Si tuviese que citar dos nombres que personifiquen en el
cine contemporáneo el legado del mejor cine clásico, me decidiría por Clint Eastwood y por Peter Weir. Al bueno de Eastwood lo
conoce todo aficionado al cine; al «feo» y al «malo», sean quienes sean, sólo son aplaudidos por los muy iniciados en
la cosa, aunque ellos se lo han merecido… Pero, apuesto que muy pocos podrían
citar cinco (es un decir) películas dirigidas por Peter Weir. Sí, sí, me
refiero nada menos que al realizador de Gallipoli (1981), El año que vivimos peligrosamente (The Year of Living Dangerously, 1983),
Único
testigo (Witness, 1985), El club de los poetas muertos
(Dead Poets Society, 1989), Matrimonio
de conveniencia (Green Card, 1990), El Show de Truman (The Truman Show, 1998), Master
and Commander: Al otro lado del mundo (Master and Commander: The Far Side of the World, 2003). Vaya, me han
salido ocho títulos, así a bote pronto. Y sólo convocando aquí, de entre la
filmografía del cineasta, los grandes éxitos de taquilla. ¿Quién no
ha visionado estos films? Pero, ¿quién los relaciona con Peter Weir?
¿Qué sabemos de Peter Weir? Seguro que mucho menos de lo que sería justo y merecido. Bien es verdad que hasta el momento presente no había publicada en España ninguna monografía íntegramente consagrada a la vida y la obra del director australiano. Ahora ya no hay excusas ni pretextos. El lector en español dispone desde hace pocas semanas de un texto muy valioso que, como suele decirse, llena un vacío injustificable. Y casi me atrevería a decir que lo colma. Porque el estudio del que es autora Nekane E. Zubiaur supera todas las expectativas que podría esperarse de un primer libro en español sobre Weir.
El presente ensayo, muy bien documentado y que examina con conocimiento y precisión el
trabajo cinematográfico de Weir, está también muy bien escrito, lo
cual es cosa de agradecer por todo entusiasta del cine al mismo tiempo que por cualquier
lector avezado y exigente. Formando parte de la meritoria colección «Signo e
Imagen/Cineastas», de la editorial Cátedra, el volumen incluye unos capítulos
introductorios que exploran las vicisitudes biográficas y filmográficas del
cineasta nacido en Sidney —«Peter Weir, el contador de historias», «Peter Weir
en Australia», «Un cine de la emoción. Constantes temáticas, narrativas y
formales en las películas de Peter Weir»—, a los que le sigue un minucioso
análisis, por orden cronológico, de los largometrajes realizados por Weir, así
como las fichas técnicas respectivas y una extensa bibliografía.
La cita que ha escogido Zubiaur para abrir el volumen nos da, de entrada, una fiable pista del personaje objeto de estudio, así como de la
particular perspectiva interpretativa de la autora:
«Me han acusado de no tener estilo, lo cual es realmente
cierto, simplemente porque yo he elegido films con tipos de temas muy
diferentes.»
Estas palabras, sencillas y prudentes, fueron dichas por William Wyler. Pero, con no menor
motivo, podían identificar a Peter Weir. También a Clarence Brown, Raoul Walsh,
Mervyn LeRoy, Billy Wilder, Michael Curtiz, Anthony Mann y tantos otros
directores de primera categoría que no quieren ponerse en el lugar de las
estrellas (los actores y las actrices), sino hacer un trabajo pulcro y
solvente, contar historias y emocionar al espectador sin por ello tener que
dejar su huella o firma en cada plano.
Zubiaur describe acertadamente dicha actitud en términos de «invisibilidad»,
puesto que para los cineastas de esta casta lo importante es que las imágenes
hablen por sí mismas y conmuevan al espectador sin que quien esté tras la
cámara añore estar delante de ella.
Es esta discreción, reserva y compostura del trabajo de un
director lo que hace más apreciable el examen de su trabajo. Porque el
«invisible» Weir tiene mucho y muy estimable que contar en el cine.
«El choque entre culturas y puntos de vista divergentes, el
acceso del ser humano a su condición de individuo autónomo y su búsqueda de
autenticidad con un entorno hostil, son cuestiones que el australiano ha puesto
en escena una y otra vez a través de relatos en los que la atmósfera es casi
tan importante como la historia.» (pág. 16).
He aquí algunas constantes que han marcado sus extraordinarias películas. Y me expreso, ay, en tiempo pasado porque desde la última película realizada —la excelente Camino a la libertad (2010), prácticamente ignorada por público y crítica—, Peter Weir no ha vuelto a estrenar un nuevo título. Cineasta representativo de lo que queda del cine clásico, acaso sea considerado un artista pasado de moda.
Un clásico sin duda. Y un director que prepara muy bien sus proyectos, de ahí que estrena sus películas cada 4 o 5 años. Espero que esté preparando su siguiente película. Lo estoy deseando.
ResponderEliminarCierto, Iñigo, Weir es minucioso en sus proyectos. Pero creo que no ésa la única causa de que nos tenga a la espera de nuevas obras. Su cine es "demasiado" para el Hollywood actual.
EliminarSalucines
Excelente reseña, sí señor, de un cineasta muy excelente, también.
ResponderEliminarYa sabía yo que te iba a gustar, Ariodante...
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Es cierto que algunos nos olvidamos de Weir y fíjate que he visto prácticamente toda su filmografía. Creo que estamos ante el típico caso - que tan bien conoces - de director sepultado por la obra. De hecho, cuando, como en este caso, me ponen varias de sus obras delante, tomo conciencia de que él las ha dirigido todas. Que sí, que el director de los Poetas es el mismo de Truman y de Master....
ResponderEliminarsalucines
Cierto lo que dices, amigo deWitt. Pero, acaso no conozcas tan bien la etapa australiana de Weir. Te recomiendo que le eches un vistazo; en especial, 'Picnic at Hanging Rock'.
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