Título
original: The Miracle Worker
Duración:
107 minutos
Nacionalidad:
Estados Unidos
Guión:
William Gibson, basado en la pieza teatral deWilliam Gibson
Música:
Laurence Rosenthal
Fotografía:
Ernesto Caparros
Reparto: Anne Bancroft, Patty Duke,
Andrew Prine, Inga Swenson, Victor Jory, Jack Hollander
Producción:
Metro-Goldwyn-Mayer
El
capítulo 10 y último —last but nor
least— del libro Hollywood revelado. Diez directores brillando en la penumbra (Ártica, 2012) está reservado al análisis de la vida y obra de Arthur Penn. Con él no ponemos el punto final a nuestra obra, sino el
punto y seguido, por tener continuidad en dos volúmenes más. Penn falleció en el
año 2010. Los demás cineastas que componen el listado general (treinta en
total, diez en cada volumen) de la serie dejaron este mundo antes de dicha
fecha. De manera, que nos encontramos ante quien podríamos calificar como el «último de Hollywood», al menos, en
el contexto de nuestro trabajo. No nos hemos aventurado más allá en la «modernidad»
de la cinematografía hollywoodiense. Hemos dejado a un lado (no digo «de lado»)
a realizadores posteriores, a los que están hoy vivos y en activo, o en espera
de proyecto o contrato. El registro y el estudio del cine contemporáneo es
materia para otros textos, por ejemplo, el muy recomendable Cine XXI. Directores y direcciones (Cátedra,
2013).
De los
cineastas de su generación, Penn es, a mi juicio, el más interesante
director que hace cine en Hollywood contra Hollywood. No es en puridad un outsider, un independiente o un marginal, porque trabaja en el seno de los
estudios y su narrativa y estilo son todavía
de corte clásico. Pero sí es un
inconformista, haciendo patente que desea dejar atrás el viejo Hollywood y, por
así decirlo, matar al padre
cinematográfico. Muy influido por el cine europeo, incluso realiza
experimentos basados en las corrientes que llegan del Viejo Continente; piénsese, por ejemplo, en Mickey One (Acosado, 1965), película interpretada por Warren Beatty.
A pesar
de tal empeño, no siempre consigue consumar el distanciamiento, la ruptura o el
quebrantamiento pretendidos. Penn está todavía muy marcado por la huella de la
tradición y, por lo demás, tampoco acaba de tomarse muy en serio el nuevo cine. Una de las películas más
notables que dirigió, Night Moves (La noche se mueve, 1975) recoge una réplica muy célebre y
afortunada, que, para muchos, define a la perfección la esencia de la cinematografía
francesa, y, por extensión europea: «Una vez fui a ver una
película de Eric Rohmer: era como sentarse a ver crecer la hierba».
Definitivamente, a Penn le gusta ver y recrear la emoción y la acción en la
pantalla.
«Definido
por muchos como el más europeo de los cineastas americanos, [Arthur] Penn se adelantó,
en el modo de abordar las historias, a la transgresión de los directores que
años más tarde integrarían aquel movimiento
–si podemos definirlo como tal– denominado
«nuevo cine Americano», haciendo suyo el realismo que imperaba en el viejo
continente a la hora de colocar el foco sobre el individuo y sus
circunstancias, pero sin desdeñar la influencia de los cineastas del Hollywood
dorado, a los que, como Elia Kazan, veneraba. Alejándose de la obviedad, el
realizador fue capaz de crear unos personajes que hoy definimos, sin ningún
reparo, como típicamente pennianos,
en los que la huida –física y psicológica– es una constante, y la identidad,
siempre dicotómica, el origen de un conflicto de difícil resolución. Tenemos
ante nosotros, por tanto, un director que brilla con luz propia gracias a un
complejo y exhaustivo tratamiento de la condición humana, sin cabida para los
atajos en el tránsito, siempre violento y, a veces, fatal, que viven los
personajes. Un cineasta que, como veremos, fue capaz de romper las reglas
respetando la tradición fílmica. Un artista, Arthur Penn, cuya obra ha sido
injustamente ensombrecida por la alargada y perenne silueta de la pareja de
bandidos más famosa de la historia [Bonnie
and Clyde, 1967].»
ENRIQUE S. TENREIRO,
«Arthur Penn, el director de la huida», Capítulo 10 de Hollywood revelado
Influido
por la televisión, no lo está menos por el teatro. Este conocimiento de la
escena favoreció mucho el resultado de uno de sus mejores títulos, El
milagro de Ana Sullivan (The Miracle Worker, 1962). Tanto por lo
que hace a la mise en scène como, muy
en especial, a la dirección de actores; en este caso de actrices: portentosas, Anne Bancroft (Anne Sullivan) y Patty Duke (Hellen Keller). En el libro puede leerse un notable análisis del film que aquí no voy a repetir ni a intentar mejorar.
Referiré
ahora tan sólo un par de glosas anecdóticas, una documental y la segunda de orden personal.
Patty
Duke, la niña Hellen Keller en la cinta de Penn, interpretó en 1979 a la
maestra Ana Sullivan en una película para la televisión, del mismo título, donde hace de pupila la
actriz Melissa Gilbert (sí, sí, la Laura Ingalls de la serie La casa de la Pradera…).
Durante
bastantes años de docencia, he hecho visionar a mis alumnos esta película como
una forma de ilustrar el tema de la relación entre el pensamiento y el lenguaje.
Porque Penn en El milagro de Ana Sullivan
no sólo sabe contar bien una historia, sino además es un narrador riguroso. Las
otras películas a las que recurría para desarrollar este asunto tan filosófico
eran El
pequeño salvaje (L’enfant sauvage,
François Truffaut, 1970) y El enigma de Gaspar Hauser (Kaspar Hauser - Jeder für sich und Gott
gegen alle, Werner Herzog). Pero, esas son otras historias…
Pues qué voy a decir...Que esta es mi película favorita de Penn. Ni Bonnie, ni Clyde, ni Billy El niño, yo me quedo con Anne Sullivan y Hellen Keller.
ResponderEliminarSalucines
Pues yo lo que digo, amigo deWitt, es que tienes muy buen gusto cinematográfico...
EliminarSalucines
Bancroft en El milagro de Anna Sullivan roza lo milagroso. Excepcional película.
ResponderEliminarSaludos, amigo Genovés.
La verdad, Daniel, es que la Bancroft es una de esas actrices que están bien en todas las películas que protagonizan. Pero, en efecto, su trabajo es 'El milagro de Ana Sullivan' es especialmente memorable.
EliminarSalucines