La tercera y última temporada de la serie de
televisión The Leftovers (2014), producción
de Warner Bros. para la cadena de cable HBO, ya está en antena. Los “creadores”
de la serie son Damon Lindelof,
principal factótum de la célebre teleserie Lost
(2004-2010), y Tom Perrotta, autor
de la novela The Leftovers en que
está basada, al menos en la primera temporada. En la segunda, el tema
inicialmente abierto (prometedor, ay, sólo prometedor) se torció y desquició,
derivando hacia horizontes paranormales (por no decir, psicodélicos o enloquecidos),
para quien le interese la cosa. Por lo
que a mí respecta, lo dejo pasar y hasta ahí he llegado. Me reservo para series
más serias…
En
el libro Cine, espectáculo y 11-S (2012;
última actualización: septiembre 2016) comento la impresión que me produjo el
arranque de la serie. A continuación, reproduzco algunos fragmentos de dicho
capítulo.
El
argumento de The Leftovers afronta
una cuestión de tremendo impacto y calado. Un infausto 14 de octubre, de pronto
y sin previo aviso o indicio, ciento cuarenta millones de personas, un 2% de la población mundial de todas las
nacionalidades, sexos, edades y razas del planeta, desaparecen, se evaporan, se volatizan, se desvanecen; así,
sin más. La referencia religiosa del caso se hace presente desde el primer
momento, hasta el punto de que el trágico fenómeno es denominado como la «Ascensión» (título elegido en la
versión española de la novela de Perrotta). Una equivalencia —más bien, una
alegoría— no negada, sino incluso alentada, por quienes de distintos modos
participan en la empresa, desde los directivos a los miembros del reparto.
Asimismo, se ha señalado, aunque de modo más tímido y reservado, el parentesco
de la temática llevada a la pantalla con los sucesos del 11-S.
Hay
una sola mención directa en la novela a los terribles atentados terroristas
sobre Estados Unidos:
«La cobertura fue diferente de la del 11 de septiembre, cuando se mostraron las torres ardiendo una y
otra vez. El 14 de octubre fue
algo más amorfo, más difícil de ubicar. Había choques en cadena en las
autopistas, algunos trenes descarrilados, multitud de aeroplanos y helicópteros
estrellados —por fortuna, ningún avión de pasajeros había caído en los Estados Unidos,
aunque algunos tuvieron que hacerlos aterrizar copilotos muertos de miedo, y
uno en concreto un auxiliar de vuelo que se convirtió en héroe nacional durante
una temporada, como una luz en las tinieblas—, pero los medios no consiguieron
reducirlo todo a una sola imagen que evocase la catástrofe. Tampoco había
malvados a quienes odiar, lo que hacía mucho más difícil poner el asunto en
perspectiva.»
Tom Perrotta, Ascensión (The Leftovers, 2011)
Tom Perrotta, Liv Tyler, Justin Theroux, Amy Brenneman y Damon Lindelof
Por
su parte, la referencia en cuestión no
ha hecho acto de presencia, de momento, ni de modo directo ni indirecto, en la
serie televisiva. Con todo, el paralelismo (que no deja de ser una clase de
interpretación) no lo juzgo
caprichoso ni se me antoja forzado, aunque tampoco deba ser por entero
trasvasado, ni teletransportado, de
un ámbito al otro. En el tema de fondo atisbo, pues, unas estrictas correlaciones entre el 11-S y The Leftovers:
1) Considerando el conjunto de la población mundial,
un 2% de la misma representa una cantidad apenas apreciable, como lo puedan
ser, en estricta estadística, las casi tres mil víctimas del 11-S. No obstante,
el vacío que dejan los desaparecidos —no importa el número—
en la vida de los supervivivientes es angustioso, imposible de cubrir ni de
encubrir, tampoco de superar plenamente, y de manera muy particular por parte
de los familiares de quienes inexplicablemente
han sido borrados del mapa. Supone una tragedia próxima para sus más allegados,
pero con una indudable dimensión colectiva (a cualquiera podía haberle pasado),
una catástrofe que convulsiona a la
sociedad, a la comunidad entera.
2) Una adversidad, un trauma, tan considerable no
puede ni debe ser olvidada. La trama en The
Leftovers arranca, de hecho, con los preparativos en la ficticia ciudad de
Mapleton (Nueva York) de un acto oficial en homenaje a los que ya no están, en
el tercer aniversario de la jornada aciaga. En dicha ceremonia, de repente,
irrumpen miembros de la organización «Culpables
Remanentes», surgida tras el 14 de octubre, que empatizando con la desventura de los desaparecidos, abandonan a sus
familias, ingresando/integrándose en la secta. Vestidos de blanco (indicativo símbolo de la inocencia), haciendo
un voto de silencio (no hay palabras
para describir lo que les pasa) y fumando
cigarrillos sin parar (se han convertido en puro humo), se muestran y
encaran a los vecinos de la localidad con la intención de que no olviden…
Pero, en realidad, ¿a quiénes no habría que
desterrar en el desierto de la desmemoria, a los que se sienten «culpables» o a
los desaparecidos de verdad?
Independientemente de las buenas o malas intenciones que muevan las actuaciones
de los fantasmales activistas, la mera presencia de los «Remanentes», entre
provocativa y desafiante, causa un doloroso quebranto emocional en sus propios
familiares, así como discordia, división y enfrentamiento entre sus
conciudadanos.
Todavía
podrían señalarse algunos parentescos más que vinculen The Leftovers con los sucesos del 11-S: la referencia al suceso por
medio de la sola mención de la fecha; la descripción del sufrimiento y la
desorientación, la sensación de inseguridad permanente (puede volver a
ocurrir…) y la ansiedad en la población, tras sufrir una tragedia nacional (en
realidad, a escala mundial), una población que siente su vida mutilada y que
busca, desesperadamente, volver a encontrar sentido a la existencia (existencia
de superviviente); la descripción de un grupo humano que asiste a una brutal
conmoción percibida como el fin del mundo.
Es muy probable, por tanto, que en la composición
vertebradora de la trama de la serie haya planeado el espectro del 11-S. En
cualquier caso, se trataría de una clase de influencia más emocional que
intelectual, y que no se hace manifiesta ni clara ni precisa en la narración de
los hechos.
Sea
como fuere, el desarrollo de la historia en la segunda temporada apunta a un
distanciamiento notable respecto al principio o base del asunto, en que, según
creo, sí vinculaba ambos episodios: el 1l de septiembre y el 14 de octubre. Y
queda en mí la fundada suposición de que las previstas nuevas entregas
sentencien tal impresión. Tras la primera entrega, el desarrollo de los hechos
narrados (sin relación ninguna con la novela) se desliza hacia los géneros de
misterio y aun de terror, de fenómenos paranormales y hasta de vampirismo.
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