«Siempre me han fascinado los perdedores, los que fracasan en una actividad, pero quizá triunfan en otra, los que intentan algo y no lo consiguen, o no lo logran por completo; me han interesado más los directores con una filmografía irregular; los llamados malditos, que los triunfadores, los realizadores con una ascendente carrera impecable, aquellos a quienes todo les sale bien gracias a una mezcla de esfuerzo y suerte. Por regla general las vidas de los fracasados y, en especial, sus películas, las pocas que logran hacer a su gusto, son mucho más vivas, más atractivas que las de los triunfadores.» (pág. 7).
Con este párrafo arranca 300 directores malditos, libro escrito por Augusto M. Torres, derrochando una redacción y una gramática imperfectas, para así acaso dar prueba y ejemplo de la declaración inaugural, y que no quede la cosa como una simple pose, una bravata, una boutade. Nadie es perfecto, ¿no es cierto? ¿O sí lo es? Depende del ángulo en que nos situemos, si en la ética o en la estética, en el mundo real o el imaginado.
Lo hemos visto y leído cientos de veces en rótulos impresos en la pantalla: «cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia».
Lo hemos visto y leído cientos de veces en rótulos impresos en la pantalla: «cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia».
La primera contrariedad que provoca el volumen en cuestión salta a la vista. Lo trasluce el mismo título. ¿Quiénes y qué son los llamados «malditos»? ¿Y cuántos? La crítica cinematográfica y la historia del cine están repletas de lugares comunes, de apreciaciones y postulados tomados como verdades evidentes por sí mismas. Rebosante está, asimismo, de creencias y credos repetidos incansablemente, reproducidos por doquier, de generación en generación, sin apenas cuestionamiento crítico, sin que el receptor llegue a entender el alcance último y profundo de los mismos. El tópico adquiere así rango de lema y eslogan, más que de caracterización objetiva.
Ensalzar el cine de «perdedores» frente al de «triunfadores»; patrocinar el cine «independiente», en contraposición al cine «comercial»; aceptar sin más toda «vanguardia» y todo «experimentalismo» como un valor cinematográfico; oponer la producción «artística» (¿artesanal?) a la «industrial»; denigrar las películas por el simple hecho de ser exitosas y taquilleras, al tiempo que aclamar títulos de acogida minoritaria o simplemente ignorados por los espectadores. He aquí un prontuario de posturas tan extendido como poco ponderado. Unas posturas (o imposturas) que no pueden ser tenidas por meras opiniones, entre otras. Porque, a menudo, acogen un inconfesado sesgo ideológico.
¿En cuántas películas los héroes son empresarios, y bien vistos los éxitos de la actividad emprendedora? Por el contrario, abundan los títulos en que son presentados como feroces sanguijuelas sin corazón ni escrúpulos, mientras el éxito económico es mostrado como efecto necesario de la rapiña y la explotación. ¿Por qué, por lo general, la protagonista se enamora siempre del «canalla» y no del «buen chico»?
Los ejemplos a este respecto son incontables. Y con el apogeo de la «corrección política» a escala global, abrumadores. Se ha dicho, y con razón, que el «bueno» representa lo virtuoso y el «malo», lo interesante. Pero, la razón de semejante dualidad debe entenderse en un sentido estético. De igual forma, determinada conjunción de colores son prohibidos por el director de fotografía en un rodaje o no se aconseja llevar prendas de vestir a cuadros o a rayas para salir en televisión
Henos, en consecuencia, ante una especie de antología de directores cuyos elementos en común quedan condensados en el atributo «maldito». Ciertamente, el autor da algunas pistas en la introducción («A modo de prólogo») que intentan justificar la selección: directores de una sola película u obra escasa, con «mala suerte», realizadores represaliados por el senador McCarthy al frente del Comité de Actividades Antiamericanas o perseguidos por el «camarada» [sic] Stalin, amateurs o marginales, etcétera. Pues bien, no acierto a encontrar el denominador común de semejante reunión. Afirma el autor que su selección es «tan personal y discutible como cualquier otra». Vale, mas, en tal caso, el criterio hubiese exigido una mayor aclaración y fundamentación que la aquí ofrecida, limitada a dos concisas páginas. La puntualización y la precisión no son caprichosas ni vanas; especialmente, en este caso. Pues, el propio sentido del volumen depende de ellas.
El lector puede consultar la ficha correspondiente a Marlon Brando, Benjamin Christensen, André Delvaux, Peter Greenaway, Vicente Molina Foix y Liv Ullman, entre muchas otras entradas. Pero no encontrará ninguna referida a Jean Epstein, a Richard Cunha, a Robert Fuest, ni a Iñaki Arteta, entre bastantes otros... ¿malditos? ¿Ausencias y presencias justificadas? ¿Con qué criterios? ¿Qué tienen aquéllos que no tengan éstos? Mientras unos brillan por su ausencia, a otros desconcierta verlos incluidos en una lista de esa clase. Juan de Orduña y Edgar Neville, Herbert Ross y Richard Benjamin, Franco Rossi y Jim Jarmusch... ¿qué tienen de «malditos»? Y si lo tienen, ¿por qué no es justificado convincentemente?
A propósito de «directores malditos», no sabemos, al fin y a la postre, si son todos los que están, ni si están todos los que son. Augusto M. Torres, en su condición de crítico e historiador de cine, ha publicado una larga lista de títulos. Como director, ha realizado (hasta la fecha, y según datos de este reseñador) una película sobre el incesto entre un padre y su hija, Las películas de mi padre (2007). ¿Le hace esto ser director «maldito»?
«Siempre me han fascinado los perdedores, los que fracasan en una actividad, pero quizá triunfan en otra, los que intentan algo y no lo consiguen, o no lo logran por completo».
Suena a desvarío sin ningún interés. Yo lo estuve hojeando hace cosa de un mes y me preguntaba continuamente qué tenía tal o cual de maldito, a veces eran simplemente directores sin suficiente difusión en España.
ResponderEliminarMucho más interesante parece "Vidas secretas de grandes directores de cine" de Robert Schnakenberg, editada por Oceano, que me mantuvo largo rato hipnotizado junto a la estantería de FNAC. Ahí el criterio del libro está muy claro, jugoso y desprejuiciado morbo, sin coartadas pseudoreivindicativas.
Saludos
Esta reseña es una continuación de tu capítulo veraniego sobre la ironía? jeje!
ResponderEliminarUno que viene de publicar alguno de sus dogmas de fe (no son 10 porque son 7, yo tampoco quiero ser perfecto o yo también quiero ser maldito, lo que usted desee) debe confesar que nunca ha entendido muy bien este tipo de publicaciones que siguen el rastro de "101 películas que debes de ver antes de morir" y similares. La subjetividad suele ser la protagonista de estos inventarios cinematográficos. Por otra parte, tampoco se me ocurriría forma alguna de abordar dicha empresa sin ser subjetivo.
Aunque el arranque del libro suene a justificación, bonita, pero justificación a fin de cuentas, yo también me quedo con la duda de saber qué es para el autor un "director maldito". Yo, por mi parte, prefiero decidirlo por mí mismo y atribuirle el manido epíteto a quien considere oportuno.
Un abrazo, amigo!!
Parece que está un poco de moda, ya desde hace bastante tiempo lo excesivo en los libros de cine. Yo me compré hace años "los perdedores de Hollywood" que bien podría parecerse a este, Leonard Matlyn saca una guía "del cine que no hay que ver" y otros nos ofrecen "las 1001 películas" que hay que ver antes de morir. El mercadillo de las publicaciones de cine hace tiempo que se ha expandido a , perdón por la grosería y siempre bajo mi punto de vista en general este tipo de libros son una porquerìa, por suavizarlo un poco. El caso es que D. Augusto M. tiene dos quasi incunables, de lo 8o o por ahí, su "Videoteca básica de cine" y "el cine americano en 1oo directores" que me parecen herramientas mas útiles y enriquecedoras que todas estas vueltas de tuerca que le están dando a estas publicaciones. También pienso que pueden ir dirigido a un publico joven e iniciático.
ResponderEliminarComo en el chiste aquel dan ganas de decir "bebo lo que me sale de los cojones" Saludos con lluvia desde el norte.
Por cierto, ayer he estado viendo "otro" sobre John Ford a cargo del sr Torres dulce, que parece querer seguir viviendo de la inercia...
Creo, Isak, que has acertado en la expresión que califica (o, más bien, descalifica) el presente libro. Se trata de un texto guiado por “coartadas pseudoreivindicativas”. Triple error que cualquier autor debería evitar:
ResponderEliminar1) refugiarse en coartadas a la hora de escribir un libro,
2) entender el cine como medio desde el que reivindicar “cosas” extracinematográficas y
3) no reconocerlo honestamente.
Lo malo del asunto es que tópicos como éstos —“directores malditos”— han hecho mucha fortuna (y grandes fortunas). Siendo muy difícil después deshacerse de ellos. De los tópicos, digo...
Tomo nota de tu recomendación (o, al menos, sugerencia) libresca. Hay tanto publicado, que es necesario hacer selección.
Salucines
Observador inteligente, deWitt, no se te ha escapado mi incorregible “vena irónica”...
ResponderEliminarEl problema de estos libros-guía, de consulta/consultorio o “ayuda cinematográfica” no reside, a mi juicio, en su carácter subjetivo. Como bien confiesas, no hay “forma alguna de abordar dicha empresa sin ser subjetivo”. Cuando reprochaban a José Bergamín escribir de modo subjetivo, solía responder: “si fuera objeto, sería objetivo; como soy sujeto, soy subjetivo”.
El problema está en no hacer explícito de manera clara el concepto o el criterio en cuestión. Una vez asegurado esto, vendría la discusión sobre si nos parecen bien o no. Si no lo está, poca tela hay que cortar.
Confieso, amigo mío, que yo tampoco sé qué demonios significa “director maldito”. ¡Maldita sea...!
Salucines
En el terreno de libros de cine, amigo Roy, pero no sólo de cine, últimamente domina más la cantidad que la calidad. Libros de divulgación, lo-de-siempre-dicho-de-otro-modo, antologías varias, refritos; “vueltas de turca”, en efecto. Libros que si, como asimismo dices, se justifican porque van dirigidos a un público joven, en plan "iniciático", mucho peor. Porque en vez de formar, van a deformar el sentido y el gusto, todavía más.
ResponderEliminarAdemás de espectador, me tengo por gran lector de libros de cine. Hay títulos que me han hecho amar el cine casi tanto como las películas mismas. Otros, en cambio, dan grima.
Especialmente, en el campo de las monografías de directores, guionistas, etcétera, hay todavía mucho que editar. Lástima dedicarse, en cambio, a resucitar “malditismos” y otros temas muy antiguos y muy pasados de moda.
El texto de mencionas de Eduardo Torres Dulce, ¿es, por un casual, el dedicado a la trilogía de la caballería de John Ford? Tengo buenas referencias de este volumen, aunque no he podido hacerme con él. En la editorial Notorious son muy rácanos a la hora de proporcionar libros a la crítica.
Salucines
Si, efectivamente Notorius/Nickelodeon, es pequeñito, pocas páginas, en cualquier Casa del libro pienso que lo encuentres con facilidad.No recuerdo el precio con exactitud, pero creo que andaba por los 24 euracos.
ResponderEliminarAbra-cines
El título del libro es "Jinetes en el cielo". Bello título. Un repaso por esas obras maestras del western que son "Ford Apache", "La legión invencible" y "Río Grande", dirigidas por John Ford, suena pero que muy bien.
ResponderEliminarSalucines
Uno de mis primeros textos fue el "Diccionario de directores de cine" de Augusto M.Torres, aunque con la explosión de internet es muy difícil que este tipo de libros no se vean superadísimos rápidamente, y peor si hablan de directores que aún no han acabado su carrera. Justo es reconocer la deuda juvenil, pero a día de hoy me interesan libros menos enciclopédicos como los de esta colección:
ResponderEliminarhttp://www.paidosargentina.com.ar/distribucion/colecc.php?tema=4&col=594&numpag=1
Amigo Isak: la colección que señalas de Paidós es notable. No, si por falta de oferta editorial no será. El problema es otro.
ResponderEliminarA mi juicio, se trata del abrumador dominio de una tendencia, estética e ideológica, en la crítica de cine, la cual, por un lado, acaba resultando asfixiante, y, por el otro, coarta de hecho la pluralidad analítica e interpretativa. Me refiero, claro está, al imperio de "Cahiers de Cinema" y demás, de raigambre francesa, cosecha años 70 en adelante.
La mayoría de clichés, dogmas, modas, prejuicios y tópicos vigentes en la crítica cinematográfica (sobre todo, europea, pero también estadounidense) brotan de aquel manantial. Del que no bebemos todos. Ni tenemos por qué beber todos. Qué aburrido y limitador es el monolitismo, ¿no crees?
Salucines
Uy, yo bebo del imperio de "cahiers", que de todas formas no sé hasta qué punto hoy es bien interpretado.
ResponderEliminarPorque la herencia de "cahiers" no es mucho más que constatar lo geniales que son Ford, Hawks, Lang o Hitchcock y la personalidad que había en el llamado cine de "género" que practicaban cineastas así.Quien más quien menos está bastante de acuerdo. Que luego le gusten a uno más o menos las películas que hacían esos críticos franceses es harina de otro costal, o que te guste más o menos el que luego fue llamado cine de autor o Modernidad cinematográfica no es estrictamente herencia de "cahiers".
Tampoco les aplaudo ciegamente todos los dogmas. El dogma de la "autoría" se llevó por delante por ejemplo a gente como Wyler que no lo merecía. Pero confieso que no he llegado a huir suficientemente de su influencia.
De todas formas, y es una declaración de principios, yo no busco almas gemelas en esto del cine, ni me molesta en absoluto discrepar con otras fuentes:en absoluto. Disfruto de la escritura de quienes gustan de ver cine con una cierta constancia, fruición y pasión (siempre que se atrevan a salir del Top 5 de la taquilla del fin de semana), como el tal Genovés..., desde luego desde hace ya unos 12 años, el tiempo que llevo en internet, las firmas que más he disfrutado y disfruto no necesariamente tenían o tienen una gran afinidad conmigo.
Saludos
¡Bravo, Erik, me gusta tu declaración de principios! Excelente declaración de libertad y pluralidad de criterio. Bebiendo de distintas fuentes, disfrutamos juntos de los mismos manjares. ¿Qué más se puede pedir?
ResponderEliminarPor lo que respecta a mi background, sépase que yo empecé a amar el cine en las sesiones dobles de los cines de mi barrio. No leyendo a los críticos de cine. En cualquier caso, sí persiguiendo las revistas que traían “fotos de artistas”. Empecé a amar el cine americano —las películas de Ford, Wilder, Wyler, Rawls, Wellman, Hitchcock— mucho antes de saber quiénes eran Bazin, Deleuze, Truffaut, Godard o Rohmer. Ni qué era el "cine de autor" (en realidad, sigo sin saber qué es el "cine de autor"). De modo que no tuve que desprenderme de su influencia, porque ésta no llegó a atraparme.
De todos modos, fíjate que no circunscribo la “nefasta influencia” de la que hablo a “Cahiers”; yo hablada de «”Cahiers de Cinema” y demás». Pero no quiero echar ahora más leña al fuego...
Hold on!
Salucines
Realmente es algo subjetivo como obviamente se intuye, pero de eso trata hacer un libro propio que aborde un tema tan amplio como el cine salvo que sea tan rígido como una tesis y aún ahí es una postura la que se toma y no llega a ser más que una pequeña representación salvo que hablemos de algún cuento de Borges. Yo trataría de guiarme de esa selección y ver si coincido con el autor, a su parecer parece que no. Es cierto que hay factores personales en cada director que pueden impedir que su actividad cinematográfica sea más extensa y eso no los hace malditos pero también es razonable pensar que la acogida de una película propicie continuidad o no. Cada factor debe estudiarse por separado, quizás como exiges tú el autor ha debido ahondar en cada director postulado pero también el lector puede seguirle las pistas y completar la investigación, al final un libro es algo libre y en la empatía también yace la subjetividad, como la motivación subsiguiente. No sé cual será el formato del libro pero 300 directores suena a mucha explicación detallada, ese puede ser el problema central, querer abarcar más de lo que realmente se conoce. Un abrazo.
ResponderEliminarMario.
Gracias, Mario, por tu generoso comentario.
ResponderEliminarEl problema no creo que sea de interpretación sino de conceptualización. ¿Qué es un “director maldito”? El autor del libro sólo enuncia unos vagos atributos para caracterizarlo, insuficientes para su comprensión. Pero, es que, además, cuando queremos contrastarlos con cineastas con nombre propio, comprobamos que la cosa no funciona. En unos casos, se aplica y en otros, no. ¿Cuál es el truco?
Todo indica, pues, que el autor parte de un “sobreentendido”. Es decir, que parte de la creencia de que el lector es cómplice en la comprensión del término y participa, por tanto, y desde el principio, del posterior juego de listados.
Los antiguos lógicos griegos ya nos enseñaron que de premisas falsas o no comprobadas por la experiencia no podemos llegar a conclusiones verdaderas.
Salucines