Páginas

miércoles, 23 de noviembre de 2016

PODER ABSOLUTO (1996)


Título original: Absolute Power
Año: 1996
Duración: 120 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Clint Eastwood
Guión: William Goldman, a partir de la novela de David Baldacci
Música: Lennie Niehaus
Fotografía: Jack N. Green
Reparto: Clint Eastwood, Gene Hackman, Ed Harris, Laura Linney, Judy Davis, Scott Glenn, Dennis Haysbert, E.G. Marshall, Alison Eastwood
Producción: Castle Rock Entertainment & Malpaso

PREFACIO

La serie House of Cards (2013-) constituye no sólo un espléndido trabajo producido para la televisión, sino que además ofrece una muy cruda radiografía del Establishment y el american way of life, al menos tal y como es percibido y registrado en nuestros días por la industria y los medios de entretenimiento, en general. La teleserie ha sido emitida por las pantallas durante cuatro temporadas, con grandes elogios por parte de la crítica del ramo y una buena acogida por parte del público. Está prevista la emisión de la quinta entrega para enero de 2017.


El cotejo y la contrastación, en cuanto a temática, con otros productos próximos a éste (drama político con sede y base de operaciones en la Casa Blanca) son inevitables, y no por ello menos informativos y reveladores. En ese sentido, es habitual destacar la diferente mirada y el distinto tratamiento del asunto que caracterizan a la serie El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing, 1999-2006), complacientes, amables y aun autosatisfechas, frente a la dureza y la crudeza, cuando no la acritud y la hiel, sin concesión ni enmienda alguna, que segrega el célebre juego de naipes protagonizado, al frente del reparto, por Kevin Spacey y Robin Wright en los roles interpretativos de Presidente de los Estados Unidos y Primera Dama, respectivamente. ¿Espejos que reflejan el rostro de quien se mira a sí mismo según el momento y la ocasión?

Observo, con todo, un destacable elemento común. En los dos casos señalados —de hecho, en la práctica totalidad de películas y series de televisión que centran la trama en la White House —, la administración que rige en la mandataria mansión nívea pertenece al partido Demócrata. Seleccionar como personaje central de una película o teleserie a un miembro del partido Republicano queda reservado, por lo general, para los biopics (biográficos o propagandísticos; por lo general de tono, crítico) y los trabajos de corte histórico (de época), sea a propósito de John Adams, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, Harry Truman, Richard Nixon o George W. Bush, entre los más señalados.

Diríase que para los máximos responsables —financieros y creativos— del subgénero que refiero, se da por hecho que los protagonistas que deben encarnar las vicisitudes de la Casa Blanca han de ser demócratas (por razón de ética y estética, y tal vez también, ay, de política), aunque ello conlleve una feroz crítica (como ocurre, justamente, en House of Cards). Lo cual haría de ellos, por mor de la imaginación creadora audiovisual, propietarios en vez de inquilinos.

PODER ABSOLUTO (ABSOLUTE POWER, 1996)


Mas, dejaremos para otra ocasión el examen y el detalle de tema tan sugerente y prometedor, porque deseo ahora llamar la atención sobre el siguiente hecho concreto: veinte años antes de que House of Cards mostrara la cara agreste de la Casa Blanca, Clint Eastwood había producido y realizado un film magnífico, como es Poder absoluto (Absolute Power, 1996), de semejante —aunque no idéntico— contenido demoledor del símbolo number one de la política estadounidense. En este film, no hay mención expresa a la filiación política del Presidente.

No se trata de una cuestión de antelación o de anticipación, de “quién lo vio primero”. Pero sí de hacer memoria y de poner las cosas en su sitio. La extensa filmografía, en su condición de director, que jalona la carrera cinematografía de Eastwood, todavía en activo a sus 83 años, contiene títulos grandes, medianos y menores. Entiendo que ninguno “malo” o impresentable (o casi ninguno...), mientras que alguno de los “grandes” sea merecedor de ascender a la categoría de “obra maestra”. Nos hallamos ante el último gran director clásico vivo  que queda en el cine de Hollywood.


Comoquiera que sea, no dudo en situar Poder absoluto entre lo más apreciable de su obra. Un film que deja traslucir la enseñanza recibida por los maestros (Don Siegel, muy en particular en este caso), al tiempo que muestra las señas de identidad de un cineasta de casta en plena madurez artística (año del estreno de la película: 1996), con la lección aprendida y bien dispuesto para impartir clase.

En Poder absoluto, Eastwood se anda con miramientos aunque sin reservas a la hora de afrontar una trama criminal en la que está involucrado el Presidente de los Estados Unidos de América y parte de sus aparatos de Estado (desde la jefa de Gabinete hasta el servicio de seguridad de tan alta institución). Ello queda patente desde el primer momento, ya en la trepidante, muy dura y magníficamente rodada secuencia inicial; a continuación de un breve prólogo que muestra el perfil complejo y la “doble vida” del personaje, Luther Whitney (Clint Eastwood), un veterano especialista en robos de “primera clase” que ocupa su tiempo libre en realiza dibujos, apuntes y copias de retratos en directo, colgados en los museos de Washington.



Mientras perpetra un robo en una casa principal de la ciudad, Luther es testigo involuntario de un trágico suceso que salpica al Presidente de la nación. Consigue huir del escenario del crimen, aunque tanto la policía como el servicio secreto de la Casa Blanca logran identificarle, le siguen la pista y le pisan los talones. En un primer momento, decide huir del país. Pero, a la vista de la relevancia del caso y su muy probable impunidad (por “razón de Estado”), opta por afrontar la situación, procurar esclarecerlo y no convertirse en un fugitivo.

He aquí la determinación de los clásicos héroes solitarios, inmortalizados en los géneros del western, el policiaco o el bélico, quienes acaban haciéndose cargo de la situación que les sobreviene, aun a  su pesar: sea por sentido del honor, para pagar un deuda, por fidelidad a un ser querido o por intentar protegerlo, no importa que para ello deba luchar y enfrentarse solo (a veces con un colega, ayudante o alguien que pasaba por allí…) a las fuerzas más poderosas de la localidad, aunque ostenten el poder absoluto.



La pugna entre individuo y el poder: he aquí todo un clásico del cine americano. Es, justamente, este rasgo el que distingue Absolute Power de House of Cards. Mientras que la famosa serie de televisión (al menos, por lo que llevamos visto hasta ahora) destila pesimismo y desencanto, amargura y desconfianza, hacia el sistema, las instituciones y el modelo de vida americano, en Poder absoluto no advertimos crítica al sistema en sí mismo, sino al poder establecido cuando éste se ejerce absolutamente.

Lo dejó dicho el afamado historiador británico Lord Acton a finales del siglo XIX: «El poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutamente.» (Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely).
  

2 comentarios:

  1. Excelente análisis amigo Genovés de un tema ciertamente controvertido. Poder Absoluto es una de mis peliculas favoritas dentro de ese llamado género "thriller politico". Mantiene un ritmo y un interés que no decae. Mr. Eastwood en estado puro.
    En cuanto a las series. Es muy curioso lo que dices respecto a la filiación de los presidentes que siempre militan en el partido demócrata como si de un código se tratase, ya lo has expresado tu : "los protagonistas que deben encarnar las vicisitudes de la Casa Blanca han de ser demócratas..por razón de ética y estética, aunque ello conlleve una feroz crítica..el partido Republicano queda reservado, por lo general, para los biopics.."
    De House of Cards desde luego decir que es una serie sumamente interesante y nada edulcorada cosa que ya ocurria con la "original" de la BBC. De cualquier modo el lado tenebroso de la política y del poder
    El Ala oeste de la Casa Blanca efectivamente responde más al deseo de que la utopía se hiciese realidad. Una serie que engancha igualmente y que mantiene un alto nivel televisivo, tanto en guiones como en interpretación.

    Una entrada a la altura del tema, amigo Genovés.

    Salucines

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, amiga Abril, por tu comentario y tu no menos excelente análisis del film en relación con series de televisión próximas a éste en temática más que en enfoque.

      He considerado justo rescatar este magnífico título, olvidado habitualmente en los debates y análisis sobre el género del "thiller político".

      En esta ocasión, mi labor "arqueológica" no se ha remontado a muy atrás...

      Salucines


      Eliminar