Título original: Quality Street
Año: 1927
Duración:
80 minutos
Nacionalidad:
Estados Unidos
Director:
Sydney Franklin
Guión:
Albert Lewin y Hans Kraly, a partir de la obra de James .M. Barrie
Fotografía:
Robert De Grasse
Reparto:
Marion Davies, Conrad Nagel, Helen Jerome Eddy, Flora Finch, Margaret Seddon,
Marcelle Corday, Kate Price
Producción:
Metro-Goldwyn-Mayer
En el año 2002, versión restaurada en DVD por Milestone
Films
***
Título original: Quality Street
Año: 1937
Duración:
83 minutos
Nacionalidad:
Estados Unidos
Director:
George Stevens
Guión:
Allan Scott, a partir de la obra de James M. Barrie
Música:
Roy Webb
Fotografía: Robert De Grasse
Reparto: Katharine Hepburn, Franchot Tone, Eric Blore,
Fay Bainter, Cora Witherspoon, Estelle Winwood, Joan Fontaine
Producción:
RKO Radio Pictures
***
Descanso del rodaje de Quality Street (1927)
Basada en una pieza teatral del escritor británico James M.
Barrie (autor también de Peter Pan), Quality Street ha sido llevada a la gran
pantalla, si no hago mal la cuenta, en dos ocasiones. Dos muy correctas
adaptaciones, una muda, realizada por Sidney
Franklin en 1927 para la MGM, y una segunda sonora, dirigida por George Stevens, diez años más tarde, en
1937, para RKO Pictures.
La historia original tiene todo el sabor y candor de los
primeros compases del siglo XIX en Inglaterra. 1802. Dos hermanas solteras viven juntas en una mansión ubicada en la
calle que da nombre a la obra. Frisando la edad de merecer —de hecho, a punto de superarla—, temen ambas convertirse en solteronas. Lo mismo que les
ha pasado a algunas vecinas (tres hurracas al modo de la irregular serie
televisiva Cranford) que no les quitan ojo, vigilan sus movimientos sin
descanso. Susan, la mayor de las
hermanas Throssel, parece resignada a dicha condición, hasta el punto de que el
vestido de boda que conserva primorosamente en el arcón (para la feliz ocasión anhelada)
lo entrega a la hermana menor, Phoebe,
más atractiva que aquélla y todavía con esperanzas de ser desposada.
Quality Street (1927) |
Ocurre que un joven doctor, Dr. Valentine Brown, la ronda, le lleva flores con asiduidad y
hasta le invita al ir al baile. Ella espera anhelante que, finalmente, el joven decida a declararse, algún día. Una mañana las hermanas de Quality Street
reciben una misiva del Dr. Brown, a mediodía irá a visitarlas a fin de
comunicarles una noticia importante. Alboroto general, gran expectación, hasta
la cocinera se solivianta y planea una comida de celebración. Creyendo que,
después de todo, habrá boda, las dos jóvenes ya no tan jóvenes esperan con suma
ansiedad la llegada del doctor. Mas, la
novia a la que va a abrazarse ese buen partido no es otra que la guerra
napoleónica. Acaba de alistarse para marchar al continente y frenar el
envite de Bonaparte. El vestido de boda vuelve al arcón familiar.
Pasan los años.
Cuando el Dr. Brown vuelve del frente. Las hermanas Throssel han transformado
la vivienda en un colegio para niños. Phoebe ya delata la condición de
solterona: cariacontecida, gesto adusto, pelo recogido en una cofia y gafas de
cerca. Cuando el doctor recién licenciado vuelve a verla, la decepción es
mayúscula. ¿Qué ha sido de la linda
Phoebe? Se despide, no sin ser advertido antes por la despechada mujercita
de una circunstancia compartida: que también los años y los quebrantos han
pasado para el galán, mírese si no esos cabellos grises y la cicatriz en
el rostro. No hay resentimiento en Phoebe, sólo desilusión. Ella sigue
amándole. Tanto es así que urde un plan. Si los caballeros las prefieren jóvenes,
Phoebe será desde ahora Ivvy, supuesta (muy presumida) y jovencita sobrina,
caída del cielo.
Bueno, esto ya es otra cosa. El Dr. Brown admira la resurrección del amor, vuelve a la
ronda e invita a Ivvy al baile. La historia se repite, con una excepción. Phoebe,
convencida que de ser una «ladylike» es lo que le ha condenado a la soltería
sin remedio, decide descocarse, aunque moderadamente. De este modo, Ivvy vendría a ser como la Miss Hyde de la «doctora»
Phoebe. La transformación no es del agrado del Dr. Brown, quien, después de
todo, sigue amando a la auténtica, cándida y dulce Phoebe. Finalmente, se urde
un nuevo plan, esta vez para deshacerse de la sobrina inexistente e
impertinente, y final feliz.
Mientras las vecinas chismosas procuran no perder detalle de la conclusión de
los hechos, la pareja de enamorados se abrazan y repiten la frase que acompaña
a sus encuentros amorosos: «Es mucho
mejor estar solos, verdad». ¿Ironía británica?
Quality Street (1937)
Hoy, claro está, entre el público aficionado, es más
conocida la segunda producción que la silente. Un director como Stevens es
garantía de un trabajo sólido y solvente. Y por si esto fuera poco está
interpretada, al frente del reparto, por Katherine Hepburn y Franchot Tone. Sin
embargo…, un servidor prefiere sin dudarlo la versión primera, la muda, con
Marion Davies y Conrad Nigel a la cabeza. Ya me conocen ustedes…, contumaz. Cine silente y
no digo más.
Resumo mi opción por tres razones. Primera, porque la trama que acabo de relatar queda clara en la
versión de Franklin; en menor medida, en la de Stevens. Segunda, ésta no puede remediar el origen teatral que más que nada,
la delata; la versión muda, en cambio, es cine puro. Tercera, lo que la versión de 1937 tiene de ágil y graciosa opereta
(eso sí, dirigida con mano diestra por Stevens), la muy sobria e inteligente
realización de Franklin, plena de muy buenos hallazgos visuales y de soberbios
primeros planos, rebosa emotividad,
tensión dramática y romanticismo como sólo el cine silente ha sido capaz de
hacer.
Y si no me creen ustedes, busquen las dos películas,
comparen y si encuentran alguna mejor que otra, me lo cuentan…
Marion Davies en Quality Street (1927)
Juventud, divino tesoro... Vi la de Stevens hace mucho tiempo, de la silente ni idea hasta ahora. Ya me ha proporcionado usted un buen programa doble ;)
ResponderEliminarUn abrazo
Programa doble, Mara, así es. En dos días consecutivos vi estas dos estupendas películas. Que usted lo disfrute.
EliminarSalucines