Título
original: Hearts of the World
Año: 1918
Duración: 117 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
D.W. Griffith
Guión:
D.W. Griffith
Música:
Fotografía: G.W. Bitzer, Alfred Machin,
Hendrik Sartov
Reparto:
Robert Harron, Lillian Gish, Dorothy Gish, Francis Marion, Robert Anderson,
George Siegmann, Eric Von Stroheim, Noel Coward.
Producción: D.W. Griffith Productions
En el presente año, conmemoración del
primer centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial, no resulta
inoportuno ni ocioso recordar algunas meritorias producciones relacionadas con una
terrible conflagración que, literalmente hablando, conmovió el siglo XX recién
inaugurado. Hace unas semanas tuvimos ocasión de evocar en Cinema Genovés, La Gran Guerra (La Grande Guerra, 1959), gran película producida por Dino de Laurentiis y dirigida por Mario Monicelli. En esta ocasión, nos
remontamos hasta las fechas mismas en que tuvo lugar el conflicto a fin de dar
cuenta de uno de los principales clásicos ambientados en el mismo: Corazones
del mundo (Hearts of the World, 1918), film producido y dirigido nada menos que por D. W. Griffith.
Film realizado consecutivamente
después de El nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916), no resulta difícil advertir de que nos situamos en un momento crucial de la
carrera del director, quien en gran medida (aunque no él solo) estaba
inventando el cine entendido como gran
espectáculo y producto artístico, al mismo tiempo. Por aquellas fechas,
Griffith experimentaba con el formato y las contingencias que comportan las
grandes producciones. Desde el año 1908, llevaba ejercitándose en el
cortometraje y a partir, de 1914, en el largometraje. Cuando emprende el
proyecto Corazones del mundo,
Griffith lleva, pues, diez años en el oficio y en la industria, con varias docenas
de trabajos a sus espaldas. El film mantiene bastantes elementos comunes con
los célebres títulos citados, tanto en contenido como en forma, en especial, la
tendencia a combinar en la trama con suma pericia la épica y la lírica, el drama y la comedia.
En El
nacimiento de una nación, afronta el dramático episodio nacional de la
Guerra Civil americana. En Intolerancia,
sube el listón de la ambición discursiva, y se propone nada menos que narrar la
actitud maliciosa recogida en el título por medio de cuatro historias a lo
largo de la Historia. Esta constante en la obra del cineasta tendrá continuidad
en bastantes de sus trabajos posteriores. Citemos, en primer lugar, El
gran amor (The Great Love,
1918), rodada a continuación de Corazones
del mundo; en cierto modo una secuela de esta cinta, al estar situada también
durante la Gran Guerra. Imposible olvidar, por lo demás, Las
dos huerfanitas (Orphans on the
Storm, 1921), ambientada en la Revolución francesa, ni América (1924), sobre la
Revolución americana contra la metrópolis británica. No obstante y con todo
ello, la crítica del ramo y la historia
oficial del cine suele olvidarse ordinariamente de Corazones del mundo, cuando no tenerla por un trabajo «menor».
¿Por qué motivo principal? Porque se trataría,
según dicen, de una película
«propagandística», en la medida en que sin ocultamientos ni reserva alguna,
promueve y justifica la intervención de los Estados Unidos en la Gran Guerra,
además de mostrar en la pantalla a los alemanes no sólo como «malos», sino como
«muy malos»… Aplicado semejante criterio, por ejemplo, a las películas
ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, desautorizaría al 90 % de ellas, y,
en particular algunos clásicos; sólo pongo dos casos, La señora Miniver (1942. William Wyler) y Casablanca (1942. Michael Curtiz), las cuales quedarían rebajadas al rango de meros panfletos.
Corazones
del mundo fue, en efecto, un proyecto
propiciado por las autoridades británicas que buscaban tocar la fibra
norteamericana a fin de implicarse en la guerra. Griffith además de ser
recibido en Londres por el primer ministro del Reino Unido en aquellos años,
Lloyd George, inspeccionó en Francia algunos frentes de primera línea de fuego,
donde filmó varias escenas reales (ver foto abajo). Llegado a un acuerdo de producción y con
dicho material, volvió a Hollywood donde inició propiamente el rodaje. Un breve documental sobre estos hechos sirven de prólogo a la película.
El arranque del film sitúa al espectador
en un pueblo francés poco antes del infausto agosto de 1914, cuando se
desencadenó la tormenta bélica. Los Stephenson y los Hamilton forman dos familias
americanas, instaladas en el país galo, que habitan casas vecinas. El «Chico» (Robert Harron), según es identificado
en los intertítulos, desea consagrase como escritor y hace gestiones con
diversas editoriales a fin de ver publicada su obra. La «Chica» (Lillian Gish)
está enamorada del muchacho, pero es tímida y sus acercamientos al joven son
medidos y discretos.
A diferencia de ésta, la «Pequeña
terremoto» (The Little Disturber; Dorothy Gish, hermana de
Lillian) se insinúa descaradamente al Chico, bajo el lema de «persistencia y
perfume». Éste, sin embargo, termina comprometiéndose en matrimonio con la
«Chica». Todo está a punto. De hecho, en el mismo instante en que el «Chico»
corre a comunicar a la joven la buena nueva de que ha sido aceptado uno de sus
proyectos literarios, llegan malas noticias: Francia ha declarado la guerra a
Alemania. El muchacho es americano, pero
siente la obligación de alistarse y luchar por el país a punto de ser invadido;
la indirecta no puede ser más directa.
El amor tiene que esperar. El deber es lo primero. Marcha al frente, mientras
la amada queda en el pueblo, pronto ocupado por las fuerzas alemanas que
comenten toda clase de abusos y tropelías. Es la guerra, amigos míos…
Eric Von Stroheim a la derecha de la imagen
Finalmente,
las tropas francesas recuperan el control de la localidad y expulsan a los
germanos, coincidiendo con la entrada triunfal de los soldados americanos en la
villa. Los jóvenes amantes pueden así unir sus vidas.
Griffith
ofrece en Corazones del mundo un trabajo
comparable a sus mejores títulos. Algunas secuencias son verdaderamente
memorables: el coqueteo de la
«Pequeña terremoto» al «Chico», de lo más atrevida
para la época; las secuencias de batallas, en las que hablar de realismo y
verosimilitud no contiene un sentido retórico sino literal; la muerte de la
madre del «Chico» (Kate Bruce), quien es enterrada por sus hijos pequeños en el mismo domicilio, pues los bombardeos les impiden aventurarse fuera de ella;
la liberación de la pareja acorralada por los alemanes en una pequeña cabaña —rematada
con el lanzamiento de una granada contra los soldados germanos por la «Pequeña
terremoto» que encabeza la fuerza aliada—, y resuelta por medio de un montaje paralelo, sello Griffith, que
llegará a convertirse en todo un recurso clásico del lenguaje cinematográfico.
No dejen de visionar este clásico del cine tan injustamente olvidado —diríase, redundante
y obstinadamente silenciado— por las crónicas cinematográficas.
Mira por dónde estaba pensando en verla en breve, aunque me dosifico mis arrebatos griffithianos. David para los amigos no saldría nunca de mi lista de diez directores favoritos, estaría viendo siempre sus películas, y ninguno de los motivos que tengo es por lo que pueda tener de pionero."America" me pareció algo menos lograda, pero ese mismo año hace "Isn't life wonderful", que anticipa de forma magistral muchísimo cine que vendrá después. Otro tópico de derribar, que el sonoro fue de decadencia. "Abraham Lincoln" y "The struggle" a mi me parecen formidables.
ResponderEliminarSaludos
Me pasa como a ti, Sergio: no soy capaz de ver varias películas seguidas de "directores A", vamos a denominarlos así. Demasiado corazón... Pongamos que hablo de Ford, de Murnau, de Hitchcock, de Welles, de Wilder, de... D. W. Griffith.
EliminarDe acuerdo también en que, en el caso de Griffith al menos, el paso del mudo al sonoro no supuso una decadencia. Tengo una especial predilección por "su Lincoln".
Salucines