Título:
Trader Horn
Año: 1931
Duración:
122 minutos
Nacionalidad:
EE UU
Director:
W.S. Van Dyke
Guión: Richard
Schayer, Dale Van Every, John T. Neville, basado en el libro de Ethelreda Lewis
Música:
William Axt
Fotografía:
Clyde De Vinna
Reparto:
Harry Carey, Edwina Booth, Duncan Renaldo, Mutia Omoolu, Olive Carey
Producción:
Metro-Goldwyn-Mayer
W.S.Van Dyke es uno de los grandes directores clásicos del Hollywood de la era
dorada del cine. Incluido en la nómina de la Metro-Goldwyn-Mayer durante gran
parte de su carrera profesional, firmó algunos títulos tan emblemáticos e
imprescindibles en la historia del séptimo arte como Tarzán
de los monos (Tarzan
the Ape Man, 1932), El enemigo
público número uno (Manhattan Melodrama, 1934), San
Francisco (1936), María Antonieta (Marie
Antoniette, 1938), así como varios títulos del famosísimo serial sobre The
Thin Man, en España más conocido por Ella, él y Asta,
interpretados por la célebre pareja cinematográfica Myrna Loy y William Powell.
Van
Dyke dirigió en total cerca de cien películas y le cabe el honor (entre los
muchos que tiene) de ser el primer realizador en rodar un film no documental en
África. Este es el caso de Trader Horn,
título que hoy tengo el honor de reseñar en Cinema Genovés. Son muchísimas las bondades fílmicas, numerosos los
valores cinematográficos y extra-cinematográficos, incontables las anécdotas
que contiene este película.
Referiré a continuación algunos pormenores de la
misma, animando, en cualquier caso, al lector que no la haya visionado todavía
a que sin tiempo que perder disfrute de esta obra capital en el género de cine de aventuras, sección
«África-safaris-cazadores-exploradores» y además, como en este caso, «división searchers».
Aloysius «Trader» Horn (Harry Carey) es un explorador y comerciante
(como su sobrenombre indica) afincado en África desde muchos años atrás de
cuando principia la acción en el film. Acompañado del joven Peru (Duncan Renaldo) anda en tratos con una tribu local para hacerse con
colmillos de marfil. El trayecto hacia el poblado, por tierra y río, sirve como
recorrido turístico por la sabana africana, bajo las explicaciones y los comentarios
muy entendidos que Horn transmite a Peru, y así de paso el espectador va
entrando en situación.
En un momento dado, se cruzan con Edith Trent (Olive Carey),
esposa de Carey en la vida real, aunque en la ficción sea la viuda de un
predicador asesinado por los nativos, quienes no contentos con la fechoría, raptaron
a la pequeña hija de ambos de pocos meses de edad. La señora Trent no va en tren, pero sí recorre el continente negro en
litera tras la pista de su niña, quien ahora ya será una mujercita. Caballeroso
Horn, se ofrece en acompañarla y protegerla con sus armas y su experiencia. La
viuda del predicador rehúsa amablemente el ofrecimiento, pues a su parecer los
fusiles no sólo no favorecen su misión, sino que la perturbarían.
En una
extraordinaria secuencia situada a los pies de una fenomenal cascada, los
exploradores —que han decidido seguir discretamente a la audaz señora— la
encuentran muerta como consecuencia de un ataque de los nativos. Horn no es Ethan Edwards ni Peru su sobrino
mestizo, pero el caso es que ambos deciden continuar la búsqueda de la
muchacha, sea quien sea, esté donde esté. Hechos prisioneros por una
tribu poco hospitalaria, son llevados a la aldea donde les recibe una rubia muy
atractiva, quien es algo así como la diosa del lugar, que grita y da órdenes a
diestro y siniestro en la lengua local.
El vestuario (digámoslo así) de Nina fue
todo un reclamo para el público de la época, especialmente el masculino; las
damas preferían recurrir al Vogue.
Y
aun diría que todavía hoy la presencia de la Nina a más de uno puede quitarle
el hipo. Lleva la joven un dos piezas rompedor de último grito: la parte
inferior, está compuesta por una coquetona faldita de paja; la superior, sería algo parecido a un babero inverosímil salpicado de plumajes. Inútil indumentaria. En
la mayoría de las escenas, la joven salvaje muestra sus encantos generosamente
y, a menudo, solo la larga cabellera blonda le cubre el cuerpo. Esta Nina diríase la Lady Godiva de la
sabana…
Comoquiera que la sangre tira mucho,
finalmente Nina huye de la tribu con Horn y Peru. Logran
llegar a territorio seguro y los jóvenes embarcan hacia casa. La joven, que
poco sabe del amor pero se ha encariñado de ambos, duda en el momento de la
despedida entre Horn y Peru. Pero… Horn, héroe a fin de cuentas del film, se
sacrifica por los jóvenes, les da la bendición y se queda en África, lugar del que ya forma parte.
Película maravillosa. No
sólo es un vibrante film de aventuras, que contiene unas notables secuencias
propias del género —ataque de animales y nativos, bailes y rituales de pigmeos,
masais y demás tribus, incluidos—, sino que además narra una apasionante historia
sobre el amor y la amistad; conmovedor el momento en que muere Rencharo (Mutia Omoolu), el fiel guía negro de Horn, atravesado por una
flecha ponzoñosa, en brazos de su amo. Un
clásico imprescindible.
Sépase
que fue tan fenomenal el material rodado en África para montar Trader Horn (film que costó una fortuna a
la productora, si bien fue un fabuloso éxito de taquilla), que en el estudio se
pensó en producir otros títulos en los que poder utilizar tantos metros de
película repletos de escenas y situaciones tan exóticas. Muchos de estas tomas
sirvieron de ambientación para la realización de Tarzán de los monos (Tarzan the Ape Man, 1932), película
dirigida por el mismo W. S. Van Dyke. Pero esa es otra historia. O mejor dicho,
esa es la historia del cine.
Del año
2009 es el documental de 90 minutos Trader Horn: The Journey Back,
dirigido por Clyde Lucas y escrito y conducido por Harry Carey Jr., hijo del protagonista del film objeto de homenaje.
Ambos actores, senior y junior, como es sabido, fueron miembros estables de la
factoría actoral de John Ford.
Pues tiene una pinta magnífica, no la he visto, pero me pongo a buscarla ipso facto. Hace poco he visto otra de aventuras que no tenía desperdicio dirigida por James Whale titulada "Infierno verde", "also" muy recomendable, con un reparto de lujo y una Joan Bennet para comersela...
ResponderEliminarSaludos
Roy
Ánimo, pues, amigo Roy, y a recuperar el cine de aventuras, con el que uno se lo pasa en grande...
EliminarSalucines
Pues no la he visto pero me interesa conseguirla `par verla en familia.
ResponderEliminarExcelente post y ya te contaré tras verla.
Tu entusiasmo, Fernando, no deja lugar a dudas y habrá que buscarla: parece que el género de aventuras sigue residiendo en esas películas clásicas como lugar preferente y uno ya empieza a estar hambriento de cine del bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algo he leído sobre Van Dyke, ejem!, pero todavía no me he puesto manos a la obra. Tomaremos buena nota con la "revelación".
ResponderEliminarsalucines
No la he visto amigo Fernando, pero lo que me queda claro por los fotogramas seleccionados es que ofrece bastante "más" que unas aventuras africanas... ¡vaya descocada la misteriosa africana blanca!
ResponderEliminarEs cierto que van Dyke fue un director todoterreno al que debemos un puñado de esas películas que todos hemos visto pero que han quedado (un poco) injustamente olvidadas.
salucines
Gracias amiga y amigos por vuestros comentarios. Espero que muy pronto podáis disfrutar de la lectura del capítulo sobre W. S. Van Dyke incluido en nuestro libro "Hollywood revelado I". Que ya se está haciendo desear, ¿no creéis...?
ResponderEliminarSalucines
Como siempre, instructivo. Sólo he visto trozos. Y Van Dyke, tildado siempre de artesano, era conocido por Woody Una Toma.
ResponderEliminarGracias, Toni, por el comentario. Pues mira, precisamente, una leona me ha recordado esta magnífica película de safaris.
EliminarSalucines