Año: 1943
Duración: 97 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Richard Thorpe
Guión: Paul Osborn a partir de la obra
de Allan R. Kenward
Música:
Daniele Amfitheatrof
Fotografía:
Karl Freund, Hal Rosher
Reparto:
Margaret Sullavan, Ann Sothern, Joan Blondell, Fay Bainter, Marsha Hunt, Ella
Raines, Frances Gifford, Diana Lewis
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
La semana
pasada nos ocupamos de un film bélico en el que intervienen exclusivamente
personajes masculinos: Dawn Patrol (1938), dirigido por Edmund Goulding. En Cinema Genovés no funcionamos a base de
cuota ni de cupo, pero sí en función de la circunstancia y, si cabe, con sentido
de la oportunidad. Así pues, le damos ahora el protagonismo principal de
nuestro espacio al reparto femenino, manteniendo el tema bélico como telón de
fondo sobre el cual ver proyectadas unas vidas heroicas, y hasta trágicas (según lo entendían los
clásicos).
«Ésta es la historia de trece mujeres. Dos de ellas, la capitán Alice Marsh y la teniente Mary Smith, eran miembros del ejército norteamericano. Las demás, mujeres estadounidenses que hasta aquel día de diciembre no sabían más sobre la guerra que cualquiera de ustedes.»
Con estas palabras, voz en off, comienza Cry «Havoc!» (1943), extraordinaria cinta dirigida por Richard Thorpe, no entrenada en España en salas comerciales ni (que yo sepa) emitida en televisión.
«Grita “¡A saco!” y suelta a los perros de la guerra.» (Cry «Havoc! », and let slip the dogs of war)
William Shakespeare, Enrique V
La terrible expresión que da título original al film remite a la orden militar que autoriza a la soldadesca a lanzarse al pillaje y al saqueo tras la ocupación victoriosa de una plaza. Tanto la pieza teatral que sirve de base al argumento del film como el film mismo no cosecharon en el momento del estreno una buena acogida, ni por parte de la crítica ni del público. Acaso resultaba un trago demasiado duro. Tal vez lo siga siendo hoy también. Sea como fuere, la película es de una calidad extraordinaria y debe conocerse por todo buen aficionado al cine.
Con estas palabras, voz en off, comienza Cry «Havoc!» (1943), extraordinaria cinta dirigida por Richard Thorpe, no entrenada en España en salas comerciales ni (que yo sepa) emitida en televisión.
«Grita “¡A saco!” y suelta a los perros de la guerra.» (Cry «Havoc! », and let slip the dogs of war)
William Shakespeare, Enrique V
La terrible expresión que da título original al film remite a la orden militar que autoriza a la soldadesca a lanzarse al pillaje y al saqueo tras la ocupación victoriosa de una plaza. Tanto la pieza teatral que sirve de base al argumento del film como el film mismo no cosecharon en el momento del estreno una buena acogida, ni por parte de la crítica ni del público. Acaso resultaba un trago demasiado duro. Tal vez lo siga siendo hoy también. Sea como fuere, la película es de una calidad extraordinaria y debe conocerse por todo buen aficionado al cine.
Para mayor abundamiento en la cuestión y antes
de entrar en materia, sólo me queda recordarles que hace unos meses nos ocupamos
en el blog de otro film soberbio donde el rol dominante era desempeñado por
unas bravas mujeres en Filipinas durante la invasión japonesa del archipiélago
en la Segunda Guerra Mundial: Regresaron tres (1950). En la
película dirigida por Jean Negulesco
la acción estaba situada en un campo de refugiados para mujeres civiles y sus
hijos. Por su parte, Cry «Havoc! tiene como escenario un
hospital militar enclavado en Bataan, península filipina situada frente a
Manila, donde un grupo de enfermeras, comandadas por la capitán Alice Marsh (Fay Bainter), a cuyas órdenes opera la
enfermera jefe, teniente Mary Smith (Margaret
Sullavan).
Extenuadas por
la fatiga de un trabajo sin descanso, durmiendo apenas un par de horas al día, deciden mandar una
llamada de auxilio a las localidades próximas solicitando el alistamiento
voluntario de civiles a fin de incrementar el cuerpo de enfermeras. Confían
desesperadamente en ser auxiliadas por un importante destacamento de refuerzo y
presumidamente conocedor de la tarea a realizar. Finalmente, sólo reciben a un contingente que no llega
a la decena, compuesto por mujeres sin experiencia en tareas sanitarias,
quienes han respondido al reclamo por motivos ajenos a dicha actividad: sea
porque no tenían otro lugar donde ir, sea porque pensaban estar allí más
seguras ante el inminente ataque nipón, sea porque buscan el paradero de su
novio…
Muy pronto,
enfermeras militares y voluntarias van haciéndose cargo de la dura situación
(especialmente, estas últimas), todavía asumiendo largas jornadas de trabajo;
sin apenas provisiones, alimentadas a base de arroz con carne de animal no
identificado; sufriendo constantes bombardeos japoneses que presagian la
invasión del destacamento por tropas terrestres; en peligro permanente de
contraer la malaria que hace estragos entre los soldados, el personal sanitario
y los civiles auxiliares.
A los problemas inherentes a la situación militar se suman conflictos personales y sentimentales en la comunidad cercada, además de algunos amargos malentendidos y equívocos, derivados en gran medida del cansancio, el miedo, la tensión y las escasas perspectivas de ser rescatadas por fuerzas aliadas antes de la temida incursión japonesa. No obstante, tal situación límite ayuda también a estrechar los lazos de la amistad y la estima, el afán compartido de supervivencia y de protección en unas mujeres que terminan sacando lo mejor de sí mismas, enfrentadas al cruel destino, al dolor, al sacrificio.
A los problemas inherentes a la situación militar se suman conflictos personales y sentimentales en la comunidad cercada, además de algunos amargos malentendidos y equívocos, derivados en gran medida del cansancio, el miedo, la tensión y las escasas perspectivas de ser rescatadas por fuerzas aliadas antes de la temida incursión japonesa. No obstante, tal situación límite ayuda también a estrechar los lazos de la amistad y la estima, el afán compartido de supervivencia y de protección en unas mujeres que terminan sacando lo mejor de sí mismas, enfrentadas al cruel destino, al dolor, al sacrificio.
La acción es narrada con
concisión y sin ambages, de manera sobria y seca, fría y tajante, emocionante y
emotiva, sin sentimentalismos, dramática pero sin dramatismos, según demanda el
asunto. He aquí uno de los principales atributos del film, amén de la
eficiente y conmovedora interpretación desplegada por el elenco de
actrices, así como la contenida, sutil, firme dirección de Richard Thorpe. Basta la secuencia en que las recién llegadas dan
sus nombres y referencias a la teniente «Smitty» para poner el corriente al espectador
sobre el perfil de cada personaje.
El secreto personal que acompaña a la
teniente marca, asimismo, un complemento dramático añadido a su personal angustia, siendo sólo desvelado en los últimos compases del metraje.
Los personajes masculinos (algunos de una
influencia poderosa en el transcurso de los acontecimientos) o sólo intervienen
fuera de campo o como meros figurantes, principalmente para poner de
manifiesto la gran labor de las esforzadas mujeres que, a falta de
conocimientos sanitarios, saben dar consuelo y ternura a los heridos, muchos de
los cuales mueren en sus brazos; este es el caso de la breve participación en la cinta, sin acreditar, de Robert Mitchum en uno de los primeras apariciones en la pantalla
Las
frecuentes alarmas de avisan de los bombardeos crean un permanente estado de
ansiedad en la pequeña comunidad. Los ataques son por lo común recogidos en
breves secuencias que muestran los estragos producidos por la aviación y los
cañones enemigos sobre las instalaciones del hospital. El interior del pabellón subterráneo de las enfermeras de complemento
(pero, ay, tan valiosas y valerosas) percibe las operaciones de castigo por
medio del temblor de paredes y techos, de cuyos tablones llueve arena y cascotes
tras cada estallido.
El conjunto
de mujeres, desde las más experimentadas en la guerra y la vida, hasta las más
inocentes y cándidas, saben el destino
que les espera en caso de ocupación militar terrestre por parte de las tropas
japonesas. La menor mención a dicho asunto, surgida en distintos momentos
de la película, queda inmediatamente acallada, o derivada a otro asunto, jamás
negada ni trivializada. Y ese fatal desenlace no ha podido ser mostrado con
mayor pulcritud y delicadeza, con tanto alcance turbador como conmovedor. Unas
voces, con acento nipón, en el exterior ordenan al grupo congregado en el
interior del pabellón que salga con las manos en alto. La capitán Marsh hace saber que sólo hay mujeres y que no ofrecerán
resistencia. Con temple, determinación y serenidad las valientes enfermeras,
militares y civiles, unidas en similar desventura, suben las escaleras que
conduce a las sombras de la noche con la cabeza alta.
¡Bien!- he aquí la muestra de que el largo brazo sangriento de la guerra tambien llegó a los hogares y transformó ( y trastornó) la vida de todo el mundo y cómo no de las mujeres que tambien querían participar y ayudar, algunas sin experiencia pero con muy buena voluntad. Una lástima que éstas cintas no se estrenaran porque como no sea en algún canal temático va a ser dificil.
ResponderEliminarHay alguna otra que de un modo más lateral nos presenta esa labor de las voluntarias. Sin ellas los hospitales, las fábricas hubieran estado desiertos.
Saludos amigo Fernando
Tienes razón, amiga Abril, la aportación de las mujeres en el "esfuerzo de guerra" ha sido (y es) muy valioso. Creo que el cine ha reconocido este hecho con un buen número de buenas películas, otras flojitas, y alguna verdaderamente ejemplar, como la que comentamos aquí esta semana.
EliminarIntenta hacerte con ella. Es, realmente, formidable.
Salucines