Título original: The Shamrock Handicap
Año: 1926
Duración:
66 min.
Nacionalidad:
Estados Unidos
Dirección:
John Ford
Guión: John
Stone (basada en una historia de Peter B. Kyne)
Fotografía: George Schneiderman (B&W)
Reparto: Janet Gaynor, Leslie Fenton, Willard Louis,
J. Farrell MacDonald, Claire
McDowell, Louis Payne, George Harris, Andy Clark, Ely
Reynolds
Producción:
Fox
A
la hora de contar los denominados films irlandeses de John Ford,
esto es, los títulos de la filmografía del cineasta ambientados en Irlanda, no es fácil ver citado La hoja de trébol (The Shamrock Handicap, 1926); una
película de ninguna manera desdeñable ni para ser olvidada. Por aquellos años,
la personalidad cinematográfica de Ford ya estaba asentada. De una manera indiscutible, desde la producción de El caballo de hierro (The
Iron horse, 1924), cinta pionera por excelencia: de América como
nación, pero, asimismo, de John Ford como pilgrim
father del cine clásico.
En
1925, rueda Sangre de pista (Kentucky Pride), film sobre carreras
de caballos, interesante y poco más. Acaso con el propósito de perfeccionarse
en esta temática, Ford pone en marcha a continuación el proyecto La hoja de trébol. El título no puede
ser más evocador y significativo. Remite directamente a la vieja Irlanda, a las
antiguas tradiciones del país, al color de la esperanza, a los antepasados del propio
cineasta, a las historias de caballos y jinetes, a las bromas y las peleas en sana camaradería, al
valor de la familia y la propiedad, a la sabia fusión del drama y la comedia.

Aun
con méritos propios, La hoja de trébol puede entenderse, lejanamente,
como una especie de pre-precuela (valga
la tartamudeante expresión) de El hombre tranquilo (The
Quiet Man, 1952): es realizado, no tras el título de referencia,
sino muchos años atrás, para encontrar allí huellas del background de una trama.
La hoja de trébol narra, en
efecto, la historia de un personaje-tipo fordiano que muy bien podría ser Sean Thornton,
uno de entre los muchos Sean Thornton habidos. Hablo de esas gentes que emigraron a Estados
Unidos soñando con hacer las Américas, para, como quien cierra un círculo, acabar regresando a la patria de los
ancestros. Y, en particular, hablo del puro y mítico Innesfree que
bullía en la cabeza del cineasta nacido en Maine con el nombre de Sean Aloysius O’Feeney. Sabemos el
porqué del camino de vuelta y de cómo Sean (cualquier Sean) volvió a la granja
en Irlanda de la familia. Pero, ¿nunca se preguntó, amigo lector, qué circunstancias concretas hicieron
que emigrara a América?
La
primera secuencia de The Shamrock
Handicap nos acerca a la propiedad de Sir Miles O'Hara (Louis Payne), noble irlandés dueño de
unas tierras pobremente cultivables, pero orgulloso de poseer una rica cuadra
de caballos de carreras. Persona de buen corazón, y hombre a pesar de todo, no
siempre cobra la renta de sus aparceros, especialmente, si quien pide el favor es una niña tan angelical
como la que nos muestra el agudo Ford en la pantalla, ofreciendo, a cambio del alquiler, un pago en especie: «ya que es usted tan
goloso, ¿no aceptaría unos bollos de avena?»

El Fisco no es tan
gentil ni desprendido como Sir Miles, aunque sí de lo más goloso... Le hace saber
formalmente que si la hacienda privada no cobra las deudas privadas, la
Hacienda pública, por lo que a ella respecta, no le va a perdonar ni un centavo. Es curioso: dentro
(y fuera) del cine suele mostrarse (y condenarse), una y mil veces, la avaricia de los
empresarios y de los potentados particulares, pero rara vez la codicia recaudadora del
ente más poderoso y coactivo que existe: el Estado.

Sir
Miles, en consecuencia, debe vender la yeguada para poder hacer frente a las obligaciones
con el erario público. Un promotor americano de carreras compra algunas buenas
piezas, menos la yegua que monta su hija Sheila O’Hara (Janet Gaynor: encantadora a sus diecinueve añitos; un año despúes, rueda Seventh Heaven/El séptimo cielo, a las órdenes de Frank Borzage). Un ardid del
jockey ― y, a la sazón, pretendiente de la muchacha: Neil Roos (Leslie Fenton)― , durante la exhibición de las proezas de los equinos, frena el esplendor de Oscura Rosaleen ante la carrera y el comprador, intentando así no desposeer a la princesa de la reina
de las yeguas. Como premio al amor y la lealtad, Ross recibe la oferta de
ir a América.
Sir Miles.- Y mi chico... Y
ella... Se marchan a América. Ahí los ves, «Con», la mejor sangre de Irlanda...
¡Y se van para no volver más!
«Con».- ¡Bueno, yo todavía
estoy aquí!"
La réplica del leal «Con» a la melancólica lamentación de Sir Miles se me antoja el directo anticipo de una de las más célebres secuencias de ¡Qué verde era mi valle!
(How Green Was My
Valley,
1941). Tras una fuerte discusión familiar durante la cena, en casa de los Morgan,
los hijos mayores se van de casa, y emigran a América. Las mujeres de la casa
desaparecen del plano para ayudar a los chicos a hacer el petate. El padre (Donal Crisp) queda meditabundo y
abatido. El hijo menor (Roddy
McDowall), quien continúa comiendo
en silencio, sin entender exactamente qué ocurre a su alrededor, tras cada bocado deja caer notoria y ruidosamente los cubiertos sobre el plato a fin de que
su padre se aperciba de su presencia, de su permanencia: «Sí, hijo mío, sé que estás ahí...»
Retomemos el hilo de La hoja de trébol. Una
vez en el nuevo continente, Ross sufre un accidente durante el entrenamiento con
vistas al derby («Por fin... El Hándicap
del Trébol...»), quedando (temporalmente) paralítico. Durante la estancia en el hospital, recibe
una carta de Sheila. Hacienda, finalmente, ha vencido a la hacienda; ahora
les toca a ellos emigrar a Estados Unidos: el padre, la chica y la yegua-reina, el leal
empleado de Sir Miles, Cornelius Emmet Sarsfield «Co» O'Shea (J. Farrell MacDonald) y su inseparable oca de compañía.
El momento de la llegada en
barco a tierra americana contiene la secuencia más emotiva del film. Ross
está ansioso por ver a Sheila. No le ha contado nada respecto al accidente. En el encuentro en el muelle del puerto
a uno de esos momentos emotivos y espléndidamente narrados característicos del
Ford más inspirado.
Hay
que preparar a Oscura Rosaleen para la gran carrera. Mientras tanto, Sir Miles
y «Co» tienen que ganarse la vida; por ejemplo, cavando zanjas. Varios compañeros de
pico y pala escuchan cómo éste se dirige a su amo con el título de Sir, lo que
provoca la chanza general.
Esto es América, «Co», una democracia, donde todos
somos iguales, afirma condescendiente y comprensivo Sir Miles. Sí, viene a
decir su fiel escudero, pero también somos republicanos... En consecuencia, les da una buena
lección de orgullo irlandés a los impertinentes buscapleitos. La niña angelical,
agradecida, les lleva de comer y abraza al benefactor, vestido ahora con un mono de trabajo (pero, sin quitarse la
corbata), rodeado de compatriotas policías que han acudido para parar la pelea, pero más que nada respondiendo a la llamada de la vieja Irlanda.

Todo
el mundo preparado para la salida de la gran carrera. Accidentalmente, el jockey que monta a Oscura Rosaleen, cae
del caballo y se tuerce el tobillo. Todo parece perdido, el dinero del premio,
las apuestas ya cerradas. De pronto, sacando fuerzas de flaqueza, Ross propone sustituir al nuevo accidentado. Tras una leve protesta de los presentes
(es mucho peligro, no estás en condiciones de galopar), acuerdo general:
correrás y ganarás. Y así ocurre. Aunque sea a costa de una nueva caída.
Retorno
a Irlanda, ricos y famosos. Otra vez. Gran recibimiento. Sir Miles entra en
casa. La puerta del jardín, mal fijada a los goznes de la pared, vuelve a caer. Desde que la vimos rota al principio de la cinta, «Co» todavía no la ha arreglado. Bueno, enseguida
me pongo en ello..., Sir Miles. Estamos nuevamente en Irlanda, en efecto.
Por
su parte, Sheila y Neil renuevan la promesa de amor formalizada antes
de la partida a EEUU en el mismo escenario fordiano: al fondo, verde paisaje (aunque lo veamos en b/n), rebaño
de ovejas, cruz celta; en primer lugar, la pareja. La familia reunida les espera.
Neil Ross.- El trébol nos lo ha traído todo: suerte, fe
y esperanza... ¡Y amor!