Título original: Idiot's Delight
Año: 1939
Duración: 107 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Clarence Brown
Guión:
Robert E. Sherwood
Música:
Herbert Stothart
Fotografía:
William H. Daniels
Reparto:
Norma Shearer, Clark Gable, Edward Arnold, Charles Coburn, Joseph Schildkraut,
Burgess Meredith
Producción: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Decíamos ayer… Quiero decir,
tratábamos aquí hace unas semanas, en la entrada-reseña del film EspionageAgent (1939), acerca de la cautela y la prudencia mostradas por
Hollywood a la hora de llevar a la pantalla tramas de traza antinazi, en aquellos años en que el estallido de la
Segunda Guerra Mundial parecía inminente e ineludible en Europa, cuando
Estados Unidos permanecía siendo oficialmente neutral respecto a las partes beligerantes. Además de causas de carácter diplomático, los Estudios temían perder importantes ventas
en la distribución de películas en una área significativa del Viejo Continente,
si les ofrecía productos específicamente propagandísticos y “comprometidos”... Todo
cambió tras el ataque nipón a Pearl
Harbor, como es sabido. Pero, ahora estamos centrados en el año 1939,
cuando tiene lugar la mejor cosecha cinematográfica de todos los tiempos.
En enero de 1939 se estrena una
extraña película de no menos raro título: Idiot’s Delight, que podría
traducirse literalmente como “deleite de
idiotas”, si bien, según tengo entendido, en jerga coloquial de inglés
canadiense, la expresión remite al juego del “solitario” en las cartas. Una
producción A (alto presupuesto) de la MGM, con Clark Gable al frente del reparto, el mismo año en que afianzó su
condición de “Rey de Hollywood” al encarnar al personaje de Red Butler en una
de las películas más emblemáticas de la historia del cine, Gone With The Wind (Lo que el viento se llevó). Compartiendo
cabecera protagonista, Norma Shearer,
canadiense ella, astro del celuloide y viuda de oro en el Estudio, tras la
muerte de su marido Irving Thalberg
en 1936, gran magnate (aunque no el último) de la compañía del león.
He aquí, asimismo, un notable elenco de actores
y actrices de reparto, entre quienes,
además de los citados arriba en la ficha del film, sería injusto olvidar a las Blondes,
coro femenino de starlets (nada que
ver con Scarlett O’Hara) que amenizan el film: Virginia Grey (amante “oficial” de Gable durante varias décadas),
Virginia Dale, Paula Stone, Bernadene Hayes, Joan Marsh y Lorraine Krueger (Lana Turner iba a formar parte del
grupo rubio, pero un repentino ataque de apendicitis la apartó del mismo, a
poco de comenzar el rodaje).
En el guión, el consumado escritor Robert E. Sherwood, miembro de la célebre Tabla Redonda del hotel Algonquin de Nueva York, quien
adapta aquí al cine su propia pieza teatral, la cual había cosechado un gran
éxito en los teatros y ganado el Premio
Pulitzer. En la dirección, ClarenceBrown, uno de los grandes directores del cine clásico y un valor seguro de
la MGM, especialista en películas románticas y de acción, pero, ay, no de
musicales, y, en fin, director de cabecera (en el mejor sentido de la
expresión) de la super-estrella Greta
Garbo. Y no obstante todo esto... ya entramos de lleno en la cuestión de la rareza de Idiot's Delight. Desconcertante película, en verdad.
El eslogan “¡Garbo, habla!” iluminó el estreno de un trabajo previo de
Clarence Brown con la diva divina, Anna Christie (1930). Lo mismo que
el lema “¡Garbo, ríe!” animó y
favoreció la promoción de Ninotchka,
obra maestra dirigida por Ernst Lubitsch,
estrenada, justamente, en el mágico año 1939. Pues bien, en esta ocasión, y por
las mismas fechas, a propósito de Idiot's
Delight, cabría colgarle el rótulo “¡Clark
Gable, baila!” El caso es que, por entonces, Gable ya había hecho casi todo en el cine,
menos bailar y cantar...
En este musical a medias que es Idiot's Delight, el Rey interpreta el personaje de Harry Van, veterano de la Primera Guerra Mundial, que tras licenciarse, intenta ganarse la vida en el mundo del vodevil. En la primera parte del film, le vemos moverse con mucho garbo en un coro de bailarines, emulando a Fred Astaire. Y, por si esto fuera poco, en la segunda parte, canta la célebre canción compuesta por Irving Berlin, Puttin in the Ritz, al frente de las Blondes.
En este musical a medias que es Idiot's Delight, el Rey interpreta el personaje de Harry Van, veterano de la Primera Guerra Mundial, que tras licenciarse, intenta ganarse la vida en el mundo del vodevil. En la primera parte del film, le vemos moverse con mucho garbo en un coro de bailarines, emulando a Fred Astaire. Y, por si esto fuera poco, en la segunda parte, canta la célebre canción compuesta por Irving Berlin, Puttin in the Ritz, al frente de las Blondes.
Este segundo segmento de la película,
parece, en verdad, otra película, a pesar del numerito de Gable. La “primera
parte”, en clave de musical, termina con la despedida/separación de Harry e
Irene Fellara (Norma Shearer), trapecista
que comparte programa de espectáculos con el temerario danzarín y con quien
tiene una aventura amorosa.
Ambos siguen
en ese punto sus propios caminos, aunque el destino hará que vuelvan a encontrarse.
Años más tarde, Harry, paladín de la compañía de variedades vivificada por las
Blondes, lleva a las chicas de gira por Europa. Ya estamos en la “segunda parte". Año 1939, los tambores de
guerra anuncian la segunda gran conflagración del siglo. Tanto es así, que el
libre movimiento de personas en el Viejo Continente se hace empresa difícil y
peligrosa. La prudencia aconseja que la
troupe se traslade a Suiza, en espera de lo cual encuentran hospedaje en un hotel de frontera, en un lugar no
especificado de los Alpes. A los pies del albergue, una pista de aterrizaje
de aviones militares hace recordar, en todo momento, a los huéspedes en qué
mundo y en qué días viven.
Los clientes del hotel son de lo más
variopinto, gente chocante; en su mayor parte, estrafalaria: un científico
alemán que vive en las nubes (Charles
Coburn), un pacifista enloquecido (Burgess
Meredith), una pareja de ingleses recién casados y, en fin, un circunspecto
tratante de armas (Edward Arnold). Acompaña a este caballero una pomposa y
presumida aristócrata rusa (blanca), con muchos humos, así como con todo el
aire de una reaparición de la volatinera Irene, ahora especialista en otros
malabarismos, y la traza incomparable de Greta Garbo. Imitar a Garbo lleva
necesariamente a la parodia. Y esto es lo que ocurre. Brown quería para el
papel de Irene a la sueca de oro, pero no fue posible. De modo que hubo que recurrir a Norma Shearer para
hacer de Garbo. No me negarán que no es raro.
Sea como fuere, admira el sano sentido del humor y la resuelta
disposición a la autoparodia del cine norteamericano. Aparte del
transformismo de la Shearer, ¡Gable, canta y baila! sin vergüenza alguna. En
secuencia posterior a la del show de Clark, la farsante aristócrata le sugiere
que debería retirarse del oficio de bailarín, sugerencia que acepta y anuncia
poco después a las Blondes; desde ese
mismo momento, se limitará a dirigir a las chicas, que se mueven mejor que el Rey.
Harry ha reconocido a Irene desde el
principio, a pesar de su disfraz de Garbo rubia platino, aunque participa del
enredo hasta el final. O mejor será decir los finales; lo cual nos lleva, para
acabar, con el motivo del comienzo de este texto. Por los motivos extra-cinematográficos
arriba señalados, Brown rodó dos secuencias finales de Idiot's Delight.
Por fin, hay vía libre para pasar a Suiza, y el personal se prepara para la salida del hotel y cruzar la frontera. La expatriada rusa no tiene los papeles en regla y el traficante de armamento la deja plantada. Harry decide, a última hora, quedarse con la antigua amante. Tras los enormes ventanales del salón del hotel, se desencadena una batalla aérea de tono apocalíptico: el fin del mundo ha reunido, finalmente, a los dos extraños enamorados.
Por fin, hay vía libre para pasar a Suiza, y el personal se prepara para la salida del hotel y cruzar la frontera. La expatriada rusa no tiene los papeles en regla y el traficante de armamento la deja plantada. Harry decide, a última hora, quedarse con la antigua amante. Tras los enormes ventanales del salón del hotel, se desencadena una batalla aérea de tono apocalíptico: el fin del mundo ha reunido, finalmente, a los dos extraños enamorados.
Final 1 (versión internacional): Harry e Irene (desvelada, aunque todavía con peluca
platinada) hacen frente a la cataclismo desatado en el exterior, que amenaza
con destruir el interior, cantando. Acompañándose del piano, Gable, que ¡vuelve
a cantar!, entona un himno patriótico, hasta que el bombardeo cesa y parece
llegar la calma (¿la paz perpetua?).
Final 2 (versión doméstica): en lugar del himno patriótico, Harry e Irene ensayan el
número de espectáculo que en primera parte del film habían proyectado realizar
juntos en el teatro.
La estratagema dual no pareció
funcionar, porque la Segunda Guerra Mundial estalló a pocos meses de estrenarse
la película. Bien es verdad que tampoco
funcionó la película. Pero esto sí se me antoja menos raro…
No hay comentarios:
Publicar un comentario