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lunes, 12 de mayo de 2014

EN AQUEL VIEJO VERANO (1949)


Título original: In the Good Old Summertime
Año: 1949
Duración: 102 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Robert Z. Leonard (Buster Keaton, no acreditado)
Guión: Albert Hackett, Frances Goodrich, Ivan Tors, Buster Keaton y Samson Raphaelson, a partir de la obra teatral de Miklós László
Música: George Stoll, Robert Van Eps
Fotografía: Harry Stradling Sr.
Reparto: Judy Garland, Van Johnson, S. Z. Sakall, Spring Byington, Clinton Sundberg, Buster Keaton, Marcia Van Dyke, Lillian Bronson, Liza Minnelli
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)

En el año 1949, Metro-Goldwyn-Mayer lleva a su fin el proyecto de producir una versión musical de la célebre comedia El bazar de las sorpresas (The Shop Around the Corner), dirigida en 1940 por el maestro Ernst Lubitsch. Al frente de la dirección,  un director de la casa, experto y solvente en las artes de la comedia y el musical, Robert Z. Leonard, con la colaboración en determinadas escenas cómicas de Buster Keaton (interpreta, asimismo, un papel de reparto), quien vuelve al estudio del león tras abandonarlo en 1933. Pareja protagonista, Judy Garland y Van Johnson, recreando los personajes que encarnaron, previa y respectivamente, Margaret Sullavan y James Stewart. El resultado es En aquel viejo verano (In the Good Old Summertime), un film, concebido en su día como un acercamiento nostálgico a los viejos tiempos, que hoy despide un cierto sabor a rancio. Por lo demás, adolece de la energía consustancial al genuino musical, aunque contenga algunos momentos muy inspirados y se disfrute en su conjunto, si el espectador es paciente e indulgente. Aunque tras su estreno, el film cosechó un gran éxito en la taquilla, en España fue conocido bastante más tarde, merced a su emisión en televisión.

Pocos son los remakes que han logrado olvidar o eclipsar la obra precedente, especialmente si se trata de un clásico indiscutible. Y esta es una rémora (casi diría también el «destino») que debe afrontar toda revisión o recreación de títulos tenidos casi por sagrados, literalmente hablando, intocables… En el caso de En aquel viejo verano, señalo a continuación dos de sus principales defectos, al margen de las ya apuntadas escaseces en brío y alegría: unas piezas musicales que no calificaría de inolvidables y la interpretación de Judy Garland.


Figura mítica del género desde jovencita, por aquellos días una Garland de apenas 27 primaveras (que se dirían otoños) sufría ya recurrentes crisis nerviosas y serios problemas con la bebida, circunstancias que quebrantaron notoriamente su trabajo presente y futuro; de hecho, un año después del estreno del film objeto de esta reseña, la actriz y la MGM firmaron, de mutuo acuerdo, la rescisión del contrato que la vinculaba con la productora. La actriz vivía en una permanente inestabilidad emocional que, entre otros trastornos psicosomáticos, le llevaba a ganar o perder una decena de kilos en muy cortas temporadas: «su figura cambiaba de casi estar demacrada a una redondez rubensiana». 

Con estas palabras describe Vincente Minelli —su esposo por entonces (se divorciaron en 1951), en su imprescindible libro de memorias, Recuerdo muy bien (I Remember it Well, publicadas en 1974)— el aspecto de la actriz, al tiempo que refiere el mal humor y la desgana mostrados por ésta a lo largo del rodaje del film, cuando no una sincera displicencia y desinterés, por tener que hacer aquel papel de «vendedora de tienda de esquina».

No son pocas las diferencias de guión entre original y remake, siempre dando por descontado las inherentes a la adaptación musical de una cinta. Para empezar, y con buen criterio, la tienda donde transcurre buena parte de la acción, no es una perfumería, como en la obra teatral de origen, ni una tienda de regalos, como en el film realizado por Lubitsch, sino, sobran las sorpresas, un bazar de instrumentos musicales, idea feliz de los guionistas que facilita sin sobresaltos la introducción e interpretación de canciones. En aquel viejo verano, introduce también una simpática relación afectiva entre el dueño del comercio Otto Oberkugen (S.Z. Sakall) y la cajera Nellie Burke (Spring Byington), ambos magníficos, lo mismo que cabría decir del trabajo de Van Johnson.


No puedo finalizar sin hacer una especial mención a la participación en el film de Buster Keaton, demasiado corta, a mi juicio, tanto en la labor interpretativa como en la dirección. El gran cómico, maduro pero todavía en buena forma física, encarna en el film a Hickey, sobrino de Oberkugen, torpe aunque esforzado empleado de la tienda, modificando así sustancialmente el perfil del estirado y arribista Ferencz Vadas, personaje encarnado por Joseph Schildkraut en la versión de Lubitsch. 

Keaton concibió y parece ser que también dirigió algunas de las secuencias más divertidas de la película: el accidentado primer encuentro de los protagonistas a las puertas de Correos, donde van a recoger las cartas que han unido afectivamente sus vidas y antes de coincidir —y reñir sin tregua— en el bazar, así como la secuencia de la fiesta en la que baila con Garland y aplasta el violín de su tío tras un resbalón, en realidad un acto intencionado de misericordia por parte del sobrino con fama de manazas, dado el escaso talento musical de Oberkugen, pero siempre dispuesto a dar la nota (los empleados de la tienda son víctimas forzosas de las penosas exhibiciones con el Stradivarius entre sus ineptas manos).


El film se cierra con un epílogo, sólo justificable por el hecho de facilitar la primera aparición en la pantalla de Liza Minnelli, de pocos años de edad. Tras el happy ending que anuncia que los protagonistas se casan y comen perdices, viene a continuación una breve secuencia que muestra uno de los efectos del banquete: la pareja posa gozosa con la criatura en brazos ante los espectadores.



Película de irregulares resultados, En aquel viejo verano merece la pena un visionado. Sea por curiosidad. Sea para pasar un buen rato. Sea para disfrutar de la siempre estimulante presencia del genial Buster Keaton.



4 comentarios:

  1. ¡Vamos que se la podrian haber ahorrado! Y lo digo, no porque me desagraden los musicales, muy al contrario, pero a veces resultan bastante absurdos.
    La de Lubitsch es tan buena que no necesita adornos. Sin embargo el tema de las cartas y los encuentros es muy cinematográfico.
    Curiosa si que debe ser, amigo Genovés. No conocia su existencia pero el fotograma de Liza en brazos de Van Johnson sí le habia visto.
    De Judy sólo queda su trabajo(para el que vivia en cuerpo y alma) y sus personajes alegres. ¡qué triste vida la suya!

    Salucines

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    1. Bueno, Abril, la película no está tan mal. Es curiosa y tiene buenos momentos, como los que señalo en la entrada.

      Un año antes de ésta, la Garland hizo 'Easter Parade' junto a Fred Astaire, una gran película y un magnífico musical. Pero, ah, la música es ahí de Irving Berlin. Y, en fin, que esta mujer era un caso...

      Salucines

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  2. No he visto este musical pero sí la peli de Lubitsch, por lo que podría ser curioso ver el resultado aún teniendo en cuenta tus peros.

    Judy Garland siempre aparece mayor en todas sus películas, ya tenga veintitantos otoños ya sea una adolescente en busca del mago de Oz. Una pena.

    Tomo buena nota de la biografía que mencionas de V. Minnelli.

    Salucines

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    1. A mi parecer, amigo DeWitt, Judy Garland tenía una voz maravillosa, pero como actriz y bailarina..., pues, en fin, qué decir, porque yo soy un caballero.

      Algo similar podría decirse de Liza Minnelli. Sin embargo, del 'pater familias', Don Vincente, todo serían loas.

      Salucines

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