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domingo, 9 de junio de 2019

BETTER CALL SAUL (Temporadas 1-4): 'Better than bad'


Better Call Saul, serie de televisión, producida y distribuida por Sony Pictures, emitió sus cuatro primeras temporadas en la cadena de televisión AMC (8 de febrero de 2015 - 8 de octubre de 2018), la cual también participó en la producción. Los responsables de la serie han previsto dos temporadas más. La quinta no estará disponible hasta el año 2020. Anticipo mi criterio al respecto antes de entrar en la reseña, propiamente dicha: la serie la juzgo excelente, de modo que tal y como ha finalizado la cuarta temporada, un servidor la daría por terminada. Más vale bueno conocido… No la toques más, que así es la rosa (Juan Ramón Jiménez). Ya saben… Me apoyo en el refranero y el poemario, pero también en la experiencia para sostener mi parecer: bastantes series de televisión (y no pocas películas) se han malogrado por estirarse demasiado, por abandonarse a la incontinencia.

El valor de la comedia reside en el comedimiento. Ya lo enunció con agudeza Woody Allen en una secuencia de la película Crimes and Misdemeanors (Delitos y faltas, 1989): 


«si se curva tiene gracia; si se rompe, no tiene gracia. [...] Comedia es tragedia más tiempo.»


Better Call Saul es, en sentido técnico y en cuanto a temática, un spin-off de Breaking Bad, la precuela de esta famosa serie de televisión, cuyo último episodio se emitió el día 29 de septiembre de 2013. Pero, a mi juicio, es mucho más que eso. Y añado: es incluso mejor que la previa: better than bad… Combinando con suma habilidad comedia y tragedia, la primera, es la primera de verdad.

Lo señalé en su momento y sitio. Primer déficit: Breaking Bad se curvó en demasía, es decir, se pasó de largo. La particular travesía en el desierto de Walter White (Bryan Cranston), que empezó de manera muy prometedora, dejó de interesarme a partir de la 3ª temporada. Segundo déficit: mientras centra la acción en un pequeño número de personajes (lo que conduce a la repetición y al cansancio del espectador; al menos, del espectador que esto escribe), se desaprovechaban la inmensa potencialidad del resto del reparto, los denominados “secundarios”, que quedaban en la penumbra. 

Es, justamente, esta omisión la que cubre con pleno éxito la precuela de Breaking Bad. Entre muchas otras virtudes, que comentaré a continuación, Better Call Saul corrige la negligencia señalada, llena el vacío y esclarece la nebulosa en que quedaron no sólo el abogado marrullero sino bastantes más personajes con mucho que contar; varias docenas, de entre los que destacan, Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) y Gustavo “Gus” Fring (Giancarlo Esposito).






Better Call Saul: o cómo Jimmy McGill se convirtió en Saul Goodman

Ambas facetas del protagonista son interpretadas con mucha convicción por Bob Odenkirk, actor, no por casualidad, fogueado en papeles de comedia. O cómo un timador de pacotilla, un tipo simple pero simpático, un charlatán con vocación de pleiteador, un buscavidas, se hace con el título de abogado (por la puerta pequeña: diplomatura en una Universidad a Distancia; graduado por correspondencia) y así sobrevivir, lo que para el personaje no significa subsistir ni pasar con lo justo. Porque este picapleitos no actúa, en rigor, como un jurista. Más que letrado, es palabrero. Más dotado para el alegato y la alocución pública que para los códigos éticos y los de justicia, no es que no respete la ley, es que, sencillamente, la soslaya.




Saul Goodman es un buen hombre, después de todo. Cree en la justicia, sí, bastante más que en las legislaciones y los tribunales, áreas reservadas, según su perspectiva, para los atildados y presuntuosos abogados, la mayoría de los cuales le desprecian; muy en concreto, su hermano Charles "Chuck" McGill (Michael McKean) y el exjefe de Saul, Howard Hamlin (Patrick Fabian), uno de los principales socios y directivos del bufete Hamlin, Hamlin & McGill. Transita por el filo de la ley. Ayuda a familiares, amigos y clientes, aunque, tipo emocional antes que racional, a menudo les ocasione serios problemas y quebrantos, no intencionados pero no por ello menos molestos. Goodman no ha pasado por Harvard, sino por la universidad de la vida. La lección de la calle y la lucha por la existencia son sus manuales. 

El lema publicitario que elige Saul Goodman habla por sí solo: «¿Problemas legales? Mejor llama a Saul». Otro camino, el mejor, para resolver conflictos de naturaleza jurídica... Todo ello desde la condición de abogado, que tanto le ha costado conseguir y mantener. 



Casi todo lo útil para existir ya lo aprendió cuando era Jimmy McGill: antes ser timador que timado; antes, lobo que cordero. De este modo crudo, ha llegado a comprender que, en el aspecto profesional, no está hecho para despachos ni protocolos ni reglamentaciones ni juzgados. Su vida privada, evidencia similar temperamento y condición. En el plano personal, tampoco entiende de etiquetas ni buenos modales, de exquisiteces ni delicadezas. No sabe cómo comportarse en una reunión social, de cierta etiqueta, sin ponerse en evidencia. 


Para ejercer de asesor legal (o lo que sea) prefiere mil veces un pequeño despacho, en la trastienda de un salón de belleza “de barrio” para clientes orientales, que una suite con sillones de cuero en el edificio central (downtown) de un bufete exclusivo. Se siente más a gusto dentro de trajes a cuadros o de colores chillones, con sus llamativas camisas y corbatas a juego, que embutido en los de raya diplomática o tela Príncipe de Gales. Conduciendo un cochambroso Suzuki Esteem del año 1998 se percibe más él mismo que al volante de un Mercedes último modelo. Es ambicioso e impaciente, tiene prisa por llegar a donde se ha propuesto llegar: ser alguien sin dejar de ser quien es, hacerse rico, progresar y tener influencia. Y todo ello lo más pronto posible.

Jimmy McGill está, en consecuencia, a un paso de cruzar al lado salvaje de la vida, al mundo de la delincuencia, lo que en su ciudad, Alburquerque (New Mexico), significa, casi sin excepción, relacionarse con mafia mejicana y cártel de narcotráfico. Y de abrir el establecimiento donde tenga su sede, un hombre nuevo, Saul Goodman.





Saul Goodman es un pícaro, un truhán, a menudo también un bufón. Un sin-vergüenza. Tipo con encanto, mantiene una relación sentimental con su colega Kimberly "Kim" Wexler (Rhea Seehorn), una working-girl ya madura, con quien trabajó en labores subalternas y cuya carrera de Derecho financió el propio despacho que había contratado. Emprendedora y con sentido de la responsabilidad, en estos puntos difiere del heterodoxo Jimmy, tramposo compulsivo, un bribón de mucho cuidado, cuyas diabluras afectan a Kim con un valor dual: por un lado, le aturde y aun irrita el aventurerismo riesgoso de Jimmy; por otro, le fascina, conmueve y hasta le excita. Muy interesante la ambigüedad de esta relación que se mueve sin remedio entre la compartida fidelidad y la plena independencia personal (y profesional).

Muchas son las cualidades propias de Better Call Saul, además de las que sirven para rellenar los huecos dejados por Breaking Bad. Ni es odioso ni posible evitar aquí las comparaciones entre la serie objeto de esta reseña y su nave nodriza. Better Call Saul es una serie escrita y construida con mucha inteligencia y gran audacia. Aunque en la ficha oficial constan Vince Gilligan y Peter Gould en calidad de “creadores” y guionistas, tengo la impresión (sin pruebas que aportar, señoría) de que el primero aparece, más que nada, por ser el máximo responsable artístico de Breaking Bad, de cuyo nido ha salido del huevo Saul, no por estar detrás del espíritu y letra de la precuela, tan distintas una serie de la otra. De seguro que Gilligan no habrá desatendido la labor de seguimiento y supervisión de su criatura (ejerce, asimismo, de productor ejecutivo), pero apostaría que es Peter Gould quien escribe y controla el nuevo producto.

Peter Gould y Vince Gilligan

Ambas series comparten base argumental, algunos personajes y el escenario de los acontecimientos (Alburquerque, ciudad y alrededores). Pero, poco más. Narrativa y visualmente, ofrecen un resultado distintivo que de ningún modo pueden confundirse ni solaparse. Los arriesgados saltos en el tiempo; los preámbulos de los episodios (tan escuetos como reveladores), la manera de dosificar y medir la información, la gran belleza de la puesta en escena (con algunos alardes y efectivos planos de ningún modo gratuitos), el cuidado en los detalles aparentemente nimios y el magnífico trabajo coordinado de dirección, son marca de serie, de esta serie. Resultado: Better Call Saul transita por una vía de primera calidad, en más de una ocasión permitiéndose exquisiteces y lindezas cinematográficas que el buen entendedor apreciará y valorará, sin duda.

Lástima que, acaso eclipsada por el tremendo clamor entusiasta alrededor de Breaking Bad (para mi gusto, exagerado), si bien ha sido bien recibida por crítica y público, creo que no lo suficientemente (ni justamente) seguida y ponderada. Por lo que a mí respecta, no dudo en situar Better Call Saul entre las mejores series que he tenido la oportunidad de ver. Siempre y cuando, claro está, las temporadas pendientes de emisión no decaigan y mantengan la fuerza y calidad de esta muy recomendable producción.