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lunes, 21 de abril de 2014

CORAZONES DEL MUNDO (1918)


Título original: Hearts of the World
Año: 1918
Duración: 117 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: D.W. Griffith
Guión: D.W. Griffith
Música:
Fotografía: G.W. Bitzer, Alfred Machin, Hendrik Sartov
Reparto: Robert Harron, Lillian Gish, Dorothy Gish, Francis Marion, Robert Anderson, George Siegmann, Eric Von Stroheim, Noel Coward.
Producción: D.W. Griffith Productions


En el presente año, conmemoración del primer centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial, no resulta inoportuno ni ocioso recordar algunas meritorias producciones relacionadas con una terrible conflagración que, literalmente hablando, conmovió el siglo XX recién inaugurado. Hace unas semanas tuvimos ocasión de evocar en Cinema Genovés, La Gran Guerra (La Grande Guerra, 1959), gran película producida por Dino de Laurentiis y dirigida por Mario Monicelli. En esta ocasión, nos remontamos hasta las fechas mismas en que tuvo lugar el conflicto a fin de dar cuenta de uno de los principales clásicos ambientados en el mismo: Corazones del mundo (Hearts of the World, 1918), film producido y dirigido nada menos que por D. W. Griffith.

Film realizado consecutivamente después de El nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916), no resulta difícil advertir de que nos situamos en un momento crucial de la carrera del director, quien en gran medida (aunque no él solo) estaba inventando el cine entendido como gran espectáculo y producto artístico, al mismo tiempo. Por aquellas fechas, Griffith experimentaba con el formato y las contingencias que comportan las grandes producciones. Desde el año 1908, llevaba ejercitándose en el cortometraje y a partir, de 1914, en el largometraje. Cuando emprende el proyecto Corazones del mundo, Griffith lleva, pues, diez años en el oficio y en la industria, con varias docenas de trabajos a sus espaldas. El film mantiene bastantes elementos comunes con los célebres títulos citados, tanto en contenido como en forma, en especial, la tendencia a combinar en la trama con suma pericia la épica y la lírica, el drama y la comedia.

En El nacimiento de una nación, afronta el dramático episodio nacional de la Guerra Civil americana. En Intolerancia, sube el listón de la ambición discursiva, y se propone nada menos que narrar la actitud maliciosa recogida en el título por medio de cuatro historias a lo largo de la Historia. Esta constante en la obra del cineasta tendrá continuidad en bastantes de sus trabajos posteriores. Citemos, en primer lugar, El gran amor (The Great Love, 1918), rodada a continuación de Corazones del mundo; en cierto modo una secuela de esta cinta, al estar situada también durante la Gran Guerra. Imposible olvidar, por lo demás, Las dos huerfanitas (Orphans on the Storm, 1921), ambientada en la Revolución francesa, ni América (1924), sobre la Revolución americana contra la metrópolis británica. No obstante y con todo ello, la crítica del ramo y la historia oficial del cine suele olvidarse ordinariamente de Corazones del mundo, cuando no tenerla por un trabajo «menor».


¿Por qué motivo principal? Porque se trataría, según dicen, de una película «propagandística», en la medida en que sin ocultamientos ni reserva alguna, promueve y justifica la intervención de los Estados Unidos en la Gran Guerra, además de mostrar en la pantalla a los alemanes no sólo como «malos», sino como «muy malos»… Aplicado semejante criterio, por ejemplo, a las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, desautorizaría al 90 % de ellas, y, en particular algunos clásicos; sólo pongo dos casos, La señora Miniver (1942. William Wyler) y Casablanca (1942. Michael Curtiz), las cuales quedarían rebajadas al rango de meros panfletos.

Corazones del mundo fue, en efecto, un proyecto propiciado por las autoridades británicas que buscaban tocar la fibra norteamericana a fin de implicarse en la guerra. Griffith además de ser recibido en Londres por el primer ministro del Reino Unido en aquellos años, Lloyd George, inspeccionó en Francia algunos frentes de primera línea de fuego, donde filmó varias escenas reales (ver foto abajo). Llegado a un acuerdo de producción y con dicho material, volvió a Hollywood donde inició propiamente el rodaje. Un breve documental sobre estos hechos sirven de prólogo a la película.


El arranque del film sitúa al espectador en un pueblo francés poco antes del infausto agosto de 1914, cuando se desencadenó la tormenta bélica. Los Stephenson y los Hamilton forman dos familias americanas, instaladas en el país galo, que habitan casas vecinas. El «Chico» (Robert Harron), según es identificado en los intertítulos, desea consagrase como escritor y hace gestiones con diversas editoriales a fin de ver publicada su obra. La «Chica» (Lillian Gish) está enamorada del muchacho, pero es tímida y sus acercamientos al joven son medidos y discretos.

A diferencia de ésta, la «Pequeña terremoto» (The Little Disturber; Dorothy Gish, hermana de Lillian) se insinúa descaradamente al Chico, bajo el lema de «persistencia y perfume». Éste, sin embargo, termina comprometiéndose en matrimonio con la «Chica». Todo está a punto. De hecho, en el mismo instante en que el «Chico» corre a comunicar a la joven la buena nueva de que ha sido aceptado uno de sus proyectos literarios, llegan malas noticias: Francia ha declarado la guerra a Alemania. El muchacho es americano, pero siente la obligación de alistarse y luchar por el país a punto de ser invadido; la indirecta no puede ser más directa. El amor tiene que esperar. El deber es lo primero. Marcha al frente, mientras la amada queda en el pueblo, pronto ocupado por las fuerzas alemanas que comenten toda clase de abusos y tropelías. Es la guerra, amigos míos… 



Eric Von Stroheim a la derecha de la imagen

Finalmente, las tropas francesas recuperan el control de la localidad y expulsan a los germanos, coincidiendo con la entrada triunfal de los soldados americanos en la villa. Los jóvenes amantes pueden así unir sus vidas.

Griffith ofrece en Corazones del mundo un trabajo comparable a sus mejores títulos. Algunas secuencias son verdaderamente memorables: el coqueteo de la «Pequeña terremoto» al «Chico», de lo más atrevida para la época; las secuencias de batallas, en las que hablar de realismo y verosimilitud no contiene un sentido retórico sino literal; la muerte de la madre del «Chico» (Kate Bruce), quien es enterrada por sus hijos pequeños en el mismo domicilio, pues los bombardeos les impiden aventurarse fuera de ella; la liberación de la pareja acorralada por los alemanes en una pequeña cabaña —rematada con el lanzamiento de una granada contra los soldados germanos por la «Pequeña terremoto» que encabeza la fuerza aliada—, y resuelta por medio de un montaje paralelo, sello Griffith, que llegará a convertirse en todo un recurso clásico del lenguaje cinematográfico.


No dejen de visionar este clásico del cine tan injustamente olvidado —diríase, redundante y obstinadamente silenciado— por las crónicas cinematográficas.


 

2 comentarios:

  1. Mira por dónde estaba pensando en verla en breve, aunque me dosifico mis arrebatos griffithianos. David para los amigos no saldría nunca de mi lista de diez directores favoritos, estaría viendo siempre sus películas, y ninguno de los motivos que tengo es por lo que pueda tener de pionero."America" me pareció algo menos lograda, pero ese mismo año hace "Isn't life wonderful", que anticipa de forma magistral muchísimo cine que vendrá después. Otro tópico de derribar, que el sonoro fue de decadencia. "Abraham Lincoln" y "The struggle" a mi me parecen formidables.

    Saludos

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    Respuestas
    1. Me pasa como a ti, Sergio: no soy capaz de ver varias películas seguidas de "directores A", vamos a denominarlos así. Demasiado corazón... Pongamos que hablo de Ford, de Murnau, de Hitchcock, de Welles, de Wilder, de... D. W. Griffith.

      De acuerdo también en que, en el caso de Griffith al menos, el paso del mudo al sonoro no supuso una decadencia. Tengo una especial predilección por "su Lincoln".

      Salucines

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