Título original: Pitfall
Año: 1948
Duración: 86 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: André De Toth
Guión: André De Toth
Música: Louis Forbes
Fotografía: Harry J. Wild
Reparto:
Dick Powell, Lizabeth Scott, Jane Wyatt, Raymond Burr, John Litel, Byron Barr
Productora: Regal Films
Desgraciadamente,
no goza de mucha celebridad el cineasta que capta esta semana la atención
en Cinema Genovés. Y eso que su
nombre es fácil de recordar. No me refiero al nombre real (en versión original)
—Sasvári Farkasfalvi Tóthfalusi Antal
Mihály Tóth Endre— sino al que adoptó el director de origen húngaro al incorporarse
al cine americano, a saber: André de
Toth (con los años la tilde desapareció a su vez en los títulos de crédito
de las películas que dirigió).
Y el caso es que no me refiero a un realizador extraordinario, por raro ni inédito ni fuera de común o de las crónicas de cine, aunque pueda antojarse excéntrico a más de uno. Señalo este rasgo —la excentricidad— en general, y no porque se casase tantas veces como palabras contiene, propiamente, su nombre (siete), en una ocasión con la popular estrella Verónica Lake, con quien tuvo dos hijos y a quien dirigió en varios films. Tampoco cabría tomarse como excepcional que el maduro De Toth luciera un parche en el ojo, pues, después de todo, otros destacados cineastas pertenecían al mismo club ocular: John Ford, Raoul Walsh, Nicholas Ray, Fritz Lang, ¿Sam Fuller?
Y el caso es que no me refiero a un realizador extraordinario, por raro ni inédito ni fuera de común o de las crónicas de cine, aunque pueda antojarse excéntrico a más de uno. Señalo este rasgo —la excentricidad— en general, y no porque se casase tantas veces como palabras contiene, propiamente, su nombre (siete), en una ocasión con la popular estrella Verónica Lake, con quien tuvo dos hijos y a quien dirigió en varios films. Tampoco cabría tomarse como excepcional que el maduro De Toth luciera un parche en el ojo, pues, después de todo, otros destacados cineastas pertenecían al mismo club ocular: John Ford, Raoul Walsh, Nicholas Ray, Fritz Lang, ¿Sam Fuller?
Sí, en cambio, se me antoja llamativo
que André de Toth sea reconocido, principalmente, por haber firmado un film
nada desdeñable, aunque poco representativo de su carrera cinematográfica: Los
crímenes del museo de cera (House
of Wax, 1953). Para mayor ironía (por no decir “rechifla”), una película rodada en 3D, con un propuesto de
un millón de dólares, si bien recaudó cerca de 24 millones, por un cineasta
tuerto. Un proyecto, en verdad, espectacular y precursor (de los primeros
films rodados en dicho formato) encomendado por Warner Bros., para mayor
sorpresa, a un director con fama de independiente, poco integrado en el
sistema de estudios y más habitual en trabajos de bajo presupuesto que en
superproducciones (éstas las hizo, en la última etapa de su carrera, en el
Viejo Continente, aunque, claro es, a escala europea…).
Sea como fuere, la obra cinematográfica de De Toth, no siendo muy extensa, resulta muy
variada en géneros. Una filmografía que tiene de todo (aventuras, terror, melodrama, policiaco, western,
bélico), tanto en producciones para la gran pantalla y para la televisión. Y,
por lo común, de un nivel e interés bastante notable. Tal vez sea el western el género en el que se movió con
mayor soltura y creatividad, y dio mejores resultados. Aun siendo así, me
optado por seleccionar un título por el que siento especial predilección: Pitfall
(1948), film, si no estoy equivocado, no estrenado en las salas de cine en España, y que podría
traducirse como «El tropiezo».
Con un reparto muy solvente y perfectamente ajustado a la trama —Dick Powell, Lizabeth Scott, Jane Wyatt,
Raymond Burr—, y realizado con el brío característico del director, el film combina con destreza el suspense,
la acción y la cavilación. Policíaco ajustado al género, De Toth supo introducir
en la cinta elementos propios y originales, propios de la mirada de un cineasta
poco convencional y con una fuerte personalidad. Este trabajo —entre bastantes
otros— es una buena muestra de cómo se
puede ser innovador o renovador en
el cine sin aires de pretencioso rompedor ni de iluso transgresor. Ocurre
que, dirigidas por De Toth, las películas siempre sorprenden al espectador,
nunca le aburren o le dejan indiferente.
En Pitfall,
Dick Powell interpreta el papel de
un hombre corriente, John Forbes. Un agente de seguros que vive en la ciudad de
Los Ángeles con su mujer e hijo, conformado a la rutina del trabajo y el hogar,
aunque con fantasías y afán de hacer algo distinto a lo ordinario. Y no
precisamente en las finanzas, como su apellido pudiese sugerir. Buen arranque del film. Cocina en el
hogar de los Forbes. Momento del desayuno en familia. Primer plano de unos
huevos, que tras ser cascados con pericia, se fríen en la sartén. Prisas, poco
apetito charla mañanera: ¿por qué no introducimos una variante en nuestras vidas
y nos regalamos unas semanas de vacaciones en Sudamérica? Por cambiar un poco
de aires, digo. Oficina, oficina. Esta rutina… El horno ya está caliente para hacer bollos.
El nuevo día en la oficina tiene, para
Forbes, toda la apariencia una jornada más de tediosa labor. Sin embargo, surge
un caso que torcerá las cosas. Un detective que trabaja para la empresa de
seguros, interpretado por Raymond Burr,
informa al protagonista de la última gestión realizada: ha identificado a la
persona que recibía regalos y prendas de un tipo que está en prisión para
purgar sus pecados contra la propiedad ajena. Se trata de una muñeca,
puntualiza muy privado el investigador, ella repondrá y compensará lo robado
por el tipo, pero, ojo, yo la vi primero.
Forbes visita a la beneficiaria del
latrocinio, quien, cual Lana Turner
en El
cartero siempre llama dos veces (The
Postman Always Rings Twice, 1946 y/o 1981) lo recibe con unos pantaloncitos
cortos. Es ella, la novia del bribón y modelo (Lizabeth Scott). Devolverá lo
comprado con el dinero robado. No problem.
Para lo cual Forbes la visitará no una ni dos sino más veces. He aquí el
desliz. Aunque todavía hay un tropiezo más: el detective que encarna Burr con mucho brío y no menos carne se pone
celoso y las cosas se complican.
Forbes anhelaba un cambio brusco en su
tediosa y calculada vida. Alteración habrá, en efecto, en la aventura, la cual
golpea incluso los dominios privados de la familia. Finalmente, este Ulises
iluso de Los Angeles volverá al Home
Sweet Home, a su Ítaca particular donde su Penélope Forbes y Telémaco
Forbes Jr. le aguardan con comprensión y cariño.
Trama,
por lo que se ve, típica y aun convencional, pero que De Toth agiliza y
actualiza gracias al suspense y el buen hacer que logra en la narración de la
historia. Con algunos momentos,
ciertamente, desasosegantes. Como la protagonista del film de Max Ophüls (1949), Mr. Forbes
experimenta aquí su particular Reckless Moment, el momento
temerario, acuciante, imprudente, culposo…
Lizabeth
Scott no interpreta en el film a una femme
fatale cualquiera; usual y corriente, quiero decir. Aunque ajustada a —y en— dicho arquetipo, es, en el
fondo, una buena chica, atrapada en su pasado y destino, que pone en prevención
e intenta proteger al agente y amante circunstancial cuando se encuentra
inseguro. Como Gloria Grahame en Big
Heat (Los sobornados, 1953. Fritz Lang), Lizabeth Scott en Pitfall tiene su faceta tierna, aunque
consigue salvar la cara con mayor suerte que aquélla.
Si André de Toth está olvidado (aunque últimamente he oído hablar de él con motivo de las pelis en 3D) Lizabeth Scott también, a pesar de tener - al menos para mí - una imagen muy potente y eso que no conozco muy bien su filmografía. Falleció a principios de este año, justamente antes de la ceremonia de los Oscars pero, ¡ay! se olvidaron de mencionarla.
ResponderEliminarTomo nota de la película.
Salucines
Si, amigo deWitt, caprichoso e injusto es el olvido. Ahí tenemos dos ejemplos de ello, en la dirección y en la interpretación cinematográfica. Pero, para me deshacer entuertos estamos nosotros. Y no es una indirecta por De Toth...
EliminarSalucines