Título original: The
Power and the Glory
Año: 1933
Duración: 76 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: William K.
Howard
Guión: Preston Sturges
Música: Peter Brunelli, Louis De Francesco, J.S. Zamecnik
Fotografía: James Wong
Howe
Reparto: Spencer
Tracy, Colleen Moore, Ralph Morgan, Helen Vinson, Henry Kolker, Sarah Padden,
Billy O'Brien
Producción: Fox Film Corporation
Aunque habiendo trabajado para los
grandes estudios cinematográficos y con las primeras estrellas de Hollywood, William K. Howard (1893–1954)
no cuajó una filmografía especialmente notable. Muy bien considerado (y
posicionado) en la industria durante sus años de mayor actividad (años 30 y
40), profesional al que se recurre con frecuencia a la hora de codirigir y/o
poner fin a algunas producciones con conflictos o lagunas, con ello y con todo,
Howard ha pasado a la historia del cine sin pena ni gloria. A propósito… De
entre sus más de cincuenta películas realizadas, hay una en concreto que sí
tiene bastante interés y merece atención, titulada justamente Poder y gloria (The Power and the Glory, 1933),
y sin relación con la célebre novela de
Graham Green del mismo título.
Bien es verdad que el valor principal del film no reside en la labor del director
(bastante convencional, quien compone la cinta a base de flashbacks, sin garantizar siempre el fluido curso de la trama),
sino en otros factores. En primer lugar, destacaría el guión, firmado por Preston Sturges, el primero que logra vender en
un estudio y llevado raudamente a producción. Un buen trabajo de escritura
cinematográfica que ha sido calificado sin exageración como un claro precedente nada menos que de Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941. Orson Welles). Y, en segundo lugar,
sobresale el estupendo reparto,
encabezado por un colosal Spencer Tracy
junto a Colleen Moore (muy famosa
durante el periodo silente y actriz fetiche de Mervyn LeRoy en dicha etapa) y Ralph
Morgan, en el papel de fiel amigo del protagonista y narrador de la verdadera historia del héroe del film.
Asistimos al comienzo de la película al
funeral de Tom Garner (Spencer Tracy),
enérgico empresario que logró levantar un imperio del ferrocarril comenzando
como simple mantenedor de las vías ferroviarias; un clásico, pues, de self man made. Pero, incluso en los Estados Unidos, el héroe que
triunfa en los negocios es visto por muchos con envidia y resentimiento, con animosidad
y aun hostilidad por parte de sus allegados y empleados. Todos menos Henry,
amigo de Tom desde la infancia (soberbio primer flashback que nos retrotrae a los años que se conocieron con claras resonancias del universo literario de Mark Twain
y las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn). La iglesia donde se
ofician las honras fúnebres del finado, está repleta de gente, pero sus
semblantes reflejan estar allí más por obligación que por devoción. Este hecho,
además de la gran pena que soporta por la pérdida del amigo, lleva a Henry a
abandonar el templo antes de finalizar la ceremonia.
Vuelve a casa abatido, y también su
esposa dirige comentarios de odio y resentimiento hacia Tom Garner: magnate
despiadado, que comandó la empresa con mano de acero, reprimiendo huelgas y no
cediendo a las exigencias de los sindicatos en los tiempos difíciles, que fue
un mal marido, infiel y egoísta, una mala persona, en fin. Esto dice la buena
mujer a su consternado marido que decide, entonces, revelar
la verdadera historia de Tom Garner, un buen amigo y un gran hombre, y, según
añade, a los grandes hombres, como Garner, no se les puede medir y juzgar con
criterios comunes, ordinarios y prejuiciosos.
Conocer la verdad del caso Garner y
hacer justicia a la memoria del personaje exige hacer constar lo que en
realidad hizo, pero también lo que le hicieron a él. Esta recreación de los hechos
en la vida del protagonista traslada al espectador a distintos episodios
relevantes de su biografía: cómo y cuándo se casó con Sally (Colleen Moore); los años difíciles en
la empresa; el ascenso en la misma hasta llegar al puesto de dirección; los
enfrentamientos con los empleados, pero también con los mezquinos y/o
pusilánimes consejeros de la empresa, de poco espíritu emprendedor y con
tendencia a lograr ganancias inmediatas y sin riesgo; los amores y desamores
vividos; la traición y el desengaño. Y al fin el trágico final. Y no digo más.
Después de todo, el film suele encuadrarse entre los característicos del periodo
precode, por lo controvertido de
algunos aspectos del guión.
Tom Garner fue un gran hombre, no
importa que la mayor parte de la gente no lo reconozca así. Pero, no se olvide
que detrás (a la sombra o en el interior) de todo gran hombre suele haber… nada
menos que todo un hombre.
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