Año: 1941
Duración: 92 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Clarence Brown
Guión: John H. Kafka,
Edwin Justus Mayer, Anita Loos, Leon Gordon
Música: Herbert Stothart
Fotografía: William H.
Daniels
Reparto: Clark Gable,
Rosalind Russell, Peter Lorre, Jessie Ralph, Reginald Owen
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Clarence Brown (1890-1987), director
clásico donde los haya, realizador de una obra exquisita y responsable de
algunos de los títulos más meritorios de la historia del cine, es un cineasta apenas conocido, u olvidado sin
más, por la crítica del ramo y gran parte de aficionados al cine. Cuando se da el extraño caso de que brote
algún comentario o reseña escrita sobre su biografía y filmografía, suele venir
acompañado de expresiones de este tipo: «the
forgotten director» (el director
olvidado); «all-but-forgotten movie
giant» (gigante del cine prácticamente en el olvido); «un “no” autor,
director de obras maestras».
Pionero del cine mudo, en el que llevó adelante
trabajos memorables y de enorme fuste —El último mohicano (1920), The
Trail of '98 (1929)— y director de referencia de las películas más
notables y famosas de Greta Garbo —El demonio y la carne (1926), Ana
Christie (1930), Ana Karenina (1935)—, Brown tiene en
su haber, además, títulos que a muchos les sonará, Vinieron las lluvias (1935), Of
Human Hearts, (1938), The National
Velvet (Fuego de juventud,
1944, El despertar (1945), aunque duden a la hora de nombrar al
director que los alumbró.
Si bien fue en el género del drama, y aun más, el
melodrama, donde realizó la mayor parte de su obra, es justo advertir que en el periodo silente dio muestras de
dominar con pericia y oficio el género de la comedia e incluso del cine
cómico:
«El film más
célebre de este periodo [de los dirigidos por Brown en los años 20 del siglo
XX] es The Eagle (1925), interpretado
por un Rodolfo Valentino en pleno esplendor. El título muestra una habilidad
narrativa para la aventura y la comedia que, lamentablemente, no tendrán
continuación en el resto de la filmografía del cineasta. De hecho, el registro
temático y de géneros en que se mueve es muy reducido. No rueda un solo western, por citar una circunstancia
particular, y apenas se aleja del drama y el melodrama.
En cuanto a la comedia, la capacidad demostrada para este género queda
limitada al periodo silente. Kiki
(1926) penetra sin retraimiento alguno en el territorio del cine cómico, con
una Norma Talmadge, productora y protagonista del film, literalmente desatada; como, por lo demás, exigen el
guión y el género. El mismo año realiza The
Flesh and the Devil, probablemente el trabajo más perfecto de Brown, título
que contiene, dicho sea de paso —especialmente en la primera parte—
divertidísimas secuencias. La incursión en el cine sonoro no reporta nuevas
ocasiones de desarrollar la vis cómica
en las películas de Clarence Brown. Incluso una —sobre el papel— típica
comedia, como es Wife vs. Secretary
(1935), avanza progresivamente hacia el melodrama (género en el que el cineasta
se mueve más a gusto), aunque tenga un final feliz.»
Fragmento
de mi monografía «Clarence Brown, un filmmaker
entre silencios», capítulo 3 del volumen Hollywood revelado. Diez cineastas brillando en la penumbra (Ártica, 2012).
They Met in Bombay (1941), representa una muestra excepcional de la formidable capacidad de Clarence
Brown para la comedia, género que apenas frecuenta en la etapa sonora de su
filmografía. La base argumental del film recuerda bastante, en un principio, la
película dirigida por Ernst Lubitsch,
Un ladrón en la alcoba (Trouble in Paradise, 1932). En esta
ocasión, no es el paraíso veneciano, sino en Bombay (ellos se conocieron en Bombay),
donde coinciden dos ladrones de joyas, Gerald Meldrick (Clark Gable) y Anya Von Duren (Rosalind
Russell), él haciéndose pasar por agente de seguros de la casa de subastas
Lloyd’s de Londres y ella, por una aristócrata en viaje de placer. Con tales
identidades falsas se registran en el hotel donde está hospedada la duquesa de Beltravers
(Jessie Ralph), quien, según informa
la prensa en grandes titulares, lucirá durante su estancia en la ciudad india
un fabuloso collar de diamantes, del que es propietaria.
Meldrick además de en la joya fija su atención en
la bella Von Duren; ciertamente, bellísima Rosalind Russell en el film. Pronto
descubre que es una impostora. La corteja y le sigue el rastro porque desea
poseer ambas gemas, aunque la joven no responda al nombre de Gemma sino que
dice llamarse Anya. Tras urdir una intriga a dos bandas, y acabar robándose
mutuamente la valiosa alhaja, huyen juntos del hotel y la ciudad, embarcándose
en un navío comandado por capitán Chang (Peter Lorre), dedicado a toda clase de comercios. Sabueso que huele
la presa con facilidad, Chang averigua quienes son en realidad los pasajeros
extranjeros, y lo que esconden, denunciándolos a la policía para así cobrar la
recompensa anunciada por su captura.
Film de enredos, embrollos y carambolas, pura comedia al fin y al
cabo, Meldrick logra escapar de las autoridades
locales adoptando ahora la identidad de oficial de las fuerzas británicas
acantonadas en Bombay y otras ciudades de la India, no confundir con Cantón,
que está en China. Llegados a este punto, es Anya quien sigue por las calles a
Meldrick, más apuesto que nunca embutido en su uniforme militar. De tal guisa
es movilizado y llevado al cuartel, nada más percatarse los mandos británicos
de una inminente invasión de tropas japoneses en suelo indio.
El oficioso oficial no sólo capitanea las fuerzas
a su mando, sino que lucha bravamente y con heroicidad venciendo al enemigo. Mas
la victoria trae conflicto. En un mismo despacho del acuartelamiento militar el
jefe de policía, que ha localizado al truhán fugado, y el comandante del
ejército británico rivalizan entre sí: el primero quiere ponerle las esposas;
el segundo, colgarle una medalla al valor. Finalmente,
comedia a la postre, Meldrick consigue salir bien librado del
tinglado. Se queda sin collar de diamantes, como tenía en mente, pero, en
su lugar, sigue su camino con la condecoración prendida del pecho y a la bella
Anya colgada del brazo.
Brillante, divertido, dirigido con brío e
ingenio, con unos protagonistas de lujo, They
Met in Bombay, es un film de Brown que aun no estrenado en España
(ya saben, el «director olvidado»), merece verse. Cómo hacer para asegurarse el
visionado, eso, amigos míos, se lo dejo a ustedes, a su iniciativa e
imaginación, junto a esta reseña.
Ya el cartel con esa pareja invita a darse el gusto de revisarla.:-)
ResponderEliminar¡Qué suerte que nos vayas descubriendo éstas "rarezas"! que no lo serán, pero en el momento que vivimos..ummm.. casi.
Salucines
Gracias, amiga Abril. Y no olvides las sabias palabras del divino filósofo Spinoza: "Todo lo excelso es tan difícil como raro."
EliminarSalucines