Título
original: The Winslow Boy
Año: 1948
Duración: 117 minutos
Nacionalidad: Reino Unido
Director: Anthony Asquith
Guión: Terence Rattigan y Anatole de Grunwald,
a partir de la obra teatral del propio Terence Rattigan
Música:
William Alwyn
Fotografía:
Frederick Young
Reparto:
Robert Donat, Cedric Hardwicke, Basil Radford, Margaret Leighton, Kathleen
Harrison, Francis L. Sullivan, Marie Lohr, Jack Watling, Walter Fitzgerald,
Frank Lawton, Neil North, Nicholas Hannen
Producción: British Lion Film
Corporation
Ambientada en la Inglaterra de
principios del siglo XX, El caso Winslow refiere una
ejemplarizante y, al mismo tiempo, emotiva historia sobre la defensa del
individuo contra la presión de los Gobiernos. Una lucha trágica por lo que
tiene de heroica, pero a la vez turbadora, desgarradora y costosa. En la pugna
contra el Poder, uno tiene siempre las de perder, aun cuando gane, pues muchas
son las heridas que debe lamerse, curar y cicatrizar tras la escaramuza o litigio.
Por ello resulta de tanto valor (especialmente, en sentido moral) la gesta del
héroe para quien el gesto es lo que importa:
frenar con firmeza la injusticia y luchar por lo que consideramos correcto.
Basado en un hecho real, el dramaturgo
Terence Rattigan estrenó en Londres,
año 1946, la obra The Winslow Boy (El chico de los Winslow) centrada en el célebre caso Winslow contra la Corona, el cual tuvo
importante repercusión social, política y jurídica en el Reino Unido de la
época en que sucedieron los hechos. Ajustándose fielmente al texto, el cine ha
conocido dos versiones: en 1948, la
producción británica dirigida por Anthony
Asquith y protagonizada por Neil
North (Ronnie), Robert Donat (Sir
Robert Morton), Sir Cedric Hardwicke
(Arthur), Margaret Leighton
(Catherine); y en 1999, la producción
norteamericana dirigida por David Mamet,
con el siguiente reparto principal: Nigel
Hawthorne (Arthur), Rebecca Pidgeon
(Catherine) y Jeremy Northam (Sir Robert
Morton).
Los dos films son excelentes, si bien
me he decantado en la presente entrada por reseñar la primera versión, atendiendo
preferentemente al gran valor de las magnificas
interpretaciones llevadas allí a cabo por el elenco actoral. Pero, vayamos a los
hechos.
En el año 1912, Ronnie Winslow, un cadete de catorce años de edad, que cursaba
estudios en el Royal Naval College
(institución militar), fue expulsado del centro bajo la acusación de haber
robado a un compañero del centro un giro postal de cinco chelines. Sin opción a
defenderse, el muchacho es castigado sumariamente,
aunque sin proceso formal; sencillamente, devuelto a casa de sus padres,
bajo el estigma del oprobio y la humillación. El padre, Arthur Winslow, persona íntegra y de honor, le pregunta
dos veces a su hijo menor si es culpable o inocente. El joven Winslow responde
en ambas ocasiones: inocente. Esto basta para el progenitor, convencido de que
la mentira no habita en el hogar que se ha esforzado por crear, junto a su esposa,
y los dos hermanos mayores de Ronnie: la muchacha, una moderada sufragista, y
el primogénito, estudiante en Oxford y apasionado de los bailes de moda.
Arthur Winslow, no dispuesto a
aceptar tamaña afrenta, solicita a Sir Robert Morton, célebre abogado
londinense y miembro del Parlamento, que se haga cargo el caso, demande a la
institución educativa-militar y exija una rectificación y reparación de daños,
para lo cual la Ley obliga a una Petición
de Principios [Petition of Right], porque la naturaleza de la demanda
afectaba al dominio del Corona (considerada infalible…). Pronto, el jurista asuma
con determinación la causa. Y con pasión, a medida que los organismos señalados se
resisten a retractarse, subiendo incluso el tono de su discurso: el que ofende suele hacerse el ofendido.
En una sesión parlamentaria, que
aborda el asunto, el primer ministro llega a afirmar: «en ciertos casos los derechos particulares deben ser sacrificados por
el bien común. Además... ¡el Gobierno de Su Majestad no se dejará intimidar por
las amenazas o actitudes grandilocuentes vengan de donde vengan!» Palabras
mayores éstas, lanzadas contra una sociedad, como la anglosajona, donde los
principios liberales y de respeto a la persona son generalmente asumidos y aun
tenidos por sagrados (en el sentido, de inviolables). Un prontuario, en fin,
que:
[…] siempre motivó al ciudadano inglés, y que espero que siempre siga
motivando, donde quiera que esté. En su castillo, en su patio trasero o en la
casa más humilde de la esquina de la calle más humilde: «Que se haga lo
correcto» [Let right be done]. (Sir Robert Morton)
El pleito se alarga durante más de dos
años, lo cual causa importantes quebrantos en la familia Winslow, cuya unidad e
integridad es esencial para la marcha del mismo. El padre ve quebrantada la
salud como consecuencia de la tensión y la gravedad del asunto. La economía
familiar sufre un duro golpe al tener que afrontar grandes gastos, provocando,
entre otros efectos, que el hijo mayor abandone los estudios en Oxford y la
hija pierda su dote con vistas a una próxima boda. Aunque bastantes conocidos
apoyan su actitud, el alboroto y la ruidosa publicidad del caso incomodan a las
personas discretas, como los Winslow, y todavía más en la timorata y excitable
sociedad postvictoriana.
Finalmente, el tribunal falla a favor
del demandante, y la Corona, mediante declaración pública del Almirantazgo,
pide las correspondientes excusas y rehabilita el honor de la familia Winslow.
Magnífica secuencia la que cierra el caso y el film.
En la vivienda, el padre y la hija
Catherine, su más fiel aliada durante la larga querella, reflexionan sobre el
futuro y las consecuencias de la misma. De pronto, irrumpe la criada, exultante
y jubilosa, en el salón, informando del feliz desenlace. ¿Feliz? En la calle se arremolina la multitud entonando el himno a la
alegría: ♫«For He's a Jolly Good Fellow»
(Porque es un buen muchacho) ♫. ¿Alegría? Entra en escena el chico de
los Winslow, quien estaba en el cine y la madre, que estaba de compras (la vida
debe continuar). A continuación, Sir Robert Morton comparece dando cuenta
formalmente a la familia de la resolución, la cual es leída en voz alta.
Silencio y circunspección en los Winslow, gesto serio en el abogado Morton, lo
que contrasta con el bullicio exterior y entre el servicio doméstico. Amarga victoria, después de todo. Aunque
necesaria.
A fin de suavizar la situación, y
aportarle un tono de satisfacción (o acaso también, consolador y de recompensa), el
film se cierra con un rayo de dichosa expectativa en la vida de los Winslow.
Catherine despide al abogado en la puerta
trasera de la casa, para evitar así la conglomeración en la entrada principal:
Sir Robert Morton: Lloré hoy [tras
escuchar el fallo judicial] porque se hizo lo que era correcto.
Catherine: ¿No justicia?
Sir Robert Morton: Justicia, no. Lo
correcto. Es fácil hacer justicia. Difícil es hacer lo correcto. Pero se hizo
lo que era correcto. [Enciende un cigarrillo. Ofreciendo otro a la muchacha].
¿Fuma?
Catherine: Por supuesto. No sabía que
usted fumara.
Sir Robert Morton: A veces lo hago. En
ocasiones… muy especiales. ¿Aún se dedica a las actividades feministas?
Catherine: Oh, sí.
Sir Robert Morton: Qué pena. Es una
causa perdida.
Catherine: Conoce usted muy poco a
las mujeres, Sir Robert. Adiós. Creo que no nos veremos más.
Sir Robert Morton: ¿Eso cree? Conoce
usted muy poco a los hombres, Srta. Winslow.
Muy interesante entrada, Fernando, de una película que no he conseguido ver, por más que la he buscado desde que en febrero de 2009 dediqué una extensa reflexión tanto a la pieza teatral como a la película de Mamet. Te daré un dato: el chico de la película que tu reseñas tan bien, hizo el papel de magistrado en la de Mamet, que no lo supo hasta que el actor se lo manifestó.
ResponderEliminarY me quedo sorprendido al comprobar que las dos últimas frases las escuchas en esa versión cinematográfica con guión del propio Rattigan, que altera su propia comedia dramática: hasta que te he leído, estaba convencido que ese final había sido redondeado por Mamet, otro gran dramaturgo, como sabes. Gracias por sacarme de mi error. Con tu permiso, me parece que voy a enlazar en mi entrada esta tuya, y así quedará al completo.
Un abrazo.
Gracias, Josep, por tu amable comentario.
EliminarHe leído la muy correcta ('right') y documentada entrada que dedicaste hace años al 'caso Wislow' en tu 'bloc'. Por supuesto, que encantado de compartir el enlace. Con la venia, yo hago lo mismo.
http://elblocdejosep.blogspot.com.es/2009/02/el-chico-de-los-winslow.html
La versión de Mamet tiene gran calidad y se ajusta mucho al film de 1948, con guión, en efecto, de Terence Rattigan. Pero, claro, no puede competir con el flamante reparto de éste, en el que se encuentran primeros nombres de la escena británica.
No caí yo tampoco en la cuenta de que el "chico de los Winslow' (1948), interpreta ese otro papel en 1999. Gracias por el dato.
Salucines
Una historia bien contada. Vi la versión de Mamet. No sabía que había otra anterior, sí su procedencia teatral.
ResponderEliminarImpecable y aleccionadora.
Salucines, amigo Fernando
A mí también, amiga Abril, la versión de Mamet me parece espléndida. Pero, vale la pena esforzarse por buscar y ver la británica: un lujo de interpretaciones.
EliminarSalucines