Título versión española: El alcalde, el escribano y el abrigo
Año: 1952
Duración: 101 minutos.
Nacionalidad: Italia
Producción: Faro Film, Titanus.
Director: Alberto Lattuada
Guión: Alberto Lattuada, Giorgio Prosperi, Giordano Corsi, Enzo Curreli,
Luigi Malerba, Leonardo Sinisgalli, Cesare Zavattini (basado en un relato de
Nikolai Gógol)
Música: Felice Lattuada
Fotografía: Mario Montuori
Reparto: Renato Rascel, Yvonne Sanson, Giulio Stival, Ettore Mattia, Giulio
Calì
Siento una
especial querencia y admiración por el cine italiano. De entre las filmografías
europeas que más aprecio, la italiana ocupa el primer lugar en mi orden de
preferencias. Creo que pocas producciones realizadas en un país del viejo
continente pueden contar con las singularidades y la sólida integridad en
materia cinematográfica que atesora Italia, sea en el terreno de la
producción, la dirección o en la interpretación, por citar sólo tres elementos
notorios en el arte de fabricar sueños.
Nos estamos refiriendo, atentos todos, a una
cantera fílmica de la que han salido, entre otras piezas nobles y macizas,
Carlo Ponti y Dino de Laurentis, Federico Fellini, Mario Monicelli, Vittorio de
Sica y Luchino Visconti, Alberto Sordi, Sophia Loren, Giulietta Massina,
Vittorio Gasmann, Marcello Mastroianni... e tutti quanti.
Dirigimos nuestra mirada, para más señas, a la patria que acoge Cinecittà: la panorámica y las vistas son maravillosas. Cuando a la singularidad le sumamos la universalidad, pongamos que hablo de cine, estamos muy cerca de vernos bañados por un polvere di stelle.
Dirigimos nuestra mirada, para más señas, a la patria que acoge Cinecittà: la panorámica y las vistas son maravillosas. Cuando a la singularidad le sumamos la universalidad, pongamos que hablo de cine, estamos muy cerca de vernos bañados por un polvere di stelle.
A menudo leemos o
escuchamos que la excelencia en las películas, lo más próximo a la perfección
cinematográfica, el más difícil todavía del arte del celuloide, consiste en
superar con éxito la gran prueba: reunir
en un mismo film comedia y drama, poesía y documento, emoción e inteligencia,
sonrisas y lágrimas. En Hollywood, quienes han logrado superar esta proeza
no son muchos, y tampoco voy a pretender ahora convocarlos a todos. No obstante,
no puedo olvidarme de John Ford, Billy Wilder, Leo McCarey, Charles Chaplin, Alfred
Hitchcock. Pues bien, esta peculiar capacidad para conseguir la unidad de
contrarios, para descubrir el santo grial del cine, para revelar lo mejor del
séptimo arte, podemos encontrarla en segundo lugar, but not least, en el cine italiano.
Hay muchos
ejemplos de lo que digo. Hoy quiero traer a Cinema Genovés una muestra que, sin
ser comúnmente citada ni muy conocida, disfruta de los atributos mencionados: Il
cappotto, película dirigida por Alberto Lattuada en 1952. Amigos míos, si no la habéis
visionado, este abrigo es valioso como
un visón. Os la recomiendo.... de todo corazón.
Basada en un
relato de Gógol, la historia del capote ha tenido varias adaptaciones cinematográficas
previas ―más o menos libres respecto al texto original― además de la realizada
por Lattuada: la producción soviética Shinel (1959), dirigida por Alexei Batalov, que no tengo el gusto
de conocer, y la obra maestra El último (Der Letzte Mann, 1924),
realizada por F. W. Murnau, en donde la zamarra de turno adopta la función de un uniforme de portero de hotel.
El protagonista
de Il cappotto, es Carmine De Carmine
(Renato Rascel) un pobre funcionario de ayuntamiento de la
ciudad de Pavía, al norte de Italia, donde los inviernos son muy crudos. La
acción está situada en los años 30, lo que hace la cosa todavía más cruda para
sus habitantes. El nombre del personaje,
una aliteración revestida de predestinación, ya nos pone sobre la pista de
dos rasgos principales que definen su ser y condición, claves en la trama.
Por un lado, Carmine trabaja como copista, es decir, ocupado en repetir, en volver a escribir, lo que otros ya han escrito o dicho. Una labor rutinaria, aunque no carente de gracia y buen hacer: el alcalde en persona alaba la letra gótica, el delicado trazo de la escritura salida de la mano del escribano. Por otro lado, De Carmine tiene una idea recurrente, reiterativa, obsesiva: anhela desesperadamente tener un abrigo nuevo, elegante y de buen paño. Como el que lleva su Excelencia, con la solapa bien vistosa y forrada.
Por un lado, Carmine trabaja como copista, es decir, ocupado en repetir, en volver a escribir, lo que otros ya han escrito o dicho. Una labor rutinaria, aunque no carente de gracia y buen hacer: el alcalde en persona alaba la letra gótica, el delicado trazo de la escritura salida de la mano del escribano. Por otro lado, De Carmine tiene una idea recurrente, reiterativa, obsesiva: anhela desesperadamente tener un abrigo nuevo, elegante y de buen paño. Como el que lleva su Excelencia, con la solapa bien vistosa y forrada.
El capote
significa en este sentido, literalmente hablando, un sobretodo, esto es, el leit motiv que envuelve la narración de
principio a fin. La prenda es el resguardo
contra el frío, para que el buen hombre no tenga que calentarse, sin ir más lejos, por el efecto del hálito animal emanado del hocico de un caballo
(extraordinaria escena en la presentación de nuestro héroe).
El tabardo nuevo y de buen paño es, asimismo, la garantía de reconocimiento social, sea
entre los compañeros de trabajo, que se burlan de él, sea entre los otros huéspedes
de la pensión donde habita, quienes más bien lo ningunean. El gabán adquiere el poder de aval del galán, la armadura con la
que aproximarse decididamente a la mujer que ama de modo inconfesado;
precisamente, porca miseria, la amante del Sindaco (Giulio Stival).
El sastre (Giulio Calì) que confecciona el abrigo
le garantiza los felices resultados que alberga la preciada prenda:
― Con un abrigo
nuevo serás otra persona. Harás carrera. Y las mujeres... Las mujeres se
conquistan con los abrigos.
Pero, ay, ocurre
que, tras un breve periodo de posesión y exposición de la pieza mágica, de hacerse fotos en estudio y de presumir, un
desalmado le roba el capote en plena calle. Al ladro, al
ladro! Il mio cappotto! Il mio cappotto...! Ruega ayuda y
pide socorro, necesita recuperar el abrigo, sin il cappotto no es nada;
es un don nadie, un fantasma, que se pierde en la niebla, un alma desnuda que
emprende el largo viaje al final de la noche.
Película entrañable y conmovedora, divertida y hasta hilarante en determinadas secuencias, tierna e inconsolable, trágica y cruda. Como la vida misma. Con Il cappotto, Alberto Lattuada, director a tener en cuenta, logra uno de sus mejores trabajos en la gran pantalla. Y el cine italiano, atesora una de sus piezas maestras.
Precíamente estoy en una etapa de descubrimiento de cine italiano así que me apunto tu recomendación para verla próximamente.
ResponderEliminarEs un tipo de cine que me está dejando muy impresionada y me gusta especialmente.
Gracias por la recomendación.
Saludos.
Pues, ánimo Manderly, porque tienes mucho y muy bueno que ver. Y de todo género: desde el peplum al spaguetti western, pasando por el melodrama y la comedia, para mi gusto, la joya de la corona del cine italiano. Sólo con que te organices unos ciclos "iniciáticos" a base de Totó y Alberto Sordi, te lo pasarás a base de bien...
EliminarSalucines
Debo confesar que "Il Capotto" era (ya no gracias a tus líneas) una película absolutamente desconocida para mi.
ResponderEliminarAunque me confieso devoto del cine italiano, especialmente de sus interpretes y de un puñado de realizadores sobresalientes (como son esencialmente Fellini, de Sica, Leone y Visconti), mis incursiones en su cinematografía se circunscriben casi exclusivamente a la obra de éstos últimos.
Mi conocimiento de la obra de otros directores esenciales como pueden ser Pasolini, Rossellini, Scola, Antonioni, Monicelli o Risi es bastante superficial y debo confesar que Alberto Lattuda, hasta hoy, era un absoluto desconocido.
Sólo agradecerte la recomendación, pronto haré buen uso de la misma y reservaré este "Il Capotto" para combatir el frío de una de estas tardes de invierno.
Salucines
El cine italiano, David, es soberbio. Especialmente el que transcurre durante los años 40 y 50 del siglo XX. Como le pasó a gran parte del cine (mundial), a partir de los 60, la cosa declina: triunfa el cine erótico, político y demás, perdiendo mucha frescura y creatividad.
EliminarAlberto Lattuada no es que sea una excepción, es casi un perfecto ejemplo de lo que digo. De su filmografía, te recomiendo en especial, aparte de "Il cappotto", "Luci del varietà" (codirigida con Fellini) e "Il bandito". Y ya me contarás...
Salucines
La tengo por ver. D. Fernando, el año pasado me pasaron unos discos con alguna clásica Italiana desconocida, entre ellas estaba Il Capoto, pero no la he visto. A mi es que el cuerpo, e pide a veces, cine Italiano.
ResponderEliminarTras su revisión tengo que adelantarle algunos puestos en su visionado, pero joer, es que hay tanto por ver, y no lo digo por decir, que parece uno un profesional de esto.
Saludos.
Roy
Y a mí, amigo Roy, el cine italiano me lo pide el cuerpo y el alma. ¿Dosis? Al menos, un título a la semana. Además, de disfrutar de este manantial inacabable de buenos tragos de cine, es que necesito escuchar hablar en italiano. ¡Ah, como añoro Italia...!
EliminarSalucines
Lattuada es una asignatura pendiente, y eso que tengo en mi poder varias de este cineasta (incluida la que reseñas ¿o criticas? jajaja, tranquilo, que llegaba tarde al otro debate y no quiero empezar de nuevo). Sí que he visto "Luces de Variedades" con Fellini, y me uno a tu recomendación.
ResponderEliminarSaludos!
Ethan: sin ser uno de los maestros del cine italiano (los verdaderamente grandes los hay a decenas), Lattuada tiene firmados algunos títulos muy interesantes y valiosos. Además del que citas, y del que yo hablo en el post, no te pierdas "Il bandito". El resto de su obra es cuestión de gustos. E incluso de títulos a descubrir.
ResponderEliminarSalucines
Pues un nuevo descubrimiento que me brindas. Trararé - no sé cuando- de enfundarme mi mejor abrigo para disfrutar de tu recomendación. Con todo y leyendo la trama, no sé si me lo parece a mi o he encontrado alguna similitud con "El ladrón de bicicletas" en esa desesperación por recobrar el codiciado objeto de deseo. Sólo sé una cosa: estos italianos, para conmover y causar desasosiego, eran unos maestros.
ResponderEliminarSalucines
Buena intuición, deWitt. La película evoca en parte "El ladrón de bicicletas", pero más que nada en el leit motiv del argumento: el robo de un objeto de gran valor material y simbólico. En un caso, el protagonista es la víctima, en el otro, el ladrón. Ahora bien, el tratamiento del asunto y la puesta en escena de Lattuada y el de De Sica son radicalmente distintos. El gran modelo de De Sica, como actor y como director, era Chaplin. Y, ya puestos a comparar, Lattuada está más próximo a Buster Keaton en cuanto a sentido del humor que a Chaplin. No sé si con esto te doy una pista.
EliminarSalucines
Esta creo que me falta, aunque me suena mucho esa foto con el gabán recién colocado, pero, si la ví, no me acuerdo apenas y, efectivamente, no la tengo en mi colección, así que a la lista va de pendientes.
ResponderEliminarPor cierto: magníficos los carteles ilustrativos, Fernando; un día habría que examinar con calma el camino parejo entre grandes carteles y grandes películas y me refiero a obra gráfica inspirada, no a simples composiciones infográficas como las que ahora solemos ver en las paredes de los cines...
Un abrazo.
Sea como fuere, Josep, "Il cappotto" merece una revisitación. Insisto en que, a mi juicio, estamos ante una obra superior.
EliminarY tienes mucha razón en lo de los carteles de cine. Hay algunos blogs y algunas páginas web, creo, especializados en el asunto. Yo aún recuerdo (y tengo coleccionados)los programas de mano de los cines, con aquellos carteles dibujados con tanto arte y talento. Me viene ahora a la mente los geniales trabajos de Jano.
Salucines