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lunes, 20 de diciembre de 2010

MASTROIANNI, DEL MAR AL CIELO


El 19 de diciembre de 1996 se nos fue Marcello. ¡Qué sandez afirmar que a todos nos llegará la hora! Hay horas que no deberían sonar. Sonaron las campanas de muerte llamando a Marcello, y Marcello ya no pudo resistirse más. Al interpretar la última función, su último papel, nos dejó perdidos. La pantalla se cerró, tal día como ayer, hace catorce años, en un fundido en negro.
Vi a Marcello por última vez en el cine metido en la piel de otro inmortal personaje: Pereira. Nuevamente, Mastroianni llenaba la película más mediana con su sola presencia. Curiosa coincidencia: Pereira, la muerte y Marcello. En el plano que cierra el filme Sostiene Pereira (1995) vemos a Marcello/Mastroianni caminando sin rumbo fijo, el rostro cansado pero satisfecho, la chaqueta colgada sobre el hombro, sostenida por la mano, y en la otra, portando un pequeño bolso de viaje. Así iba, ligero de equipaje, como los hijos de la mar. Pero, no sabíamos adónde iba. Luego, sí supe el destino. ¿Dónde vas Marcello? Del mar al cielo.
Y aquí estoy yo ahora, escribiendo un recuerdo, una especie de necrológica sobre Marcello. Igual que si  Pereira hubiese recibido un encargo para cubrir la página cultural del periódico. Como en la trama de la novela y el filme. Pero nada de esto es verdad. No hay ningún encargo. Ni necrológica. Sólo recuerdo. Mi ricordo, sì, io mi ricordo... 
Tantos personajes, tantas vidas, no pueden acabarse así tan de repente, ni para quien ha vivido la dolce vita. El amargo sabor de la vejez y el gélido aliento de la ausencia hicieron que la vida buena fuese perdiendo su dulzor. Y eso ya no es vida excelente para los seres excelentes, que no ven la vejez y la decadencia con consuelo decadente sino con resignación poderosa. 

Unos meses antes de la muerte del actor italiano leía yo, sí lo recuerdo, una conversación-entrevista entre Marcello Mastroianni, Vittorio Gassman y Eugenio Scalfari. Las palabras de estos ancianos exquisitos me conmovieron entonces. Y hoy todavía, también. Me emocionó su lucidez, pero también la angustia que mostraban por verse tan viejos. Aquella entrevista anticipaba algo, ahora lo sé, pero entonces no lo pude entrever. Aquella pública confesión alimentó todavía más mi afecto hacía aquellos hombres admirables, majestuosos en su dignidad, tan entera y sincera.
La conversación finalizaba con una pregunta del periodista Scalfari a sus contertulios: «¿Cuál es el lado mejor de la vejez?». Marcello contestó por los dos, por él mismo y por Vittorio: «Ser por fin libres. Libres de decir y hacer lo que sea, total ya nadie nos puede quitar nada». Nada, menos, ay, la dulce vida, Marcello.

2 comentarios:

  1. ..Ser por fin libres...., la dignidad y la sabiduría de la vejez.
    Me gustó tu necrológica-reflexiva.GRACIAS!

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    Respuestas
    1. Gracias, Katia, por tu amable comentario.

      Será que yo también me estoy haciendo viejo...

      Salucines

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