Título versión española: El árbitro de
la elegancia
Año: 1954
Duración: 113 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
Curtis Bernhardt
Guión: Karl Tunberg, badsado en la obra
de Clyde Fitch
Música:
Richard Addinsell
Fotografía:
Oswald Morris
Reparto:
Stewart Granger, Elizabeth Taylor, Peter Ustinov, Robert Morley, James Donald,
James Hayter, Rosemary Harris
Producción: MGM
La
reciente lectura del muy valioso libro de Bill
Bryson, En casa. Una breve historia de la
vida privada (2010), que incluye un interesante excurso sobre la
influencia de George Brummell en la
moda masculina del vestir y en el arte de la elegancia, me ha animado a
revisionar el film que Curtis Bernhardt realizó sobre tan seductor personaje en 1954. Bernhardt es un director
no muy conocido entre el público, pero con una estimable filmografía en su haber,
entre cuyos títulos cabría destacar, además de Beau Brummell (1954), Siroco (Sirocco), con Humphrey Bogart, y La egoísta (Payment on Demand),
con Bette Davis, ambas estrenadas en 1951. El biopic sobre el bello
Brummell, además de ser muy recomendable, tiene un reparto de lujo no menos
atractivo: Stewart Granger, Elizabeth
Taylor, Peter Ustinov, Robert Morley.
Comoquiera
que el film es muy fiel a los hechos, me permito citar el fragmento del ensayo
de Bryson en el que compendia la vida del maestro
del dandismo, sirviéndonos de escrupuloso resumen de la trama de la
película.
«George "el Bello" Brummell […] vivió entre 1778 y 1840. Brummell no era rico, ni era
tampoco un personaje de gran talento, ni dotado de un espléndido cerebro. Pero
vestía mejor que nadie. Ni de forma más colorista ni con extravagancia, sino
sencillamente con más cuidado y atención al detalle.
Retrato de George Brummell |
Brummell nació en circunstancias
razonablemente privilegiadas, en Downing Street; su padre era asesor de
confianza del primer ministro, lord North. Estudió en Eton y, por un breve
tiempo, en Oxford, antes de pasar a ocupar un puesto militar en el regimiento
del príncipe de Gales, el 10º de Húsares. Si tuvo alguna aptitud de mando en el
campo de batalla, nunca llegó a demostrarlo, pues su función se limitó,
básicamente, a lucir el uniforme y actuar como compañero y asistente del
príncipe en reuniones formales. Como consecuencia de ello, acabó entablando
amistad con el príncipe de Gales.
Brummell vivía en Mayfair y su casa fue
durante varios años el epicentro de uno de los rituales más inesperados de la
historia de Londres, el de una procesión de hombres hechos y derechos de gran
eminencia que se presentaban cada tarde en el domicilio para ver cómo se
vestía. Entre los que acudían a su casa con regularidad estaba el príncipe de
Gales, tres duques, un marqués, dos condes y el dramaturgo Richard Brinsley
Sheridan. Se sentaban y observaban en respetuoso silencio el proceso diario de
acicalamiento de Brummell, que se iniciaba con un baño. En general, resultaba
sorprendente que se bañara a diario, “y todas y cada una de las partes de su
cuerpo”, según añadió un testigo con especial asombro. Además, lo hacía en agua
caliente. A veces le incorporaba leche, un detalle, no necesariamente
afortunado, que se puso enseguida de moda. Pero cuando corrió la voz de que el
marchito y tacaño marqués de Queensberry, que vivía en las proximidades, tenía
también la costumbre de regalarse baños de leche, las ventas de dicho producto
cayeron en picado en el barrio, pues empezó a rumorearse que el marqués
devolvía la leche para revenderla después de haber inmerso en ella su ajada y
decrépita piel.
El atuendo de los dandis era estudiadamente
contenido. La vestimenta de Brummell estaba limitada casi por completo a tres
sencillos colores: blanco, beige y negro azulado. Lo que distinguía a los
dandis no era la riqueza de su plumaje sino el cuidado con que se acicalaban.
Se trataba de conseguir una imagen magistral. Podían pasar horas para
asegurarse de que todo pliegue y doblez fuera perfecto, inmejorable. En una
ocasión, un visitante que llegó a casa de Brummell y se encontró el suelo lleno
de corbatas, le preguntó qué sucedía a Robinson, su sufrido mayordomo. “Esto
—respondió Robinson con un suspiro— no son más que nuestros fracasos.” Los
dandis se vestían y volvían a vestir sin cesar. En un solo día solían utilizar
tres camisas, dos pares de pantalones, cuatro o cinco corbatas, varios pares de
calcetines y un pequeño surtido de pañuelos.
Caricatura de la época de George Brummell |
Parte de la moda venía dictada también por la
corpulencia cada vez mayor del príncipe de Gales (o el “príncipe de las
ballenas”, como se le apodaba de forma burlona a sus espaldas). Cuando llegó a
los treinta, el príncipe estaba tan entrado en carnes que tenían que meterlo a
la fuerza en un corsé —una “Bastilla de barbas de ballena”, según palabras de
alguien que tuvo el privilegio de verlo— al que sus criados se referían con
gran diplomacia como su “cinturón”. El corsé empujaba hacia arriba la grasa de
la parte superior del cuerpo del príncipe, que acababa emergiendo por el cuello
de la camisa, como cuando el dentífrico se sale del tubo, de tal modo que los
cuellos altos que estaban de moda en su época hacían las veces de pequeño corsé
adicional, diseñado para esconder su más que doble mentón y el blandengue
entramado de su cuello.
En el aspecto de la sastrería que más
destacaron los dandis fue en el pantalón. Los pantalones solían llevarse tan
ceñidos que quedaban como pintados sobre las piernas y resultaban reveladores
al máximo, sobre todo teniendo en cuenta que se lucían sin ropa interior. La
noche después de ver al conde d’Orsay, anotó Jane Carlyle en su diario, tal vez
algo sofocada, que los pantalones del conde eran de «color piel y le sentaban
como un guante». El estilo se basaba en los pantalones de montar del regimiento
de Brummell. Las chaquetas llevaban faldones en la parte trasera y eran cortas
por delante, enmarcando la entrepierna a la perfección. Era la primera vez en
la historia que el vestuario de los hombres se diseñaba de forma consciente
para que resultara más sexy que el de las damas.
Por lo que parece Brummell pudo tener a
cualquier dama que deseara, y también a muchos hombres, pero si se aprovechó o
no de tal circunstancia es misteriosamente incierto. Las pruebas apuntan a que
Brummell era asexual; se le desconoce cualquier relación, masculina o femenina,
que implicara más trato que el meramente aural. Y resulta curioso que, siendo
un hombre tan famoso por su aspecto, desconozcamos cómo era en realidad.
Existen cuatro supuestos retratos de Brummell, pero difieren entre ellos de
forma notable y es imposible saber cuál de ellos, si es que alguno lo hace, lo
representa con fidelidad.
La caída en desgracia de Brummell fue
repentina e irreversible. Tuvo una disputa con el príncipe de Gales y dejaron
de hablarse como consecuencia de ello. En un acto social, el príncipe ignoró
con mordacidad a Brummell y se dirigió, en cambio, a la persona que lo
acompañaba. Cuando el príncipe se retiró, Brummell se dirigió a su acompañante
y realizó uno de los comentarios más desacertados de toda la historia social. “¿Quién
es ese gordo amigo tuyo?”, le preguntó.
Un insulto de ese calibre equivalía a un
suicidio social. Poco después, se vio abrumado por las deudas y tuvo que huir a
Francia. Pasó los últimos veinticinco años de su vida inmerso en la pobreza,
viviendo la mayor parte de ese tiempo en Calais, perdiendo la cabeza poco a
poco pero sin perder jamás, dentro de su forma de vestir comedida y detallada,
su sensacional porte.»
Stewart Granger da la medida perfecta de
figura tan refinada a la vez que individuo mundano y un tanto cínico, aunque,
sin duda, noble y leal, como fue Brummell. ¡Qué perfecto hubiese estado el actor inglés encarnando también en la
pantalla a Giacomo Casanova! La réplica femenina la da Elizabeth Taylor en el momento de mayor esplendor de su belleza. La
interpretación de la actriz de ojos color violeta es, asimismo, espléndida, si
bien el papel que interpreta resulta un tanto secundario en la acción.
La verdadera tensión dramática de la cinta
se centra en la relación amistosa entre Beau Brummell y el Príncipe de Gales,
interpretado por Peter Ustinov, quien no puede estar más soberbio en todos
los sentidos de la expresión; superbo,
diríase en italiano. Ambos son dos individuos superiores y, por tanto,
orgullosos y altivos, vanidosos e incorregibles: uno Príncipe Regente, futuro
Jorge IV; el otro, de origen plebeyo, con la inteligencia y la distinción como
atributos con los que procurar sobrevivir y ascender en la escala social.
Los dos son, cada uno a su manera,
víctimas de la época en la que viven.
El Príncipe, es siervo de su condición
real, a quien no dejan casarse con la mujer que ama (cuestión de Estado) ni
comer siempre todo lo que desea (cuestión de volumen). El Dandi es un modelo de
distinción y buen gusto, aunque la vestimenta del siglo XVIII, todavía vigente
a comienzos del siglo XIX, le oprime y tiene criterios e ideas propias sobre
cómo estar a la altura de los nuevos tiempos.
En gran medida, Brummell favoreció el prototipo del vestir masculino durante buena parte del novecientos. Uno y otro, en fin, anhelaban la libertad y la individualidad que los tiempos modernos impulsaban, hasta tal punto que su propia amistad acabó malograda.
En gran medida, Brummell favoreció el prototipo del vestir masculino durante buena parte del novecientos. Uno y otro, en fin, anhelaban la libertad y la individualidad que los tiempos modernos impulsaban, hasta tal punto que su propia amistad acabó malograda.
El
film, por si esto fuera poco, está producido y dirigido con suma exquisitez,
como demanda el propio argumento. A destacar, finalmente, también en el terreno
del reparto, la breve pero magnífica intervención de Robert Morley en el rol de Jorge III, el «rey loco».
Mmm, no conocía yo esta peli, ni este personaje, ni este libro pero parece interesante y muy divertido. Tomo nota de todo, vaya que sí.
ResponderEliminarSalucines
Pues, mira también, amigo deWitt, la filmografía del director porque contiene otras películas que seguro te interesarán.
EliminarSalucines
Lo más atractivo de la película es su reparto. Ustinov es perfecto para el papel y tanto a Taylor como a Granger siempre es un placer adminarlos.
ResponderEliminarSaludos.
El reparto, amiga Manderly, es fenomenal, ciertamente. Pero, la dirección y la producción están asimismo a la altura. Al menos, así lo creo yo
EliminarEl reparto, amiga Manderly, es fenomenal, en efecto. Pero asimismo la dirección y la producción del film son muy destacables.
Salucines
¡Qué historia tan interesante! Me pongo a buscar la pelicula ya.
ResponderEliminarSabía de Brummell porque creo que hay productos, una colonia al menos con su nombre, pero lo que más me ha impactado es saber que era tan amigo del principe de Gales..con razón aquello de la elegancia inglesa..para que luego digan que eran solo las señoras!!
Muy buena reseña, amigo Genovés
¡Ah, también tú recuerdas, Abril, la fragancia Brummell...! Por lo demás, fíjate que la moda británica sigue siendo más famosa en ropa masculina que femenina. ¿Por qué será...?
EliminarSalucines