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lunes, 4 de febrero de 2013

OSAMA, OBAMA & CÍA


Ya saben ustedes, amigos míos, que no frecuento mucho los estrenos cinematográficos, las salas de cine, de bingo ni de masajes, y que tampoco sigo con la expectación de antes los Premios de la Academia de Hollywood, esto es, los Oscar. Sin embargo, nobleza obliga, la actualidad manda, la curiosidad cosquillea o lo que ustedes quieran. El caso es que heme aquí, de nuevo, ocupado en las películas que nutren las carteleras de cine de la semana, teniendo, en consecuencia, que hablar no necesariamente de cine o de algo más que de cine... Y, por qué no decirlo también ando un poco preocupado por la especial deriva que está llevando mi muy querido cine americano en los últimos años.

No es que confiara en una resurrección repentina del cine clásico o algo así, ni se trata de algo que me quite el sueño, pero, caramba, si a algunos siempre les quedará París, yo siempre he buscado refugio y consuelo cinematográfico en Hollywood. Ay, ¿qué va a ser de mí, a quiet man, si ya no me dejan ni soñar tranquilo…?

Allí están pasando cosas muy raras últimamente. Más que nunca jamás. Por ejemplo, en la próxima ceremonia de los Oscar hay dos títulos que parecen disputarse, a la cabeza de la carrera, los premios más selectos: Lincoln y La noche más oscura, películas dirigidas, respectivamente, por Steven Spielberg y Kathryn Bigelow, esta última reseñada recientemente en este espacio. No voy a recensionar ahora, sensu stricto, Lincoln, porque no vale la pena desde el punto de vista cinematográfico. Sólo deseo traer a cuento dicho film para ilustrar el contenido de esta entrada, uy, me temo que demasiado extracinematográfica. Pero, es que me provocan…


¿Qué tienen en común ambas cintas? Que se lanzan de plano en la política interior y exterior norteamericana, una de manera explícita (La noche más oscura), la otra de manera implícita, encubierta, casi subliminal (Lincoln). Una circunstancia que, si no me falla la memoria, no es, afortunadamente, muy habitual en los Oscar (acaso tan sólo durante los años de la Segunda Guerra Mundial, en los que la propaganda y el patriotismo dominaban el espacio y el tiempo). Ni siquiera los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 monopolizaron la gala que vino después de ese año fatídico. El señor de los anillos: La comunidad del anillo (Peter Jackson directing) batió, sin ir más lejos, a la más comprometida cinta Black Hawk Derribado (directed by Ridley Scott).

¿Qué tienen de diferente en cuanto al contenido? Que La noche más oscura se mantiene dentro de la tradición y no mezcla tan directamente ambos ámbitos: política interior y exterior. Que en el film dirigido por Bigelow, buscando a Osama, sale Obama, pero sólo en un escena (muy buena, por cierto) en la que las protagonistas del film, agentes de la CIA, ignoran la aparición en televisión del presidente durante una conversación sobre lo realmente importante: cumplir con su misión y cazar al terrorista. 



Lincoln, por el contrario, penetra sin contemplaciones en la política doméstica americana desde una perspectiva partidista, en la que además el enemigo ya no es una potencia exterior, una fuerza extranjera o un grupo terrorista sino el adversario político. Y en la que Barack Hussein Obama está presente en espíritu durante toda la proyección...


Muchas cosas han cambiado desde la era dorada de Hollywood hasta los tiempos actuales. Pero, como el que tuvo, retuvo, el cine americano ha mantenido determinadas usanzas y modos sustanciales, léase: que pase lo que pase el espectáculo debe continuar (he dicho «espectáculo») y que la confrontación política tiene que mantenerse al margen del cine; como la decencia de la mujer del césar, tanto en la realidad como en la apariencia. 

¿Qué ha pasado ahora? Pues que la actual administración estadounidense está comandada por el presidente Barack Hussein Obama, quien desde su llegada al poder ha hecho público su principal propósito político, a saber: cambiar América en todos los sentidos, de arriba a abajo. Incluido el cinematográfico, claro está. ¿En qué dirección? Hacia el este. Tomando Europa como modelo social, político y económico de referencia. Un brusco viraje que a los votantes del presidente demócrata, probablemente, complacerá y a la mayoría de europeos (estoy seguro), también; pero no a todos (de esto último no estoy menos seguro).

«No la toques ya más, que así es la rosa...» (Juan Ramón Jiménez)

De momento, ya estamos viendo los efectos, los resultados: la declarada politización del cine; o para ser más precisos, la involucración de la Administración en las producciones cinematográficas y viceversa. Algo que a mí, como aficionado al cine, me disgusta bastante, con franqueza. Algo que como europeo estoy muy cansado de percibir y de sufrir por estos lares… Algo de lo que creía libre al cine americano.

El caso del film Lincoln es tan manifiesto, tan descarado, a pesar de estar tan enmascarado… Si no es una película de encargo (comisionada por la Casa Blanca), está al servicio del actual presidente de los Estados Unidos de América. No sé qué sería peor. 

Aunque lo peor, lo peor de todo es el posicionamiento partidista que conlleva: Partido Demócrata versus Partido Conservador a cuenta de la esclavitud de los negros durante el mandato del presidente Abraham Lincoln ¡y de la guerra civil! No sé si les suena eso de mezclar la contienda política contemporánea con las hazañas bélicas del pasado de una nación... He aquí un argumento que vuela raudo hasta nuestros días, cuando, mira por donde, un hombre de raza negra, del Partido Demócrata, ocupa la Casa Blanca, qué casualidad.


Spielberg en el film que dirige y produce pinta de negro el perfil de Abraham Lincoln, pretende, siendo éste republicano (no aquél), atraerlo a la causa demócrata, la de ayer y la de hoy. Los políticos demócratas tenían un problema. Es el siguiente: históricamente hablando, fue el Partido Republicano el que abanderó el fin de la esclavitud en EE UU, mientras que el Partido Demócrata se resistía a ello. Pues bien, había que poner remedio a esto, retorciendo los hechos y manipulando las perspectivas de los mismos. ¡Salvad al presidente Obama…! ¿Estará preparando la actual Administración en EE UU una Ley de Memoria Histórica como han hecho por aquí…?

Lincoln, producida y dirigida por Steven Spielberg: casi dos horas de película, empeñadas en este propósito, resulta tan fatigoso como irritante. Casi dos horas de divagaciones y disputas entre políticos a ver quién se queda con la paternidad de la famosa enmienda liberadora de la raza negra. ¿Será esto del gusto del público? ¿Ganará en la próxima ceremonia de los Oscar? Esto, ay, certificaría el cambio de rumbo mencionado, sin duda alguna.



¿Acaso pretenden volver a dividir y a enfrentar al país, también en EE UU?

Luego está, qué caramba, no se me vaya a olvidar, el Django desencadenado (Django Unchained), ese disparate urdido por Quentin Tarantino, más burdo y provocador de lo habitual… Pero no por ello más inocente... Y también El vuelo, interpretada, al frente del reparto, por Denzel Washington. Todo al mismo tiempo. ¡Cómo está Washington…! 


No exactamente, Tommy Lee. Será así, si se respeta la ley, porque ya ha cubierto los dos mandatos y no se puede volver a presentar. Aunque, puestos a cambiar América, desencadenado el asunto...

7 comentarios:

  1. Pues mira que coincidimos en lo de Lincoln, señor Genovés. A mí además de partidista, me resultó aburrida y súmamente irritante. Si me permites los elogios van a parar a la soberbia actuación de Day-Lewis y la exquisita fotografía, lo demás no me ha parecido nada del otro mundo.

    Un abrazo!

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    1. Pues eso que dices muy bien, daniel: nada del otro mundo... en el Nuevo Mundo.

      Salucines

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  2. jajaja , que crítico, censor , eso sí delicadamente y con educación como sólo sabe vd. hacer. Mire yo he visto todas las películas, y estoy de acuerdo que el cine americano está como está, sin embargo, fuera del contexto "político" y simplemente desde el más puro cinematograficamente que me es posible, Lincoln me parece un gran fresco con momentos soberbios y un trabajo actoral (D.D. Lewis y el personaje de Tomy Lee Jones), amén de una de las mejores bandas sonoras, y eso que yo no soy muy de John Williams, de los últimos tiempos. ¿Que se entrevee (como dices) todo ese amarillismo por detrás? Vamos, ahora siendo osceno, que nos la están metiendo "enroscada", pues sí, es cierto, pero le digo que no me paro demasiado a analizarlo de esa manera, Spielberg me ha demostrado que sigue teniendo buena mano con la narración y que la Bigelow sigue teniendo un dinamismo envidiable. Tarantino no me va demasiado, además no he visto la película, y The Flight es lo que és, un hermoso telefilme para ver un domingo de invierno tapado con una manta en el sofá de la casa. Que conste que estoy de acuerdo con todo este trasfondo que sacas a relucir, pero ya te digo que las he visto desde un punto de vista menos crítico y más cinéfilo, por decirlo de alguna manera. Anyway, sensacional entrada y a sus pies.

    Abrazo
    Roy

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    1. Crítico, vale, amigo Roy, pero censor... sólo en el sentido de censurar (o sea, criticar) algunas modas y tendencias en el cine.

      También yo procuro distanciarme del "contexto político" cuando se trata disfrutar de una película. Aunque no me negará que a veces nos lo ponen muy difícil. Especialmente, en estos últimos tiempos...

      Ah, y levántese usted, hombre, que no soy una dama...

      Salucines

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  3. Por cierto donde pone osceno debería de poner obsceno, es que me acelero...

    Saludos.

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  4. Deja lo que quieras, Fernando, pero no dejes la sala de masaje, que eso es bueno para la salud... :-)

    Este fin de semana tengo al amigo Abraham en "mi cine" y por una parte me gustaría verla y por otra no. Spielberg, cuando se pone serio, me da grima; tengo ganas de ver a Day-Lewis pero si voy mañana, lo veré a medias, porque doblado al castellano no es lo mismo. Soy un mar de dudas, y tú, francamente, las has incrementado.... jajajaja....

    Un abrazo.

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    1. Pues sí, Josep, un buen masaje le deja a uno relajado y listo para la revista...

      Y no, no, nada de doblajes. En VO, como Dios manda. La película tiene para mí interés, más que nada, extra-cinematográfico. Desde esa perspectiva, pues como el que se toma un jarabe para la tos...

      También creo que se ha exagerado la interpretación de Day Lewis.

      Salucines

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