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lunes, 21 de enero de 2013

MOBY DICK EN EL CINE



No ha tenido, a mi parecer, una buena recepción en el cine la novela de Herman Melville, Moby Dick. Un hecho especialmente llamativo, dado no sólo el valor del título —todo un clásico—, sino además la fenomenal celebridad del mismo, reconocido por muchos como un monumento inmortal de la literatura universal. Es más: el asunto contenido en el libro ha traspasado los límites de la propia literatura, habiéndose convertido en un relato, todo un mito, por todos conocido, hayan leído o no esta poderosa fábula épica y/o teológica.

La nómina de films que tengo en mente basados, más o menos fielmente, en el libro sobre la ballena blanca se limita a unos pocos epígrafes, teniendo en cuenta que dejo al margen las versiones, no digo «libres», sino libérrimas de la novela, además de las producciones de dibujos y animación, que, en este caso sí, hay bastantes. Entiéndase esta discriminación no como un desestimación de estos trabajos, sino como lo que, en rigor, significa la palabra «discriminación», a saber: acción de diferenciar, discernir y distinguir; esto es, apreciar dos cosas como distintas o desiguales.


Lo que me interesa ahora es llamar la atención sobre la poca fortuna que ha tenido la adaptación al cine de este asunto grandioso: el duelo a muerte entre el capitán Ahab y Moby Dick. Y adelanto mi opinión al respecto: esta empresa está todavía por lograrse con éxito. Eso, si es que el cine contemporáneo (o acaso una ambiciosa serie de televisión) está en condiciones de producir tamaña gesta. Lo que es mucho decir…


De 1926 es The Sea Beast (La bestia del mar), película muda dirigida por Millard Webb y protagonizada por John Barrymore y Dolores Costello, de la cual se hizo una nueva versión hablada en 1930, dirigida por Frank Lloyd con el mismo actor, aunque, en esta ocasión, con Joan Bennett en el papel protagonista femenino. ¿Papel protagonista femenino?, preguntará incrédulo y aun perplejo el lector atento y versado en la materia. Porque, en efecto, la historia original (eran tiempos en los que la cuota feminista todavía no se había impuesto en el «mundo de la cultura») trata, en suma (1+1=2), acerca de la pugna heroica entre el hombre y la bestia. La bella, ay, no centra allí la acción. Hay y habrá otras ocasiones.



He aquí ya señalado —esto es, la licencia extrema de esta lectura tan particular del clásico— el principal motivo de mi frialdad y decepción respecto a esta cinta, aun aceptando que se trata de un producto bien realizado y muy entretenido, aunque, caramba, pasa por la fuente original como la ballena asesina surca los mares, arrasando y devorándolo todo, sin contemplaciones. Moby Dick no es una historia de amor. Es una historia sobre el odio. ¿Si se quería hacer otra cosa, porque utilizar este título en vano…?

La historia de Moby Dick conoció años más tarde una traslación al teatro dirigida por Orson Welles. La representación parece que fue filmada en 1955, si bien no se conserva ninguna copia de la misma. Así pues, es tenida por perdida (valga la paradójica expresión…).


En 1956, John Huston dirige la versión más conocida de la obra, protagonizada por Gregory Peck, en el rol de capitán Ahab, con guión de Ray Bradbury. La película no es mala, pero tiene una objeción inexcusable: la elección de Gregory Peck para interpretar a Ahab. Ni el mejor director del mundo (y Huston no lo es) hubiese podido obrar el milagro. 

Peck es actor de un solo registro y gracias: Atticus en Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1962 - Robert Mulligan). Y quien no puede ni matar una mosca (quien dice una mosca dice un pajarito…), ¿cómo esperar que acabe con el Leviathan marino? Peck pone cara de duro (o de preocupado por el pago de la hipoteca, no sé...), aprieta los dientes y ya está. Lamento decirlo, si es que me lee algún (o alguna) fan de Peck.



Orson Welles interpreta en el film de 1956 al padre Mapple. ¿Se lo imaginan de Capitán Ahab? Encaramado en el puesto de mano del Pequod en lugar del púlpito de la iglesia. Ah, eso ya sería otra cosa… Otro actor, otra elección.


Del año 2004 es Capitaine Achab, producción francesa dirigida por Philippe Ramos, con Valérie Crunchant y Bonpart Frédéric en el reparto, la cual no tengo el gusto de conocer.

¿Me he dejado algo o a alguien? Sea como sea, lo dicho. Aquí estamos en cubierta, al descubierto, esperando la novedad, la aparición, el grito que aúna esperanza, excitación y temor: ¡por allí resopla…!



3 comentarios:

  1. Uy! Lo que has dicho/confesado/blasfemado sobre Peck. Más de uno/una querrá ser Moby Dick para darte tu merecido. Pero, yo confieso: estoy contigo. Peck es uno de esos actores que gracias a una gran estela supo estar en primera plana sin que nadie cuestionara su valía como actor. Ya has visto (leído) que un servidor ha tratado de ponerlo en su justo lugar con motivo de "Matar a un ruiseñor". Está bien (en general) pero no para la ovación. Digamos que nunca molesta pero tampoco sobrecoge.

    Y, yendo al grano, yo sólo he visto la de Huston y qué quieres que te diga... Pues que ni fu ni fa.

    Totalmente de acuerdo, también, con la incorporación femenina a un asunto en donde no tiene cabida si lo que se está tratando es de llevar a la pantalla la novela de Melville que, a lo mejor, ese no era el cometido, vete tú a saber...

    Esperaremos, pues, a que los "contemporáneos" se animen y, claro está, acierten.

    Salucines

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  2. Estupenda entrada Fernando. Yo no he visto la versión muda, sólo conozco la de Huston, y coincido bastante con lo del papel de Peck y sus registros un tanto limitados. De todas formas tiene la gloriosa aparición de Welles en ese púlpito marinero. Yo creo que esto va a ser como las cabras de Hichtcok, es una novela con demasiados matices como para dejar a todos contentos. Tampoco tenía la idea de la del 2004.

    Abrazo.

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