Título original: Nothing But the Truth
Año: 1941
Duración: 90 minutos
Nacionalidad: Estados
Unidos
Director: Elliott Nugent
Guión: Ken Englund y
Don Hartman, basado en la novela de Frederic S. Isham
Música: Floyd
Morgan, Leo Shuken, Victor Young
Fotografía: Charles
Lang
Reparto: Bob Hope, Paulette Goddard, Edward Arnold,
Leif Erickson, Helen Vinson, Willie Best, Glenn Anders
Producción: Paramount Pictures
Teníamos
una deuda pendiente, desde la misma apertura de Cinema Genovés, con uno de los grandes cómicos de todos los
tiempos: Bob Hope (Eltham, Reino Unido, 29/5/1903 - Toluca Lake,
California, 27/7/2003). Artista
total y figura emblemática del show
business, muy admirado por quien esto escribe, no había encontrado
hasta hoy lugar y momento en nuestro espacio; como tantos otros nombres
propios, ay, del mejor cine. Pero, tiempo al tiempo. Ahora es la hora de… Bob Hope.
A
poco de emigrar con su familia desde Inglaterra a EE UU, el joven Bob entra en
el mundo del espectáculo, primero como boxeador amateur, luego en el mundo del
vodevil y el teatro, hasta que en los
años 30 se instala en California, conquista Hollywood, realiza cerca de cien
películas, y termina su larga y exitosa carrera, igual que buena parte de
estrellas de la gran pantalla, haciendo populares programas para la radio y la
televisión. La fuerte personalidad, la
versatilidad de sus registros interpretativos y el sutil sentido del humor
demostrados con generosidad han fascinado a varias generaciones de espectadores
de todo el mundo, especialmente, durante las décadas los 40 y los 50.
En la historia del
cine, Bob Hope es conocido principalmente por su asociación profesional con Bing Crosby y Dorothy Lamour, con quienes realizó un buen número de títulos que
lograron gran popularidad. Aun siendo menos célebre que el mencionado ciclo, Hope protagonizó también varias
películas con la expresiva actriz y bailarina Paulette Goddard, igualmente muy exitosas, como, por ejemplo, El
gato y el canario (The Cat and
The Canary, 1939) y El castillo maldito (The Ghost
Breakers, 1940), parodias en clave de comedia del género policiaco y de
terror.
No obstante, de esta
segunda asociación protagonista he
seleccionado esta semana un título no tan famoso como los arriba referidos,
pero que contiene un gran interés y muestra a un Bob Hope en plenas facultades, ingenioso y dúctil, y no tanto un
simple bufón como ordinariamente suele ser etiquetado por la crítica oficial. Me refiero a 24 horas sin mentir (Nothing
But the Truth, 1941), producción de la Paramount Pictures dirigida con
agilidad y destreza por el actor y director Elliott
Nugent, recordado por haber frecuentado, justamente, el género de la
comedia.
La película parte de
una base argumental tan prometedora como atractiva. T.T. Ralston (Edward
Arnold) es un stockbroker que dirige, junto a un par de socios, un despacho de
inversiones, donde colocan a sus clientes productos financieros, unas veces
beneficiosos y otros… menos, o sea, tan poco rentables económicamente que
llegan a confundirse con iniciativas benéficas. En semejante río revuelto
pretende intervenir/invertir su sobrina Gwenn (Paulette Godard) con una aportación de 10.000 $, que una
organización caritativa le ha confiado, aunque la gentil muchacha no distingue
con claridad lo tóxico y las toxinas.
El tío T.T. se
encuentra en apuros. Precisa desprenderse urgentemente de unas participaciones
ruinosas, procurando que el daño no salpique a la familia, sino a algún ingenuo
que pase por ahí. Oportunamente, acaba de incorporarse a la empresa un nuevo socio, Steve Bennett (Bob Hope),
quien sostiene puntos de vista opuestos a los de sus colegas sobre la ética de los negocios. Y puesto que éstos evitan a Gwenn, es en
los bolsillos de éste donde la muchacha deposita los billetes que le quemaban
en las manos, con el compromiso asegurado de conseguir una ganancia del 50 %.
Al mismo tiempo, el bueno de Steve
sostiene la loca postura de que en los negocios como en la vida privada debe
decirse sólo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad…
Supongamos que un
cliente pregunta sobre la garantía y seguridad de determinada inversión, ¿debemos
decirle la verdad o no? He aquí la cuestión en liza disputada en el despacho,
la cual pronto llega a convertirse en apuesta
entre sus integrantes. El fin de semana están todos invitados al yate de T. T.:
10.000 $, si Steve consigue estar 24
horas sin mentir. La secretaria de la firma hace de testigo del reto,
recoge las cantidades en juego y las deja a buen recaudo en la caja fuerte de
la oficina. La parte proporcionada por el sincero Steve no es otra que la que Gwenn
acaba de entregarle.
La travesía a bordo
provoca toda clase de enredos y malentendidos, así como situaciones muy delicadas.
Los socios procuran no dejan un minuto a
solas a Steve (auscultando cada una de sus declaraciones públicas), e incluso
provocan situaciones que le pongan en un brete, cuando no en evidencia. Muy
divertida es la secuencia de la cena
en la cual los invitados quedan escandalizados ante las respuestas azoradas de
Steve al ser preguntado, presuntamente a modo de chanza o entretenimiento, por
ejemplo, por la edad que aparenta la buena señora sentada a su izquierda, si
está disfrutando de la velada entre amigos, entre otras situaciones comprometedoras.
Steve es por error, no exento de maquinación, unido sentimentalmente
con otra invitada en la nave de los líos, lo cual provoca continuas discusiones
en la pareja que todavía no lo es. Al tinglado general organizado desde la cubierta a los camarotes,
se une el director de la casa de la caridad que reclama a Gwenn la cantidad que
se le había confiado. Gwenn pregunta a
Steve al respecto, pero Steve no puede engañarla ni tampoco decir la verdad
hasta pasados las 24 horas sin mentir. ¡Oh, spoiler! Mas, ¿qué se esperaban ustedes que ocurra? Esto es nada
más y nada menos que una comedia…
¡Extra! ¡Extra!
El genio y la figura de Bob Hope, como todo buen cómico, han sido muy imitados por parte de los colegas en el gremio. A tal grado ha llegado la sintonía e identificación con el humorista de origen inglés que, finalmente, ha encontrado en el presente una especie de reencarnación… Me refiero, por supuesto, al actor cómico Kelsey Grammer, famoso por su papel de doctor Frasier Crane, presentado en la serie Cheers y, sobre todo, en Frasier, muy celebrada teleserie que cuenta con un total de once temporadas.
Kelsey Grammer no
sólo tiene un portentoso parecido físico
con Bob Hope, de la cabeza a los pies, sino que, consciente de ello, remeda
en múltiples ocasiones los gestos, las muecas y los movimientos corporales del genial
Bob. Los creadores y guionistas de la serie Frasier,
entre los que se encontraba el infortunado David Angell (una de las víctimas,
junto a su esposa, de los atentados terroristas del 11-S), han sabido,
asimismo, sacar buen provecho de la semejanza, ideando muchos chistes, gags y
situaciones a la medida del sin par Hope/Grammer, este Jano de la comedia.
Curioso el parecido sí, no me había fijado pero es asombroso.
ResponderEliminarPor cierto me encantaba Frasier, es decir me encanta la composición que hace de él Kelsey Grammer. Y no sólo es un gran actor de comedia, tambien le he visto en otro registro, drama, una serie estadounidense creada por Farhad Safinia interpretando a un alcalde corrupto que borda"Boss".
Otro "monstruo" que hay que señalar en otros campos, la ilustracion y la pintura, es al autor del retrato de Bob, Norman Rockwell. Magnifico artista.
Asi que el trio es de "sobresaliente"
Salucines, amigo Genovés
Y tan sobresaliente, amiga Abril.
EliminarVaya, me recuerdas la serie 'Boss', interpretada por Kelsey Grammer, la cual dejé de seguir tras la 1ª temporada. Y eso que me gustó (de hecho, escribí una entrada alabándola en Cinema Genovés). Pero, ay, será la pereza de seguir todas las series interesantes. Y también que otras buenas pelis "arqueológicas" piden paso...
Salucines