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miércoles, 22 de junio de 2011

«MURNAU, LA LUZ INQUIETA» de ANTONIO BELMONTE


Antonio Belmonte, Murnau, la luz inquieta, Ártica, Madrid, 2011, 343 páginas

De tener que componer el retrato —o daguerrotipo— de los «padres fundadores» del cine mundial de todos los tiempos, Friedrich Wilhelm Murnau (1888-1931) ocuparía allí, no un lugar común, sino un puesto de honor. Pionero del cinematógrafo, el legado de Murnau ha marcado poderosamente el nacimiento y el devenir del séptimo arte. La huella dejada por su obra (más preciso que «huella» sería decir «sombra») ha dejado un rastro en la historia del cine tan profundo como imperecedero. Apreciable, en primer lugar en los grandes cineastas, en los artistas más aventajados. Y es que nos hallamos, nada menos, que ante un maestro de maestros del cine.
El lector en español ya dispone en el mercado de trabajos consistentes que exploran el trabajo de Murnau, como, por ejemplo, los firmados por Luciano Berriatúa, uno de los máximos especialistas en el cine del cineasta alemán. Hasta este momento, sin embargo, no había sido afrontada la tarea de escribir una monografía que acercase al aficionado al cine, de manera esencial y sucinta, pero rigurosa a la vez, la vida y la producción de autor tan colosal. El ensayo Murnau, la luz inquieta, de Antonio Belmonte, ha llenado este hueco. Y no era una tarea fácil.
Muerto en Santa Mónica a los 42 años en accidente de coche, vehículo conducido, sorpresivamente, por García Stevenson, su amante filipino de 14 años de edad. Autor de una filmografía bruscamente cercenada por el destino, ni siquiera conservada en su totalidad, con algún título tan sólo esbozado o fragmentado, extendida en poco más de una década. Sin haber tenido oportunidad de experimentar el cine hablado y en color, Murnau, ese Mozart del cinematógrafo, concentra en un breve relámpago la síntesis luminaria de la génesis del cine: el arte de la luz y las sombras en su amanecer.
No es sencillo, en efecto, coger al vuelo o capturar una estrella fugaz. No es tarea fácil detener la luz inquieta (a la que alude el subtítulo del volumen), a fin de ser reproducida. «¡Detente instante, eres tan bello!», proclamaba Fausto en el célebre verso de J. W. Goethe, un texto trasladado/adaptado a la pantalla por el propio Murnau. Y el tiempo, en efecto, se detuvo. Porque el tiempo no pasa para el puro cine clásico. Después de todo, de Nosferatu (1922) a Fausto (1926), filmando títulos de la categoría de Phantom (1922), El último (Der Letzte Mann, 1924), Tartufo (1926) y Tabú (1931), Murnau acabó encontrando la perla de la inmortalidad.
Vino al mundo, con el nombre de Friedrich Wilhelm Plumpe, en la ciudad de Bielefeld, Wesfalia. En la casa natal se instalaría posteriormente un cine, el Capitol. «Murnau» es, en realidad, uno de los seudónimos utilizados desde su juventud, estratagema con la que pretendía hacer pasar desapercibidos para la familia sus primeros pasos en el mundo del teatro. Su madre parece que fue condescendiente con la pasión artística del muchacho. No así su padre. Materia para psicoanalistas.

«adoptado [el seudónimo] hacia 1910, le quedó para siempre. Era el nombre de una localidad alpina en la que Murnau había pasado momentos agradables junto a sus amigos, muchos de ellos referentes del arte de vanguardia anterior a la Primera Guerra Mundial.» (pág. 20).
Trasladado a Berlín en 1907, pronto contacta con los círculos artísticos e intelectuales más activos y creativos de la época. En el teatro se encuentra con Max Reinhardt. A continuación, conoce al actor Conrad Veidt, al operador Karl Freund, al director de escena Ernst Lubitsch, a los guionistas Carl Mayer y Thea von Harbou, al directivo de la UFA Erich Pommer. Entre 1919 y 1920 rueda casi una decena de filmes, gran parte de cuyo material se ha perdido. En 1921 da a la luz Nosferatu. Desde ese momento, su reconocimiento y fama alcanzan nivel internacional; un éxito que, en algunos aspectos, ha llegado a eclipsar el resto de la producción del cineasta. Mientras tanto, sus títulos producen un fuerte impacto en Hollywood. William Fox le ofrece un contrato, y en 1926, Murnau embarca camino de Estados Unidos.

En los estudios californianos realiza dos obras de impecable factura, Amanecer (1927) y City Girl (El pan nuestro de cada día, 1930), y una pieza inconclusa, Four Devils (1928). La primera de ellas, Amanecer, constituye uno de los títulos capitales de la historia del cine. La puesta en escena, la tensión dramática, la iluminación y ambientación, los movimientos de cámara, la dirección de actores, la sensibilidad artística, en fin, allí demostrada, compendian en su máxima expresión la genialidad del autor. City Girl, con la que guarda bastantes aspectos comunes, tanto argumentales como narrativos, no fue muy bien recibida por crítica y público, a mi juicio, sin motivo razonable. Llegados a ese punto, las relaciones profesionales de Murnau con William Fox y la productora se deterioran. Hasta el punto de que el cineasta pone tierra —o, mejor dicho, océano— de por medio, llegándose hasta los Mares del Sur, donde rueda Tabú, su último filme.


Murnau, la luz inquieta describe y analiza con detalle las vicisitudes de la obra del autor germano. Pero, no sólo eso. El volumen contiene un rico material gráfico, imprescindible en un libro sobre cine. Incluye, asimismo, unos insertos —acotaciones al margen, pero dentro del cuerpo de los capítulos— que ofrecen la contextualización de las etapas de la filmografía examinada, la reseña de autores relevantes y de fenómenos artísticos vinculados con la vida y obra de Murnau. Igualmente, ha sido muy acertado incluir la extensa coda que cierra el volumen (Capítulo 10. «Marcha fúnebre por una cámara»), en la que Antonio Belmonte explicita, por medio de un análisis comparado, el notable impacto dejado por Murnau en cineastas tan señalados como John Ford, Alfred Hitchcock, James Whale o Marcel Carné.
Para comprobar la influencia total que F. W. Murnau ha dejado en el cine, basta, en fin, con visionar, una y otra vez, sus películas. La lectura del presente volumen constituye un sólido y útil acompañamiento en este propósito que proporcionará gran goce estético e intelectual a lector y a espectador.


16 comentarios:

  1. Gracias por tus palabras y el tiempo que has dedicado al libro.

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  2. Gracias a ti, Antonio, por escribir un libro tan útil y valioso sobre un cineasta tan esencial como Murnau.

    Salucines

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  3. Mmmmm, tomamos buena nota de este libro con un título tan maravilloso (y oportuno) y una inquietante portada (muy Murnau). Viniendo de tí la recomendación no puedo dudar de la calidad de su contenido! Murnau, imprescindible!Murnau, maestro! Murnau, claroscuro! ¿Cómo se hubiera escrito la historia del cine si llegara a tiempo al sonoro??

    Gracias!!

    Salucices

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  4. Gracias a ti, deWitt, por tu amable comentario. El libro es, en efecto, muy recomendable, tanto para iniciarse en el cine de Murnau, como para saber más acerca de él.

    Formulas una pregunta muy interesante al final del comentario. Como casi todas las de ese calibre, imposible de responder categóricamente. A uno le cuesta imaginarse una película de Murnau hablada (por los actores; en el cine silente, las imágenes hablan por sí mismas). Pero lo mismo hubiésemos dicho de Lubitsch o de Ford. Ambos con una soberbia obra silente. Y ¡sólo fue el aperitivo de una obra restante todavía igual de genial, o más, que la previa!

    Salucines

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  5. Bueno, TABÚ es una película sonora. Estuve a punto de incluir un capítulo sobre la posible siguiente película de Murnau. Al parecer lo más inmediato era seguir en las islas. En el libro ya se habla de un filme que acabaron concluyendo y estrenando sus amigos. Más adelante, o se hubiera dedicado a un cine marginal, incluso experimental (cosa que dudo) o hubiera optado por otras alternativas. Estoy convencido que la irrupción del Technicolor y el musical hubieran motivado a Murnau a hacer algo con eso, sin caer en una película cantada. Y me seduce la idea de una colaboración con Berkeley como coreógrafo. Estoy convencidísimo de que ese hubiese sido el camino.

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  6. Como siempre muy interesantes tus recomendaciones sobre análisis cinematográfico.
    Es muy posible que me haga con el libro para profundizar en la obra del autor de "Nosferatu", una obra de capital importancia en el devenir del 7º arte.
    Por cierto hoy me ha llegado por correo el primer tomo de "la Historia Mundial del Cine" de Brunetta y tiene una pinta, tal y como comentaste, la mar de suculenta.
    Mil gracias y salucines

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  7. Ciertamente, Antonio, es conveniente distinguir las películas sonoras de las habladas. Murnau se movía como pez en el agua en el cine silente, y, si no estoy equivocado, incluso se esforzaba por hacer filmes que carecieran de intertítulos. Cine de pura imagen. Por cierto, "that’s is the question": los filmes sonoros cabe incluirlos en la categoría de cine silente o de cine hablado.

    Como he señalado en un anterior comentario es complicado especular sobre "¿qué hubiera (un escritor, un cineasta) hecho, si...?". Entre otras consideraciones, porque como en el viejo Oeste, una cosa es la realidad factual y otra cómo nos gustaría que fuese. Es decir, el clásico conflicto artístico entre contar los hechos o la leyenda.

    Salucines

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  8. Me conmueve, complace y aun halaga, amigo David, tu fidelidad a la hora de seguir mis recensiones bibliográficas. Tal vez un día hasta consiga contagiarte también mi pasión por el cine musical...

    La sección del blog, "El cine que lees", acoge las críticas de libros que he leído y que considero que vale la pena dar a conocer. No siempre, ni necesariamente, son recomendaciones. En el caso de la monografía sobre Murnau o la Enciclopedia de Brunetta sí lo son, sin duda. Siempre desde mi particular punto de vista y criterio, claro está.

    En cualquier caso, creo que en un verdadero cinéfilo (etimología: que ama el cine), el cine que ve, es casi tan importante como el cine que lee. ¡Y no me refiero sólo al imprescindible cine en versión original subtitulado...!

    Salucines

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  9. Vaya….

    Yo no sé cómo ama el zzine un zzinéfilo, pero sé muy bien cómo, de qué forma y cuánto amo yo el zzine. Cómo ha enredado en mi pelo, en los lapizzeros de mi mesa, en amarle a él cuando le amé, en mi forma de colocar las piernas o enzzender una cerilla. Aprendí del zzine y con Malle, lo que significa una herida en el hueco del corazzón y en un milimétrico surco del zzerebelo; la diferenzzia entre la lucha y la guerra con Schanfnner; que la realidazz y lo imaginario recorre los techos altos de un balneario, rodeado de un misterioso jardín. Un matemático judío me alentó a buscar en la kábala y me sopló al oído que, quizá dos y dos no fueran cuatro y, no muchos meses más tarde, Clint le quitó la razzón a Aronofsky contándome más allá de unos puentes, que las certezzas son posibles aunque duelan. Que los vampiros entran por las ventanas y que son capazzes de amar eternamente; que es posible fotografiar las hadas; que en el Monument Valley la tierra es roja y misteriosa; que es posible que los muertos cuenten historias, cuando flotan en las piszzinas; que las rubias no siempre son malas, por mucho que se empeñaran Hitchcok y Buñuel; que antes de morir es bueno y conveniente montarse en un columpio y cantar una bonita canzzión; que sin afezzto, quizá, a vezzes, muchas vezzes, las historias de, sólo sexo, terminan fatal, aunque amanezcan en París, en un piso con suelos de madera (que yo siempre añoro) el saxo de fondo y el color violeta en el zzielo, ¡dios mío, cuánta belleza!.

    Recuerdo el cobijo en aquellas pequeñas salas de zzine, en mi infanzzia, el olor a madera de las butacas, la sombra proyezztada en las paredes, las salas al aire libre en verano.

    En fin, no es mi blog, ni es mi post, así es que no puedo ni debo seguir escribiendo, aunque hablando de esto, lo haría hasta la madrugada. Déjame dezzir solo que, Amanezzer, es una película bellísima, ella es pequeña y bonita y su Drácula que no bebe absenta, pero camina en sombra por las habitazziones, es todo un icono.

    Tus apuntes son siempre estupendos, habrá que comprar el libro y seguir, como no, aprendiendo todos los días.

    Caperuzzita

    Possdata: Dreyer nunca filmó en color. Pues ni falta que le hizzo.

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  10. Gracias, Caperuzzita, por tu comentario tan lleno de encanto. Y de amor. Amor por el cine. Y por tantas otras cosas. Muchas veces se utiliza el término "cinéfilo" con una (mala) sombra de pedantería y afectación. Y para mayor descaro, no faltan quienes, sin el menor reparo, se lo aplican a sí mismos, como el que se cuelga una medalla. En realidad, saben tan poco de cine como de griego clásico y de etimologías. Amar el cine, ser "cinéfilo" de veras, consiste en algo mucho más sencillo. Y precisa de una aptitud previa, básica y necesaria: la capacidad de amar.

    Tú, Caperuzzita, nos has dado, sencillamente, una lección de amor al cine. Y, al mismo tiempo, nada menos que una emotiva recensión de la historia del cine. Un rico repaso que el buen lector/espectador entenderá. Una breve historia sentimental del cine, y por ello mismo, dos veces buena. Una crónica de las películas que tanto han marcado una vida con el cine.

    Amiga mía, Cinema Genovés no es, nominalmente hablando, "tu" blog, pero considérate aquí en tu casa. O, por mejor decirlo, aquí tienes reservada una butaca para asistir a nuestras proyecciones. Y reservado, asimismo, el espacio que desees para exponer tus encantadores comentarios.

    Salucines

    PS. Creo que, aprovechando que Dreyer pasa por Copenhague, has desenredado con suma concisión y sutileza la cuestión, en discusión, sobre Murnau y el porvenir de una ilusión.

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  11. Yo ya lo he leído y os aseguro que merece la pena. Es muy, muy ameno y te descubre sin ningún esfuerzo facetas de Murnau que no habrías descubierto solo. De verdad muy recomendable.

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  12. Bienvenido, pluviason, a Cinema Genovés, y gracias por tu comentario, con el que coincido.

    Muy interesante, por lo demás, tu blog sobre música y cine silente. Quienes siguen mis entradas ya conocen mi "debilidad" por el, también denominado, cine mudo.

    Salucines

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  13. Veo que ya te has hecho con el libro del amigo Antonio. Lo tengo pendiente para este verano, cuando acabe el curso.

    Un abrazo, Fernando.

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  14. Habrá que hacerse con el libro. Hablar de Murnau es hablar de cine con mayúsculas, de movimiento de la cámara cuando casi nadie lo hacía, de retrato del alma de los personajes cuando casi nadie lo ha hecho.
    Saludos!

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  15. Pues, ya tienes lectura veraniega, amigo Gourmet. Yo no sé tú, pero a mí me apetece este verano revisionar la obra completa de Murnau, a la luz de la luna... Hasta el amanecer...

    Salucines

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  16. En efecto, Ethan, la obra de Murnau merece ser visionada, pero también estudiada. Tal es la magnitud de su legado cinematográfico. La lectura de este ensayo ayuda mucho a ese examen.

    Salucines

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