Páginas

lunes, 6 de febrero de 2012

THE BLACK WATCH (1929)



Título versión española: Shari, la hechicera
Año: 1929
Duración: 93 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: John Ford
Guión: James Kevin McGuinness y John Stone (basado en una novela de Talbot Mundy)
Música: canción Flowers of Delight, compuesta por William Kernell.
Fotografía: Joseph H. August (B&W)
Reparto: Victor McLaglen, Myrna Loy, David Rollins, Lumsden Hare, Roy D'Arcy, Mitchell Lewis, Cyril Chadwick, Claude King, Francis Ford, Walter Long, David Torrence, Frederick Sullivan, Richard Travers, Pat Somerset, David Percy
Producción: Fox Film Corporation


Programa de Mano de la distribuidora Max Glucksman en Argentina y Uruguay

John Ford no es un simple cineasta, un director de cine más. John Ford conforma un universo cinematográfico propio. Siempre por explorar, por descubrir. Desde que en 1914 comienza a intervenir en la entonces incipiente industria del cine, hasta el momento de su muerte, suma alrededor de ciento cincuenta títulos como director. Sin contar las múltiples colaboraciones que lleva a cabo en tantísimos otros films, fuese por razón de amistad (El Álamo, firmado en 1960 por John Wayne) o por política de estudios (The Seven Heaven, dirigido en 1928 por Frank Borzage). Son sólo dos ejemplos. Advertir todo lo que le resta a uno por visionar de nuestros cineastas favoritos no debe suponer un motivo de ansiedad o desesperación, sino de inmensa alegría. El gozo de advertir que todavía nos queda por visionar un Griffith, un Hitchcock o un Ford más, hasta el momento inexplorado, acaso sólo conocida su existencia por haber consultado las historias de cine.

Hace pocos días tuve la ocasión de revisitar, por vez primera en una versión de buena calidad de imagen y sonido y en versión original con subtítulos (como debe ser), The Black Watch (Shari, la hechicera, 1929). Se trata del primer título sonoro/hablado de la filmografía de Ford. Un motivo más que suficiente para dedicarle una sesión de cine. Este periodo de transición es fascinante. Los estudios, los productores, los directores, los actores, todo el personal que participa en la industria que fabrica sueños, experimenta una sensación de incertidumbre, de vértigo. Los más sabios y perspicaces saben que una forma íntegra de hacer cine va a quedar atrás. No son éstos necesariamente (ni precisamente) quienes logran adaptarse al nuevo medio (el sonoro). D. W. Griffith, Buster Keaton, Douglas Fairbanks o John Gilbert, por citar una pequeña gran muestra de directores y actores, no pasan este trance. Otros grandes nombres del cine, en cambio, cruzan con éxito la simbólica línea. Para ellos tan sólo ha comenzado una nueva experiencia, que hay que aprender y saber controlar. John Ford es uno de estos casos ejemplares.


Lo diré ya: The Black Watch no constituye uno de los grandes títulos de Ford. Pero es un Ford. La Fox tiene, como el resto de productoras, mucha prisa por impresionar al público y sacar rédito con el nuevo juguete contante y parlante, la Movietone. Sea como fuere, la narración, influida poderosamente por el género colonial y la estética expresionista, aunque bastante simple, contiene ya el sello del cineasta. 

Un oficial inglés, el capitán Donald Gordon King (Victor McLaglen), miembro destacado de la unidad militar que da título al film, celebra junto a sus camaradas de armas (incluido su hermano menor) un banquete, previo al embarque hacia Francia, iniciada ya la Gran Guerra. 


Durante la cena de despedida, el capitán King recibe la orden de emprender una misión secreta en la India, consistente en sofocar una revuelta tribal y liberar a un contingente inglés hecho prisionero (y esclavizado) por los insurgentes. La compañía, ante la repentina retirada del capitán King y la falta de explicaciones al respecto, interpreta la actitud como un acto de cobardía. Una vez en la India, el rey de los capitanes logra dominar a las huestes levantiscas y seducir de paso a la lideresa de la revuelta, Yasmani (Myrna Loy).


Determinado número de secuencias de esta segunda parte de la cinta, tras acabar Ford su trabajo, son rodadas por un actor y director de origen británico, Lumsden Hare, e incorporadas a la versión final del film. Tales escenas, estáticas, teatrales, de exotismo de postal turística, que tienen como asunto central el inverosímil cortejo de McLaglen a Myrna Loy, sólo tiene el interés de mostrar a la bella y joven Mirna ataviada lígeramente y vaporosamente con unos transparentes vestidos orientales.



Aparte de tratarse de un producto entretenido, el principal atractivo del mismo reside en el hecho de ofrecernos la primera pista sobre el elemento fílmico que resultará determinante en la etapa sonora del cine de Ford, a saber, la música. 

El cineasta de Maine supo acompañarse de los más prestigiosos compositores de la música para cine de la época: Richard Hageman, Alfred Newman, Victor Young, Max Steiner. Gustaba de acompañar las secuencias con viejas melodías del viejo Oeste, de la vieja Irlanda, de los viejos tiempos. En ningún caso, la música en los films de Ford funciona como sonido ambiental ni música de fondo. Actúa más bien a modo de acelerador de sentimientos, de perfecto complemento de las imágenes, logrando del modo más natural conmover profundamente al espectador. La importantísima función de la música en el cine mudo ya había dado la pauta de tan mágica combinación. Con el cambio de etapa cinematográfica, llegó el momento de empezar a trabajar la banda sonora de las películas. Apasionante capítulo también de la historia del cine.


A mi juicio, los momentos más logrados deThe Black Watch están relacionados con el marco musical. Para empezar, la primera parte del film incluye el banquete en el comedor de oficiales, animado por la banda de gaiteros escoceses, marchando marcialmente alrededor de la mesa, e inyectado de nostalgia por medio de canciones populares que entona un oficial dotado de bella voz.Una larga secuencia, por lo demás, muy bien realizada.


No menos notable es la secuencia de despedida de la compañía en la estación de ferrocarril. El capitán King acude como espectador. A él le espera otra misión, más discreta, más lejana. Las gaitas y los tambores aportan solemnidad y dan calor al instante siempre triste de la partida. Ford, siempre Ford, cierra la escena con un hermoso plano en el que vemos a dos padres de uno de los soldados que parten al frente abandonando la formación, volviendo solos a casa. Forever Ford.


La segunda parte de la cinta introduce, igualmente, canciones melancólicas de los militares británicos y cánticos de los nativos en una narración que encuentra en tales pinceladas el aliciente que la propia trama difícilmente es capaz de asegurar.

En 1953, Henry King rodó un remake del film que toma como título el original de la novela, King of the Khyber Rifles (El capitán King, en la versión española), de Talbot Mundy, interpretada, al frente del reparto, por Tyrone Power y Terry Moore. En otro momento, habrá que ocuparse de ella.


¡Extra! ¡Extra!


Para finalizar, varias instantáneas, no menos exóticas, de la siempre hermosa Myrna Loy.






Ya metida en cuentos orientales, Myrna Loy interpreta a la hija de Fumanchú en La máscara de Fumanchú (1932), película dirigida por Charles Brabin, e interpretada en el primer papel protagonista por Boris Karloff.





6 comentarios:

  1. Buen texto.
    Prefiero el remake de Henry King, pero es un Ford muy interesante y sumamente preciso ya anunciando lo que será su cine de ahí en adelante.
    Va siempre su nombre con Griffith en el mismo párrafo cuando se habla de su etapa muda, pero lo cierto es que Ford siempre fue exótico, chocante y único.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Jesús, por tu comentario.

      Es interesante cotejar el trabajo de dos grandes directores, como son John Ford y Henry King, sobre un mismo material, para de esa forma apreciar la diferencia de estilos. Incluso en la misma elección de los actores protagonistas ya encontramos una pista al respecto.

      Salucines

      Eliminar
  2. Estoy absolutamente de acuerdo contigo, Fernando, en que el descubrimiento tardío de una película de esos grandes del cine se debe afrontar siempre con un gozo personal satisfactorio con independencia del calibre de la pieza, y me ha encantado que te detuvieras precisamente en el detalle de la importantísima transición que algunos no supieron o no pudieron encaminar adecuadamente quedando desplazados.

    Cuando veo los fotogramas de McLaglen me da la sensación que quizá viera la película hace tiempo, pero, de ser así, me acordaría forzosamente de la bella Mirna Loy y no es el caso, así que habrá que tomar disposiciones para verla.

    Interesantísimo trabajo la recuperación de esas películas olvidadas injustamente.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Josep, por tu amable comentario.

      Esta película de transición (del mudo al sonoro), tiene dos partes claramente distinguibles entre sí. La primera, es fordiana al cien por cien; además, con el sello típico de la Fox. La segunda, es más confusa, más propia de la Universal o la RKO. Se van, pues, defiendo los perfiles. Un film pionero de las talkmovies.

      Salucines

      Eliminar
  3. No la he visto, ni la tengo entre lo mudo de Ford. Una pregunta Fernando, tu no tendrás el pack ese de la Fox que traía un montón de películas???

    Saludos
    Roy

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no, Roy, no tengo ese pack, al que creo te refieres y que, si no me equivoco, incluye también títulos del gran Borzage y otros cineastas.

      "The Black Watch", de todos modos, no pertenece a la etapa muda, sino que es la primera película hablada de Ford. No es difícil que algún amigo te la preste...

      Salucines

      Eliminar