Título versión española: La tierna
enemiga
Año: 1936
Duración: 69 minutos
Nacionalidad: Francia
Director: Max Ophüls
Guión: Curt Alexander y Max Ophüls, a
partir de la novela de André-Paul Antoine
Música: Albert Wolff
Fotografía: Eugen Schüfftan
Reparto: Simone Berriau, Catherine
Fonteney, Laure Diana, Jacqueline Daix, Georges Vitray, Lucien Nat, Pierre
Finaly, Henri Marchand, Maurice Devienne, Camille Bert, Marc Valbel
Producción: Eden Productions
Max
Ophüls es un director sorprendente. Para empezar, me sorprendo a mí mismo por el hecho de
dedicarle por primera vez un espacio en Cinema Genovés, tras varios
años de singladura del blog. Inaudita circunstancia, teniendo en cuenta
que hablamos de la obra de un director por la que siento abierta estimación. Un cineasta
de corta filmografía (no llega a treinta títulos), hecho no sólo atribuible a
su prematuro fallecimiento (54 años). Venido al mundo en la región del Sarre,
en terreno fronterizo, un pie en Alemania y otro en Francia, Ophüls, nacido Max
Oppenheimer, fue un cineasta itinerante, vagamundo, errante, casi me atrevería
a decir que ambulante: un transeúnte del arte cinematográfico. Sin domicilio fijo, está siempre presto a la mudanza; ni su propio nombre puede
estarse quieto: Ophüls, nacido Max Oppenheimer, firma unas veces sus
obras como Ophuls, otras, Opuls.
Si puede
hablarse de un tipo de director voyeur (todos, por
oficio, lo son), igualmente no es exagerado ni fútil esbozar el retrato del director flaneûr,
el caballero andante del celuloide. Ophüls rueda en Alemania, en
Francia, en Italia, en Estados Unidos, aunque uno diría que, desde una
perspectiva cinematográfica, jamás salió de Viena (Austria). Ocurre que no es
«ajena a la concepción del mundo vienesa la cadencia y la regularidad, rítmicas y acompasadas, del vals, el baile vienés por excelencia. Los giros (el término walzen significa “girar”) y las vueltas sobre sí mismos, característicos de esta viva danza, elevan a símbolo nacional/imperial la imagen de los elegantes danzantes, ensimismados en las rotaciones alrededor del eje vertical, los cuerpos erguidos y bien encarados, no por ello menos inseparables.» (Fernando R. Genovés, El alma de las ciudades).
«ajena a la concepción del mundo vienesa la cadencia y la regularidad, rítmicas y acompasadas, del vals, el baile vienés por excelencia. Los giros (el término walzen significa “girar”) y las vueltas sobre sí mismos, característicos de esta viva danza, elevan a símbolo nacional/imperial la imagen de los elegantes danzantes, ensimismados en las rotaciones alrededor del eje vertical, los cuerpos erguidos y bien encarados, no por ello menos inseparables.» (Fernando R. Genovés, El alma de las ciudades).
Y el vals,
que viene y va, está muy presente en las películas dirigidas por Ophüls. Lo
mismo que la escalera: «La escalera, la intersección de ritmos,
movimientos y expectativas; lugar de paso, dinámico, que conduce en las dos
direcciones, es ciertamente el eje compartido por dos trayectorias. Pero es un
eje excéntrico. Esa doble curva modernista que la constituye, cóncava y convexa
a la vez, que acerca por momentos y aleja al mismo tiempo.» (José María
Guajardo, Max Ophüls).
Y, en fin, hallamos en Ophüls, a modo de marca de la casa, los majestuosos planos
largos y los travellings, éstos horizontales, verticales, de
360 grados, siguiendo la danza y la andanza de los personajes, de cerca o a
través de las ventanas. Realizador de un cine cinemático, Ophüls es un
director de paso, entre dos continentes, siempre inquieto, sin parar de
rodar, hasta que su corazón se detuvo en 1957 mientras se encontraba en
Hamburgo preparando un próximo film, Les Amants de Montparnasse,
que ya no firmará de ningún modo, con o sin tildes. El magnífico director
francés Jacques Becker se hará cargo del proyecto, siendo
estrenada dicha cinta en 1948, con Gérad Philipe y Lili
Palmer al frente del reparto.
Como suele ocurrir con bastantes cineastas de primer nivel, Ophüls es conocido entre los aficionados al cine por una sola película; en este caso, Letter from an Unknown Woman (Carta de una desconocida, 1948), basada en la célebre novela del escritor (éste sí) vienés, Stefan Zweig.
Siendo un estimable film, no es, a mi parecer, el mejor trabajo de Ophüls, tampoco el primero realizado en América. El trabajo que abre su etapa en EE UU, de título muy significativo —The exile (La conquista del reino, 1947)— es un nada despreciable film de aventuras, protagonizado por Douglas Fairbanks Jr.
A continuación, rueda dos obras de excelente calidad: Almas desnudas (The Reckless Moment) y Caught (Atrapados, 1949).
Regresa a Europa, donde encadena en Francia tres de
sus trabajos más memorables: La Ronde (La Ronda, 1950), Le Plaisir (El
placer, 1952) y la excelsa Madame de... (1953). Cierra la brillante carrera de Ophüls, Lola Montes (1955),
un film irregular que, desgraciadamente, impidió poner a aquélla, como merecía,
un broche de oro.
Del primer
periodo de la filmografía de Ophüls hay un título poco glosado (apenas rozado)
por los analistas y estudiosos del cine del director (tampoco son muchos, todo
sea dicho). Me refiero a La tendre ennemie (La
tierna enemiga), producción francesa de 1936. Se trata de un
exquisito entretenimiento, casi en clave de opereta, en el que la comedia de
situación se combina hábilmente con el género de fantasmas, del cual me
confieso entusiasta seguidor (tanto en literatura y el cine como en la
realidad…).
La trama
del film es simple, si bien contiene la frescura y la libertad, el descaro y el
atrevimiento, propios del cine clásico en manos expertas. Preparativos de la boda de la joven
Line, ceremonia concertada por la madre (Simone Berrieau), con un
supuesto buen partido, aunque la muchacha a quien ama en realidad es a un
intrépido aviador que revolotea con su aparato sobre los jardines de la finca
donde está previsto celebrar los esponsales. Por allí pululan los invitados, y
aun los que no lo son: a la sazón, los espectros del padre de la novia y el
amante de la esposa de éste, muertos años atrás, dueto al que posteriormente se
sumará un tercer protagonista fantasmal, otro amante de la madame Dupont, un
marino, pues ya es sabido aquello de en cada puerto, un amor (y
no me refiero al caballero, sino a la buena señora…).
Los tres
espíritus errantes se lamentan de la mala vida, mortal de necesidad, que les ha
hecho pasar la tierna y permanentemente insatisfecha madame, enemiga de
la rutina y apasionada de los bailes, las fiestas y la vida alegre en la belle
époque. El marido, además de mantener en pie los negocios, padece
del hígado. El primer amante (conocido) de la esposa, Rodrigo, es un
domador de leones, quien luce un buen tipo y unas puntiagudas patillas,
aunque tampoco disfruta de buena salud. Finalmente, ni doma a la leona
de la amante en la alcoba ni a sus fieras en el circo, al ser comido por
ellas.
Con los
privilegios que proporciona la condición de fantasma (entre otras proezas,
actuar sin ser visto y hacer travesuras), los aparecidos comen y beben de gorra
por doquier, moviéndose a voluntad de aquí para (el más) allá. Incluso intrigan
al objeto de que la vida de la pobre Line no transcurra al lado de quien no ama
sino de su amado aviador, quien en el último momento rescata a la joven y huyen
volando de la ceremonia endemoniada. Por su parte, cumplida la misión, los
fantasmas se desvanecen y se van por donde vinieron, dejando a la disoluta
madre y viuda un tanto desangelada.
Comedia
ciertamente ligera, ágil y muy entretenida, Ophüls dirige La tendre ennemie con
pulso rápido, acelerado, casi nervioso, moviendo a los personajes —y cuando no, la cámara— con agilidad y desenvoltura, muy especialmente en los flasbacks, los
cuales ponen al corriente al espectador de los detalles de la trama. Con una
duración que no llega a los setenta minutos, el film ya contiene buena parte de
los elementos característicos del quehacer cinematográfico de Max Ophüls.
Se da la
circunstancia de que uno de los primeros films de Ophüls es La novia
vendida (Die verkaufte Braut, 1932), muy conocida ópera
burlesca del compositor checo Bedřich Smetana, cuya base argumental
mantiene innegables paralelismos con La tendre ennemie. En dicha
obra temprana tiene un papel relevante el director de un circo, quien hace la
función de maestro de ceremonias de la obra, elemento que encontramos también en el
presentador y conductor del film La Ronde y en Lola
Montes, en este caso el director de pista del circo (Peter Ustinov),
espacio donde tiene lugar la representación, y que oficia la labor de la
narrador de las hazañas, amoríos y escándalos de la bella Lola.
La filmografía de Ophuls está llena de sorpresas en todas sus etapas. "Yoshiwara", "Werther" o "La signora di tutti", que está editada en dvd y la llegaron a emitir por tv en época de Garci. En EEUU yo le tengo cariño precisamente a ese film que citas "The exile".
ResponderEliminarSaludos y que viva y que vean todo lo filmado por Ohuls
Cierto, Sergio, es una filmografía imponente. De la etapa americana me gusta mucho 'The Reckless Moment', película comentada, asimismo, en ¡Qué grande es el cine!
EliminarSalucines