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sábado, 6 de mayo de 2017

LA LLAVE (1958)


Título original: The Key
Año: 1958
Duración: 134 minutos
Nacionalidad: Reino Unido
Director: Carol Reed
Guion: Carl Foreman, basado en la novela Stella de Jan de Hartog
Música: Malcolm Arnold
Fotografía: Oswald Morris
Reparto: William Holden, Sophia Loren, Trevor Howard, Oskar Homolka, Kieron Moore, Bernard Lee, Beatrix Lehmann, Noel Purcell, Michael Caine
Productora: Open Road


No juzgo un certero acercamiento a la obra cinematográfica del director británico Carol Reed el categorizarlo/encasillarlo, nada más y nada menos, que como “el director de El tercer hombre (The Third Man, 1949)”. Y sostengo tal afirmación por varias razones.

Joseph Cotten, Orson Welles & Carol Reed en el set El tercer hombre (1949)
Sigue siendo tema de debate la “autoría” de este clásico de la historia del cine, a saber: si corresponde asignarla al propio Reed o a Orson Welles, cuando según la ficha del film, el registro del segundo nombre sólo consta en calidad de actor. Sin embargo… No voy a pronunciarme ahora al respecto; tan sólo recomendaría que, quien no conozca, por ejemplo, el film Se interpone un hombre (The Man Between, 1953. Carol Reed), que la visione y, además de disfrutar de un magnífico trabajo cinematográfico, tendrá una buena base para posicionarse al respecto (que si 'sello' del director, que si copia de ¿sí mismo?). Otro debate abierto en canal, que dejaré aquí al margen, es el de los propios conceptos de “autor” y ” autoría” (“película de…”), a propósito de la producción de películas, si bien el atento seguidor de Cinema Genovés ya conoce (o habrá deducido) mi opinión sobre la cuestión.

Sea como fuere, lo que a mi entender resulta patente es que la filmografía de Reed, aunque no deslumbrante ni campanuda en su conjunto, sí contiene títulos muy interesantes y variados (cine de espías, drama, bélico, musical…) y alguno hasta muy valioso. Pongamos que hablo de… La llave (The Key, 1958), película que cuenta con un reparto brillante William Holden, Sophia Loren, Trevor Howard— y lleva a la pantalla un argumento que, combinando con habilidad los géneros del melodrama y el bélico, impacta sensible e intelectualmente en el espectador atento y avezado.


Basado libremente en la novela Stella de Jan de Hartog, el film narra una historia poderosamente romántica (profundo e intenso recorrido por los sentimientos humanos: el miedo, la compasión, la autoestima, la confianza, la decepción), aunque no pueda calificarse en rigor como “historia de amor”, pues, en este caso, si alguna pasión (pathos) o instinto domina no es Eros sino Thanatos. Lo más sobresaliente en La llave es la contención que demuestra a la hora de describir una situación dramática que impacta con certera puntería en el corazón de los afectos, rasgo éste que el tópico atribuiría a la “flema británica” como principal responsable de la misma.

Resulta muy relevante, y no poco admirable (por imprevisto y audaz) el reparar en el mismo reparto: la credibilidad de la moderación emocional referida, que gravita, en primera instancia, en la protagonista femenina (protagonista central del film) se confía a la actriz italiana Sophia Loren, temperamental donde las haya, perfectamente adaptada tanto a la comedia más desatada como al drama más desgarrador, y que en esta ocasión consuma una interpretación sobria y muy medida, circunspecta y con temple, condición necesaria en aras a realzar la nobleza y dignidad del personaje: Stella (mujer de nacionalidad inglesa en la novela). Cuentan las crónicas que, en un principio, se pensó en Ingrid Bergman (elección nada descabellada, por lo demás) para encarnar a Stella, pero fue William Holden quien insistió en la “opción Sophia Loren” (con 24 años de edad, aunque ya llevaba una considerable carrera en el cine), una apuesta que considero muy afortunada, a la vista de los resultados de la película.


Año 1941. La acción se sitúa en un momento crítico durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el Reino Unido afronta casi en solitario el peso total de la lucha contra Alemania, en fase de avance militar imparable, con Francia noqueada y a la sombra del Reich, y cuando EEUU todavía no se había involucrado militarmente en la contienda. A una base naval británica (no identificada en el film, pero que podría situarse en Portland, lugar donde se rodó buena parte de las secuencias de exteriores) llega David Ross (William Holden) capitán de la Armada canadiense (de origen estadounidense), destinado al destacamento militar con la misión de comandar un W88, remolcador que tiene por cometido rescatar y arrastrar hasta la base a los barcos dañados gravemente durante la Batalla del Atlántico, y en el punto de mira de los submarinos germanos que actuaban en la zona.

En el momento de presentarse ante sus superiores y recibir las órdenes inmediatas de actuación, Ross se encuentra inesperadamente con el capitán Chris Ford (Trevor Howard), viejo amigo y camarada de armas, y que manda, por su parte, otro remolcador, el cual entrega a Ross una copia de la llave de su apartamento.


Esta llave constituye la clave y el hilo conductor de la trama de la cinta, perfectamente construida por el guionista Carl Foreman y conducida por el director Carol Reed. La llave comporta un compromiso: convertir a su poseedor en morador del piso al tiempo que en protector de la mujer que en ella reside: Stella. La muchacha, huida de la Suiza fronteriza con Italia, fue acogida en la vivienda por Philip Westerby, un camarada que muere el día antes de la fecha fijada para casarse con Stella. A la vista del grave riesgo que conlleva la tarea de los remolcadores (bautizada con sorna como la “Cruz Roja del océano”), al ser presa fácil de los submarinos germanos, Philip inicia la “cadena”, con el probo propósito de no dejar desamparada a Stella, en caso de caer en combate. Un bienintencionado plan que, sin embargo, coloca en práctica a Stella es una situación literalmente patética y no poco humillante: mujer mantenida, casi un objeto más incluido en la transacción o traspaso de poderes que conlleva la llave (posesión de facto del apartamento), y que pasa de mano en mano.



Stella no es muchacha ingrata; después de todo, tiene un techo y comida asegurados, aunque no derecho a una copia de la llave, lo cual implica que no sale jamás de la vivienda (las compras las hace la portera). Es, ciertamente, una acogida y una mantenida, mas no una fulana; los capitanes portadores de la llave tienen derecho al hospedaje y el deber de mantener a la joven, pero no de dormir en su lecho.


A pesar de todo, Stella escoge a sus amantes y/o posibles esposos en el desfile militar que pasa por el apartamento, si bien los oficiales no siempre responden como ella espera de ellos, por fallecimiento o deslealtad.

Finalmente, también elige el camino a tomar cuando la llave abre unas esperanzas para ser cerradas poco después por jugarretas del destino. Sea como fuere, para Stella, mejor es vivir bajo las estrellas, a la intemperie, que no como un animal enjaulado.





2 comentarios:

  1. Sea de quien sea la autoría El tercer Hombre es magnífica. Esa Viena de posguerra... la música de Anton Karas..la noria...Desde su arranque hasta su final.
    De la que nos hablas no tenía conocimiento y te agradezco que la menciones...cuántas historias alrededor de la Segunda Guerra Mundial, menudo filón.. a proposito ¡qué belleza la de Sofía ! y.. ¡cuántas asignaturas pendientes tengo! Me la apunto.

    Salucines, amigo Genovés


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    1. Esta película, amiga Abril, es para mí de lo mejor de Carol Reed. Independientemente de la parte que le corresponda de 'El tercer hombre'. Recomendable.

      Y es que resulta difícil vivir y/o ser recordado a la sombra de un clásico como 'El tercer hombre' o haber intentando 'dirigir' al gran Orson Welles sin ser fagocitado por él...

      Salucines

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