Título original: Liberty
Año: 1929
Duración: 20 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
Leo McCarey
Guión:
Leo McCarey, H.M. Walker
Fotografía:
George Stevens
Reparto:
Stan Laurel, Oliver Hardy, Tom Kennedy, Sam Lufkin, James Finlayson, Jack Hill,
Harry Bernard, Jean Harlow
Productora: Hal Roach Studios /
Metro-Goldwyn-Mayer
Si tengo que seleccionar el título más
meritorio de la extensa y rica filmografía de Stan Laurel y Oliver Hardy
(El Gordo y el Flaco), he aquí mi opción: Liberty, un cortometraje
sencillamente genial. En la dirección, Leo
McCarey. Operador y director de fotografía, George Stevens. Sólo en los primeros momentos del cine fue posible
reunir en una misma producción cinematográfica tanta categoría y celebridad,
libertad creativa y pasión artística. Comedias tan divertidas, hilarantes y
descacharrantes como Liberty (1929),
haberlas, haylas. Es verdad. Sea como fuere, esta semana traemos a Cinema Genovés una pequeña
obra maestra, una diversión asegurada, que ningún buen aficionado al cine debería
perderse. Y por si fuera poco lo señalado hasta ahora, la cinta cuenta con
una de las primeras intervenciones fílmicas de Jean Harlow, interpretando un breve papel, antes de convertirse en
rubia platino y en superestrella de Hollywood.
Leo McCarey, uno de los grandes del
cinematógrafo, mostró una extraordinaria capacidad para la comedia a lo largo
de su carrera. Además del título que nos ocupa, dirigió, entre más de cien
trabajos, Torero a la fuerza (The Kid from Spain, 1932), Sopa
de ganso (Duck Soup, 1933) y Milky
Way (1936), tal vez las cintas más emblemáticas de Eddie Cantor, los Hermanos Marx y Harold Lloyd, respectivamente. Como puede comprobarse, refiero nombres y cintas de primera
categoría, palabras mayores… Aunque, en este caso, debamos fijar nuestra
atención en un memorable film mudo.
Para
hacer posible la buena comedia, además de (buen) sentido del humor, hay que
tener la facultad de saber reírse de uno mismo. La cinematografía americana y la italiana son los
modelos de este principio llevados a su máxima expresión y perfección práctica.
He aquí una grandeza cinematográfica sin complejos. Reparemos en el arranque de
Liberty. Un breve prólogo, en el que son ensalzados los valores de la libertad
en la historia de EE UU por medio de intertítulos, ilustrados con imágenes de
tropas norteamericanas y presidentes de la nación: Washington y Lincoln, nada
menos.
Primera
secuencia. Como muestra palpable de
que la libertad, en efecto, es el primer valor estadounidense, vemos a dos
presidiarios, interpretados por Oliver y Hardy, fugados de la cárcel, que
corren por una carretera huyendo de los guardias… Unos compinches les esperan a
pocos metros en un coche donde les han preparado ropa civil con la que
sustituir la delatadora vestimenta a rayas. Un coche de la policía les pisan los
talones, de modo que el cambio de ropa se hace precipitadamente.
Una vez en la ciudad, bajan del coche y advierten los ya ex-presidiarios que han intercambiado los sombreros de bombín. Se trata sólo de la primera bomba cómica, un error, en cualquier caso, fácil de remediar. La segunda es percatarse de que uno lleva los pantalones del otro y viceversa; lo que al Gordo le aprieta, al Flaco le viene grande. Es preciso poner las cosas en su lugar, pero ¿dónde, estando en el centro de la urbe con gente por todas partes? Buscando el amparo de una esquina o un callejón intentan varias veces hacer el cambio, operación que produce situaciones muy comprometidas e inciertas, que invitan al equívoco: ver a dos adultos con los pantalones a media pierna…
Intentan infructuosamente realizar su objetivo en el interior
de un taxi. Al salir del coche, ajustándose las calzas, todavía de tallas
desajustadas, una pareja (la muchacha es interpretada por Jean Harlow) los
observa con estupefacción, echando un atento y receloso vistazo en la cabina
del vehículo antes de introducirse en él.
Ocultándose tras una
pila de cajas de mariscos, un cangrejo
muy vivaracho se cuela accidentalmente en el interior de la anchurosa prenda
que porta Stan, sin éste reparar en el detalle. Lo que sí percibe entre
sorpresa y picazón son los pellizcos que
le propina periódicamente el crustáceo. Oliver, ignorando la causa de los
saltitos acompasados y compulsivos de Stan, le reprende que llame la atención
de esa manera. Amigos míos, hay que verlo para creerlo…
Huyendo nuevamente de la policía que los
toma por pervertidos o, como mínimo, gamberros, uno de ellos saltarín, llegan
al solar donde está construyéndose un
rascacielos. Deciden subirse a un andamio, el más alto de la obra, donde
encontrar un poco de privacidad. Allí, finalmente, logran intercambiarse los
pantalones, incluido el cangrejo que pasa a hacerse un nuevo hogar entre el
calzón y las carnes de Oliver, a quien le toca ahora sufrir las caricias del
animal. A continuación, viene lo más difícil: lograr deslizarse por las vigas
del edificio en construcción, superar el vértigo y bajar a tierra. En este punto, los paralelismos con el
humor aéreo y acróbata de Harold Lloyd son notorios, aun contando con las divertidas
torpezas de la pareja de cómicos más famosa de la historia del cine.
Última
escena. Cuando logran por fin llegar
al montacargas, un policía les espera bajo, a pie de obra. El elevador, que
también desciende, lo hace tan raudo que pilla al agente en la base del mismo,
quedando éste aplastado. Stan y Oliver, con el campo abierto, escapan presurosos
hacia la libertad. Una vez elevado de nuevo el montacargas, un enano
interpretando al policía que le calló parte del mundo encima, refunfuña, patalea
y maldice su mala suerte, y que se les hayan escapado los dos piezas.
Pero, ¿qué es esto de contar las
películas? Esta no hay que perdérsela, caramba…
Esta sí que se pierde en la noche de los tiempos amigo Fernando y que no recuerdo haber visto.
ResponderEliminarY no, no debes contarla, mejor verla.¡Menuda pareja! La risa asegurada.
Salucines
Cierto, Abril, se le caen a uno los pantalones de tanto reír con esta peli...
EliminarSalucines