Aunque
no necesariamente festiva, esta semana es marcadamente feriada… Quiero decir con esto que la Feria del Libro en Madrid tiene, por lo
que a mí respecta, un marcado interés, hasta el punto de condicionar la agenda
que tengo por delante. En la antigua casa de las Fieras estaré, en la caseta 72
de la Feria de este año me encontraréis, firmando ejemplares de mis dos últimos
libros, Marco Aurelio. Una vida contenida (Evohé, 2012) y Hollywood revelado. Diez directores brillando en la penumbra (Ártica, 2012). Anda,
venga, venid a vedme…
Los amigos que siguen mis blogs, incluido éste, ya están
informados del propósito y sentido de los mismos. No insistiré sobre ellos. Al
menos, en esta ocasión.
Mis
libros publicados me pertenecen tanto como al lector, lo
cual no quiere decir, entre otras cosas, que esté dispuesto a compartir con él los
beneficios generados por la venta de los mismos… No es que tenga a mis libros ya
editados por agua pasada ni cosa del pasado, con la connotación de
abandono y olvido que tales expresiones comportan. De hecho, como buen padre de mis vástagos literarios,
cuido de su destino y crecimiento, los llevo a pasear y a la Feria, los muestro a los demás
con orgullo; eso sí, no les doy de comer, pero ellos a mí tampoco... Al estar en manos del lector —o, al menos, eso me gustaría
creer—, «mis libros» ya forman parte tanto de su vida como de la mía.
Hablemos, entonces, de los
libros por venir, de mis proyectos, de mis planes en literatura cinematográfica. Vayamos por partes, para no cansar al personal ni cargar
demasiado las tintas con demasiados propósitos, porque haberlos, haylos. Me
referiré sólo a uno de ellos.
Suelo empezar un libro, o un artículo, por el principio,
como tiene que ser; es decir, por el título. A veces lo cambio a medida que
avanza la cosa o está a punto de enviarse a la imprenta, pero rara vez ocurre.
Por lo general, si acierto en el titulo,
tengo buena parte del trabajo ya hecho. De modo semejante, más de un
director de cine ha afirmado que con un buen guión y la elección idónea del
reparto, ya tiene prácticamente hecha una película.
Hay una circunstancia en la historia del cine que me tiene
bastante perplejo, asombrándome sobremanera y sin fácil explicación. Me refiero al extraño caso de cineastas que,
por motivos que se me antoja esclarecer, son capaces de realizar, a lo largo de
su carrera, varias obras maestras, al tiempo que, con mayor o menor
margen de tiempo respecto a éstas, perpetran bodrios de aquí te espero. A
esta clase de realizadores los sitúo entre
el cielo y el infierno cinematográficos.
Pongamos que hablo, entre otros, de Howard Hawks, de John Huston, de Franklin J. Schaffner, de Roman Polanski, de Martin Scorsese, de Woody Allen, de Tim Burton, de Terry Gilliam, de David Lynch, de Ridley Scott, de Clint Eastwood... No voy a dar
ahora más pistas ni más nombres. Con esta nómina representativa de tres generaciones
de la cinematografía, creo que puede uno hacerse una idea cabal de lo que está
en marcha. No señalo aquí a directores de sumo talento que lo desaprovechan, a
mi juicio, en causas y trabajos, por lo ordinario, inanes y superficiales; por
ejemplo, Steven Spielberg o Quentin Tarantino. Tampoco a casos de
cineastas singulares o excéntricos. Apunto
a directores de primera categoría que alternan obras sublimes con productos
brutos, y no una sola vez —eso sería una excepción, comprensible y
excusable: nadie es perfecto…— sino de manera reiterada, reincidente. ¿Cómo es
esto posible? ¿Dónde está la explicación a hecho tan fenomenal?
Howard
Hawks, cineasta pionero en Hollywood, firma a lo largo de su
extensa carrera títulos dorados como Scarface
(1932), Sólo los ángeles tienen alas (1939),
El sargento York (1941), Tener y no tener (1944), Río Rojo (1948), Río Bravo (1959). Pero también películas con «tan mala pata» como La fiera de mi niña (1938), Luna nueva (1940), Nace una canción (1948), La
novia era él (1949), Me siento
rejuvenecer (1952), ¡Hatari!
(1962), Su juego favorito (1964)…
Repárese en la segunda secuencia: indico films en clave de comedia. Ni añadiré más por el momento…
John
Huston, director representativo de la segunda generación de
cineastas clásicos, firma, para empezar, joyitas cinematográficas del calibre
de El halcón maltés (1941), El tesoro de Sierra Madre (1948), Cayo Largo (1948), La jungla de asfalto (1950), La
reina de África (1951), Los que no
perdonan (1960), Vidas rebeldes
(1961), La noche de la iguana (1964),
Reflejos en un ojo dorado (1967), Fat City (1972), El hombre que pudo reinar (1975), El honor de los Prizzi (1985), Dublineses
(1987)…Uno se queda sin aliento tras enumerar semejante encadenado de materpieces. Pero, de pronto le da un
ataque de hipo al comprobar que comparten filmografía junto a producciones como
Una encuesta llamada milagro (1948;
co-director), La burla del diablo (1953), La raíces del cielo (1958),
Casino Royale (1967; co-director), Paseo por el amor y la muerte (1969), La carta del Kremlin (1970), El juez de la horca (1972), Phobia (1980), Annie (1982), Bajo el volcán
(1984). Leyendo la autobiografía de
Huston, A libro abierto, podemos encontrar alguna clave reveladora que
aclare semejante desequilibrio. Sucede que el cine no era, para Huston, la
pasión de su vida…
Y ¿qué
me dicen de Ridley Scott? Hace, como
si nada, Los duelistas (1977), Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982), Black Hawk derribado (2001).
Consuma, mientras tanto, como si cualquier cosa, Legend (1985), La sombra del
testigo (1987), 1492: La conquista
del paraíso (1992), Tormenta blanca
(1996), La teniente O'Neil (1997), El reino de los cielos (2005), Robin Hood (2010)
y, en fin, no me hagan ustedes hurgar más en la herida. Ridley Scott: ¿un genio
chiflado?, ¿un impostor?, ¿una caradura?, ¿un ángel caído?
Pues,
ya me dirán ustedes… Entre el cielo y el
infierno, yo sí estoy en el limbo...
Jo, Fernando, pero es que hacer siempre obras maestras es muy difícil. Vamos, que a mí me sacas de Wyler y Wilder y a todos les pongo pegas...
ResponderEliminarUn abrazo y que firmes mucho ;)
Es el contraste, Mara, entre obra maestra y obra muy menor lo que me llama la atención, procediendo ambas de un mismo director. Y no una sola vez sino bastantes.
EliminarY sí, gracias, en cuanto a las firmas, no puedo quejarme...
Salucines