Título
original: Only Lovers Left Alive
Año: 2013
Duración: 123 minutos
Nacionalidad: Reino Unido
Director: Jim Jarmusch
Guión: Jim Jarmusch
Música: SQÜRL
Fotografía:
Yorick Le Saux
Reparto:
Tilda Swinton, Tom Hiddleston, Mia Wasikowska, John Hurt, Anton Yelchin,
Slimane Dazi, Jeffrey Wright
Producción:
Recorded Picture Company / Pandora Films / Faliro House Productions
Es,
justamente, porque aprecio y admiro, en su conjunto, la obra cinematográfica de
Jim Jarmusch que me siento impelido
a mostrar, aquí y ahora, públicamente, mi desagrado y decepción por el último
film realizado, Sólo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013). Si, visto lo visto, simplemente
sintiera desaprobación por esta cinta absurda, mascullaría el lamento a solas,
o, a lo más, lo transmitiría en privado a las personas allegadas a mí. Más que
nada para prevenirles. Pero, el caso tiene antecedentes…
Desde
que soporté con resignación la mema película consumada previamente por Jarmusch,
Los
límites del control (The Limits
of Control, 2009), me he dedicado a repasar periódicamente algunas de sus
películas anteriores (con sumo agrado, por cierto), más que a estar expectante
en lo que podía estar tramando. Pero, esto, amigos míos, ya no es otro desliz,
un nuevo y consecutivo traspié. Tampoco un simple paso atrás, tras haber
dirigido, hace casi diez años, la muy atractiva película Flores rotas (Broken Flowers, 2005). Esto
ya es reincidencia y contumacia, obstinación e insistencia en la desfachatez. Esto roza la majadería hecha con
nocturnidad y alevosía: película de vampiros con ansia de ambrosía.
Dicen
que los films sobre vampirismo han vuelto a ponerse de moda. No sé, yo salgo
poco de noche y no sigo la moda de ningún modo. También se cuenta que gustan
mucho al público las cintas sobre zombies: a éstos los veo a diario en el metro
y por la calle, de manera que no tengo mucho interés por la versión
cinematográfica del asunto.
Pues bien, Jarmusch ha tenido que buscar financiación en el Reino Unido para perpetrar este producto mostrenco, porque en EE UU (que son muy egoístas) ya no tiene quien le produzca. El europeo es esnob con vocación y el inglés, especialmente inclinado al dandismo. Precisamente, las disposiciones que necesitaba Jarmusch para poder facturar la última entrega de su ¿definitivamente? torcida filmografía.
Pues bien, Jarmusch ha tenido que buscar financiación en el Reino Unido para perpetrar este producto mostrenco, porque en EE UU (que son muy egoístas) ya no tiene quien le produzca. El europeo es esnob con vocación y el inglés, especialmente inclinado al dandismo. Precisamente, las disposiciones que necesitaba Jarmusch para poder facturar la última entrega de su ¿definitivamente? torcida filmografía.
En
la primera mitad del siglo XX, docenas de cineastas europeos (y con ellos,
actores y técnicos) buscaban refugio y trabajo en Hollywood, favoreciendo así en
gran medida la materialización y el esplendor del periodo dorado del cine
americano. Posteriormente, el Séptimo Arte tuvo su particular Little Big Horn y ha sido vencido por
los cineastas apaches (en acepción
francesa) y las nuevas olas, por no
decir «tsunamis deconstruccionistas». Hoy, cuando el cine ya hace tiempo que no
es lo que era, puede volver a darse el fenómeno inverso; ya acontecido a partir
de los años cincuenta, coincidiendo con la Guerra Fría y el desmantelamiento de
los estudios en Hollywood. Y ahora con la Crisis… Woody Allen sería uno de los adalides o símbolos de dicha tendencia
transoceánica inversa contemporánea.
Sea
como fuere, resulta lamentable presenciar —y penoso tener que certificar— la decadencia de cineastas que uno ha
estimado y tenido por la última esperanza de resurrección del viejo arte total
del siglo XX. Vana esperanza. Pongamos que hablo de los citados (¿«finados»,
cinematográficamente?) Allen y Jarmusch, pero también de Martin Scorsese, los hermanos Coen,
David Lynch, Tim Burton…
Pero,
oiga, ¿de qué va la película de marras? Difícil saberlo. Adam (Tom Hiddleston) y Eve (Tilda Swinton) son dos vampiros que sobreviven
como pueden. A pesar de los nombres, ninguno reside en el Paraíso, sino él en
Detroit (alegoría actual de la crisis urbana y social en EE UU) y ella en Tánger
(supongo que porque le gusta y ya está). Más bien, diríase que están en el limbo, aburridísimos, colmados de eternidad.
La primera secuencia los muestra, por medio de sendos planos cenitales,
recostados cada uno en sus respectivos aposentos, mirando al infinito. Desde lo
alto —el cénit no es el Cielo—,
parece que un dios —o mejor, el genio maligno— les observa, mientras un disco
de vinilo (¡qué antiguo!) gira y gira (como il
mondo) ilustrando ese eterno retorno que es el vivir sin morir y muero
porque no muero.
Adam es músico new age, no por profesión, sino porque es un artista de larga
carrera. Eva va de aquí para allá (se
pone el velo musulmán para salir a la calle), visitando de cuando en cuando a
lo que queda de Christopher Marlowe (John
Hurt), no el detective privado ni tampoco el novelista Paul Bowles, sino el
autor que escribió lo que dicen que William Shakespeare escribió; en tal caso, el
vampiro debería ser éste y aquél, el vampirizado. Pero, estas criaturas de la
noche son muy peculiares.
De
pronto, Eve llama desde su iPhone a Adam y le anuncia su visita. Tras siglos de
relación, le echa de menos. También los
vampiros tienen corazón y sangre en las venas. Quien llega sin avisar al
apartamento-museo de Adam es Ava (Mia
Wasikowska), no la Gardner, sino la hermana de Eve, aunque la muy vamp devora a los hombres como la
célebre actriz. Aquello se convierte en un piso de estudiantes con asignaturas
pendientes. Oveja negra de la familia monster,
Ava trastorna la existencia tranquila, refinada y exquisita de estos vampiros
de diseño.
Acostumbrados
a una vida eterna sosegada y calmosa, Adam y Eve viajan en clase preferente,
van a discotecas de último grito, compran con dinero en efectivo en bancos de
sangre el fluido vital que beben en petacas de plata o copas de cristal fino, danzan con garbo y
duermen enroscados.
También hablan. O mejor disertan sobre las calamidades de il mondo que gira y gira; lo dicho, son
vampiros de buen corazón y con nobles sentimientos, al menos mientras dispongan
de barra libre para echarse un trago de néctar color borgoña. Pero, film-denuncia
al cabo, lamentan que el plasma tampoco
es como el de antaño, añada del XIX. Ahora está contaminado hasta en las
clínicas; de hecho, Marlowe fallece (pero, ¿no era inmortal, o sea, no mortal?)
por beber sangre ponzoñosa que debía haber dejado correr. Y de la calidad del
agua, para qué hablar. Adónde vamos a ir
a parar, se pregunta Adam desde la presunta eternidad... En consecuencia,
se ven obligados a sustraer lo que antes compraban. Y no digo más.
Tras
el visionado del último film dirigido por Jarmusch, a algunos antiguos amantes
de su filmografía les costará sobrevivir a tamaña experiencia, siendo reducidos al estatuto de zombies. Al menos así lo
siente quien esto suscribe. Aunque tampoco es cuestión de hacerse mala sangre…
Pero ¿ esto es en serio..? Es que no lo parece según lo cuentas, parece una broma, una burla de tanta peli y serie infumable de muertos vivientes o vampiros sedientos..¡un horror vamos!
ResponderEliminarTranquilo que yo no paso por taquilla.
Salucines
Muy en serio, Abril. Eso es lo malo del caso, que no estamos hablando de 'El baile de los vampiros'... Además de que confirma la debacle de un director, Jarmusch, que tiene unos títulos muy interesantes y al que cabe exigirle "lo que se debe". En fin...
EliminarSalucines
Ufff! Jarmusch es, para mí, un director de los más irregular. Imagino, por lo que cuentas, que en este caso ha vuelto a caer...
ResponderEliminarSalucines
A mi juicio, amigo DeWitt, Jarmusch ha hecho unas películas más que interesantes. La última, 'Broken Flowers' (2005). Sobre todo, a la vista del panorama contemporáneo...
EliminarAlgunos de sus films son, para mí, casi míticos: Down by Law (1986), Night on Earth (1991), Dead Man (1995), Ghost Dog: The Way of the Samurai (1999). Y de pronto...
Salucines
... Y es que los vampiros, desde que se han hecho alumnos de los institutos de secundaria y otras lindezas similares, ya no son lo que fueron. Se ha traicionado el verdadero espíritu del mito, sus rasgos característicos, su seductora, en origen, historia literaria... El cine, al igual que los libros, que todo pueden volverlo maravilloso, también todo pueden convertirlo en un espantoso ridículo. ¡¡A Drácula no le mataron el Dr. Van Helsing y los amigos de Jonathan Harker y Mina Murray, sino los autores del cine y la literatura de estas dos o tres últimas décadas!!
ResponderEliminarRespecto a Jarmusch, acaso se le pueda dar una nueva oportunidad, por si quiere y sabe aprovecharla.
Gracias, Capayespada, por tu amable comentario y bienvenido a Cinema Genovés.
EliminarPues, no puedo estar más de acuerdo con tu análisis de neo-vampirismo que nos invade en las pantallas. Por lo demás, sí, cierto, le daremos otra oportunidad al bueno de Jarmusch. Aunque ya estamos prevenidos...
Salucines