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lunes, 3 de junio de 2013

DIRECTORES ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO


Aunque no necesariamente festiva, esta semana es marcadamente feriada Quiero decir con esto que la Feria del Libro en Madrid tiene, por lo que a mí respecta, un marcado interés, hasta el punto de condicionar la agenda que tengo por delante. En la antigua casa de las Fieras estaré, en la caseta 72 de la Feria de este año me encontraréis, firmando ejemplares de mis dos últimos libros, Marco Aurelio. Una vida contenida (Evohé, 2012) y Hollywood revelado. Diez directores brillando en la penumbra (Ártica, 2012). Anda, venga, venid a vedme…

Los amigos que siguen mis blogs, incluido éste, ya están informados del propósito y sentido de los mismos. No insistiré sobre ellos. Al menos, en esta ocasión.

Mis libros publicados me pertenecen tanto como al lector, lo cual no quiere decir, entre otras cosas, que esté dispuesto a compartir con él los beneficios generados por la venta de los mismos… No es que tenga a mis libros ya editados por agua pasada ni cosa del pasado, con la connotación de abandono y olvido que tales expresiones comportan. De hecho, como buen padre de mis vástagos literarios, cuido de su destino y crecimiento, los llevo a pasear y a la Feria, los muestro a los demás con orgullo; eso sí, no les doy de comer, pero ellos a mí tampoco... Al estar en manos del lector —o, al menos, eso me gustaría creer—, «mis libros» ya forman parte tanto de su vida como de la mía.


Hablemos, entonces, de los libros por venir, de mis proyectos, de mis planes en literatura cinematográfica. Vayamos por partes, para no cansar al personal ni cargar demasiado las tintas con demasiados propósitos, porque haberlos, haylos. Me referiré sólo a uno de ellos.

Suelo empezar un libro, o un artículo, por el principio, como tiene que ser; es decir, por el título. A veces lo cambio a medida que avanza la cosa o está a punto de enviarse a la imprenta, pero rara vez ocurre. Por lo general, si acierto en el titulo, tengo buena parte del trabajo ya hecho. De modo semejante, más de un director de cine ha afirmado que con un buen guión y la elección idónea del reparto, ya tiene prácticamente hecha una película.


Hay una circunstancia en la historia del cine que me tiene bastante perplejo, asombrándome sobremanera y sin fácil explicación. Me refiero al extraño caso de cineastas que, por motivos que se me antoja esclarecer, son capaces de realizar, a lo largo de su carrera, varias obras maestras, al tiempo que, con mayor o menor margen de tiempo respecto a éstas, perpetran bodrios de aquí te espero. A esta clase de realizadores los sitúo entre el cielo y el infierno cinematográficos.

Pongamos que hablo, entre otros, de Howard Hawks, de John Huston, de Franklin J. Schaffner,  de Roman Polanski, de Martin Scorsese, de Woody Allen, de Tim Burton, de Terry Gilliam, de David Lynch, de Ridley Scott, de Clint Eastwood... No voy a dar ahora más pistas ni más nombres. Con esta nómina representativa de tres generaciones de la cinematografía, creo que puede uno hacerse una idea cabal de lo que está en marcha. No señalo aquí a directores de sumo talento que lo desaprovechan, a mi juicio, en causas y trabajos, por lo ordinario, inanes y superficiales; por ejemplo, Steven Spielberg o Quentin Tarantino. Tampoco a casos de cineastas singulares o excéntricos. Apunto a directores de primera categoría que alternan obras sublimes con productos brutos, y no una sola vez —eso sería una excepción, comprensible y excusable: nadie es perfecto…— sino de manera reiterada, reincidente. ¿Cómo es esto posible? ¿Dónde está la explicación a hecho tan fenomenal?


Howard Hawks, cineasta pionero en Hollywood, firma a lo largo de su extensa carrera títulos dorados como Scarface (1932), Sólo los ángeles tienen alas (1939), El sargento York (1941), Tener y no tener (1944), Río Rojo (1948), Río Bravo (1959). Pero también películas con «tan mala pata» como La fiera de mi niña (1938), Luna nueva (1940), Nace una canción (1948), La novia era él (1949), Me siento rejuvenecer (1952), ¡Hatari! (1962), Su juego favorito (1964)… Repárese en la segunda secuencia: indico films en clave de comedia. Ni añadiré más por el momento…


John Huston, director representativo de la segunda generación de cineastas clásicos, firma, para empezar, joyitas cinematográficas del calibre de El halcón maltés (1941), El tesoro de Sierra Madre (1948), Cayo Largo (1948), La jungla de asfalto (1950), La reina de África (1951), Los que no perdonan (1960), Vidas rebeldes (1961), La noche de la iguana (1964), Reflejos en un ojo dorado (1967), Fat City (1972), El hombre que pudo reinar (1975), El honor de los Prizzi (1985), Dublineses (1987)…Uno se queda sin aliento tras enumerar semejante encadenado de materpieces. Pero, de pronto le da un ataque de hipo al comprobar que comparten filmografía junto a producciones como Una encuesta llamada milagro (1948; co-director), La burla del diablo (1953), La raíces del cielo (1958), Casino Royale (1967; co-director), Paseo por el amor y la muerte (1969), La carta del Kremlin (1970), El juez de la horca (1972), Phobia (1980), Annie (1982), Bajo el volcán (1984). Leyendo la autobiografía de Huston, A libro abierto, podemos encontrar alguna clave reveladora que aclare semejante desequilibrio. Sucede que el cine no era, para Huston, la pasión de su vida…


Y ¿qué me dicen de Ridley Scott? Hace, como si nada, Los duelistas (1977), Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982), Black Hawk derribado (2001). Consuma, mientras tanto, como si cualquier cosa, Legend (1985), La sombra del testigo (1987), 1492: La conquista del paraíso (1992), Tormenta blanca (1996), La teniente O'Neil (1997), El reino de los cielos (2005), Robin Hood (2010) y, en fin, no me hagan ustedes hurgar más en la herida. Ridley Scott: ¿un genio chiflado?, ¿un impostor?, ¿una caradura?, ¿un ángel caído?

Pues, ya me dirán ustedes… Entre el cielo y el infierno, yo sí estoy en el limbo...



2 comentarios:

  1. Jo, Fernando, pero es que hacer siempre obras maestras es muy difícil. Vamos, que a mí me sacas de Wyler y Wilder y a todos les pongo pegas...

    Un abrazo y que firmes mucho ;)

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    1. Es el contraste, Mara, entre obra maestra y obra muy menor lo que me llama la atención, procediendo ambas de un mismo director. Y no una sola vez sino bastantes.

      Y sí, gracias, en cuanto a las firmas, no puedo quejarme...

      Salucines

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