Título original: Heaven Knows, Mr.
Allison
Año: 1957
Duración: 105 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
John Huston
Guión: John Lee Mahin, John Huston,
basado en la novela de Charles Shaw
Música:
Georges Auric
Fotografía:
Oswald Morris
Reparto:
Deborah Kerr, Robert Mitchum, Masao Ukon
Producción: 20th Century Fox
John
Huston es un director de cine sorprendente. Y desconcertante. De tal estirpe de cineastas que en este mismo sitio
he situado dentro de la categoría “entre el cielo y el infierno”, es decir, realizadores capaces
de hacer lo mejor y lo peor tras la
cámara. Inconstantes, con vertiginosos altibajos, diríanse «bipolares» en sentido
artístico. Invito al lector a que revise la filmografía de Huston, sopese después mi sentencia y saque sus propias conclusiones.
John Huston: el hombre que pudo dirigir muchas más películas de mérito que las, finalmente, legadas. Pudo, pero acaso no se propuso (y menos, se impuso) tal propósito. Cineasta de oficio, representa todo lo contrario del “director-autor”, por más que lo veneren muchos afectos a dicha fórmula (ellos sabrán por qué) y por más que se esfuercen por adornar o maquillar el currículo profesional de Huston.
John Huston: el hombre que pudo dirigir muchas más películas de mérito que las, finalmente, legadas. Pudo, pero acaso no se propuso (y menos, se impuso) tal propósito. Cineasta de oficio, representa todo lo contrario del “director-autor”, por más que lo veneren muchos afectos a dicha fórmula (ellos sabrán por qué) y por más que se esfuercen por adornar o maquillar el currículo profesional de Huston.
Ocurre
que en el curriculum vitae de John
Huston pesa más el segundo término que el primero; según disposición y
proceder del propio interesado. Se ha
dicho que la mejor obra de Huston fue su propia vida. Estoy de acuerdo. Amaba
la buena vida, las mujeres, el alcohol, la camaradería, las armas de fuego y la caza, su hacienda en Irlanda,
los caballos, la aventura. Y como, además, sabía hacer películas, se ganaba el sustento dirigiendo películas (dejo ahora al margen su valiosa faceta de actor o
guionista). Se esmeraba en la faena cuando
le placía. Sacaba a relucir su genio cuando le venía en gana. Mientras que
cuando se trataba de cumplir meramente un compromiso, darse un capricho, tener
unas vacaciones gratis a cargo del estudio en un rodaje o pagar con el sueldo
algunas deudas, entonces rodaba y rodaba y se desentendía prácticamente del resultado. Sin vergüenza
ni remordimiento. Huston fue un tipo
duro y todo un carácter. Así es. Así era.
¿Amaba
Huston el cine? Ah, sólo el cielo lo
sabe. A propósito…
En el año 1957 se estrena Sólo Dios lo sabe (Heaven Knows, Mr. Allison), film de género bélico que en buena medida
constituye un remake no declarado
de otro trabajo previo: La reina de África (The African Queen), película dirigida en 1951 por John Huston, con
Humphrey Bogart y Katharine Hepburn al frente del reparto. Múltiples son los
puntos en común entre ambos títulos, aunque no pueda concebirse, a mi parecer, films más
distintos, y aun opuestos, en mirada
cinematográfica, en sensibilidad, en intención, en resultados. Dos
trabajos realizados por el mismo cineasta con seis años de por medio. La
segunda película mencionada es una obra de culto, venerada por crítica y
público, mientras que la primera es apenas conocida y reconocida. Por mi parte,
no ocultaré mi inclinación —la primera es la primera—, y no por llevar la
contraria o ir contracorriente de la historia oficial, sino por pensar y decir libremente.
La
reina de África es un film estimable,
pero tampoco callemos que en él intervienen Humphrey Bogart y Katharine Hepburn, dos estrellas del cine intocables... Hay en la película mucha acción y reacción; chanzas y gags que divierten al gran público; ha
sido promocionada, estudiada y analizada; contadas y recontadas, una y mil veces, las peripecias del rodaje; la relación sentimental entre ambos protagonistas se
consuma finalmente (y felizmente); y para mayor gozo público (con excepción,
supongo, de los pacifistas y simpatizantes de los antihéroes) acaban
hundiendo un buque enemigo.
Pero, también digo que Sólo el cielo lo sabe es una película
superior, que tengo en gran consideración. Una cinta que se sostiene, asimismo,
sobre dos personajes: el cabo del Cuerpo de Marines americano, cabo Allison
(Robert Mitchum) y sor Ángela (Deborah Kerr), un dúo protagonista que conlleva un
duelo y un cortejo, un desafío y una prueba en el héroe y la heroína de esta
historia conmovedora y valiente, humana y acaso demasiado humana, conducida con
suma inteligencia y elegancia, recato y sensibilidad.
Año 1944. El cabo Allison, tras ser hundida la
nave en la que estaba destinado durante la Segunda Guerra Mundial, recala a bordo de
un bote neumático en un atolón perdido en el océano Pacífico, de nombre
Tuasiva. No hay evasiva ni inmediata vía de escape en esta aparente isla
desierta. Pero sólo en apariencia, pues sabe Dios que allí encuentra el soldado
a una sierva del Señor: sister Angela,
el resto de otro naufragio, el único superviviente de una misión religiosa que
ha sido diezmada por la guerra y las enfermedades. Un marine y una monja, un
hombre y una mujer, cuya suprema tarea es sobrevivir, del enemigo interior y
exterior, de las pasiones y las explosiones, condenados por el destino (o sólo
Dios sabe por qué) a convivir y resistir, a luchar y ayudarse mutuamente, como
buenos camaradas que empuñan distintas armas (un cuchillo y un crucifijo,
respectivamente).
Pronto ambos robinsones, rodeados de tropas
japonesas intiman, obligados a esconderse, sienten cómo un profundo afecto les
invade mutuamente. Pero, ellos saben (y también Huston, ahora así) que
pertenecen al mismo bando pero a distintos mundos, que el cabo pertenece al
Cuerpo de Marines y la monja ha hecho sus votos con la iglesia, los cuales
deben todavía completarse, antes de consumarse los deseos humanos. El
destino no puede forzarse, las promesas deben cumplirse: el cabo ha jurado
lealtad a la bandera; la monja, también ha jurado, pero en nombre de Dios.
Portentoso trabajo en el guión (junto a John
Lee Mahin) y tras la cámara por parte de John Huston, amén del ya ponderado
trabajo de Mitchum y Kerr (sencillamente maravillosos), un Huston que más que
remitir al Huston de La reina de África, se me antoja muy próximo al universo
fordiano. Quien esté al corriente de mis aficiones y afecciones sabe que es ese uno de
los mayores elogios que puedo dedicar a un director y/o a una película.
Permítame, señor Genovés, que me quite el sombrero ante esta exposición sobre "Sólo Dios lo sabe". Pocos párrafos dedicados con excelencia a una excelente película a menudo olvidada... y que, a mí, no se parece a "La reina de África" ;) más que en entregar al público la interpretación sublime de la pareja protagonista. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario y bienvenido a Cinema Genovés. Lamento no haberlo sacado hasta ahora, pero acabo de verlo.
EliminarCiertamente, lo importante, más allá de las comparaciones, es disfrutar de esta excelente película.
Salucines
Una película estupenda, suscribo lo que escribes, una pareja memorable a la altura de esos otros dos monstruos, la Hepburn y Bogart que no hay quien pueda evitar reconocerles su talento. Digamos que Huston hizo un gran trabajo en ambos casos, claro que con semejantes mimbres...
ResponderEliminarSolucines, amigo Fernando
En efecto, amiga Abril, hablamos de dos películas espléndidas. Lástima que la que aquí traigo hoy sea tan poco apreciada. Pero, para eso está Cinema Genovés...
EliminarSalucines