Título versión española: La patrulla del
amanecer (Título TV)
Año: 1938
Duración: 103 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director:
Edmund Goulding
Guión: Seton I. Miller y Dan Totheroh
Música: Max Steiner
Fotografía: Tony Gaudio
Reparto:
Errol Flynn, David Niven, Basil Rathbone, Donald Crisp, Melville Cooper, Barry
Fitzgerald
Producción: MGM / UA
Nacido en el Reino Unido, Edmund Goulding inicia su actividad artística en medios teatrales
londinenses. Tras intervenir en la Primera Guerra Mundial, en el año 1921 migra
a Estados Unidos donde se incorpora pronto al negocio del Séptimo Arte, primero
como actor y luego en calidad de director. Aunque algunos no lo recuerden, Goulding cuenta
en su haber con algunos títulos muy célebres, entre otros, Gran Hotel (1932), Amarga victoria (1939), La solterona (The Old Maid, 1939), El
filo de la navaja (1946) y El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 1947). Trabaja
indistintamente en varios estudios (MGM, Warner Bros., Twentie Century Fox) y
se especializa en el género de la comedia y, principalmente, el melodrama, en
una línea argumental y comercial dirigida en primera instancia al público
femenino de la época.
Señalo este extremo, más que nada,
porque la película seleccionada esta semana es precisamente un bélico dirigido
por Edmund Goulding que cuenta con un reparto exclusivamente masculino: Dawn
Patrol (1938). El film no ha sido estrenado en salas comerciales en
España. Emitido hace años en televisión, recibió el título de La
patrulla del amanecer, y es el remake de la cinta dirigida por Howard
Hawks en 1930 con el mismo rótulo original (en España: La escuadrilla del amanecer). Un remake, todo sea dicho, tal fiel que la «nueva versión» cambia el
reparto del film, dejando prácticamente igual el resto, sean diálogos, sean
secuencias, y aun estoy por asegurar que incluso bastantes
planos de ésta fueron tomados directamente de la película precedente, una
circunstancia verdaderamente extraordinaria por tratarse de una acción muy
reincidente y de dos films producidos por distintas compañías: First National, posteriormente
absorbida por Warner Bros., y Metro-Goldwyn-Mayer,
respectivamente.
En uno y en otro caso se narra una
historia de pilotos de combate durante la Gran Guerra, en cuyo argumento cinematográfico destaca la
relación de camaradería masculina en el frente de guerra. He aquí casi
un subgénero propio, coincidente en bastantes aspectos con el buddy film, el cual no siempre ni
necesariamente está enmarcado en el género bélico, pero que centra su atención
en las relaciones de amistad y lealtad
entre individuos situados en un espacio cerrado y/o una misma misión, enfrentándose a situaciones dramáticas y de subsistencia. Notables directores que se han ocupado de manera casi «especializada» en dicho
asunto son, entre otros, Howard Hawks, Victor Fleming y Lewis Milestone.
Francia, año 1915. El comandante
Brand (Basil Rathbone) está al mando
de un escuadrón de aviación de la Fuerza Aérea británica emplazado en primera
línea de combate y a quien el mando militar asigna misiones diarias de alto
riesgo. Tanto es así que tras cada salida al amanecer, acabada la misión, una alta proporción de pilotos no regresa al campamento, al ser abatidos por los pilotos
alemanes. El comandante y su ayudante Phipps (Donal Crisp), atendiendo al rugido de los motores de los
aparatos que van retornando al destacamento, cuentan angustiados el número de bajas que hay que
registrar en el parte diario. Y así jornada tras jornada.
Los sucesivos reemplazos cambian el staff de la patrulla a un ritmo escalofriante. Tenemos noticia de la llegada de los
sucesivos relevos por los cánticos patrióticos de los entusiastas pilotos de
refresco que, fuera de campo, anuncian su llegada. En destino, les aguardan los
supervivientes, tipos curtidos y enteros (excepto algún caso de fatiga de
combate), familiarizados con el peligro y que sólo encuentran consuelo y
estímulo en los cigarrillos, el licor (servido por Bott, el camarero,
interpretado por el entrañable actor fordiano
Barry Fitzgerald) y la camaradería.
El escuadrón británico tiene en frente a veteranos aviadores alemanes, y en cada renuevo los pilotos son más jóvenes e inexpertos. Esta circunstancia exaspera en particular al primer piloto de la base, el capitán Courtney (Errol Flynn), quien reprocha enérgicamente a su superior no hacer lo suficiente ante los superiores (además de cumplir órdenes) al objeto de hacer que aquella carnicería termine o al menos se reduzca.
El escuadrón británico tiene en frente a veteranos aviadores alemanes, y en cada renuevo los pilotos son más jóvenes e inexpertos. Esta circunstancia exaspera en particular al primer piloto de la base, el capitán Courtney (Errol Flynn), quien reprocha enérgicamente a su superior no hacer lo suficiente ante los superiores (además de cumplir órdenes) al objeto de hacer que aquella carnicería termine o al menos se reduzca.
No hay mucho tiempo para
familiarizarse entre sí, lo que no obsta (sino más bien incentiva) que
terminen cuajándose amistades férreas. El mejor amigo de Courtney es el
teniente Scott (David Niven), por
quien siente un afecto protector y un cariño casi fraternal, dado el carácter atolondrado
y tarambana de un diestro piloto que, no obstante, apenas aguanta la bebida: el
sueño le vence después de tres tragos consecutivos. Dicha estima tendrá su
correlato dramático en la situación creada a raíz de la incorporación a la escuadrilla
del hermano menor de Scott. La azarosa circunstancia llevará al enfrentamiento con Courtney, una
vez ha sustituido a Brand en el mando, acusándole Scott de lo mismo que aquél
reprochaba a su antecesor en el mando: ser un carnicero que
envía a la muerte segura a jóvenes reclutas.
El recinto expedicionario, centro de la acción (círculo cerrado), está
sometido a las fuerzas del eterno retorno en el que los acontecimientos tienen
lugar una y otra vez hasta acabar siendo lo mismo. Las misiones diarias se suceden
regularmente cada amanecer. Los miembros de la escuadrilla van reemplazándose velozmente, lo mismo que los oficiales al mando, con una recurrencia trágica. Después de cada misión, la misma rutina para los pilotos que van restando:
pitillos y copas, canciones y confesiones. Hombres íntegros y leales soldados,
protestan y maldicen, luchan contra el enemigo y se pelean entre sí. Pero, por encima de todo, de misiones y jefes,
está el valor de la amistad, el espíritu de la camaradería y, llegado el caso,
el valor del sacrificio.
Pues va a se dificil localizarla.
ResponderEliminarEs cierto que los filmes bélicos además de propaganda, se centraban en esa camaradería tan importante para sobrevivir y "justificar" la guerra.
Buen reparto enteramente masculino: Flynn, Rathbone, Niven.. y sin duda Barry Fitzgerald el "robaescenas".
Saludos amigo Genovés
El reparto masculino, amiga Abril, es, en efecto, de primera. Pero, espera a ver en la entrada de la semana próxima el reparto femenino que os tengo preparado.
EliminarSalucines