Páginas

lunes, 8 de octubre de 2012

MORFEO Y ARQUÍLOCO EN EL CINE



Que yo recuerde, sólo una vez en mi vida me he dormido en un cine; mientras la película seguía brillando en la pantalla, quiero decir. Asimismo, creo que sólo en una ocasión (aunque no la misma vez) me he marchado de una sala antes de que terminase la proyección. Sí, sí, daré los títulos a continuación. 

Sin embargo, que nadie sospeche tras esta pequeña crónica (basada en hechos reales) un malicioso señalamiento ni afán de rencor o resentimiento. Tampoco un propósito de saldar cuentas con el pasado o un afán de venganza a posteriori, o un vano empeño de poner en la picota alguna cinta en particular o zaherirla. De ningún modo es mi intención desaconsejar a nadie que se acerque a las dos películas que mencionaré enseguida, si no las ha visto ya sin haberse dormido durante ese trance o haber salido pitando de la sala antes de llegar al final… Como me ocurrió a mí.

Me dispongo a hacer un inocente testimonio, «sin segundas», sin buscar llamar la atención. No se barrunte en esta trivial confidencia una voluntad de regenerarme a fin de volver así a intentar una hazaña fracasada, de la que caí rendido la primera vez. Si se quiere interpretar así, he aquí mi testimonio. Genovés revelado.

Les juro que digo la verdad.




Para ilustrar la escena, he tomado prestadas las imágenes de dos modelos legendarios de la Antigüedad, Morfeo y Arquíloco, dios del sueño en la mitología griega y poeta heleno, respectivamente.

El primer personaje, Morfeo, es de sobras conocido, y si bien su intervención diaria es necesaria en la vida, muchos lo convocan más de lo necesario; sea en el dormitorio, en el sofá del salón, en la butaca de la sala oscura, en un silla, de pie y aun en lugares públicos.

El héroe —o para decirlo con mayor rigor: el antihéroe— Arquíloco acaso no sea tan célebre ni popular, aunque la influencia que ha tenido y tiene en el comportamiento humano es igualmente notable. Hace unos años disertaba yo en un escrito sobre «la figura del poeta griego Arquíloco […] ese luchador que al comprender la ineficacia de la Acción ante la amenaza de la Muerte, decide abandonar el escudo “junto a un matorral” y no seguir combatiendo, pues, según declara, él desea dejar de matar, aunque, más que nada, lo que anhela es que no le me maten a él; su proyecto vital es la aspiración de más vida, de una vida asegurada.» Arquíloco es, entonces, el arquetipo del que huye.

Pero, dejémonos de filosofías. Para decirlo en pocas palabras: con Morfeo uno se queda traspuesto y con Arquíloco uno sale corriendo con lo puesto.




Primer caso. Un cine de Arte y Ensayo en la ciudad de Valencia (Cinema Xerea, creo), sala a la que acudía yo en mis años mozos a ver películas sin freno, sin control, sin perdón. Ya pueden ustedes calcular que estoy hablando de la época de La Yenka: « ♪ Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres… ♪ ». Cuando uno era un inmoderado y se echaba entre pecho y espalda cualquier cosa. Ponían Fitzcarraldo (1982), película dirigida por el realizador alemán Werner Herzog y protagonizada por Klaus Kinski y Claudia Cardinale, entre otros actores que no tuve tiempo de reconocer… Pues sí, me dormí a la mitad de la cinta (se me antojaba una cinta de Moebius), me quedé como un tronco, como un ceporro. Al volver a iluminarse la sala, deduciendo de esta forma que la proyección había terminado, abrí los ojos.




Segundo caso. Me presentaba yo a unas oposiciones para profesor de Filosofía en Madrid. Fíjense ustedes si hará tiempo de esto. O tempora! O mores! Pero ésa es otra historia… Reparen, amigos míos, en lo joven y audaz, lo imprudente e intrépido, que era yo en aquellos tiempos: un día antes de mi intervención ante el tribunal (sí, sí, aprobé, aprobé…), no se me ocurrió mejor manera de pasar la tarde que meterme en un cine… de Arte y Ensayo. Echaban una producción francesa, India Song (1973), bajo la dirección de Marguerite Duras. No sé quiénes salían en la película; me refiero al reparto. De lo que sí estoy seguro es de lo siguiente: transcurridos menos de diez minutos del comienzo de la proyección estaba yo de nuevo en la calle Princesa de Madrid. Corría el mes de julio. Hacía mucho calor y yo me olvidé enseguida de qué demonios había entrevisto en la pantalla. Mi cabeza intentaba recordar todos y cada uno de los Diálogos de Platón.

No he vuelto a intentarlo. Lo de ver aquellas películas, digo.



9 comentarios:

  1. Yo también he hecho de Morfeo y Arquíloco en el cine. Afortunadamente en escasas ocasiones, que no está el precio de la entrada para esas cosas.

    No he visto ninguna de las dos, Fernando, y viendo sus efectos sobre ti... pues no sé si atreverme.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Yo también confieso que me ha visitado morfeo en el cine, pero no con estas dos películas, en realidad, siempre me ha pasado con películas ligeras que no hicies falta poner el coco a funcionar. Igual es por eso, que de no funcionar se había puesto en huelga.
    Con Fritzcarraldo reconozco, que si no estás enchufado es de las películas en las que Morfeo se hace presente. Pero en realidad yo le tenía muchas ganas, porque me había gustado "Aguirre, o la cólera de Dios", entonces debe de ser que la comencé con ahínco. Porque la verdad, es que es más larga que un día sin pan.
    En cuanto a la cinta de Durás, quiso hacer una recreación de la India de arte y ensallo, pero para mí, que la francesa se mueve mejor en cosas más ligeras, con lo que resultó una pedantería de órdago mayor.

    Gracias por compartir tus momentos con Morfeo.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. No me suele ocurrir pero alguna vez quizás sí, curiosamente en alguna película de acción y sí, de esas que ahora se recrean mucho en saltos y explosiones..estoy segura que el argumento es tan pobre o tan aburrido que ni el ruido ensordecedor ni las destrucciones en masa alejaron a Morfeo.

    No he visto las peliculas que mencionas pero me sorprende que las recuerdes..uhm :-)

    Saludos

    ResponderEliminar
  4. jajaja, esta bien que sueltes estas confesiones inconfesables, yo me he dormido, en una sala de cine obviamente, también y profundamente ,que recuerde viendo La mujer del teniente Frances, rememoro los títulos de crédito del principio y luego una cosa que ponía "The End". Estaba yo en el servicio militar y las guardias hacían su estrago, era en el festival de cine de Jerez de la frontera. Pero que bien que me trató Morfeo ese día, también quise redimirme y también me dormí luego años después viéndola en casa, pero con el rew y el play , y un día con otro terminé viéndola. Ahora que recuerdo, en ese mismo festival también me dormí viendo "El Ansia" a pesar de toda su artillería, pero es que en la mili hay mucho déficit de sueño, y un cine en Jerez con aire acondicionado y una buena butaca es toda una invitación a dejarse ir.

    ResponderEliminar
  5. Debe ser porque soy catalán y no me gusta gastar en balde, pero jamás me he dormido en una sala de cine y por supuesto tampoco he salido antes de hora. Ganas no me han faltado en muchas ocasiones de ocuparme de una de las dos maneras, pero me he aguantado y me he dedicado a comprobar las pifias en la pantalla.
    Digamos que mi bloc es una suerte de válvula de escape donde descargo la frustación de una mala película sin pudor alguno, ya que no me resulta embarazoso cargar a conciencia cuando corresponda.
    Eso sí: en casa, mirando la tele o un dvd, la cosa gira 180 grados...
    La de Fitzcarraldo ni siquiera la he visto, pasados tantos años, y la francesa la desconocía por completo aunque me suena ligeramente como pretenciosa la aventura de la Duras en el cine. ;-)

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Pues ya que estamos todos de confesiones, yo confensaré que Morfeo me visitó, que yo recuerde, una sola vez en un cine con una película titulada "El holandés errante", holandesa, para más inri, allá por el 95-96.

    El amigo Arquíloco no me poseyó nunca, pero confieso que, en alguna ocasión, no faltó mucho. Sin ir más lejos, este verano viendo "Prometheus".

    En casa las cosas cambian. Si es cuestión de confesar, ahora que nadie nos escucha, padre, confieso que "Amelie" fue un auténtico suplicio recurrente: llevado por el furor que había causado la cinta, intenté verla una y otra vez pero ejercía en mí un efecto de lo más sedante. Después de varios intentos, una siesta considerable y una dosis extra de cafeína, conseguí verla. De pronto entendí por qué me dormía, ups!

    Salucines

    ResponderEliminar
  7. No, mis queridos amigos, no me he dormido. No, mis queridas amigas, no he huido. Aún.

    Sólo es que llevo mucho trajín en estos últimos días. Y más que llevaré las próximas semanas. De modo que no podré atender el blog ni a sus visitantes como sería menester.

    Sólo un comentario a los comentarios, con el que creo estaremos todos de acuerdo: dormirse en una película no significa "per se" descalificarla; ocurre hasta en la mejores familias y hasta a los más despiertos. Abandonar un visionado en una sala antes de que acabe la proyección, excepto caso de fuerza mayor, pues es otra historia, la verdad...

    Recordad que todos los lunes hay cambio de programación en Cinema Genovés. No me dormiré. Pondré el despertador. Y aunque tenga que salir, siempre habrá algo que ver. Para que veáis...

    Salucines

    ResponderEliminar
  8. Confesaré yo también, visité a Morfeo en la proyección de "El Imperio Contrataca" retocada por Lucas en los 90.
    A Arquíloco, pues más de una vez, en alguna película de esas que se ponen sórdidas o manipuladoras.
    Y por último visité a Baco (y esto hay que ser valiente para confesarlo) para afrontar el visionado de "Condemor el pecador de la pradera"... Bromazos que le gastaban a uno los amigotes por ir de cinéfilo.

    Salucines

    ResponderEliminar
  9. Bueno, amigo David, la inclusión de Baco en esta historia sí es original. Y esa mezcla de Baco y Condemor ciertamente que resulta explosiva, por no decir embriagadora...

    Salucines

    ResponderEliminar