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miércoles, 14 de junio de 2017

MEL GIBSON: VIVISECCIÓN DE DIRECTOR


A propósito del estreno del último film dirigido por Mel Gibson, Hacksaw Ridge (Hasta el último hombre, 2016), penosa película que me invita, más que a perder el tiempo en reseñarla, a desempolvar una semblanza que escribí sobre el actor-director hace unos años, cuyo contenido entiendo que vale tanto para ayer como para hoy.


«El salto dado por Mel Gibson (Nueva York, EE UU, 1956) desde la faceta de actor a la faena de director ofreció un primer barrunte de transición pausada y contenida, la cual muy pronto resultó no serlo tanto. En pleno estrellato, galán rico y famoso, con una nada despreciable carrera a sus anchas espaldas, en el año 1993 dirige el film El hombre sin rostro (The Man Without a Face). Un título discreto en el que, en efecto, se pone tras la cámara, pero también delante de ella, si bien interpretando el papel de un personaje con el rostro desfigurado como consecuencia de un accidente. En su debut como realizador, Mel Gibson, atractivo presumido, procuró evitar ser valorado, en primera instancia, por su aspecto físico o sus dotes de interpretación. Deseaba pasar la prueba de la dirección buscando el reconocimiento de la labor recién iniciada y no tanto la aprobación a la ya consolidada. ¿Resultado? Lo dicho, experiencia discreta que no suscita mucha expectación ni reporta elogios al primerizo director por parte de crítica y público.

Pero, hete aquí que dos años después da la campanada con la siguiente película bajo su dirección, Braveheart, ganadora de cinco Oscar —entre ellos, Mejor Película y Mejor Director— y que obtuvo un éxito bárbaro. Cinta de aventuras, espectacular, polémica (la independencia de Escocia, al fondo) y con muchas secuencias cargadas de suma violencia, parece haber dado la clave a Gibson acerca del camino a seguir. Los títulos que vienen a continuación, directed by Mel Gibson, no sólo conservan los rasgos señalados en Braveheart, sino que diríase que juegan al más difícil todavía en cuanto a afectación y regusto por el realismo más sucio y más crudo, el naturalismo y, acaso también, el verismo.




En la tercera oportunidad, da en el clavo más que nunca. Rueda en lengua aramea La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2004), a quien le hace pasar un verdadero calvario en una filmación que recoge hasta el mínimo detalle las llagas y supuraciones del Mesías. Produjo división de opiniones hasta entre las más altas autoridades eclesiásticas. Por el contrario, la recaudación en taquilla habló muy claro: aumentó cinco veces la cifra del anterior trabajo. En Apocalypto (2006) no se anda por las ramas y entra directamente en la vivisección del pueblo maya —lengua, sacrificios humanos y antropofagia incluidos—, lo que no complació a algunos de sus presuntos descendientes presentes. Los proyectos anunciados en el inmediato futuro confirman la voluntad del cineasta de seguir la senda ya definida. El director australiano, nacido en Nueva York, exhibe ahora su verdadera cara.»


Una de las entradas con las que colaboré en la edición del volumen-diccionario, Cine XXI. Directores y direcciones editado por Cátedra en 2012, págs. 228 y 229.

2 comentarios:

  1. A mi me gusta mucho su cine. No comparto lo que dice la nota ni en un 0,001 %

    Saludos

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    1. Gracias, Anónimo, por su comentario. Bueno, lo importante es compartir. Aunque sea sólo un poco...

      Salucines

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