Título original: Two
For the Seesaw
Duración: 119 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: Robert Wise
Guión: Isobel Lennart, basado en la obra teatral de William Gibson
Música: André Previn
Fotografía: Ted D. McCord (B&W)
Reparto: Robert
Mitchum, Shirley MacLaine, Edmon Ryan, Elisabeth Fraser, Eddie Firestone, Billy
Gray
Producción: Metro Goldwyn Mayer (MGM) / United Artists (UA)
Basta con
echar un sucinto vistazo a la filmografía del director Robert Wise para
quedarse impresionado, maravillado. Tenido, por lo común, como un cineasta de
segunda fila, uno más del montón, sin mayores precisiones ni especial
detenimiento, aprecia uno, sin embargo, entre sus más de cuarenta realizaciones,
títulos que hablan por sí mismos de la esencia y la historia de Hollywood. Sólo
por haber dirigido West Side Story (1961) y Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music, 1965), dos clásicos
musicales de todos los tiempos, dos obras superiores que no pueden faltar en
cualquier antología del séptimo arte que se precie, Wise merecería estar situado en el nivel más selecto del cine
mundial.
Pero todavía
hizo más:
«Una pormenorizada revisión de su obra
permite advertir su gran talento para la puesta en escena, como también su solvencia
para navegar por los
distintos géneros que cultivó llegando a concebir unos cuantos títulos que hoy
en día se hallan situados entre los clásicos, caso de los dramas de boxeo The Set-up (Nadie puede vencerme, 1949) o Somebody Up There
Likes Me (Marcado por el odio, 1956) inspirada en la biografía de Rocky
Marciano a quien encarnaba Paul Newman; de Born to Kill (Nacido para matar, 1947) a Odds Against Tomorrow (1959), magistrales ejercicios de estilo;
de I Want to
Live! (¡Quiero vivir!, 1958), basada en la figura real de Barbara
Graham, mujer que fue ejecutada en la cámara de gas en 1956 y protagonizada por
una soberbia Susan Hayward; The Day the Earth Stood Still (Ultimátum a
la tierra, 1951) o The Andromeda Strain (La amenaza de
Andrómeda, 1971), en el terreno
de la ciencia ficción; o la sorprendente The Haunting (1963), en el terror.»
CARLOS TEJEDA, Hollywood revelado, Capítulo 8. «Robert Wise, la honestidad de un
cineasta»
A los títulos anteriormente citados, habría que añadir, para mi gusto,
otras dos cintas que estimo muchísimo: Cualquier día en cualquier esquina (Two For the Seesaw, 1962)
y El
Yang-Tsé en llamas (The Sand
Pebbles (1966). En la personal selección que hago en este espacio de las
producciones de los directores incluidos en el volumen Hollywood revelado, podían estar cualquiera
de ambas, dos de mis favoritas en el cine de Wise. No sé cuántas veces he
visionado El Yang-Tsé en llamas, un film bélico perfecto, a mi juicio,
que combina con exquisita precisión el mejor cine del género (excelentes
secuencias de acción, de guerra) con
un recorrido casi filosófico por el sentido de la existencia, del heroísmo, del
sacrificio y la amistad. Un film que cuenta con una de las mejores interpretaciones de Steve McQueen en toda su carrera. Una perspectiva, en fin, de las vivencias personales en el
campo de batalla, en la primera línea del frente y la aventura, como
encontramos, asimismo, en otros trabajos memorables, sea Lord Jim (1965, Richard Brooks), sea Apocalypse Now (1979, Francis Ford Coppola).
Ahora bien, tengo por Two For the Seesaw una particular predilección. He aquí, respecto al mencionado film El Yang-Tsé en
llamas, un cambio de registro en toda regla, peculiaridad
notable del cine de Wise, quien frecuentó casi todos los géneros con suma
destreza. De los mares de China pasamos al corazón de Manhattan. De una
aventura de tintes épicos a una comedia romántica de
primera categoría, con fondo dramático, como tiene que ser.
El soberbio guión de Isobel Lennart
está basado en la exitosa pieza teatral del mismo título (original) escrita por William Gibson, interpretada en
Broadway por Henry Fonda y Anne Bancroft.
Un argumento de esta naturaleza debe al acierto del reparto una buena parte de
la garantía del resultado final. Nada que objetar a la pareja de intérpretes en
la escena. Pero la que vemos en la pantalla no se queda atrás: Robert Mitchum y Shirley MacLaine.
Historia de soledades entre la multitud de Nueva
York, dos vidas pequeñas, grises y muy comunes, se encuentran de pronto en la
Gran Manzana. Dos personas frágiles que la propia existencia ha debido
fortalecer, a costa de dejar en su piel un barniz de desconsuelo, de velada
amargura, de fría desesperanza. Los
personajes de esta leyenda urbana verdaderamente conmovedora no buscan a su media naranja; en realidad, han dejado
de buscar algo o a alguien desde hace tiempo. Simplemente, esperan una segunda
oportunidad para ser felices.
Robert Wise (la honestidad de un
cineasta), quien en ningún momento pretende disimular
la base teatral de la trama,
presta gran atención en las secuencias de interior, donde busca preservar
la intimidad de los personajes y penetrar así en sus almas en duelo. No
obstante, y aunque resulte paradójico, pocas
películas como en Cualquier
día en cualquier esquina han
fotografiado en exteriores las ciudad de Nueva York de manera tan hermosa;
pienso, en concreto, en las primeras secuencias del film, en las que vemos al
solitario protagonista encarnado por Robert Mitchum deambular sin rumbo fijo
por las calles, solo por pasear, sin saber que, cualquier día en cualquier
esquina, puede encontrar otra existencia desolada con quien compartir un pedazo
de espacio y de tiempo en el corazón de la ciudad.
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