Título original: Das Schiff der
verlorenen Menschen
Año: 1929
Duración: 121 minutos
Nacionalidad: Alemania
Director: Maurice Tourneur
Guión: Maurice Tourneur, a partir de la
novela de Franzos Keremen
Fotografía: Nicolas Farkas
Reparto: Fritz Kortner, Marlene Dietrich,
Robin Irvine, Vladimir Sokoloff
Coproducción Alemania-Francia: Max Glass
Film
La mera y caprichosa causalidad ha hecho
que, sin voluntad de construir un mini ciclo sobre Marlene Dietrich (periodo
silente), Cinema Genovés reseñe dos
películas consecutivas en la carrera cinematográfica de la actriz de origen
germano: Flor de pasión (Die Frau,nach der man sich sehnt. Curtis Bernhardt) y La nave de los hombres perdidos
(Das Schiff der verlorenen Menschen.
Maurice Tourneur). Dos films estrenados
en 1929, de producción alemana (este segundo en coproducción con Francia),
aunque con notorias diferencias entre sí. También con curiosas
coincidencias: se trata en ambos casos de los últimos trabajos en el cine mudo
que realizan Bernhardt y Tourneur.
Veamos las diferencias.
En primer lugar, la Dietrich no es en La nave de los hombres perdidos la estrella indiscutible de la cinta (de hecho, no aparece en pantalla
hasta casi mediado el metraje), compartiendo protagonismo con los actores
masculinos, el capitán del barco en que se sitúa la acción, Fernando Vela (Fritz Kortner); en menor medida, el
joven doctor William Cheyne (Robin
Irvine) y, sobre todo, el cocinero Grischa (Vladimir Sokollof), excelente actor secundario de origen ruso que realizó buena parte de su trabajo en
Hollywood, hasta el mismo año de su muerte, en 1962, dejando en su haber más de
cien películas (tan relevante es su papel en esta película que en el mercado anglosajón es conocida con el título de Grischa the Cook; en España, no ha sido
estrenada comercialmente).
En
segundo lugar, aun encarnando Marlene Dietrich a la protagonista
objeto del deseo y la lujuria de la tripulación del buque maldito donde aterriza, la actriz alemana no destila la
sofisticación ni el glamour perceptibles en Flor de pasión, y
que conforma su principal seña de identidad. Tampoco, ciertamente, la trama ni el
tratamiento de la película invitaban a semejante exhibición. Se ha dicho que la Dietrich hace en el film de Claudette Colbert y no es ésta una boutade ni una exageración.
La nave de los hombres perdidos es un film sórdido,
sólido en construcción y húmedo en contenido, con una magnífica fotografía en
claroscuro, que remarca su aspecto tenebroso y lóbrego, su estética astrosa y mugrienta. Cual film centrado en los bajos fondos y en la
escoria de una ciudad, la cinta dirigida con sabia destreza por Maurice
Tourneur lleva al espectador a una aventura en alta mar, donde es introducido en un
buque siniestro, igual que uno penetra en el túnel del miedo de una feria de
fieras. La embarcación Galatea parte de
Alemania con destino a Brasil, y tiene como especialidad el trasladar a asesinos,
ladrones y tipos con cuentas pendientes que saldar ante un tribunal de justicia,
y a quienes se ofrece una vía de escape. El capitán es un bribón de mucho
cuidado, inevitable rasgo puesto que debe comandar una tripulación roñosa, plagada
de indeseables y canallas de pelo en pecho, así como transportar a una
clientela no menos bribona.
Poco antes de partir en un nuevo viaje,
el capitán descubre la ausencia del segundo oficial del barco (llamémoslo así).
Ordena a un par de subordinados ir a buscarle a puerto, donde lo hayan borracho
en una taberna. Recibe una paliza y lo llevan a rastras al velero. La aparatosa
maniobra de embarque es advertida por el
joven doctor Cheyne, mostrándose dispuesto
a atender al herido e incluso a acompañarlo en un bote hasta el Galatea, para
así comprobar que llega en buenas condiciones. Una vez en cubierta, tras
presentarse ante el capitán y con la misión humanitaria cumplida, solicita ser
llevado a tierra de nuevo, recibiendo de éste como respuesta una sonora
carcajada. A continuación, el singular master and commander ordena partir en una travesía de tres meses de
duración.
Resignado a la idea de tan sombría
perspectiva, el doctor Cheyne deambula por la nave como alma en pena,
encontrando sólo compañía y buen trato en el
cocinero Grischa, el único miembro en el barco con traza de ser humano. A
poco de aproximarse a la costa americana, ambos advierten una llamarada en la
noche oscura y la cola de una avioneta
que se traga las aguas profundas. Un flashback
nos lleva a una fiesta de fin de año en Nueva York, donde Ethel Marley (Marlene
Dietrich), heredera de un millonario de la ciudad, tiene de pronto el antojo de hacer
ella sola un vuelo al interior de la noche del océano. La avioneta, por su
parte, tiene una avería, pierde aceite y cae. Tras ser rescatado el cuerpo caído del cielo y
llevado a bordo, descubren con sorpresa,
no exento de desconcierto, que el aviador es en realidad una bella aviadora.
Conscientes del peligro que corre en
semejante travesía, la instalan sigilosamente en un camarote sin dar parte a
nadie, y menos aún al perverso capitán. Éste, cruel y déspota, quien no cae
bien ni a su tropa canallesca, es víctima de un motín, encabezado por su segundo,
ebrio de resentimiento y hiel, que desea ser el primero. El capitán Vela es
tirado por la borda, perdiéndose en el horizonte. La feroz tripulación, junto a los pasajeros de mal
agüero, se torna ahora todavía más violenta y bestial. Recorre la
panza del barco buscando la bodega donde apoderarse de las barricas y botellas
de alcohol, y así celebrar la hazaña. En la exploración, la turba amotinada descubre a la
muchacha, quien es llevada junto a sus ángeles custodios en presencia del nuevo
capitán. Los sublevados ya reclaman,
tras el motín, un parte en el carnal botín.
Con aspiraciones de oficial y caballero,
el bellaco nuevo comandante ordena a Grischa que prepare una cena especial para
agasajar a la invitada de honor, junto al atribulado doctor. El cocinero, mientras labora en los fogones,
sabedor de la cercanía de la costa, lanza con un reflector llamadas de SOS.
Un crucero que se halla cerca advierte la señal de socorro y
pone rumbo hacia el origen de la misma. La maniobra de aproximación del enorme
buque es mostrada (montada) en paralelo con la insurrección de la canalla a bordo, ya completamente embriagada,
aunque sin ver apagada la sed de lascivia, así como la persecución que se organiza
a la caza de la pieza femenina. Finalmente (¡oh, spoiler!), el rescate tiene éxito, la jauría es neutraliza y las
aguas vuelven a su cauce.
El
cineasta Maurice Tourneur, padre del director Jacques Tourneur, es,
lamentablemente, mucho más desconocido y desatendido que su vástago, cuando labró una obra, tanto en cantidad como en
calidad, acaso de superior categoría y mayor interés. En La nave de los hombres perdidos, con la gran ayuda del equipo de
rodaje —especialmente, el director de fotografía, Nicolas Farkas— lleva a cabo un trabajo de lo más meritorio, un film intenso y angustioso (diríase casi
un film de terror), emocionante y con algunos momentos de factura sencillamente
magistral.
Sólo lo moroso de determinadas
secuencias (innecesariamente alargadas y/o ralentizadas en la acción), frena la
fluida narración del film. El resultado, con todo, es un trabajo soberbio, una experiencia difícilmente inolvidable,
principal motivo de que las dos horas de metraje del film resulten muy llevaderas.
Una buena película que, sin embargo, apenas recuerdo pues la vi hace un montón de años en TVE en el espacio de la 2 "Silencio, por favor", de cuando en televisión aún pasaban películas mudas, ahora sería algo impensable.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
No sabía, Borgo, que había pasado por TVE. En ¡Silencio, por favor! ¡Qué tiempos! Bueno, ahora puedes, como ves, revisarla en YouTube.
EliminarSalucines
Acudiremos a You Tube entonces. Me cuesta hasta reconocer en esos fotogramas a la diva alemana...
ResponderEliminarUn saludo
La verdad, amiga Mara, es que buscando o por azar, se encuentran bastantes joyitas del cine mudo y clásico en YouTube, y con una tele con wifi, las ves por todo lo grande...
EliminarSalucines