflin. También la
huella del doctor Frankenstein, sirviente enano incluido, ejecutando sin
éxito su rito malévolo en una torre de pesadilla que acaba siendo pasto de las
llamas; el fuego purificador que aniquila el Mal.
No falta la alusión a Mefistófeles ni al espacio de la brujería. El
doctor Haddo es caracterizado de diablo que tienta a Fausto en la fabulosa
escena del sueño-pesadilla-deseo sublimado de Margaret en un aquelarre orgiástico donde asistimos a la
siesta y el despertar del fauno y a la noche de Walpurgis. Tampoco está ausente
el espacio circense, tan propicio para
recrear las maravillas y los portentos más insólitos, para asombro, pasmo y
hasta pavor de los espectadores curiosos que se acercan a las carpas en las que
la fantasía se confunde con la realidad.
Aunque ajustado a los cánones tradicionales y característicos del cine fantástico y
de terror, la película ofrece algunos momentos muy divertidos, propios de cine
cómico. Una de dichas secuencias está
protagonizada por el director de cine británico Michael Powell, con quien coincidió Ingram y la troupe de la
película durante su rodaje en unos estudios cinematográficos en Niza (Francia)
para la Metro-Goldwyn-Mayer.
He visto a Wegener en su papel de Golem. Aunque he leído la novela de Somerset Mugham en que se basa no he visto esa película pero sí mi abuelo que me comentó que aquí la titularon "Mágico dominio". Muy interesante lo de Crowley.
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Pues a ti, Borgo, que te gusta el género, la película te encantará. Haz caso a tu abuelo...
ResponderEliminarSalucines