The Walk (2015) es un film que, desde mi punto de vista, ya ha hecho historia. Una producción TriStar Pictures, rodada en 3D y dirigida por el especialista en películas
de fantasía con efectos especiales, Robert
Zemeckis. Y apunto esta descripción sin ánimo de desmerecer la relevancia
del cineasta Zemeckis, responsable artístico nada menos que de Forrest
Gump (1994), un trabajo sobresaliente, fenomenal, que pasará a la
historia —en este caso, a la historia del cine—, pues hago sabe al lector que se
trata de una película que tengo situada en
mi personal Top Ten cinematográfico.
Con todo, sopesando el conjunto de la filmografía compuesta por Zemeckis, sería
difícil, además de innecesario y vano, esforzarse por desvincularlo de la
categoría «visual storytellers». Una categoría que, por lo demás, no tiene nada de
indecorosa.
The
Walk, película escrita por Christopher Browne y el propio Zemeckis, recrea
de modo espectacular y aun efectista (desde la perspectiva estética) una hazaña
(un desafío, según ha sido retitulada
en la versión española) basada en hechos reales: el paseo por la nubes llevado
a cabo por el funambulista francés
Philiphe Petit (Joseph Gordon-Levitt) en el verano de 1974, cuando anduvo sobre un
cable de acero que unía las Torres Gemelas en Manhattan, desde una terraza a
otra, cuando todavía se encontraban en fase (final) de construcción.
La trama del film se remonta
al París de los años 60, momento en que Petit se gana la vida realizando
números de pantomimo y animación en las calles de la capital de Francia. Entra
en contacto con Papa Rudy (Ben Kingsley),
artista del aire a quien admira y toma como mentor. En principio, para ejecutar
sus primeras audacias: cruzar un lago sobre un cable atado a sendos árboles y
poco después, divisar Notre Dame a vista de pájaro,
desfilando sobre la cuerda floja fijada en la parte superior de ambas torres de
la catedral. Casualmente, llega por
entonces al joven la noticia de la construcción de las Torres Gemelas en la
isla de Manhattan, una edificación que supera con mucho la altura de la Torre
Eiffel (lástima que sólo haya una y no pueda añadir este capítulo a sus
sueños volatineros). Petit hace partícipe a su maestro del sobrevenido gran
sueño de su vida —dar un paseo por el
techo de Manhattan—, quien acaba aprobando la aventura, hasta el punto
(supuestamente) de financiarla.
Falta buscar colaboradores
con los que hacer realidad el sueño de Nueva York. Los preparativos adquieren
la traza conductual de una banda de atracadores de bancos (de hecho la
narración se ajusta a dicho patrón narrativo), cuando, en realidad, el anhelo de Petit es subir al cielo... vivito
y coleando, que no es tarea pequeña. En el grupo no falta la chica. Y no es éste el único elemento
convencional o tópico que da cuerpo a The
Walk, un film que, artísticamente hablando, destaca, más que nada, por sus
efectos especiales.
¿Por
qué afirmo, entonces, que The Walk
pasará a la historia? Por su imponente valor simbólico, por la valentía
mostrada en asumir semejante desafío,
por la inteligencia y la sensibilidad demostradas a la hora de acometer empresa
tan arriesgada. Porque percibo, en verdad, que esta imponente producción anuncia la hora de desclasificar unas imágenes reservadas. Porque tengo la convicción de que este film —aparentemente, de puro
entretenimiento— supone un gran paso en aras a cicatrizar las profundas heridas
abiertas tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Barrunto, en suma, que con The Walk
puede darse por terminado el duelo
artístico del 11-S, un proceso, un objetivo, ya avanzado en títulos
anteriores; por ejemplo: Extremely Loud and Incredibly Close (Tan fuerte, tan cerca, 2011), dirigida por el cineasta británico Stephen Daldry .
Con The Walk ha llegado el momento en que la tragedia pueda convertirse
en (digno) espectáculo. Después será el momento de la comedia. Aunque tampoco
hay que precipitarse. Bastante ha hecho Zemeckis con realizar su particular
proeza, arriesgada y nada sencilla, transitando por la cuerda floja, una hazaña de no inferior osadía que la gesta
efectuada por Petit.
Película
de superación, en el amplio sentido de la palabra, The Walk encumbra la audacia y la perseverancia del artista del
cable, a la vez que rinde un fenomenal tributo a las altas Torres que durante
tanto tiempo han supuesto la más elevada imagen de la ciudad de los
rascacielos. ¿El premio? Poder rehabilitar, desde este momento, la imagen
velada, con respeto y hasta con orgullo, con la cabeza alta. También, poder superar el trauma, la pérdida, la
ausencia, ahora restituida con aires de gloria.
Y es que el film dirigido
por Zemeckis debe verse desde la perspectiva
simbólica con que está concebida y realizada, la cual adquiere incluso un sentido religioso: el protagonista
asciende a los cielos como paso previo para la resurrección; los cables
cruzados (cavaletti), que favorecen
la estabilidad y elasticidad de la base temblorosa sobre la que pasea el
acróbata, así como la pértiga que sostiene para equilibrar su cuerpo, semejan
una gran cruz coronando las Torres y en la que se tiende Petit con gesto
sereno. Hay presentes en la película más señales, signos y símbolos muy
reveladores que el lector atento (y avisado) sin duda advertirá.
Dedicada expresamente a las
víctimas de los atentados terroristas del 11-S, The Walk representa,
asimismo, un emotivo homenaje a las Twin
Towers, un respetuoso tributo y un recuerdo de su belleza y su grandeza, al
encomiable esfuerzo artístico de reconstrucción que unas mentes y unas manos vesánicas convirtieron en polvo y ceniza. Porque, qué duda cabe, las Torres Gemelas son las verdaderas
protagonistas de The Walk. De
principio a fin.
Así pues, atención al
principio, a la primera secuencia de la
película, un indicio y un firme aval de no caer en el precipicio. El
protagonista/presentador/conductor del film proclama solemne desde la
antorcha de la Estatua de la Libertad: «estoy enamorado de dos edificios, dos torres.
Todo el mundo las llama las Torres Gemelas del World Trade Center.» La localización
virtual no es casual. Desde dicha emblemática atalaya, con el bajo Manhattan de
fondo, las Torres gemelas presidiendo el lugar, se nos van narrando los hechos.
Repárese,
asimismo, en que la película finaliza con la mención de Petit a la autorización
escrita y certificada que recibió de manos de Guy F. Tozzoli, presidente de la World Trade Centers Association (WTCA),
espacio donde se elevaban las Twin Towers, conmovido y agradecido por la
acrobacia de Petit. Merced a dicho pase, podía éste acceder a la azotea del
edificio cuando quisiese:
«Estos pases tienen fecha, la fecha cuando expiran. Pero en mi pase, el Sr. Tozzoli tachó la fecha y escribió: "Para siempre”.»
«Estos pases tienen fecha, la fecha cuando expiran. Pero en mi pase, el Sr. Tozzoli tachó la fecha y escribió: "Para siempre”.»
PS. Para un más amplio desarrollo de este asunto, véase el libro Cine, espectáculo y 11-S (Amazon-Kindle, 2012).
Me encantó esta entrada por la sensibilidad que pones en el significado del logro y lo atractivo que la haces para un espectador tan poco frecuente al cine como yo.
ResponderEliminarEn cuanto a la calidad que advertiste, sin duda no podía ser menos en un director de esa talla.
Luego de leer me intereso más en ver la película, siendo que en mi libro de cuentos PORTUGAL MAR AFUERA, publicado en el 2012, tengo un relato titulado LA PIRÁMIDE WALLENDA acerca de la famosa familia de acróbatas de la cuerda, dedicada a la memoria de Payte Wallenda
Gracias, Alí, por el amable comentario y por la información.
EliminarSalucines
Un tema muy oportuno para reiniciar el curso. Empecé a verla hace poco pero no sé porqué tuve que dejarla y no sé en qué momento la retomaré.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la mirada tan poética que le das a la historia.
Da gusto leerle, amigo Fernando.
Salucines
Muchas gracias, amiga Abril.
EliminarY da gusto recibir tus visitas por este cinema, donde tienes reservado asiento preferente.
Salucines