Título
original: Great St. Louis Bank Robbery
Año: 1959
Duración: 89 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
Charles Guggenheim, John Stix
Guión:
Richard T. Heffron
Música: Bernardo Segall
Fotografía:
Victor Duncan
Reparto:
Steve McQueen, Crahan Denton, David Clarke, James Dukas, Molly McCarthy, Martha
Gable
Producción: United Artists
En una de las primeras películas en que
aparece al frente del reparto, Asalto al banco de San Luis (Great
St. Louis Bank Robbery, 1959), Steve
McQueen hace ya una impresionante demostración de lo buen actor que siempre
ha sido. Nunca fue, ni actuó fuera de las pantallas, como una movie star. Tampoco es habitual verlo
incluido en el Top Ten de los grandes intérpretes del Séptimo Arte. Hoy,
muchos aficionados al cine lo confunden con un joven director norteamericano de
color del mismo nombre, el cual —dicho sea de paso— en el orden de
búsquedas de internet, suele aparecer por delante del actor nacido en Indiana...
Formado en la técnica interpretativa del Actor’s
Studio, y para provecho del cine clásico, que nunca pasa de moda, no dejó
en su forma de actuar —sobria, contenida, introspectiva— una huella demasiado
marcada ni aparatosa, como sí sucedió, ay, con no pocos de sus colegas de profesión
instruidos en la escuela fundada por Lee Strasberg. Steve McQueen dejó tras de sí un filmografía no muy extensa, debido a
su prematura muerte a la edad de cincuenta años. Pero, caramba, ¡qué títulos,
qué calidad, qué buenos recuerdos del mejor cine nos ha dejado!
Asalto
al banco de San Luis es un trabajo
poco conocido y citado, dirigido por Charles
Guggenheim y John Stix, dos
cineastas no menos ignotos en el dominio público. No obstante, se trata de un film singular, compacto y muy
recomendable. Charles Guggenheim,
reputado documentalista, galardonado en diversas ocasiones en dicho concepto
con sendos premios de la Academia de Hollywood, realiza con este título su
primer largometraje, único film de ficción de su carrera. Puesto que nobleza
obliga, este cineasta especializado en
el documental se sirve para la ocasión de un argumento basado en hechos reales,
en el que verdaderos protagonistas de los hechos narrados interpretan en la película algunos personajes secundarios o hacen de figurantes.
No obstante la singularidad referida —el
traer a cuento una película de sumo interés—, no estamos ante un caso
extraordinario ni fuera de lo común. El cine de Hollywood tiene registrados
bastantes títulos de similares características; por ejemplo, la también
espléndida cinta The Phenix City Story
(El imperio del terror, 1955),
dirigida por Phil Karlson. Y aun
pondré dos casos más. En este género del policiaco, Stanley Kubrick, antes de emprender la senda de la gloria que, a mi
juicio, no le llevó por muy buen camino, dejó algunas muestras de este calibre parabonum—Killer’s Kiss (El beso del
asesino, 1955) y The Killing (Atraco perfecto, 1956). No puedo olvidar
a este respecto el cine de mi admirado Jean
Pierre Melville, cineasta francés enamorado del cine americano.
Charles
Guggenheim realiza un film frío, seco y turbador; casi diría que existencialista,
sin por ello ponerse fatuo ni pedante; ni solicitar por ello la nacionalidad
francesa... Moviéndose con soltura,
naturalidad y sin complejos en el genuino cine de serie B, dirige con un ritmo
moroso y contemplativo, fotografiado en un metálico
blanco y negro, sirviéndose de planos largos y movimientos de cámara ligeros para contarnos una historia dura. Un trabajo aparentemente plano y documental, sobre la preparación del
atraco a un banco, contiene numerosas aristas y no pocas subhistorias tras cada
personaje.
La banda, compuesta por cuatro miembros,
no conforma una pandilla de criminales desalmados y autómatas ejecutantes de
fechorías. No por ello quedan elevados a la fachendosa categoría de
héroes/antihéroes ni de
víctimas-de-una-sociedad-injusta-que-fuerza-a-los-individuos-al-delito, lugar
común que se apoderará del género a partir de los años sesenta del siglo XX
hasta agotarlo a fuerza de estilismo y mensajería express, psicologismo y sociologismo de manual, elogio de la
transgresión y pasión por la contracultura.
Los
asaltantes del banco de St. Louis son gente corriente y aun vulgar, cierto.
Pero también peligrosa y dañina; en primer lugar, para ellos mismos. A pesar de la rudeza y la brutalidad con las que se
emplean, son en el fondo seres frágiles, dubitativos, inseguros. Tampoco generan
en uno lástima o compasión. Y es que, aunque no lo parezca, asesinar, robar o
traicionar, es cosa poco natural y sencilla. Guggenheim se recrea con esmero en mostrar los preparativos del atraco,
el cual es representado en la trepidante secuencia final como lo que, en rigor,
significa: una situación violenta, cruel y angustiosa en la que, en este caso,
el destino y la fatalidad adoptan tintes de tragedia clásica.
El lugar de reunión para preparar el
golpe es un solitario pabellón/merendero de verano, desierto por entonces
(invierno en St. Louis durante el trascurso de la acción) que ilustra a la
perfección la soledad y el desamparo de los protagonistas.
El personaje interpretado por McQueen,
Georgie, es un joven inseguro y manipulable, reclutado en un primer momento
como conductor de fugas, quien ha dejado los estudios y tampoco ha conservado a
la novia, un tipo sin oficio ni beneficio. Para
probar su valor, el jefe de la banda, quien sólo piensa en dar el último
golpe y retirarse, le ordena robar la matrícula de un coche a una mujer que
aparca su vehículo en un estacionamiento público para hacer la compra.
Por su parte, a fin de demostrar arrojo ante su mentor en el grupo,
logra sacarle cincuenta dólares a su anterior pareja, dependienta en una tienda
y a la sazón hermano de aquél, con los que cubrir gastos hasta el día del
atraco, supuesto día de paga. Dos secuencias éstas memorables. La
joven, presiente enseguida que el muchacho a quien todavía quiere, está metido
en un feo asunto. Intenta por diversos medios que abandone lo que lleva entre
manos, pero tan noble disposición le costará todavía más caro que el cheque que
entrega al truhán en prácticas.
El tema, en efecto, se complica. El tercer
miembro de la banda, hostil al schoolboy,
se las ingenia para intercambiar los papeles: ahora será él quien haga el
trabajo de conductor del vehículo de fuga y éste entrará en la oficina bancaria
junto a los otros dos compinches para perpetrar el atraco. La acción resulta de lo más chapucera, salta la alarma y en pocos
minutos son acorralados por la policía. El bravucón que hace de chófer huye
y es abatido por los agentes, lo mismo que el jefe. El presunto protector de
Georgie, en libertad provisional, arrinconado sin salida en el sótano del
banco, frente a la sellada caja fuerte, materialmente entre rejas, opta por
pegarse un tiro antes de volver a la cárcel. Excelente escena también ésta.
Solo ante el peligro, Georgie empuña
tembloroso el revólver, amenaza y apunta con el arma a empleados y clientes del
banco, sin saber qué hacer con semejante objeto ni, probablemente, cómo usarlo.
Recibe un disparo del exterior. Cae herido y la pistola resbala de sus manos.
Tiene delante a un joven que le mira con expresión interrogante. Georgie empuja
la pistola hacia él, significando con ello que desea desprenderse del problema.
El joven se la devuelve: el problema es
tuyo, capullo, no mío, parece decir sin emplear una sola palabra. Tras
lanzar gases lacrimógenos, los agentes penetran en el banco, detienen a Georgie
y lo conducen al furgón policial. Próximo destino, la prisión.
Quienes ya han dado los primeros pasos
en el mundo del crimen, ya no son capaces de retroceder. Ahora han quedado
definitivamente atrás. Por su parte, quienes entran en él, parecen verse
abocados a seguir el camino de los ya iniciados en la senda tenebrosa. En un
momento del film, la antigua novia le pide que se aleje de su hermano, el consejero
profesional de Georgie, que abandone aquella insensatez, si no, acabará como
él. Todo indica que, en efecto, así sucederá. La expresión del rostro de Georgie mientras es arrastrado por los
agentes, la mirada entre espeluznada y turbia, delata que está haciéndose cargo
de su destino.
Imponente interpretación de Steve
McQueen, quien emprendía de manera sobresaliente una rutilante carrera de
estrella fugaz con este magnífico film de asalto a un banco, despojos y
callejones sin salida. Dos décadas más tarde, a las órdenes de Sam Peckinpah, Steve McQueen protagonizará
junto a Ali MacGraw, La huida (The Getaway, 1972). Otro soberbio film
de atracos, desechos y fugas, si bien en esta ocasión con un happy ending: los ladrones huyen con la
pasta, dejando tras de sí un reguero de sangre. Son otros tiempos, otra
estética, otra ética.
Pelicula que no tengo el gusto de conocer, solo de oidas por la biografia de éste hombre McQueen el rubio, el blanco, no el director (cuando empecé a oir de éste último me preguntaba qué relación tendría con Steve y al parecer ninguna).
ResponderEliminarvolviendo al salvaje y muy atractivo actor, sin duda el papel le pega porque conociendo su infancia y adolescencia..un chico dificil, ¡menuda escuela para se actor! De ahí su mirada fria como el acero, su actitud chulesca. Desde Los Siete magníficos donde apenas abre la boca y ya se nota su presencia, La gran evasión subido en esa moto.. a Bullit, La Huida, -el rey del juego, bombero con Newman...uff menuda carrera.
Si la consigo, la veré amigo Fernando.
Salucines y feliz año (otra vez)
Seguro que la conseguirás, Abril. Chica lista...
EliminarY hablando de la filmografía de McQueen, no te olvides de 'La gran evasión', 'Junior Bonner', 'Papillon', así como un par de muy buenas películas dirigidas por Robert Mulligan, 'Amores con un extraño' y 'Baby, The Rain Must Fall'.
Salucines
De acuerdo totalmente con todos los epítetos que le dedicas a McQueen, un actor cuyas cualidades interpretativas han quedado sepultadas, quizás, por sus cualidades físicas. Al menos hoy en día...Como la amiga Abril, no he visto la peli que hoy nos traes, pero sí muchas de las que citáis. Por apuntar otra, en Hell is for Heroes, del amigo Siegel, también brinda una interpretación soberbia.
ResponderEliminarsalucines
Cierto, deWitt, nos olvidamos de 'Comando', film dirigido por el amigo Siegel. Pero también de 'El caso de Thomas Crown', junto a una Faye Dunaway de lo más pop, y de ¡'El Yang-Tsé en llamas'! (Richard Quine), uno de mis títulos preferidos en el género bélico.
EliminarEn fin, por lo que se ve, todo un carrerón que merecería más atención y estudio.
Salucines
El YANG TSE EN LLAMAS es de Robert Wise, no de Richard Quine . Un saludo.
ResponderEliminarMuy cierto y gracias, Anónimo, por advertirlo. Un lapsus; yo sé por qué...
EliminarLos comentarios, en Blogger (que yo sepa), no pueden corregirse. Pero, con todo se hace constar la aclaración.
Salucines
Tras ver la película he buscado críticas de la misma y he encontrado esta.
ResponderEliminarEs, sin duda, una joya desconocida. Una película dura. Muy bien dirigida y muy bien interpretada, no sólo por McQueen.Tremenda la interpretación del jefe de la banda (Crahan Denton) y sin duda conmovedora la de la ex-novia de "McQueen" (Molly McCarthy). Bueno también el "malo" James Dukas y un poco más flojo David Clarke aunque su personaje también es del máximo interés.
Una historia sumamente turbadora con una dirección despiadada.
Se me olvidó mencionar un aspecto que no toca vd. en su crítica. La banda sonora, de Bernardo Segall, es magnífica. Tan desasosegante como la historia.
ResponderEliminarBienvenido, Carlos, a Cinema Genovés y gracias por sus amables comentarios.
EliminarTambién para mí significó un "descubierto" encontrarme con este trabajo tan sólido y rico como Vd. también señala. Un titulo poco conocido, pero que en este espacio he querido recuperar para la memoria cinéfila.
Salucines